Menores de Melilla
por Fernando RusoEquilibristas de la calle
Empezaron su viaje hace mucho tiempo. Se diría que nacieron con piernas ligeras y brazos fibrosos porque ya estaban destinados a ser equilibristas de la calle, a ser soñadores de un mentiroso sueño. No hay nada imposible para ellos, porque antes no había nada posible.
Los ves en la puerta de los supermercados, esperando cualquier cosa, un zumo, una caja de galletas que cogen rápidamente sin siquiera dar las gracias, porque son orgullosos y fieros, y oyes sus gritos llamándose entre ellos por sus nombres, esos nombres que solo ellos conocen, los ves pidiendo por la calle con la mano adelantada y en la escollera, jugando como niños y te preguntas cuándo lo fueron, para quién lo son ahora.
No lo son para los que les dejan dormir a la intemperie, no lo son para los que organizan redadas, no lo son para los que los abandonan en la ciudad, dejándolos crecer, cumplir la fatídica edad en la que ya no podrán colarse por la frontera, la edad en la que deberán saltar esa valla, que no será la última. No lo son para los que les dejan el tiempo necesario para odiar más y mejor a todo y a todos.
Cruzarán de un modo u otro, abrirán los ojos, los abrirán, dejarán de ser fieros y dejarán de soñar Sofyan, Osam, Abdale, Ilyass, sus nombres. No hace muchos años, otros niños en la misma ciudad soñábamos ese mismo sueño. Nosotros, aquellos, sí fuimos niños.
En su lengua, en la nuestra, hay una palabra para el saludo, Azul, y significa «desde el corazón» y al corazón nos llegan estas trece imágenes de Fernando Ruso.
[Mimunt Hamido Yahia]