Gratitud al escritor
Alejandro Luque
Más de una vez he lamentado que el mundo del flamenco, que tanto debe a los escritores, no hubiera sido lo bastante agradecido con ellos. Tal vez el destino de lo jondo hubiera sido tarde o temprano salir de sus viejos guetos y conquistar el mundo, pero no cabe duda de que este proceso fue mucho más rápido y seguro gracias al papel que jugó una a serie de intelectuales que en los años 60 y 70, guiados por la afición y el sentido de la justicia, se propuso divulgarlo y exaltarlo a contracorriente. Por suerte, poco a poco se detectan síntomas de que esa gratitud tardía va llegando.
Por ejemplo, en el hecho de que el guitarrista Juan Carlos Romero se acuerde de Félix Grande en su Paseo de los cipreses, o que algunos de los más destacados intérpretes jerezanos hayan querido rendir tributo a Caballero Bonald en un disco que es algo más que un trámite de cortesía.
Espléndidos están todos los artistas, cada uno de los cuales cabe a dos cantes
Porque, y esto hay que subrayarlo desde el principio, todo está bien hecho en este Jerez a Caballero Bonald. La selección de las letras, a cargo de una persona tan idónea como el poeta y flamencólogo José María Velázquez-Gaztelu, es sencillamente impecable. Lo mismo puede decirse de la producción artística de David Lagos, así como la edición, generoso libreto incluido.
Espléndidos están todos los artistas, cada uno de los cuales cabe a dos cantes: el todavía joven pero sabio David Lagos rompe el fuego por bulería por soleá, y se abre paso en una magnífica minera con la lámpara que se trajo de La Unión; le sigue un corredor de fondo como Vicente Soto, Sordera, familiarizado con los poetas –quién no recuerda aquel Pessoa flamenco– quien se luce por seguiriya y cantiña. Jesús Méndez, una de las gargantas más en forma del espectro flamenco actual, destaca por tientos tangos primero y más tarde, pletóricamente, por bulerías. Tampoco se queda corta en este palo Tomasa La Macanita, quien hace también doblete por soleá con el piano de Rosario Montoya.
El popular José Mercé también comparece con unas deliciosas malagueñas y una seguiriya. Y no podía faltar el sello de los soníos negros a cargo de Manuel Moneo, también por seguiriya y por toná. Las voces quizá más ajenas a los registros flamencos, las del tenor Ismael Jordi y la cantante María José Santiago dan, no obstante, un contraste sugestivo y nada disonante.
Conectan al Caballero Bonald políticamente comprometido con el conocedor de las claves populares
Acaso sin pretenderlo, el disco configura un verdadero catálogo del mejor cante jerezano de la actualidad, sin olvidar la aportación de guitarristas como Paco Cepero, Manuel Valencia o el propio Lagos. Pero también se ilumina una zona de la escritura del homenajeado que no conocerán los lectores únicamente familiarizados con sus andaluzamente barrocas poesía y narrativa.
Textos como “Déjame el postigo abierto/ no es pa vení en busca tuya/ es por si vengo juyendo”; o “Me llaman el rebelao/ porque ya no aguanto más/ no me voy a rebelar/ si hasta la cama en que duermo/ me la dan de caridad”; o “Qué trabajo más torcío/ unos se levantan pronto/ y otros se quean dormíos”; o esta otra: “Con lo poquito que había/ hice yo una partición/ mi hermano es aquel que tiene/ lo mismo que tengo yo”, conectan al Caballero Bonald políticamente comprometido del tardofranquismo con el conocedor profundo de las claves populares y, cómo no, con el dueño virtuoso del ritmo y de las posibilidades del idioma.
Un disco, en definitiva, antológico, llamado a perdurar mucho tiempo en el paladar acústico de los lectores más devotos del autor de Campo de Agramante, como de los más conspicuos amantes de lo jondo.
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© Alejandro Luque | Especial para M’Sur.
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