Chechenia renuncia al terror
Ilya U. Topper
«Probablemente sea verdad que Shamil Basáyev ha muerto». La cautela acompaña todas las opiniones de Svante Cornell, experto de la Universidad sueca de Upsala para el Cáucaso. Con motivo: Basáyev, carismático líder de la guerrilla chechena, responsable confeso de muchos de los atentados más sangrientos de Rusia, con centenares de víctimas civiles, fue declarado muerto varias veces en los últimos años. Ahora debe ser verdad «porque nadie ha protestado por la noticia, ni hay especulaciones», explica Cornell.
La explosión que en la madrugada del 10 de julio pasado destrozó un camión y varios coches en el pueblo ingush de Ekáyevo produjo más dudas de las que aclaraba. Ningún periodista ha podido fotografiar el cadáver de Shamil Basáyev. El mismo día, el presidente ruso Vladímir Putin felicitó a los servicios secretos por la eliminación del guerrillero, declarado desde hace años enemigo número uno de Moscú.
Éste punto, al menos, está en serio entredicho. A través de sus páginas web, la guerrilla chechena afirma que se trataba de un accidente, no de una acción enemiga. Thomas de Waal, experto del londinense Institute of War and Peace Reporting (IWPR), se inclina a darles la razón. «Rusia no ha designado a nadie como héroe de la operación», señala.
Un excelente enemigo
Svante Cornell va más lejos: «Estoy convencido de que las autoridades rusas no querían matar a Basáyev. Llevan tiempo persiguiendo y matando no a los islamistas radicales, sino a los líderes nacionalistas chechenos moderados. Porque éstos tenían cierta buena imagen en Occidente y contaban con apoyo político. Nadie, en cambio, defendía a Basáyev, extremista y terrorista. Justo por eso era un buen enemigo para Moscú». Una opinión sorprendente, aunque difundida también en otras zonas de Oriente Medio, donde los grupos islamistas más radicales a menudo pasan por ser el enemigo ‘preferido’ de los gobiernos.
Si son dudosas las circunstancias de la muerte de Shamil Basáyev, más incierto aun es el futuro. Aunque la desaparición del terrorista barbudo ha tenido gran repercusión, el movimiento independentista checheno ya fue descabezado el 17 de junio pasado al morir Abdul Halim Saduláyev, líder de la resistencia desde el asesinato de Aslan Masjádov en marzo de 2005. Ahora, el poder ha pasado a Doku Umárov, el último de una generación de independentistas chechenos forjados en la guerra contra Moscú desde los primeros años noventa.
«Basáyev estaba bajo influencia de los movimientos globales de resistencia islámica y los wahabíes»
Es un cambio significativo. «Doku Umárov dirige el ala moderada del movimiento», recuerda Cornell. «Siempre ha tenido una relación tensa con Basáyev, aunque han evitado enfrentarse. Tiene la legitimación de haber luchado desde el principio en el frente como comandante guerrillero; además, tiene cierto rango religioso, que le puede ganar fieles entre los grupos más islamistas. Puede convertirse en un líder respetado», opina Cornell.
Lo mismo cree Fehim Tastekin, fundador de la Agencia Cáucaso, con sede en Estambul, que desde hace cuatro años difunde noticias sobre la región y se alinea bastante con los planteamientos independentistas. «Si Umárov demuestra su capacidad, le seguirán. Es diferente a Basáyev, quien prefería ‘palestinizar’ la resistencia chechena, utilizaba atentados suicidas y estaba bajo influencia de los movimientos globales de resistencia islámica. Umárov, en cambio, quiere evitar daños a los civiles rusos: al tomar el mando, declaró que atacaría objetivos militares en toda Rusia».
Una de las diferencias fundamentales entre los dos guerrilleros es su postura respecto a la religión. Umárov se adhiere a la corriente sufí del islam, poco ortodoxa y opuesta a la violenca. Shamil Basáyev, en cambio, aunque educado en Rusia, se alineó con las tesis del islamismo wahabí, orientación extremista apoyada y difundida por el gobierno de Arabia Saudí. «Más por recibir el apoyo militar y financiero de los yihadistas árabes que por compartir sus convicciones: no era islamista», opina Thomas de Waal, que tuvo oportunidad de entrevistarse con Basáyev en 1998. A su lado encontró a Amir Jatab, un saudí que, junto a otro árabe, Abu Al Walid, canalizaba los fondos privados saudíes hacia el Cáucaso.
«La muerte de Jatab, en 2002, se tradujo en una considerable reducción de los fondos árabes», explica Cornell. «La invasión de Iraq en 2003 hizo que los combatientes voluntarios acudieran a Iraq en lugar de viajar hasta el Cáucaso. Hoy, el dinero y los combatientes árabes juegan un papel mucho menor».
Incómodo dinero saudí
Fehim Tastekin, visiblemente incómodo con esta alianza, tacha de «propaganda rusa» la conexión saudí, aunque admite que, «desde luego, países islámicos como Turquía, Qatar, Kuwait o Arabia Saudí apoyaban la resistencia. Pero las creencias del Cáucaso son muy distintas a las wahabíes: los musulmanes chechenos tradicionales son sufíes moderados; los días de fiesta, todos los guerrilleros suelen bailar con las chicas, algo inimaginable en la doctrina wahabí. Jatab influyó a algunos chechenos, pero es un número limitado. Espero que el caracter y la cultura chechenos eliminarán este elemento pronto».
Todo el Cáucaso Norte es un ‘Criminalistán’ por donde fluye el contrabando de droga, armas y personas
¿Negociará Umarov con Moscú? «Desde 1994, la resistencia chechena está dispuesta a negociar. El problema no está en su bando. Pero Putin ha construido su carrera política sobre la guerra en Chechenia. Quizás cambie algo con las elecciones rusas de 2008 pero, con Putin en el poder, veo muy difícil que Moscú quiera negociar», apunta Svante Cornell.
Las estructuras de poder fieles a Rusia en las repúblicas caucásicas son otro problema. «Desde el atentado de Beslán, el Kremlin designa a los gobernantes locales: hombres de negocios y ex oficiales de los servicios de seguridad de Moscú, que son étnicamente caucásicos, pero no conocen el terreno y no representan a nadie. No controlan a la sociedad y suelen ser corruptos», explica el analista sueco.
De hecho, todo el Cáucaso Norte es un ‘Criminalistán’ por donde fluye sin cesar el contrabando de droga, armas y personas sin control alguno. «Todo el mundo está involucrado, tanto los poderes apoyados por Moscú como los guerrilleros. Incluso según las cifras oficiales, la economía sumergida copa el 40% del total. El paro es general y los jóvenes chechenos son discriminados con el mote de ‘negros’ cuando buscan trabajo en Rusia. Así es fácil que se adhieran a grupos radicales», afirma el analista de Upsala.
También Tastekin apunta a la represiva política rusa y su demonización del islam como causas de la creciente radicalización religiosa de los jóvenes en todo el Cáucaso. Aunque se apague en Chechenia, el conflicto va prendiendo en toda la región.
Daguestán, territorio ribereño del Mar Caspio, se está convirtiendo en el siguiente foco de violencia
De Waal confirma que el islamismo radical está hoy más presente en la vecina república autónoma de Daguestán, principal destino de los fondos saudíes destinados al Cáucaso.
De hecho, este territorio ribereño del Mar Caspio se está convirtiendo en el siguiente foco de violencia. «Durante el año 2005, Daguestán vivió tantos incidentes armados como Chechenia», recuerda Cornell. La mayoría, firmados por el grupo wahabí Chari’a Yama’at. Más al oeste, en la república de Kabardino-Balkaria, actúa la fracción Yarmuk, también wahabí.
Fue precisamente la incursión de Shamil Basáyev en Daguestán, en 1999, durante la época de la independencia chechena reconocida de facto por Moscú, la que le ofreció el pretexto al recién elegido Putin para invadir Grozny y acabar con el gobierno del moderado Aslan Masjádov. Una provocación sin necesidad —»un ataque al estilo pirata para ocupar a una tropa ociosa de 1.500 guerrilleros caucásicos, árabes y pakistaníes», en opinión de Cornell— que hizo caer en picado la popularidad de Basáyev entre la población chechena. Hoy, pocos lloran al desaparecido líder barbudo. Pero nadie sabe qué pasará con el movimiento independentista.
«Rusia ha ganado la guerra. La resistencia está desorganizada y se compone de grupos sueltos que luchan no tanto por razones ideológicos como para cumplir con la ley de venganza tras la muerte de los suyos», cree Thomas de Waal.
Fehim Tastekin discrepa: «Los chechenos llevan muchísimo tiempo luchando contra Rusia y han tenido miles de Basáyevs. Ahora parece que todos los chechenos apoyan al gobierno prorruso en Grozny. Es falso. Hasta el primer ministro actual, Ramzan Kadírov, y sus colegas designados por el Kremlin son antirrusos y se volverán contra Moscú en cuanto se sientan fuertes». El polvorín del Cáucaso está mojado, pero de momento nada indica que haya intentos de desactivarlo.