La llamada del muecín
Uri Avnery
El primer muecín se paró en la azotea de la casa del profeta Mahoma en Medina, durante su exilio de La Meca, y llamó a los creyentes a la oración. También caminó por las calles, haciendo lo mismo.
Cuando el islam se convirtió en la religión establecida, se construyeron minaretes. Su propósito original era ventilar la mezquita, dejando salir el aire caliente y permitiendo la entrada de aire más fresco. El muecín subía a lo más alto y entonaba el adán, la llamada al rezo. Muchas veces elegían a un hombre ciego, así no podía mirar a las casas situadas más abajo.
La palabra está muy relacionada con el término hebreo bíblico y moderno “haazinu” (escuchar).
Últimamente, los altavoces eléctricos hacen el trabajo del muecín mucho más fácil. Hoy en día, él se puede sentar abajo y utilizar un micrófono. Y si se utiliza una grabación, el muecín se vuelve completamente innecesario.
De todos modos, la voz del muecín debe escucharse cinco veces al día y llamar a los creyentes a la oración, que es uno de los cinco pilares del islam.
La primera llamada llega antes del amanecer. Y es ahí donde aprieta el zapato, como habría dicho Hamlet, si en su tiempo hubiera habido minaretes en Dinamarca.
Muchos judíos en Israel viven cerca de una mezquita. El muecín les despierta en medio de sus dulces sueños
Desde que Palestina fue conquistada por el Ejército del Jalifa Omar en el año 636 a.C., se ha escuchado la voz del muecín cinco veces al día en la mayoría de las ciudades y pueblos del país. (Algunos pueblos árabes se mantuvieron en manos de cristianos y sonaron las campanas).
Pero ya no será así, si Yair Netanyahu se sale con la suya.
Yair (25 años) es el príncipe heredero de la familia real de Israel. Es el niño mimado de su efusiva madre y se pasea rodeado de cuatro guardaespaldas pagados por el contribuyente (yo). Parece ser una persona buena, aunque mediocre. Le encantan las discotecas y el lujo. También le gusta dormir.
Pero, ¿cómo puede uno dormir en Jerusalén si tiene a un muecín cercano que le despierta a las 4 de la madrugada?
Este no solo es el problema de Yair. Muchos judíos en Israel viven cerca de una mezquita, especialmente en ciudades mixtas como Jerusalén, Haifa y Jafa. El muecín les despierta en medio de sus dulces sueños, justo cuando la preciosa doncella está a punto de rendirse (o viceversa para las mujeres). Eso puede cabrearles mucho, pero también saben que no pueden hacer nada al respecto.
¿Cuál es el estatus de esta gran minoría árabe en un Estado que se define oficial y legalmente como “judío y democrático”?
Pero Yair sí puede.
Ha convencido a su padre para proponer un proyecto de ley que prohibiría el uso de los altavoces en todos los lugares de culto. Cuando protestó la poderosa facción judía ortodoxa, puesto que esta ley prohibiría también la llamada al Shabat, el proyecto fue enmendado y ahora menciona específicamente las mezquitas. El Tribunal Supremo puede anularlo por motivos de discriminación. Mientras tanto, Yair todavía sigue preocupado por su preciado sueño.
(En realidad, ya hay una ley en Israel que prohíbe hacer ruido antes de las 7 de la mañana, pero no se aplica).
Todo esto suena muy divertido, pero no lo es. Puede ser una farsa, pero simboliza uno de los problemas más serios de Israel.
Solo el 75% de los israelíes son judíos. El 21% son árabes, en su mayoría musulmanes, algunos cristianos. El resto son judíos no judíos, por ejemplo, las personas con padre judío pero no la madre.
¿Cuál es el estatus de esta gran minoría árabe en un Estado que se define oficial y legalmente como “judío y democrático”?
Los árabes son ciudadanos israelíes, con todos los derechos conferidos por la nacionalidad. Pero, ¿son realmente israelíes? ¿Los árabes pueden ser realmente ciudadanos de pleno derecho en un Estado “judío”?
Lo peor es que Israel es una isla pequeña pero poderosa en el mar musulmán. Israel tiene un acuerdo de paz oficial con dos Estados árabes (Egipto y Jordania), pero nunca fue aceptado por las masas árabes en ninguna parte. Varios Estados árabes han estado legalmente en un estado de guerra con Israel desde 1948.
Y lo que es peor aún, Israel gobierna y oprime a toda una población árabe, los palestinos, un pueblo privado de todos los derechos, tanto nacionales como humanos. Los árabes dentro de Israel se consideran parte de este pueblo palestino. Últimamente prefieren llamarse “ciudadanos palestinos de Israel”.
Muchos países tienen una minoría nacional, y cada uno afronta este problema a su manera. Pero en Israel, la situación de la minoría palestina árabe (palestina, perdón) es única.
Durante los primeros años de Israel, se esperaba que los “árabes israelíes” (un término que detestan) sirviera de puente entre Israel y el mundo árabe. Un amigo mío árabe lo rechazó educadamente, diciendo que “un puente es algo que la gente pisotea”.
Cuando David Ben Gurion estaba en el poder, los ciudadanos árabes estaban sujetos a un “gobierno militar”, sin cuyo permiso no podían salir de su ciudad o pueblo, ni hacer muchas cosas. Esto se usaba para chantajearlos y hacer que se chiven de sus compañeros árabes.
Israel hizo lo que siempre hace cuando se ve ante con una elección: no elige.
Después de que muchos de nosotros liberásemos una larga batalla, este régimen fue abolido en 1996. Pero el problema básico de la minoría árabe sigue sin resolverse.
En un país con una gran minoría nacional, la mayoría de las personas se enfrenta a una elección: conferir a todos los ciudadanos igualdad de derechos en todos los aspectos, o conferir a la minoría un estatus nacional especial con cierta autonomía.
Israel hizo lo que siempre hace cuando se ve ante con una elección: no elige. La pregunta sigue abierta.
¿Pueden los que no son judíos tener realmente los mismo derechos en un Estado que se define como “judío y democrático”? Por supuesto que no. La ley más importante, la “Ley de Retorno”, confiere a cada judío en el mundo el derecho automático de emigrar a Israel. Al contrario de lo que parece, este derecho no está solo: está vinculado con varias otras leyes. Un inmigrante judío se convierte automáticamente en un ciudadano (a menos que lo rechace expresamente). Varios derechos materiales, generalmente no conocidos, también están conectados con esto.
Los árabes, por supuesto, no tienen ninguno de estos derechos. Los miles de bienes móviles e inmóviles que dejaron atrás los 750.000 refugiados árabes que huyeron o fueron expulsados durante y después de la guerra de 1948, fueron expropiadas sin ninguna compensación.
Como los antisemitas en la Rusia zarista, los israelíes de derechas consideran hoy a la minoría nacional como una potencial o verdadera quinta columna
Si no hay una igualdad real, ¿qué pasa con la otra alternativa de concederles un estatus oficial de minoría nacional con cierta autonomía?
Es irónico que el párroco oficial del Likud, Vladimir (Zeev) Jabotinsky, un sionista de derechas brillante, fue en su juventud el autor del “plan Helsingfors”, una propuesta detallada para el estatus de todas las minorías en la Rusia zaristas. Este plan, que también formaba la base de la tesis doctoral de Jabotinsky, propuso la autonomía para todas las minorías nacionales, aunque (como los judíos) no tuvieran un territorio propio.
Este podría ser un plan excelente para la minoría palestina en Israel, pero al Likud, por supuesto, jamás se le ocurriría aceptarlo. Como los antisemitas en la Rusia zarista, los israelíes de derechas consideran hoy a la minoría nacional como una potencial o verdadera quinta columna, y cualquier forma de autonomía para ellos es un peligro para el Estado.
Los amantes de la Biblia pueden encontrar cierta diversión en las palabras del Faraón (Éxodo 1) sobre los hijos de Israel: “Cuando termine la guerra, se unirán también a nuestros enemigos y lucharán contra nosotros”. Por un curioso giro, ahora somos Faraón, y los árabes son los nuevos hijos de Israel.
Entonces, ¿cuál es la situación de los ciudadanos árabes de Israel?
No es una situación de igualdad real, como lo afirman los propagandistas israelíes, ni es una situación terrible de sufrimiento y opresión, como la pintan los irracionales enemigos de Israel. La situación actual es mucho más compleja.
Esta semana estuve en un supermercado en Tel Aviv. Cogí algunas cosas y fui a pagar. Me atendió una cajera joven muy guapa, que hablaba un perfecto hebreo y que era también extremadamente educada. Cuando me fui, me quedé un poco sorprendido cuando me di cuenta de que era árabe.
Hace algún tiempo, fui hospitalizado (olvidé por qué) en Tel Aviv. El médico jefe del hospital era un árabe. También muchos de los enfermeros. Al contrario de la imagen de árabe insensato y salvaje, generalmente estamos de acuerdo en que los enfermeros árabes, hombres y mujeres, son mucho más agradables que sus contrapartes judías.
Un respetado juez de la Corte Suprema, que también es miembro del comité que nombra a los jueces, es un árabe.
Los árabes están profundamente arraigados en la economía de Israel. Su ingreso promedio puede ser menor que el de los judíos, sobre todo porque hay muchas menos mujeres árabes que judías. Pero los niveles de vida israelíes son mucho más altos que en cualquier país árabe.
los ciudadanos árabes están muchos más “israelizados” de lo que la mayoría de ellos creen.
Creo que los ciudadanos árabes están muchos más “israelizados” de lo que la mayoría de ellos creen. Solo hay que verlos cuando visitan Jordania, por ejemplo, que sienten que son diferentes (y superiores)
Aunque no gozan de autonomía, en la práctica existe un “comité de supervisión” que une a todos los municipios y asociaciones árabes, y está la Facción Árabe Conjunta (el tercer grupo más grande de la kneset).
Esa es una cara de la moneda. La otra es todo lo contrario: los ciudadanos árabes sienten cada día que son distintos a los judíos, que son despreciados y discriminados. Ni siquiera la izquierda judía se plantea establecer una coalición gubernamental con la facción árabe.
Hay un debate oculto dentro de la sociedad árabe en Israel. Muchos árabes creen que su facción en la kneset debe ocuparse más de su situación en Israel, ya que la facción misma está más entretenida con la situación de sus hermanos y hermanas en los territorios palestinos ocupados.
Solía haber un conocido dicho en yiddish: “No es fácil ser judíos”. En un Estado judío, “no es fácil ser árabe”.
Pero antes de presentar el proyecto de ley, no hubo consultas en absoluto.
Todos estos dilemas están de alguna manera simbolizados por la ley propuesta sobre la llamada de los musulmanes al rezo.
Por supuesto, el problema podría resolverse mediante el debate y la comprensión mutua. En todas las ciudades y pueblos árabes, la gente quiere escuchar la llamada al rezo, aunque muchos de ellos no se levantan para ir a la mezquita. En los barrios con población no musulmana, los altavoces podrían ser silencios por acuerdo, o bajarles de volumen. Pero antes de presentar el proyecto de ley, no hubo consultas en absoluto.
Con lo cual, si despiertan a Yair a las 4 de la madrugada, tal vez podría dedicar la siguiente hora a pensar en cómo llegar a un entendimiento entre los judíos y sus vecinos árabes.
© Uri Avnery | Publicado en Gush Shalom | 19 Nov 2016 | Traducción del inglés: Imane Rachidi
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