Cuando Dios se desespera
Uri Avnery
Justo después de la fundación de Israel, Dios se le apareció a David Ben Gurion y le dijo: “Tu le has hecho bien a mi pueblo. ¡Pide un deseo y yo te lo concederé!”.
“Quiero que Israel sea judío, democrático y que abarque todo el país entre el Mediterráneo y el río Jordán”, le respondió Ben Gurion.
“Eso es mucho, incluso para mi”, exclamó Dios. “Pero te garantizaré dos de los tres deseos. Puedes elegir entre un Israel judío y democrático en una parte del país, un Estado democrático en todo el país que no será judío; o un Israel judío en todo el país que no será democrático”.
La nueva ley permitirá a 3/4 de la Knesset a excluir a todos los demás por razones difusas
Dios no ha cambiado de idea.
Mientras yo estoy escribiendo esto, Benjamin Netanyahu está totalmente absorto en la promulgación de una nueva ley, una norma que sería un hito en la historia de Israel. El público observa perplejo, como si ocurriese en Kamchatka.
Esta ley habilitaría (podría decir “habilitará) a 90 de los 120 diputados de la Knesset a vetar a cualquiera o a todos los demás diputados, al completo. Los motivos de semejante decisión son un tanto confusos: apoyar el “terrorismo”, por hablado o por escrito, negar el carácter judío del Estado, y cosas así.
¿Quién decide? La mayoría, por supuesto.
El impulso inmediato para proponer este proyecto fue proporcionado por los tres miembros árabes de la Knesset, quienes visitaron a los padres de “terroristas” árabes en la anexionada Jerusalén Este. Ya hice referencia a esto en mi último artículo. Tuvieron un buen pretexto: ayudarles a recuperar los cuerpos de sus hijos, que murieron por disparos. Pero la razón obvia fue ofrecer sus condolencias.
Ahora, puede decirse que una madre dolida es una madre dolida, independientemente de la causa de la muerte de su hijo, y lo de dar el pésame es una virtud humana. Pero eso debe de ser demasiado humano para los miembros del Likud.
Dar el pésame es una virtud humana. Debe de ser demasiado humana para los miembros del Likud
En los viejos tiempos, cuando nosotros éramos los “terroristas” y los británicos los ocupantes, yo no habría dudado en ofrecer mis condolencias a un vecino cuyo hijo había recibido un disparo durante un asalto del Irgun. No creo que los británicos me habrían arrestado por eso.
Por ley, los miembros de la Knesset tienen inmunidad por cualquier acto cometido durante el ejercicio de sus funciones. Para los diputados, visitar a sus votantes en tales circunstancias puede ser tal acto. Por tanto, una nueva ley es necesaria.
¡Y menuda ley!
“Imaginen que ocurra semejante cosa en Inglaterra o Estados Unidos”, bramó Netanyahu, “¡un miembro del Parlamento o Congreso, apoyando a terroristas!”
“Imaginen que ocurra semejante cosa en Inglaterra o Estados Unidos”, yo respondería, “¡Una ley permitiendo que tres cuartas partes de un Parlamento o Congreso expulsen a los demás!”
Netanyahu se educó en Estados Unidos. Lo más seguro es que se la haya enseñado que democracia no significa solamente el gobierno de la mayoría. Adolf Hitler estuvo apoyado, probablemente, por la mayoría. Democracia significa que la mayoría respeta los derechos de las minorías. Incluido el derecho de la libertad de expresión.
El derecho a la libertad de expresión no significa el derecho a expresar un punto de vista popular. Los puntos de vista populares no necesitan de ninguna protección. Libertad de expresión significa derecho a pronunciar puntos de vista que odia casi todo el mundo.
Libertad de expresión significa derecho a pronunciar puntos de vista que odia casi todo el mundo
En definitiva, significa el derecho de las minorías a expresar sus puntos de vista por medios pacíficos. Y este es el quid de la cuestión.
Todo el mundo entiende que el derecho de 90 personas a desalojar a 30 es una amenaza para expulsar a los diputados árabes de la Knesset. La facción “árabe” en la actual Knesset es de 13 miembros, y probablemente aumente en las próximas elecciones.
(Es un poco complicado. La facción “árabe” incluye un miembro judío, que es muy respetado. La facción “judía” incluye algunos miembros árabes testimoniales, que no se atreven a abrir sus bocas en cuestiones serias).
Esta no es una ley contra los simpatizantes de terroristas. Esta es una ley contra la minoría árabe. La Knesset será pura y simplemente judío.
Volviendo al acuerdo de Dios con Ben Gurion, será un Estado judío en todo el país, sin ser democrático.
Los judíos han sido minoría desde el exilio en Babilonia, hace unos 2.500 años. Todos los judíos han sido minoría durante miles de años.
Uno podría haber pensado que 80 generaciones son suficientes para aprender cómo debería comportarse un Estado hacía las minorías. De hecho, uno podría haber creído que todos los Estados del mundo estarían enviando delegaciones a Israel para aprender cómo deberían ser tratadas las minorías. El fundador del sionismo, Theodor Herzl, realmente pensaba así, y describió como idílicas las relaciones entre el Estado judío y sus habitantes árabes en su novela futurista “Altneuland” (“la vieja nueva tierra”).
Desgraciadamente, esto no llegó a ser así. Los tiempos en los que un joven y fresco Israel atraía a los progresistas de todas partes del mundo para que vieran los kibbutz y moshav (aldeas cooperativas) han quedado atrás. (Ahora parece que Bernie Sanders, uno de los candidatos demócratas a la presidencia estadounidense, fue una vez trabajador voluntario en un kibbutz). Incluso antes de promulgarse la propuesta ley, Israel es uno de los países menos democráticos del mundo occidental, al que precisamente Israel quiere pertenecer.
En Cisjordania, que está gobernada por Israel, viven cerca de 2,5 millones de personas que carecen de todos los derechos civiles y humanos. Esta misma semana Amira Hass, la valiente cronista israelí de la ocupación, describió cómo el cómodo hogar de una familia palestina burguesa fue invadido en mitad de la noche por un pelotón del Ejército y se les dijo que desalojaran su salón, que se convirtió en un puesto militar. Los soldados trajeron consigo un váter portátil químico, aunque se aliviaban alegremente desde el balcón.
La primera generación de ‘árabes israelíes’ eran dóciles, conmocionados por la inmensa catástrofe
Creíamos por un tiempo que Israel podría seguir siendo “la única democracia en Oriente Medio” mientras poseía grandes territorios ocupados. ¿No mantuvieron los británicos a cientos de millones de indios sometidos mientras el país de origen seguía siendo un ejemplo mundial de brillante democracia? Claro, solo que un inglés necesita varias semanas para navegar desde Liverpool a Bombay, tiempo suficiente para que cambie su personalidad, mientras que uno necesita solo cinco minutos para cruzar desde Israel a Cisjordania.
Los ciudadanos árabes de Israel propiamente dicha suponen alrededor del 20% de la población. Son los restos de una gran mayoría de la que la mayor parte ha tenido que huir o fue expulsada.
Este porcentaje se ha mantenido así desde el principio de la creación del Estado hasta ahora, un periodo en el que la población de Israel ha aumentado más de diez veces.
¿Un milagro? Casi. El enorme incremento natural de la población árabe ha sido equilibrado por los inmigrantes judíos, primero desde los países islámicos, después desde Rusia, y últimamente desde Etiopía. Siguen siendo un 20%, tal y como Dios previó.
La primera generación de “árabes israelíes” –como los judíos los llaman, muy a su pesar- eran mansos y dóciles, todavía conmocionados por la inmensa catástrofe que les había caído encima. Por motivos de seguridad, se les sometió a un “gobierno militar” que restringía sus movimientos. Un árabe no podía ir desde su pueblo al siguiente, mucho menos comprar un tractor o enviar a su hijo a estudiar, sin un permiso escrito del Ejército. Este sistema fue abolido solo después de 17 años.
Uno podría preguntarse por qué entonces se les concedió el derecho a voto. Bueno, ya que eran dóciles, Ben Gurion, un hombre de partido de principio a fin, decidió que ellos podrían reforzar la mayoría de su partido en las urnas. De hecho, esto ocurrió así.
Hay árabes que son profesores universitarios, médicos de alto nivel, empresarios, jefes de policía
Pero ahora hay una tercera generación de ciudadanos árabes. Hay árabes que son profesores universitarios, médicos de alto nivel, empresarios, incluso comandantes de la policía. Hay palestinos nacionalistas, islamistas, comunistas. Ellos tienen sentimientos, demandas, incluso el descaro de exigir plena igualdad.
Esto sería un problema suficientemente grande en una situación normal. Pero la situación aquí no es normal. La minoría nacional israelí es parte de la población palestina, , a la que los líderes israelíes le quieren quitar todo su territorio.
En mi mente tengo el guión de una película. Estoy dispuesto a regalárselo a quien quiera.
Dos niños judíos, llamados entonces Abraham y David, escapan de la Alemania nazi. David va a Estados Unidos, Abraham va a Palestina.
David, por supuesto, se une al movimiento de Martin Luther King, se convierte en un activista de derechos civiles y es ahora un ferviente defensor de los derechos de las minorías. También apoya al movimiento BDS, que pide el boicot a Israel.
Ningún país ha sacado beneficio de expulsar a sus minorías, ni la Alemania nazi, ni la Francia católica
Abraham, que se hace llamar Rami, es un coronel del Ejército israelí, un ferviente nacionalista y votante habitual del Likud, un admirador de Netanyahu. Por pura casualidad (esto es una película, al fin y al cabo) fue una vez miembro de un kibbutz, el mismo en el que Bernie Sanders fue un trabajador voluntario.
Rami está a cargo de una gran parte de Cisjordania, y pasa a ser responsable del orden en virtud del cual los palestinos son expulsados de sus hogares por razones de seguridad.
David encabeza una delegación de derechos humanos que viene a investigar qué está pasando en los territorios ocupados, Rami tiene el papelón de evitar que ellos lleguen hasta allí. Y se imaginarán el resto.
Volviendo a Dios, está moviendo su cabeza. ¿Estos humanos, se pregunta, nunca aprenderán?
Ningún país ha sacado nunca beneficio de expulsar a sus minorías. La Alemania nazi expulsó a sus científicos judíos, algunos de ellos fueron a Estados Unidos y construyeron la bomba atómica estadounidense. Mucho antes de esto, los Reyes Católicos de Francia echaron a los protestantes hugonotes, que emigraron a Prusia y convirtieron una pequeña ciudad de guarniciones llamada Berlín en un centro mundial de industria y cultura. Hay muchos más ejemplos.
Si dos mil años no nos han enseñado nada, ¿cuándo vamos a aprender?
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