Joan Vinyoli
La mano del fuego
Alejandro Luque
Hombre que mira al mar
No consigo recordar cuándo leí por primera vez a Joan Vinyoli. He consultado a varios amigos y ellos tampoco logran precisar su descubrimiento del poeta barcelonés. ¿Fue a través de unos versos musicados, o quizá en alguna antología? Da igual, todos tenemos la sensación de que ha estado siempre ahí. Su obra es atemporal, y por lo tanto es una obra siempre viva. Por eso, conocer que este año se celebra su centenario, solapando el 30 aniversario de su muerte, tiene algo de noticia fantástica, como si nos hablaran de una efemérides del mar.
A Joan Vinyoli i Pladevall lo imaginamos casi siempre asomado al mar, en su Ciudad Condal o en ese Begur donde pasó largas vacaciones, huyendo de las prosaicas rutinas urbanas. A veces es un hombre abrumado por el azul inmenso y su Historia inabarcable, otras busca en el Mediterráno el sosiego que el ruido de la vida le niega. Influenciado en sus comienzos por el gran Carles Riba, y con la sombra de Rilke –a quien tradujo al catalán– proyectada siempre sobre sus pasos, fue buscando una voz propia sin renunciar a esa función autoindagatoria que siempre atribuyó a este oficio.
“Vinyoli, incluso con cierto candor, ambicionaba ser parte de la alta poesía”, decía de él recientemente Valentí Puig. “Por eso lo que importa es la madrugada, la ropa tendida en los terrados de una ciudad sin nombre, la última copa, mirar el mundo por la ventana y ver a lo lejos trirremes de pueblos antiguos que llegan a la costa. ¿Qué más se le puede pedir?”. No hay consuelo para el hombre que mira al mar, acaso el de hallar entre las piedras romas que arrastra la marea las palabras exactas, los sonidos necesarios, y disponer todo sobre la página en blanco como quien engasta una joya.
Libros como El Callat (1956), Realitats (1963), Ara que és tard (1975), Vent d’aram (1976) o su definitivo Passeig d’aniversari (1984), que le valió el Premio Nacional de Poesía, no solo son fundamentales para la poesía catalana, sino también para los lectores españoles que leemos con dificultad esta lengua, pero no por ello dejamos de sentir como propio cuanto allí se expresa. La antología La mano del fuego, que acaba de publicar Candaya bajo el cuidado de Jordi Llavina y la traducción de Carlos Vitale, y a la que pertenecen los poemas que siguen, es una magnífica excusa para que otros muchos se sumen a la parroquia de fieles vinyolianos.
[Alejandro Luque]
RECORDAL’amor ha fet un apat de nosaltres. Som ja buides clofolles, deixies del banquet del Rei.
Recorda les tovalles blanquíssimes, la boca plena de riures i de secretes remors, com va menjar-nos, com vàrem ser mesclats!
Va ser un convit inoblidable, ric com esqueia a l’hoste que va escollir-nos. Que no ens férem pregar, n’ets testimoni, no pel goig de l’àpat, no, que no podíem preveure si tindríem tanta fam de ser menjats.
Més aviat empal·lidíem pel camí fullós de veus on va sorprendre’ns la nit i que, de sobte, algú ens cridés amb paraules tan convincents i pures, de rara mel. I dèiem: És de vida que ens parla, no de mort, mal que sentíssim molta de por de travessar el llindar de la hisenda secreta.
Va rentar-nos amb foc, va ungir-nos amb olis, ens va parar llit en una cambra de silenci que dóna sobre el mar.
Des de llavors puc dir que ens hem fet, l’un a l’altre, més cada dia, que a redós, o caminant a la ventura vivim, creixem, al centre mateix del ser.
| RECUERDAEl amor ha hecho un festín con nosotros. Ya somos vacías cáscaras, migajas del banquete del Rey.
Recuerda los manteles blanquísimos, la boca llena de risas y de secretos rumores, ¡cómo nos comió, cómo fuimos mezclados!
Fue un convite inolvidable, rico como correspondía al huésped que nos escogió. De que no nos hicimos rogar, eres testigo, no por el goce del festín, no, que no podíamos prever si tendríamos tantas ganas de ser comidos.
Más bien empalidecíamos por el camino frondoso de voces donde nos sorprendió la noche y porque, de pronto, alguien nos llamara con palabras tan convincentes y puras, de rara miel. Y decíamos: Es de vida que nos habla, no de muerte, aunque sintiéramos mucho miedo de atravesar el umbral de la hacienda secreta.
Nos lavó con fuego, nos ungió con aceites, nos hizo la cama en un cuarto de silencio que da al mar.
Desde entonces puedo decir que nos hemos hecho, el uno al otro, más cada día, que a cubierto, o caminando a la aventura vivimos, crecemos, en el centro mismo del ser.
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SÓC HOME SOLHe menjat amb delit els dàtils de Palmira, les panses de Corint, el be rostit de Pasqua, galls fets entre rajoles pels hindús, l’oca de Tebes. He begut moltes grapes, schnaps i filtres, herbes de poc seny, m’he embriagat amb vins de Falern o de Quios. Però tot res, sols queda la fiblada de la pua clavada molt endins de la carn. Sóc home sol.
No sé d’on vinc, per què m’afanyo, no crec en opis ni licors. No sé què sóc ni per què m’ho pregunto. Segrego a vegades poesia, o bé, de tant en tant, m’agrada, posant els ulls en blanc, polsar les tecles del meu rònec piano, traient-me els tèrbols sucs de moltes nafres amb la xeringa neta de l’oblit.
Però tot res, sols queda la fiblada de la pua clavada molt endins de la carn. Sóc home sol.
| SOY HOMBRE SOLOHe comido con deleite los dátiles de Palmira, las pasas de Corinto, el cordero asado de Pascua, gallos hechos entre ladrillos por los hindús, la oca de Tebas. He bebido muchas grapas, schnaps y filtros, hierbas de poco juicio, me he embriagado con vinos de Falerno o de Quíos. Pero de todo, sólo queda el pinchazo de la púa clavada muy adentro de la carne. Soy hombre solo.
No sé de dónde vengo, por qué me apresuro, no creo en opios ni licores. No sé qué soy ni por qué me lo pregunto. Segrego a veces poesía, o bien, de vez en cuando, me gusta, poniendo los ojos en blanco, pulsar las teclas de mi desvencijado piano, sacándome los turbios jugos de muchas heridas con la jeringa limpia del olvido.
Pero de todo, sólo queda el pinchazo de la púa clavada muy adentro de la carne. Soy hombre solo.
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MAR BRUTPel cel encapotat, ni un raig de sol. Et miro cargolant-te, mar bròfec, estèril, massa ocupat en tu mateix, bramant, les ones rebolcant-se sense recurs. On trenquen, les gavines van en rengle pacífic a l’aguait de les deixalles que els portes, brut. Aquestes coses em fan senyals, visc estranyant-me’n. Miro, busco el sentit: així faig moure peces, de casa a casa, en el tauler del temps, per màgia o per precepte: jocs per ajornar la mort.
| MAR SUCIOPor el cielo encapotado, ni un rayo de sol. Te miro enroscándote, mar adusto, estéril, demasiado ocupado en ti mismo, bramando, las olas revolcándose sin recurso. Donde rompen, las gaviotas van en fila pacífica al acecho de las sobras que les llevas, sucio. Estas cosas me envían señales, vivo extrañándome. Miro, busco el sentido: así muevo piezas, de casilla en casilla, en el tablero del tiempo, por magia o por precepto: juegos para aplazar la muerte.
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MOT ERA MOTQuan feia, ric d’infancia, a clar de nit, mentre la gent dormia ja, el pessebre, amb palpadores mans de cec, absort, posava tous de molsa humida als junts dels suros nets i veia clar paisatge.
Ara que intento, vell i pobre, fer, desconhortat, nit closa ja, el poema, bròfec, nuós, amb mans tremolejants, poso llacunes de silenci trist, mot rera mot, i miro la tenebra.
| PALABRA TRAS PALABRACuando montaba, rico de infancia, en la claridad de la noche, mientras la gente dormía ya, el belén, con tanteadoras manos de ciego, absorto, ponía montones de musgo húmedo en las junturas de los corchos limpios y veía un claro paisaje.
Ahora que intento, viejo y pobre, escribir, desconsolado, noche cerrada ya, el poema, adusto, nudoso, con manos temblorosas, pongo lagunas de silencio triste, palabra tras palabra, y miro las tinieblas.
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© Joan Vinyoli | © De los herederos del poeta. De la traducción: Carlos Vitale [Cedido por Candaya· Noviembre 2014]