Mosul: de foco a caleidoscopio
Karlos Zurutuza
Erbil (Kurdistán iraquí) | Diciembre 2016
Erbil se transforma con el Daesh. Al igual que cuando los hijos de Bagdadi se hicieron con el control de la vecina Mosul, hace ya más de dos años, la somnolienta capital de Kurdistán iraquí se despereza cada día bajo el martilleo constante de los helicópteros. Son Blackhawks, Apaches, Chinooks… siempre volando de dos en dos, como en Kabul o Bagdad.
El tráfico aéreo maravilla a los locales en el bazar a la vera de la milenaria ciudadela, y aún queda tiempo de ofrecer té a los extranjeros que deambulan entre dulces kurdos y quincalla china. Como era de esperar, la ofensiva lanzada contra el Dáesh en octubre ha arrastrado a la recua habitual de mercenarios, periodistas, o simples turistas de guerra. Resulta difícil saber quién es quién porque casi todos lucen fular bajo la barba y pantalones tácticos. Sin embargo, los que siempre estuvieron allí hoy no se dejan ver.
«Uno de los soldados dijo que había oído a gente corriendo bajo nuestros pies. Era un túnel»
“Nos cambiamos del hotel en el que estábamos a uno mucho más discreto por razones de seguridad”, explica Jewan Abdi, operador de cámara de la BBC, desde un lugar sin especificar. Abdi, quien se inició en el periodismo con el diario vasco Gara en 2012 desde su Rojava natal, está hoy en plantilla de la radiotelevisión pública británica. Cubre para ellos la ofensiva desde el día D.
Junto a su compañero, Ayman Oghana, este kurdo de 32 años ha sido el primer informador en entrar en Mosul, algo únicamente factible gracias a un exclusivo “empotramiento” con el CTF, o Fuerza Contraterrorista, la única unidad de élite del Ejército iraquí.
“Cubrimos los primeros 25 días de la ofensiva avanzando dentro de un Humvee (jeep americano blindado). Recuerdo que llegamos a Topzawa (una aldea a las afueras de Mosul) a las 4 de la madrugada sin apenas oposición”, explica Abdi. “Entrando en la aldea de Bazaya, uno de los soldados dijo que había oído a gente corriendo bajo nuestros pies. Al poco nos dimos cuenta de que se trataba de un túnel. Encontraron uno de los agujeros por el que introdujeron docenas de neumáticos y les dieron fuego antes de taparlo de nuevo”, recuerda Abdi. Muestra en su portátil las imágenes de aquel humo negro que brotaba de la tierra. Aguzando el oído se pueden escuchar los gritos de aquellos cuyos cadáveres encontrarían después.
“Era un túnel en el que había habitaciones, y por el que incluso podían circular vehículos. Decían que tenía hasta 10 kilómetros”, destaca el joven kurdo, aún impresionado por lo vivido. La reacción de los yihadistas no se haría esperar.
«Canales de TV kurdos e iraquíes habían pedido a los soldados que dispararan durante el ‘directo'»
“Nos dieron con todo: con fuego de francotirador, RPG, mortero… Nos quedamos sin poder salir del vehículo durante horas hasta que llegaron los refuerzos. Murieron 17 soldados de nuestra unidad, 12 de ellos por fuego amigo tras el disparo de un tanque del Ejército”. Según el cámara, el parte oficial de bajas de aquel día apuntaba a 30 combatientes abatidos del Estado Islámico sin que se determinara el número de los soldados caídos.
Tras más de tres semanas en la primera línea, Abdi y su equipo se retiraron a una posición en la retaguardia para descansar. Pero un nuevo tiroteo les impidió recuperar horas de sueño.
“No me podía creer que nos estuvieran atacando en aquella posición. Luego resultó que canales de televisión kurdos e iraquíes habían pedido a los soldados que dispararan mientras los periodistas se hacían el ‘directo'», recuerda el cámara. Según Abdi, las televisiones locales no eran las únicas. “También lo vi hacer a otros canales internacionales, y de los más grandes, lo cual me hace preguntarme para qué narices me juego yo la vida en el frente”.
Acuerdos
Tampoco busquen a Ghanem Alabed en el bazar de Erbil. El que fuera el portavoz en Mosul de las multitudinarias protestas de 2013 que pusieron en jaque al Gobierno de Bagdad asesora hoy a uno de los principales canales de televisión estadounidenses. Los americanos no parecen tener dilemas éticos contratando a un activista y, a diferencia de la BBC, tampoco han renunciado a alojarse en uno de los grandes hoteles de Erbil.
Ríos de té y café lubrican la maquinaria de prensa en una suite en el piso 16 reconvertida en una auténtica sala de operaciones. Los cuadros han sido sustituidos por mapas de Mosul en los que se actualizan los progresos de la ofensiva, y las vistas desde su terraza son perfectas para las conexiones en directo. Por supuesto, también cuentan con equipos en el frente pero, además de contrastar informaciones gracias a una extensa red de contactos, Alabed puede incluso conseguir vídeos exclusivos del centro de Mosul desde esta misma habitación.
“Me basta con llamar a mi hermano. Sigue dentro junto con mi madre”, explica el activista, ya desde el lobby del hotel.
Alabed fue uno de los que pudieron huir a Erbil cuando el Deesh tomó su ciudad. Dice no saber cuándo podrá volver, ni si su casa seguirá en pie tras la ofensiva. Sea como fuere, tiene muy claro que los problemas no acabarán con la expulsión de los ocupantes.
«Cuando la ofensiva acabe se reavivará el conflicto entre chiíes y suníes, entre chiíes y chiíes…»
“Hoy todos están luchando contra el Daesh; hay en torno a 20 milicias, casi todas chiíes, combatiendo junto a los peshmerga y el Ejército iraquí. Pero cuando la ofensiva acabe se reavivará el conflicto entre iraquíes, y no sólo entre chiíes y suníes, sino también entre chiíes y chiíes, y entre los propios kurdos”, pronostica el activista, quien apuesta por una fórmula para el futuro de Iraq que rechazaba hasta hace muy poco.
“Quizá la única opción de evitar la desintegración del país sea crear una región federal suní como la que tienen los kurdos”, explica. Todo ello, dice, dependerá de un acuerdo entre suníes, americanos, kurdos y los países del Golfo. Como siempre, habrá condiciones innegociables.
“El aeropuerto militar de Mosul es un caramelo para los americanos”, acota el activista. “Si pueden establecer una base allí dejarán de depender del aeropuerto de Incirlik (Turquía) que Erdogan amenaza siempre con cerrar”.
«La división interna entre los kurdos de Iraq nos retrotrae al clima de los años 90»
Los futuros enfrentamientos intestinos entre los diferentes pueblos y confesiones religiosas a los que apuntaba Alabed son ya corroborados, al menos en el caso de los kurdos, por las manifestaciones en la vecina Suleimanía. Desde hace semanas, profesores y funcionarios protestan por el retraso de meses en el cobro de sus salarios, un agravio que achacan a la corrupción en el Gobierno de Erbil. Falah Salah, alto funcionario de la Unión Patriótica de Kurdistán (PUK), lamenta que Mosul acapare hoy toda la atención mediática.
“La lucha contra el Daesh es, sin duda, una prioridad, pero vivimos un momento en el que la división interna entre los kurdos de Iraq nos retrotrae al clima prebélico de los 90, cuando luchamos entre nosotros. ¿Cómo es posible que apenas nadie está hablando de ello?”, lamenta Salah. Los efectos más inmediatos de la crisis política kurda se dejan notar ya en su propia casa. sus dos hijos no han comenzado aún el curso escolar por la huelga que mantienen los profesores.
Alternativas
En un informe publicado recientemente, Reporteros sin Fronteras conminaba al Gobierno iraquí a proteger a los informadores en la ofensiva de Mosul tras la muerte de dos periodistas iraquíes y al menos diez casos de heridos.
Por el momento, el combinado militar contra el Daesh avanza mientras los periodistas independientes desparecen progresiva e inexorablemente del escenario de guerra. Ni siquiera Eddy van Wessel, reconocido fotógrafo de guerra holandés, puede costear los 600 dólares diarios que están pidiendo los fixers para trabajar en el frente.
“Si sigo aquí es porque un canal de televisión holandés quiere hacer un documental sobre periodismo de conflicto y me han pedido que haga de hilo conductor. Sin ellos mi fixer estaría ganando más que yo”, admite van Wessel, quien entró en Mosul por primera vez durante la ocupación de 2003 y fue uno de los pocos en cubrir las manifestaciones de 2013.
Otra alternativa para llegar al frente pasa por “empotrarse” con las milicias chiíes. “Quieren periodistas y basta con presentarse en su base”, explica desde Ankawa, el barrio cristiano de Erbil, otro archipremiado fotógrafo de guerra que prefiere no dar su nombre. “Sé que es muy peligroso, y que habrá cosas que no me dejarán grabar. Pero es esto o volverme a casa”.
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