A lo hecho, pecho
Ilya U. Topper
Contar un chiste de mal gusto ante un público de más de tres colegas tiene delito. Entiendo que alguien renuncie a su cargo por esto.
Lo que no tiene delito es un acto de protesta cívica. Sí, lo digo por Rita Maestre, actual portavoz del Ayuntamiento de Madrid, a la que ya han tildado de “profanadora enseñatetas”. Por presentarse, junto a decenas de compañeros, en una capilla católica en un campus de la Universidad Complutense donde en ese momento se estaba orando, denunciar que una capilla no tiene lugar en una institución pública de enseñanza, leer un manifiesto en que califica la Iglesia Católica de sexista, patriarcal y opresora de las mujeres y finalmente por quedarse en tetas.
Leo que se gritaban frases como “Menos rosarios y más bolas chinas”, “El Papa no nos deja comernos las almejas”, “Frente al Vaticano, poder clitoriano”. No sé si Rita Maestre se sumó al coro, pero no me importa: me adhiero plenamente.
Ahora le piden un año de cárcel.
Efectivamente, el artículo 523 del Código Penal español lo estipula: “El que con violencia, amenaza, tumulto o vías de hecho, impidiere, interrumpiere o perturbare los actos, funciones, ceremonias o manifestaciones de las confesiones religiosas inscritas en el correspondiente registro público del Ministerio de Justicia e Interior, será castigado con la pena de prisión de seis meses a seis años, si el hecho se ha cometido en lugar destinado al culto”.
Pegarle un tiro al cura en salva sea la parte es delito menor que interrumpir la misa
Aprendí hoy que “interrumpir un culto” está castigado en España con una pena más grave que asestarle a alguien navajazos hasta dejarlo al borde de la muerte (máximo cinco años: artículo 148). Vamos, que si alguien hubiese pillado al cura fuera de horario de capilla y le hubiese pegado un tiro en salva sea la parte, el delito sería menor. Pensaba que eso sólo pasaba en países que arrastran un grave problema de teocracia.
Probablemente este artículo 523 sea, efectivamente, una rémora que se arrastra desde los tiempos no tan lejanos de la dictadura franquista teocrática. Esa en la que las leyes estaban hechas a gusto y doctrina de la Iglesia Católica. La Fiscalía es prudente al pedir sólo un año: si aprovechara el margen de la ley, la indignación no se habría dirigido contra la “profanadora” sino contra la ley.
Seis años es mucho, y sorprende, porque en general, España es uno de los países con menos penetración de la Iglesia en la vida pública, frente a una cristianísima Europa. Sin embargo, ese mismo delito se castiga con tres años máximo en Alemania, en Portugal con un año, en Austria con sólo seis meses si no media violencia sino “escándalo público”.
Dany el Rojo tiraba piedras a la policía en el 68 y hoy es eurodiputado; otros llegaron a ministro
Eso sí, las mismas penas se aplican a quien hace escarnio público de una creencia determinada, así sea por escrito. Delito que el artículo 525 del código español castiga con un máximo de 1 año, ampliando esa protección también a quienes no profesan ninguna creencia. En Inglaterra, una ley de 1860, que hoy se considera obsoleta, prevé dos meses para interrumpir una misa; la ley que penalizaba la blasfemia se abolió en 2008.
En Francia el delito parece no existir: imagino que en este país, molestar una misa o un desayuno sobre la hierba se considera legalmente similar: una falta contra personas que están en lo suyo. Sin dios por medio.
Cometió un delito, pues, Rita Maestre. Pero se retratan quienes ahora claman al cielo porque ha llegado a concejala quien antes vulneró una ley. Como si esto fuera novedad. Daniel Cohn-Bendit, Dany el Rojo, tiraba piedras a la policía en el 68 y hoy es eurodiputado. Y no digo los que llegaron a ministro. Tirar piedras a la policía también era un delito.
No sé qué dice la ley, pero yo prefiero a una activista que se arranque la camiseta. Que proteste sin armas, únicamente con su cuerpo. Como ponen su cuerpo en el tablero, y cometen delito, quienes se encaraman a una plataforma petrolífera para colgar una pancarta y denunciar la contaminación. Como quienes se encadenan a una excavadora para frenar, con su propio cuerpo, la destrucción de un paraje natural.
Si una falta cometida es menos grave que el delito que se pretende frenar, imagino que puede dejarse sin castigo. Interrumpir unas obras es menos grave que permitir la destrucción de un bien público irrecuperable, como es el medio ambiente. Incluso si estas obras se han autorizado conforme a la letra de la ley.
Vivir en democracia no se limita a cumplir las leyes aprobadas por las Cortes. Quien se queda callado cuando estas leyes vulneran la dignidad humana o dañan un bien común – histórico, ecológico, social – no merece vivir en democracia. Porque la democracia sólo es posible si los ciudadanos se responsabilizan individualmente del bien común que todos comparten. En El Cairo, me dicen, los vecinos empezaban a barrer las calles el día que cayó Mubarak: ayer las calles eran del régimen, ahora, dijeron, son nuestras.
Quien se queda callado cuando las leyes vulneran la dignidad humana no merece vivir en democracia
El laicismo es un bien común. Quizás el más preciado, por ser el más frágil, que posee España. Sin laicismo no existe democracia. Es impensable una democracia – gobierno del pueblo – en la que ciertas leyes sean dictadas por Dios. La Constitución no menciona el término, pero éste es su espíritu. Léanla. Destaca como actores sociales a partidos políticos y sindicatos, puntualizando: “Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos”. Es obvio que por ese filtro no pasa ninguna religión. Dios no es demócrata.
Ya al prohibir “discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión” destierra el ideario de toda religión que conozcamos, y especialmente el de la Iglesia Católica, que discrimina por sexo hasta hoy; y no tengo espacio aquí para enumerar las demás discriminaciones –mortíferas – que ha abanderado a lo largo de la historia.
Hay quien dice que no es justo juzgar una institución por su pasado. Entérense: la Iglesia Católica no ha cambiado sus dogmas, aquellos que condenan la sexualidad libre de la mujer o la homosexualidad. Sólo ha perdido el poder de mantener como ley pública estos dogmas, que hasta hace pocas décadas eran usados para destruir física y psíquicamente a las personas.
“Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”, dice la Constitución. Es una cooperación basada en el Concordato de la dictadura franquista que otorga a un Estado extranjero – el Vaticano – espacios y fondos públicos españoles. Sueldos y embajadas – capillas – en una Universidad pública. Es hora de que cese esta cooperación.
Poner mezquitas y sinagogas al lado de la capilla no es contrarrestar el clero sino triplicarlo
Sé de mucha gente que en las redes sociales ha propuesto la solución contraria: colocar al lado de la capilla una mezquita, una sinagoga y un stupa budista, para empezar. Cuanto más mejor, deben de pensar. Pero el poder antidemocrático del clero sobre la sociedad no se contrarresta triplicando el clero.
Todo lo contrario: sabemos quién financiará esa mezquita que se construirá al lado de la capilla del campus de la Complutense, quién pagará los sueldos de sus imames. Sí, lo han adivinado: Arabia Saudí. Quizás Qatar. Sabemos que el discurso de odio y de opresión divina de la mujer que difundirán se asemejará al de la Iglesia en sus peores tiempos de poder terrenal. Porque el islam wahabí actual está en su auge y tiene todo el poder terrenal en estos países donde no se celebran elecciones ni para hacer el paripé.
Contra la pretensión de lo sagrado, como valor superior a los valores de la democracia, sólo cabe un recurso: la irreverencia. Una sociedad laica no puede sustraer a la crítica humana un corpus divino de nombres, ritos, imágenes. La blasfemia no puede ser delito.
Ahí radica el valor de las caricaturas de Charlie Hebdo: vulneran una y otra vez toda línea de respeto, porque es la única forma de impedir que los clérigos – por definición antidemocráticos: no se puede decidir por debate popular lo que dios ha dicho: Biblia y Corán pretenden ser autoridad indiscutible – se constituyan en un cuerpo intocable, impune, irresponsable frente a la sociedad a la que no dejan, no han dejado nunca de imponer sus leyes, sus códigos morales, sus anatemas.
Ver tetas: eso es lo que más temen los clérigos de casulla, turbante o kipa
La irreverencia es el baluarte de la sociedad laica frente a las pretensiones de mantener ese corpus sagrado con un poder político ilegítimo, contrario a los fundamentos constitucionales de nuestra sociedad: la igualdad de mujeres y hombres. La irreverencia es violencia psicológica? Sea. La irreverencia máxima: oponer un cuerpo desnudo a siglos de violencia, a siglos de muertes – muertes, no mera violencia psicológica – causados por los dogmas de la Iglesia y sus semejantes.
Ver tetas: eso es lo que más temen los clérigos de casulla, turbante o kipa. Ver el cuerpo desnudo de una mujer. Ese cuerpo al que llevan siglos intentando ocultar, erradicarlo de la visión pública, de la conciencia humana, convirtiéndolo en enemigo último, en causa de todo mal humano. Ya a Teresa Rodríguez intentaron hundirla sacándole una foto en una playa nudista (que ni siquiera fuera ella es lo de menos: los retrata a ellos). Como si aún la moral católica fuera ley.
Frente al dogma clerical – cristiano, islámico, judío – de negar la condición humana plena, sexual, de la mujer, no hay mejor antídoto que un cuerpo desnudo pleno. Un cuerpo humano frente al corpus divino.
¿Es delito? Hay que apechugar con la ley que se vulnera para proteger el bien común, hay que acatar la sentencia. Lo que no hay que hacer es avergonzarse. Lo que no hay que hacer es dimitir.
© Ilya U. Topper | Primero publicado en El Confidencial · 19 Jun 2015
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