¿Un tiro al agresor?
Lluís Miquel Hurtado
En primer lugar, una mujer en riesgo debería llevar una arma, con licencia en caso de que sea necesario. Incluso sería recomendable una escopeta (no se preocupe, aún no existe pena por posesión de armas con licencia). […] También debieran llevar chaleco antibalas; es muy útil contra el riesgo de apuñalamiento”. El manual de la ONG turca Sefkat-Der deja poco lugar a la imaginación.
Nacida en 1997 entre las ciudades de Konya y Estambul, esta entidad de inspiración religiosa tenía, entre otras misiones, la de mediar en las familias y así evitar evitar conflictos que pudiesen derivar en violencia doméstica. Ahora en el texto instructivo, publicado en la web de la entidad puede leerse por ejemplo, este consejo para casos de “extremo riesgo”: “Para pasar más desapercibida, ponte peluca, gafas de sol, lentillas de color y hazte cirugía estética nasal”. Y como no, para Sefkat-Der es muy recomendable la práctica habitual de tiro: desde la juventud.
«Desearíamos no tener que proponer armar a las mujeres, pero las circunstancias nos obligan a hacerlo»
“En la Carta Magna turca hay leyes que protegen a la mujer. Pero incluso habiendo responsables en ministerios, policía y órganos judiciales, estas leyes no son respetadas. Esta negligencia hace aumentar la violencia contra las mujeres y llega un punto en que no hay manera de frenarla”, afirma Hayrettin Bulan, director de Sefkat-Der, a M’Sur a través del correo electrónico. “Desearíamos no tener que proponer esta opción [que las mujeres lleven armas de fuego]; pero las circunstancias nos obligan a hacerlo”.
Las escaleras angostas de un edificio plantado en medio de la calle Istiklal, la principal arteria comercial de Estambul, conducen a la sede de la cooperativa de mujeres Amargi. Ahí recibe a M’Sur una de sus gestoras, Aysegül Tasitman. “Lo que propone Bulan es estúpido.También publicó algo similar un periodista no hace mucho. Se trata de un tópico militar, algo nada anormal en Turquía”, recuerda la activista, en referencia al peso del ejército en el talante del país.
De las 257 mujeres muertas en 2011 en este país a manos de hombres, en 112 ocasiones el asesino era el entonces marido. Son datos que una periodista especializada en asuntos de mujeres y de homosexualidad ha recopilado en el diario digital Bianet a través de noticias publicados en la prensa turca. Según documenta, los celos y el honor encabezan el ranking de excusas esgrimidas por el culpable. Y en 115 ataques el instrumento homicida era una arma de fuego.
“Cada día mueren tres mujeres en Turquía. Y me atrevería a decir que más del doble son violadas en el mismo tiempo”, afirma Tasitman. Y narra un caso estremecedor: “La semana pasada un juez desestimó una demanda por violación. Según el magistrado, la mujer no había gritado durante el acto sexual, hecho que constataba que este era consentido. Y en conclusión, que no había delito alguno”.
«El juez dijo que la mujer no había gritado durante el acto sexual y por lo tal era consentido, no una violación»
“Pongamos un ejemplo: un asesino potencial está caminando hacia el domicilio de una mujer. Fuerza la puerta y la abre o dispara a esa puerta y accede a la casa. ¿Qué debería hacer la víctima en este caso? Si ella no tiene un arma, será asesinada con facilidad. Pero si tiene una pistola y sabe cómo usarla (cosa que sugerimos), será capaz de protegerse a sí misma. Si acierta en el tiro este asesino potencial tratará de evitar el conflicto. Incluso si no lo hace y se parapeta tras una pared o un sofá, el asesino sabrá que tiene un arma y entonces no osará acercarse a ella. Este será tiempo ganado hasta la llegada de la policía”, propone el responsable de Sefkat-Der.
Florya es un distrito surcado por coches Lamborghini y bolsos Chanel. Parapetado entre cuernos de elefante y pieles de leopardo, Abdullah Dolu acicala con esmero una daga de palmo y medio. Frunce el ceño: “En nuestro salón de tiro acuden un cuarenta por ciento de mujeres. Vienen por puro ánimo deportivo. Y ni por asomo viene una sola a practicar tiro para defenderse de sus maridos. Además, obviamente, si alguna lo hiciese no nos lo diría, porque se trata de algo ilegal”.
Todos los ciudadanos turcos mayores de 25 años tienen derecho a comprar y poseer armas en función de varios criterios, que van desde el tipo de empleo del cliente hasta la finalidad de uso de esta. Tampoco es excesivamente difícil para un extranjero hacerse con una. Aún así, recordó Ebru Tekin, ex directora del salón de tiro Silah Dünyasi al periódico Hürriyet, en un 80-90 % de los crímenes que se cometen ‘a fuego’ en el país, el arma criminal no estaba registrada.
Hayrettin Bulan sugiere una solución:“Queremos que el Estado autorice la organización de cursos de defensa personal para mujeres. Estas formaciones deberían incluir artes marciales y prácticas de tiro en polígonos, en los que además se les facilite una pistola libre de impuestos y cargos”.
“Nuestra asociación ofrece a las mujeres clases de defensa personal, útiles en casos de asalto y violación. Pero una mujer no necesita un arma para protegerse”, apunta Aysegül Tasitman. Y añade un matiz: “Es muy importante que las mujeres aprendan a decir ‘no’. Que si un hombre insiste o hace amago de tener intereses sexuales en ella, sea capaz de imponerse y negarse. Eso es algo que tratamos de enseñar en Amargi”.
“Las leyes (y nuestra consciencia) dan a la mujer el derecho a defenderse de un agresor si este va a atacarle. De acuerdo con el código penal turco, no hay castigo en este caso”, justifica así Bulan el asesinato y el consiguiente perdón judicial alegando haberlo hecho en defensa propia. “Evidentemente, no hablamos de salir en busca del agresor y matarle”, matiza.
Ignorancia policial
“Estoy en contra de todo tipo de armas y no tengo constancia de que alguna mujer haya hecho uso de una para defenderse de su marido”, dice Ebru Akar, funcionaria. “En todos los casos de maltrato que conozco la mujer siempre ha acudido a la policía a denunciar lo ocurrido”, matiza. Elif Görgu, periodista del periódico Evrensel, va más allá y advierte: “Sólo en los últimos meses, muchas de las mujeres que habían acudido a comisaría debido a casos de violencia doméstica fueron mandadas a casa por la policía y después fueron asesinadas por sus maridos, padres o hermanos”.
Görgü se refiere a casos como el de Muzeyyen Yanik. Llevaba ya tres meses muerta a manos de su marido cuando la policía de Estambul se presentó en el domicilio conyugal en respuesta a la petición de protección que había solicitado. O Ferdane Çöl, que logró el sí de los agentes, aunque ninguno de ellos logró evitar que muriese apuñalada también a manos de su compañero sentimental. Ambos homicidas fueron arrestados.
«Olvídalo. Tu marido te quiere. Vuelve a casa, trata de hablar con él, y si vuelve a pegarte, le castigaremos»
“Si una mujer se decide a poner una denuncia y acude a la policía, ésta es la primera respuesta que recibe: ‘Olvídalo. Tu marido te quiere. Vuelve a casa, trata de hablar con él, y si vuelve a pegarte, ven y le castigaremos’. Pero muchas veces ya no hay una segunda vez”, sentencia lacónicamente Aysegül Tasitman. “En algunos casos ha llegado a acercarse un agente al domicilio y ha confrontado a agresor y víctima en un intento de mediar entre ambos. Y con los dos cara a cara, el policía hace prometer al violento que no volverá a golpearla”, cuenta estupefacta la activista.
Bulan reconoce la incapacidad del Estado para proteger a las mujeres las 24 horas del día. Asimismo, descarta los pisos de acogida como solución definitiva: “No hay suficientes para todas las mujeres. Además, es difícil persuadirlas para que acudan a uno. Mientras están en ellos no pueden visitar a sus familiares. No pueden ir y venir del trabajo de forma segura. Estas residencias aíslan a la mujer y ponen su vida patas arriba. Y mientras, el violador es libre y sigue viviendo como si nada hubiese ocurrido”.
Tasitman tiene una opinión similar: “No hay casas de acogida suficientes. Son incómodas para ellas. Además, las mujeres no pueden estar ahí más de dos meses”.“Hay comisarías que trabajan codo con codo con estas residencias, de las que ni yo misma conozco el paradero. En algunas ocasiones, afortunadamente, la policía conduce a la agredida a uno de estos lugares en el momento en que ella interpone la denuncia. Pero por lo general, el protocolo de actuación es demasiado lento”, añade.
El Ministerio de Familia y Políticas Sociales, con Fatma Sahin a la cabeza, anunció a principios de abril un nuevo paquete de regulaciones sobre las casas de acogida. Dice el texto en desarrollo que todas las ciudades de más de 50.000 habitantes deberán diponer de un albergue para mujeres maltratadas. Y dice también que los hijos percibirán una paga mensual más los gastos de escolarización a cuenta del Estado. Remata el artículo una definición de qué se entenderá por ‘violencia’.
En términos jurídicos, será “el acto cuyas consecuencias puedan derivarse en daño físico, sexual, económico y psicológico en la víctima; actitudes y comportamientos en lugares públicos o privados que puedan suponer una restricción de libertad de la víctima, así como cualquier amenaza o presión a tal efecto”. Estas líneas cobran importancia en tanto que suponen una de las principales reivindicaciones de las asociaciones de protección de la mujer. En especial, el reconocimiento del maltrato psicológico.
Hay casos que abren cierto hueco para la esperanza. La semana pasada y tras dos años de juicio, un juez condenó a cadena perpetua al asesino de Aysa Pasak. Sin embargo, para Tasitman, este hecho no logra quitar el borrón que acabó con la vida de Pasak: “La fallecida había acudido una vez a comisaría, tras ser violada y golpeada por su ex marido, y la Policía ignoró su demanda de protección”. Aún se puede hallar en internet el rostro de Aysa, testimonio de una agresión salvaje y el posterior pasotismo de las fuerzas de seguridad turcas.
Una ley desigual
“El año pasado murieron 11 mujeres y tres fueron gravemente heridas a manos de sus maridos pese a que habían solicitado protección a las autoridades, firmado una denuncia o incluso pese a estar en una casa de acogida. En algunos casos, esta petición había sido rechazada porque el agresor y la víctima no estaban casados”, escribe la periodista Çiçek Tahaoglu en su informe. Lo corrobora Tasitman: “Las leyes sólo protegen a la mujer si está casada. Eso deja en el olvido a prostitutas y transexuales, dos colectivos por costumbre muy proclives a sufrir violencia sexual”.
El 8 de marzo, el Parlamento turco aprovó por unanimidad el proyecto de ‘Ley de prevención de la violencia contra la mujer’. Fue el texto de la controversia: “No entiendo por qué la Ministra [Fatma] Sahin pide que hagamos propuestas si luego no tiene en cuenta ninguna”, lamenta Deniz Bayram, de la asociación feminista Mor Cati. La activista se refiere al folio de sugerencias que, a petición del Ministerio de Familia y Políticas Sociales, presentó una plataforma formada por más de 230 asociaciones defensoras de los derechos civiles.
“La ley protege a la mujer sólo si está casada y sólo pueden denunciar en la comisaría local»
“La nueva ley sigue protegiendo a la mujer sólo si está casada. No te permite denunciar en una comisaría distinta de la de tu distrito, un problema en las pequeñas poblaciones rurales, en las que todo se ‘cuchichea’.Y para colmo, sólo puede ser la propia agredida quien haga la llamada de socorro”, puntualiza Bayram. “El problema de base es que no se parte de un concepto de igualdad. No se define ni en el borrador legislativo ni en la Constitución. La violencia es consecuencia de la desigualdad. Si no se trabaja para subsanar esto, no hay solución posible”.
“Nosotras no necesitamos armas, sino un sistema político y legal que nos proteja de la violencia y que pueda liquidar las condiciones sociales que provoca esta”, alega Elif Görgü. La periodista apunta así a la dejadez del Gobierno y a la sociedad turca como corresponsables de la situación: “Las mujeres turcas tienen un primer ministro que afirma que es imposible que mujeres y hombres sean iguales. Así que el mayor problema es tener un Gobierno que no ve a ambos sexos como iguales sino que considera al femenino sólo parte de la institución familiar”.
En la segunda semana de octubre la polémica saltó de la portada del periódico Habertürk a la calle. Una fotografía: el cuerpo desnudo y aún sangriento de una mujer asesinada por su marido, tumbado boca abajo, con un cuchillo de grandes dimensiones clavado en la espalda. Ante el revuelo causado por la imagen, protestas frente a la redacción incluídas, el director de la publicación se defendió: “Nuestra única intención era concienciar a la población turca del problema de la violencia doméstica”. Aysegül Tasitman suspira y esboza una media sonrisa al hablar del asunto: “Sí, todavía queda mucho trabajo que hacer en este país”.