La foto del muerto
Saverio Lodato
Antes o después se aprobará la prohibición de “fotografiar al muerto”, de dejar para la memoria futura la imagen de la barbarie cometida por quien se ha ensañado, de documentar los efectos de las torturas infligidas por hombres a otros hombres, porque el poder no puede permitirse más el lujo de ser desmentido abiertamente en sus versiones oficiales, construidas sobre la mentira y sobre el categórico rechazo a reconocer la verdad.
El “muerto”, de hecho, puede hablar, puede señalar la culpa y a los culpables, puede desmentir infinitamente a los Burócratas del Terror cuando actúan a través de la prensa, de la televisión o de las salas de los Tribunales para apaciguar declarando que “no ha pasado nada”.
Una fotografía, un clic, una instantánea, dan en el blanco mucho más que un millón de editoriales
Quizás esta sea una previsión paradójica, futurista. Pero, ¿en qué difiere del eterno intento del Poder, de la Política, del Gobierno, de regular, acallar, volver inutilizables, prohibir las interceptaciones telefónicas porque cuentan a los ciudadanos lo que sucede, lo que se cuentan entre ellos los implicados y porque desvelan contenidos escabrosos que es mejor que permanezcan en la oscuridad de las habitaciones secretas? Si la gente no debe escuchar, no debe tampoco ver.
Una fotografía, un clic, una instantánea, dan en el blanco mucho más que un millón de editoriales y de artículos. Y esto es un problema para el poder. Tengo delante la fotografía de Attilio Manca, el joven excelente urólogo de Barcellona Pozzo di Gotto, en la provincia de Messina, encontrado muerto en Viterbo el 12 de febrero de 2004.
La fotografía se encuentra en la página 75 de un libro que se acaba de publicar, tan bonito como doloroso para el lector, titulado La Mafia ordina Suicidate Attilio Manca (La mafia ordena: “Suicidad a Attilio Manca”, de la editorial Imprimatur), escrito por el colega Lorenzo Baldo, procedente de las filas de Antimafia Duemila.
Saber que su hijo fue asesinado. Que les digan que se suicidó. ¿Qué puede ser más absurdo?
Es una historia tremenda la que cuenta Baldo, quien no ha evitado elegir y tratar una cuestión incómoda de la que los medios, con incuestionables razones desde su propio punto de vista, prefieren mantenerse alejados. Tremenda para los familiares de Attilio – Gino, el padre; Angelina, la madre, Gianluca, el hermano – quienes desde aquel día no han dejado de reclamar justicia y quienes, evidentemente, han sido rechazados como molestos insoportables.
Ha de ser atroz para ellos saber que su hijo fue asesinado por la mafia o por el entorno de los servicios secretos, o por una combinación entre Estado y Cosa Nostra porque se cruzó con el entonces jefe de Cosa Nostra, Bernardo Provenzano, mientras este se encontraba en la clandestinidad. Y se cruzó con él por culpa de su trabajo, ya que Provenzano sufría graves problemas de próstata.
Saber que su hijo fue asesinado. Que les digan que se suicidó. ¿Qué puede ser peor, más absurdo, para una madre, un padre y un hermano?
A estas alturas es completamente evidente que Attilio Manca, entonces el único urólogo especializado en intervenciones de alta complejidad, habría podido visitar a Provenzano antes o después de su intervención de próstata y esto habría podido ocurrir en Francia sin ningún problema. Él mismo, aunque veladamente y sin querer entrar en detalle, se lo contó a su padre por teléfono.
Tras la captura de Provenzano, las investigaciones reconstruyeron muchos pasajes del tiempo sin fin en que estuvo prófugo, entre ellos la estancia del jefe en Marsella para someterse a una intervención urológica bajo un nombre falso, con documentación falsa, asistido por mafiosos que tal y como lo acompañaron lo llevaron de vuelta a Sicilia. Pero la presencia de Manca permanece cubierta por una nebulosa.
Lo cierto es que desde aquel día comienza la cuenta atrás para Attilio Manca que ya no sirve para nada y que, más bien, corre el riesgo de convertirse en un testigo incómodo.
Dicen que Manca se inyectó una sobredosis de heroína en el brazo izquierdo. Él era zurdo
Lorenzo Baldo cuenta todo en su libro, investiga, excava, recoge los elementos de la “crónica negra” y de la “crónica judicial”, desvelando de forma innegable el Gran Engaño que querría hacer creer que Attilio Manca se suicidó con una sobredosis de heroína inyectada en el brazo izquierdo. Él, mira tú por donde, era zurdo.
El pie de foto bajo la imagen publicada en la página 75 del libro dice así: “El rostro de Attilio Manca en la foto tomada por la policía científica de Viterbo (incluida en el expediente de la Fiscalía de Viterbo) varios minutos después del descubrimiento del cadáver del joven urólogo. Cedida generosamente por la familia Manca”.
Se ve un rostro tumefacto, destrozado, con el tabique nasal roto, lleno de golpes que habían sido propinados por otras personas a las que no importaba que esto pudiera sembrar dudas sobre el suicidio ficticio que pretendían hacer pasar como causa de su muerte.
Es por eso que decimos que el futuro de algunas fotos parece incierto. ¿Habríamos podido entender verdaderamente los hechos ocurridos en la escuela Diaz durante la reunión del G8 en Génova? ¿La muerte de Aldovrandi? ¿La muerte de Cucchi? ¿Tal y como ahora hemos entendido la de Manca? ¿Lo habríamos entendido sin fotografías e imágenes? No.
Es por ello que el libro de Baldo merece ser considerado como un libro “contra el Poder”, contra un cierto modo de “hacer justicia”. Porque nos cuenta todo lo que sirve de contexto a la fotografía de la página 75. Y nos provoca escalofríos.
© Saverio Lodato | Publicado en Antimafiaduemila | 9 Junio 2016 | Traducción del italiano: Alejandro Luque
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