Nuno Judice
«La saudade y el fado nos parecían reaccionarios»
Alejandro Luque
Córdoba | Octubre 2014
La concesión, el pasado año, del premio de poesía Reina Sofía a Nuno Júdice (Mexilhoeira Grande, 1949) no solo supuso un acto de justicia con una de las obras más genuinas y hondas de la lírica contemporánea, sino también el reconocimiento a las letras de un país vecino al que con demasiada frecuencia damos la espalda desde España.
Ensayista, narrador, crítico, profesor de Literatura Comparada en la Universidad de Lisboa, agregado cultural de la embajada portuguesa en Francia, Júdice es sobre todo poeta. Autor de títulos como Noçao do Poema (1972), Mecanismo Romântico da Fragmentação (1975), Nos Braços da Exígua Luz (1976), A Partilha dos Mitos (1982), Lira de Liquen (1986), A Condescendência do Ser (1988) o Enumeração de sombras (1989), su obra se caracteriza por ser extraordinariamente inquieta, deudora de las vanguardias pero siempre en busca de metros y registros diferentes.
Su autor, un hombre tranquilo y más bien tímido, que cada año parece más joven como un Benjamin Button algarveño, visitó recientemente Córdoba para participar en el festival Cosmopoética. Allí accedió a conversar con M’Sur.
La cultura en el tiempo de dictadura estaba más descentralizada, había núcleos en cada ciudad, como resistencia
Son varios los grandes poetas portugueses que vienen del Algarve. ¿Es un ámbito especialmente propicio para escribir ese Sur del Sur?
Creo que hay grandes poetas también en el Norte, como Eugenio de Andrade y otros. Pero en los años 60 hubo una generación que surgió de allí, del Algarve, y que se inspiró por el clima literario de esta zona. Estaba, por ejemplo, el Liceo de Faro, con profesores que estimularon mucho la afición por la escritura. Por otro lado, la cultura en aquel tiempo de dictadura estaba más descentralizada, había núcleos en cada ciudad, como forma de resistencia. Y finalmente está la tradición árabe, que ejerce mucha influencia sobre nosotros. Se puede decir que sí, que en el Algarve la poesía surge naturalmente.
Antiguamente, el rey portugués llevaba el título de “rey de Portugal y del Algarve”. ¿Tan distintos son?
Fue el último territorio conquistado, y además tiene una naturaleza muy mediterránea y una arquitectura que también conservó su impronta árabe, aunque el turismo haya destruido casi todo. Pero pienso que las viejas marcas permanecen.
La mayoría de los españoles saben citar solo dos escritores portugueses: Fernando Pessoa y José Saramago, que casi es de Lanzarote… ¿Por qué ese desconocimiento?
El único invasor que tenemos ahora son los bancos, pero nos invaden sin riesgos de pérdida de identidad
Pongo al revés la pregunta: en el caso portugués, como leemos con alguna facilidad en español, aunque no hubiera tradición los poetas conocían muy bien y frecuentaban la poesía española. Hoy ya no pasa tanto eso, pero han aparecido antologías y siempre hay quien está atento a lo que se produce aquí. Hay, en definitiva, un interés. Del otro lado es verdad que no tanto. Hubo un momento en que existía un apoyo a las traducciones de portugueses en el extranjero, una mayor dinámica cultural entre los dos países que se ha perdido en los últimos tiempo, pero quiero pensar que ahora está volviendo…
¿Por qué los españoles tenemos la sensación, probablemente errónea, de que los portugueses no nos quieren?
Durante mucho tiempo hubo ese temor en España a causa de la política, también porque la dictadura cultivaba un nacionalismo que hacía del otro una amenaza. Con la llegada de la democracia y el ingreso en la Unión Europea todo eso pasó, por fin tenemos relaciones normales. El único invasor que tenemos ahora son los bancos, pero nos invaden sin riesgos de pérdida de identidad.
En Galicia hay un debate continuo sobre la decisión del escribir el gallego con una ortografía distinta al portugués, cuando el lenguaje hablado en los pueblos es muy similar o idéntico al del norte de Portugal. ¿Un error histórico o una identidad propia justificada?
Creo que el gallego tiene en efecto un vocabulario específico, que va más allá de su origen medieval. Pero cada lengua siguió su camino. Son muy distintas, aunque en parte sean también muy próximas. Creo que está bien que mantengan su identidad.
En España, la literatura es en gran parte García Márquez, Borges, Cortázar, Vargas Llosa… ¿Qué rol juega la literatura brasileña en el panorama portugués?
En Brasil hay un problema, y es que la difusión de los libros portugueses allí, como aquí de los libros brasileños, es muy difícil a causa de las tasas, que los encarecen muchísimo. En los últimos años ha cambiado algo esa cuestión, empieza a haber editoriales de un lado que publican a autores del otro. Por eso se empieza a conocer un poco mejor lo que hacen en la otra orilla. Pero es curioso, en poesía eso no ocurre tan a menudo, porque la poesía brasileña tiene una tradición que no es coincidente con la portugesa. Son más formalistas, más difíciles en la comunicación. Portugal, en cambio, nunca perdió la capacidad de diálogo con el lector, la voluntad de que éste se sienta identificado con lo que lee.
¿Y la de otros territorios lusófonos, Angola, Mozambique?
Ah, sí, Cabo Verde como Angola o Mozambique están muy presentes en la literatura portugesa, plenamente integrados en ella.
El fado ha adquirido una dimensión que permite a los portugueses recuperar el gusto por este canto
¿Cuánto daño ha hecho el tópico de que Portugal es saudade, fado y poco más?
¡Eso terminó para mi generación! Es verdad que sentíamos que la saudade y el fado se identificaban con la ideología de Salazar, que eran reaccionarios. Lo bueno es que en los últimos años se ha producido un cambio, hay una nueva generación de hombres y mujeres que están transformando el género, tanto en la poesía del fado como en el ritmo, que no es tradicional. Así es como el fado ha adquirido una dimensión que permite a los portugueses recuperar el gusto por este canto.
Portugal ha sufrido o está sufriendo una crisis económica comparable a la de España o Grecia. Sin embargo, sabemos poco de protestas, y las que hubo, parece que fueron muy pacíficas. Los portugueses, ¿no se rebelan o lo hacen de otra manera?
Portugal no es un país de mucha violencia. Además, esos movimientos fueron organizados por gente que quería llamar la atención del país de forma positiva. Si hubiera habido violencia, se habría atribuido rápidamente a grupos sectarios y extremistas, desvirtuando todo el trabajo. Que no fuera así permitió a las manifestaciones mantener esa dimensión positiva.
El último 25 de Abril hubo voces que denunciaban que el Gobierno ha ido traicionando los ideales de la Revolución de los Claveles. ¿Entiende la nostalgia por lo que fue, al fin y al cabo, un golpe militar?
Los gobiernos cumplen instrucciones que no vienen de los electores, sino de las instituciones financieras
Se habló de eso entonces, pero creo que ya ni los militares están interesados en dar golpes… [risas] La cuestión es que en este momento los gobiernos cumplen instrucciones que no vienen de los electores, sino de las instituciones financieras, de Europa, sobre todo de un gobierno europeo que no es reconocible como verdaderamente representativo de lo que necesita la gente.
Desde un punto de vista de filosofía política, ¿puede un golpe militar ser democrático? Tenemos ejemplos más recientes, y muy polémicos, en Argelia (1991) y Egipto (2013) contra los islamistas. ¿Son comparables al caso portugués?
No, creo que esas revoluciones surgieron en contexto muy diferentes de los europeos. Y también su resultado, por desgracia, no fue nada pacífico ni positivo.
¿La poesía tiene algo que decir en la situación actual?
La poesía ayuda a tener conciencia de todo lo que está pasando. Y pienso que esta crisis ha ayudado a la gente a interesarse más por la política, y a cobrar conciencia de la importancia de participar. Pero eso lo veremos más claramente en las próximas elecciones, las de 2015. Ahí habrá un cambio necesario para que las cosas se vuelvan más democráticas.
Los últimos años de la dictadura de Salazar se caracterizaron por una vida cultural muy intensa. ¿Ha traído la crisis algún tipo de inquietud similar?
Lo que se ve en Lisboa, Oporto y otras ciudades, es que hay una ingente actividad cultural, en teatro, en cine, en música, con grupos grandes y pequeños muy inquietos. Responde a la necesidad de la cultura de dar expresión al sentir de la gente y, como dije, se trata también de una forma de resistencia.
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