Dominique A
«Jamás me he preguntado qué es ser francés»
Alejandro Luque
La crítica, siempre perezosa, ha encasillado a Dominique A (nombre artístico de Dominique Ané, Provins, Île-de-France, 1968) bajo la etiqueta de nouvelle chanson, pero él no acaba de verse como eslabón de la estirpe de Jacques Brel. «En todo caso, pertenezco a la antigua nouvelle chanson«, bromea. «El problema con esos grandes nombres es que están todos muertos, y yo me siento bien vivo».
Tras su reciente gira por España, Dominique A vuelve al trono de la llamada nueva chanson con La musique, un disco de plena madurez que ha sorprendido incluso a sus más fieles seguidores. La habitual melancolía que destilan sus canciones se concentra ahora en un ramillete de canciones grabadas en casa, sin músicos acompañantes, al calor de las nuevas tecnologías.
Resulta curioso que la música introspectiva y melancólica de los anteriores discos de Dominique A tuviera tanto éxito en un país con fama de extrovertido y festero como España. Él esbozaba entonces una explicación: «Bueno, el blues es universal porque el propio ser humano vive dividido entre la tristeza y la alegría, lleva los dos dentro. Para nosotros el flamenco no es una música muy alegre, o al menos la idea que tenemos es de algo muy dramático».
En la distancia corta, no obstante, se muestra sonriente, tal vez un poco tímido, pasándose la mano por el cráneo mondo cuando se detiene a meditar una respuesta. «Me siento tan oscuro como mis discos», respondía, cuando se le señalaba esta circunstancia. «Cuando empiezo a escribir siempre me dirijo a ese lado, hacer otra cosa supondría para mí un gran esfuerzo y daría como resultado algo antinatural”. Ahora demuestra que este lado oscuro no es su única faceta.
Dicen que en tiempos de crisis los artistas tienden a la economía de recursos, pero también que con la edad uno tiende a despejar, a ir a lo esencial… ¿Cuál de estos factores explica mejor la limpieza de La Musique?
Lo que es cierto es que tenía ganas de hacer un disco en el que la economía estuviera adaptada al contexto actual. Grabarlo en solitario era una manera de no sentir la presión del dinero sobre mis espaldas, y de este modo he tenido una mayor libertad artística. En cuanto al carácter depurado, se debe también al hecho de que quería que el disco estuviese más en el eje del ritmo que de las armonías, lo que de forma natural despejaba un poco el terreno.
Hace un par de años nos dijo que sus discos son oscuros porque usted se sentía así. ¿Este nuevo trabajo marca un cambio en su estado de ánimo?
Realmente no tengo esa impresión. De la misma manera que se ha exagerado el lado oscuro de mis discos anteriores, con éste se ha exagerado su lado más ligero, más luminoso. Todo esto está en el orden del discurso, pero no es más que discurso. Creo que si a la gente le gusta mi último disco es sobre todo porque es más simple que los anteriores, más accesible.
También parecen correr tiempos propicios para la música en directo. ¿Cree que es el mejor modo de distinguir al buen músico del que no lo es tanto?
No, creo que a veces hay muy buenos músicos que no saben cómo actuar sobre el escenario. El escenario es una representación física ante todo, antes incluso que musical. Hay formidables músicos de estudio que no son reproducibles en vivo. No creo que el escenario sea especialmente un lugar de verdad, es un sitio lleno de códigos. Hay un montón de malos músicos que son buenos ‘entertainers’ en concierto porque utilizan los códigos para comunicarse con el público.
Alguna vez se ha quejado de la “obsesión por las letras” que hay en Francia. ¿En qué consiste esa presión para un compositor, y cómo la resuelve?
Pensando antes en el sonido que en el sentido. Una canción que no suena es una mala canción, sea cual sea el lenguaje que se utilice.
Ha incluido un estribillo en español en su disco.
Porque me encantaba la frase con acento español, y no tenía interés en traducirla. Musicalmente, hubiera quedado peor. Y porque fue el hecho de escuchar esa frase en español lo que me dio ganas de escribir la canción.
¿Por qué cree que España y Francia parecen mantener siempre una ‘distante vecindad’? ¿De qué modo puede la música achicar distancias?
Creo que pasa con todos los países vecinos del mundo. Nos mezclamos, pero al mismo tiempo queremos siempre marcar las diferencias con el otro: eso es lo que hace que existan las fronteras. La música es desde luego un medio de traspasar esas fronteras, pero hace falta además una estructura económica que permita que la música se difunda de un pais al otro. Internet no puede hacerlo todo.
Por cierto, ¿participó usted en la encuesta de Sarkozy sobre la identidad francesa? ¿Qué es para usted ser francés?
Esa encuesta es una vergüenza, provocada por motivos electoralistas con el propósito de favorecer una visión racista de la evolución de la población en Francia. No sé qué significa ser francés para los demás, para ser honesto jamás me he planteado esa cuestión. Estoy más interesado por el tema de en qué medida la lengua nos une a un grupo de gente.
En España también llamó la atención que el congreso francés debatiera sobre sí Tintín era de izquierdas o de derechas.
Perdón, no sé nada de eso. No conozco las orientaciones políticas de Tintín, que por otra parte es belga…
Aquí en España, como sabrá, la piratería y las descargas ilegales centran el debate musical. ¿Tienen usted alguna receta que arroje alguna luz?
No, lo siento, no más que usted. El hecho de ser artista no hace de mí un legislador.
Una última curiosidad… ¿Alguna vez Aznavour o alguno de los cantores de la vieja guardia francesa le ha dicho que opinan de su música? ¿Lo ven como su heredero?
No, realmente no he tenido ese tipo de reacción por parte de los ‘grandes ancianos’. Sé que le gustaba a Bashung, es todo. Pero era uno de los pocos que tenía curiosidad, a menudo los otros no se interesan más que por los de su generación.