Antonio Soler
«Hoy queda muy poco de la 'Málaga roja'»
Alejandro Luque
Antonio Soler (Málaga, 1956) acaba de publicar en la colección Ciudades andaluzas de la Fundación Lara el libro Málaga, paraíso perdido, un ensayo en el que trata de explicar el extraordinario desarrollo que vivió la ciudad a principios de siglo XX, y el modo en que ese sueño de progreso y libertad se vio truncado por la sublevación militar de 1936 que inauguró la Guerra Civil.
Según narra el autor de Las bailarinas muertas —recientemente reeditada— y El camino de los ingleses —llevada al cine por Antonio Banderas— una burguesía pujante y una masa de obreros rebeldes pero igualmente resueltos, pelearon por convertir a Málaga en la primera capital del Mediterráneo español, siguiendo muy de cerca la estela de Barcelona. Y su sello quedó en forma de rebeldía e inconformismo.
¿Se puede hacer historia no sólo de lo que fue, sino también de lo que no pudo ser?
Realmente, no me he limitado a hacer una crónica de los acontecimientos: hay una mirada subjetiva que intenta analizar por qué las cosas no fueron de otro modo. No se trata de idealizar esa Málaga que no pudo ser, aunque ya en el título la califico como paraíso perdido, sino intentar reflexionar sobre los motivos que impidieron que esa ciudad moderna cristalizara. Y para eso había que lanzar una mirada a lo que ocurría en España y en Europa…
¿Qué fue más determinante en la Málaga de principios de siglo XX, la consolidación de la clase media, el momento histórico…?
Fue una confluencia de varios elementos, pero el decisivo es esa alta burguesía que se establece y alcanza una posición privilegiada, y proyecta una visión de futuro que adivina ya cómo será el moderno empresario. Los grandes nombres, Heredia, Larios, son riojanos que llegan a Málaga dispuestos a ganarse la vida a partir de oficios humildes, como todos los extranjeros que van llegando en esa época. Son estos los que comprenden que la Revolución Industrial puede tener sentido, por ejemplo, descubriendo que no hace falta comprar fuera los aros para los toneles de vino, que ellos mismos pueden fabricarlos.
Es curioso el papel destacado que juegan las mujeres en su libro, cuando la Historia suele otorgarles un lugar secundario, cuando no las ignora.
Personalmente, me parece de justicia y de razón, y corresponde a una realidad muy clara. Las luchas obreras tienen siempre una movilización y un apoyo femenino constante. Cuando los patronos intentan explotar a sus currantes, hay que pensar que muchos de ellos son mujeres, y que éstas muchas veces trabajan en condiciones insalubres, y por sueldos más bajos que los hombres. Su aportación histórica es fundamental.
De todas las mujeres de su libro, destaca la figura de Victoria Kent. ¿En qué lugar la colocan los hechos?
Victoria Kent es una mujer muy valiosa, pero se da la gran paradoja de que, siendo diputada, se opone a que la mujer tenga derecho a voto, mientras que Clara Campoamor, por ejemplo, sí lo defiende. Detrás de su postura está el temor a que la Iglesia haga campaña a través de los confesionarios, adonde acudían todas las mujeres del momento. Para evitar ese voto conservador, intenta postergar ese derecho hasta que la educación esté más extendida. Ése era el caballo de batalla de la izquierda: creen que una revolución sin cultura se queda en pura algarada, y que los elevados índices de analfabetismo de la población juegan en contra de sus ideales.
¿Qué cree que hace que Barcelona, a la que Málaga llegó a acercarse, acabe escapándose en la carrera del progreso? ¿Sólo la proximidad con Europa?
Para empezar, allí había una burguesía más fuerte, y más ilustrada, pero es que además hablamos de una ciudad de otras dimensiones. En todo caso, lo que deja a Málaga en la cuneta son factores económicos. La industria siderúrgica siempre va cojeando por el mismo sitio, la carestía de materia prima, y por otro lado se abatieron sobre la ciudad plagas casi bíblicas: desde la filoxera, que arruina prácticamente toda la provincia, a inundaciones y terremotos. El paro se dispara, baja el poder adquisitivo, hay en definitiva una sucesión de acontecimientos que golpean una y otra vez la economía malagueña.
Pero también parece determinante el lugar estratégico que posee Málaga durante la Guerra de Marruecos, ¿no?
Así es. Málaga va a convertirse en puerto de salida de tropas que van a una guerra impopular, que la población no entiende. Piensan que esconde intereses económicos de una clase privilegiada que, además, está exenta mediante pago de cuota de enviar a su gente al frente. Pero, además, los malagueños son testigos de la desgana de los soldados al partir como de su regreso: a veces hay descargas continuas de ataúdes, cientos de heridos, de gente que tras Annual vuelve enloquecida después de ver las barbaridades que se han cometido. Y a menudo, como en la Semana Trágica de Barcelona, los soldados se rebelan. Hasta que Madrid decide cambiar y trasladar el campamento a Almería.
¿Qué queda hoy de aquella Málaga roja?
Poco, creo que la ciudad perdió ese sello, que sobre todo estuvo muy vivo a principios de siglo XX. De hecho, llevamos unas cuantas legislaturas con mayoría absoluta del PP, pero hay que recordar que el primer diputado comunista de la República salió por Málaga. Eso era normal, porque los obreros urbanos tenían entonces una alta conciencia política. Y claro, se lo hicieron pagar de un modo muy claro en la guerra y la posguerra, empezando por Arias Navarro, que no en vano era conocido como ‘Carnicerito de Málaga’. Cuando cae Bilbao, José María Pemán cuenta que “ya han entrado las tropas victoriosas, y creemos que aquí no será necesario el acto de purificación que tuvimos que hacer en Málaga y Badajoz”. Pero en la primera fase de la Transición hubo un vuelco político y lo de ‘roja’ pasó… al menos de momento.
¿Hasta qué punto es asimilable la historia reciente de Málaga con la de la Costa del Sol?
En este libro recojo los primeros proyectos que surgen cuando la industria empieza a resentirse y algunos ven que el futuro es el turismo. Pero cuando ese boom se da de verdad, en los 60, la ciudad se queda al margen y el fenómeno se desarrolla a partir de 8 o 10 kilómetros más allá… Cuando queríamos ver suecas teníamos que ir a Torremolinos. La cosa ahora ha cambiado, fundamentalmente por la creación del Museo Picasso (MPM) y el desembarco de cruceros.
Hay ciudades costeras que parecen vivir de espaldas al mar, ¿ha sido ése el caso de Málaga?
Físicamente puede que la ciudad haya estado un poco de espaldas, pero anímica y culturalmente no. Málaga es eminentemente mediterránea en el sentido abierto, de puerto de fácil acogida, donde nadie al llegar se siente extraño, muy permeable a todo lo que viene de fuera… Ésa es una de las principales características del Mediterráneo.
¿Cree que otros lugares subdesarrollados del Mediterráneo sufren hoy factores parecidos a los que impidieron que Málaga progresara?
Hay quien piensa que el atraso es una cuestión genética, o que va en el carácter de los pueblos. Y es verdad que en el malagueño en general hay algo que yo no llamaría indolencia, sino descreimiento, pero en el plano individual es gente emprendedora y avispada. Hace poco estuve en Albania y no creo que sea un pueblo vago, sino víctima de la Historia. Y como éste me temo que hay muchos.