¡Qué caro es soñar!
Alejandro Luque
Dirección: Hany Abu-Assad
Género: Largometraje
Intérpretes: Tawfeek Barhom, Nadine Labaki, Hiba Attalah, Ahmed Al Rock, Kais Attalah, Ahmad Qasem, Saber Shreim, Dima Awawdeh
Produccción: Cactus World Films, Fortress Film Clinic, Full Moon, etc.
Guión: Hany Abu-Assad, Sameh Zoabi
Duración: 100 minutos
Estreno: 2015
País: Palestina
Idioma: árabe levantino
Título original: Ya Tayr El Tayer
Nunca he soportado las películas de niños cantores. Detesto los talent show. ¿Por qué, entonces, me ha gustado, al menos en líneas generales, The idol?
Podría empezar diciendo que se trata de una comedia, ese género que a la hora de hablar de Palestina es una rareza, por más que cada cierto tiempo comparezcan en las pantallas propuestas como Intervención divina de Elia Suleiman, o el corto Ave Maria de Basil Jalil. La propuesta de Hany Abu-Assad tiene el encanto añadido de que no hace humor evasivo, sino que por el contrario refleja y denuncia la situación que viven los habitantes de Gaza, desde la óptica de una pandilla de niños amantes de la música.
Después de varias tentativas se deciden a hacer lo que se les da mejor: fundan un grupo musical
Mohammad y su hermana Nour llevan una infancia normal en la capital de la Franja, si por normalidad entendemos morar en una ciudad con grandes áreas ruinosas debido a los periódicos bombardeos, siempre pendiente de cuál será la próxima agresión, y con sus habitantes sometidos a un estricto control de salida. Hasta un escolar entiende que no es el mejor plan de vida imaginable, pero es que, además, Mohammad y Nour son dos niños especialmente despabilados. Sobre todo ella. De modo que, junto a sus amigos, se plantean el reto de salir algún día de allí. Después de varias tentativas más o menos desastrosas, se deciden a hacer lo que se les da mejor: fundan un grupo musical.
La población de Gaza es víctima de una violencia infame, pero no es difícil imaginar que los niños son doblemente víctimas: los protagonistas de este filme lo son también de los rigores propios de su edad, así como de algún malvado sin escrúpulos, que también los hay en esta sufrida villa. Asimismo se nos cuenta, sin necesidad de explicitarlo ni de enfatizar en ello, el peligro en que viven: resulta imposible ver a los jóvenes personajes del filme jugando en la playa, y no recordar a los seis niños asesinados por el fuego israelí, un año antes del estreno de la película, en ese mismo lugar.
“Prefiero limpiar mi riñón a limpiar la casa de mi marido”
The Idol nos muestra, escena tras escena, lo caro que es soñar en este rincón del planeta. Caro en libras y en esfuerzos: conseguir instrumentos, tocar en celebraciones, darse a conocer… Por no hablar de si, además, se cruza por medio un problema de salud como el que sorprenderá a Nour: una grave dolencia renal que dará pie a una de las mejores frases del guión: “Prefiero limpiar mi riñón a limpiar la casa de mi marido”. De acuerdo, es bastante inverosímil que a una niña se le ocurra una asociación tan brillante. Pero alguien tiene que decirlo.
Así discurre la cinta, a medio camino entre el melodrama y el realismo desopilante, especialmente en esa segunda parte en que Mohammad, ya convertido en el apuesto muchacho de la voz de oro, encarnado por Tawfeek Barhom, encuentra en el concurso televisivo Arab Idol la razón para seguir adelante en su vocación. El obstáculo principal no serán los problemas con los generadores de electricidad, o la necesidad de actuar por skype para burlar el bloqueo, sino cómo saltar a Egipto, atravesando la frontera, para participar en la selección definitiva del programa.
Confieso, sin embargo, que la recta final de la historia es la que menos me interesa. Toda la mitología del triunfo catódico, poco desarrollada y más bien tópica, precipita el filme hacia un desenlace anodino. ¿Se podría haber evitado? Tal vez sí, o bien frenando antes –pues el concurso es lo menos: quien llega hasta allí ya es un conquistador– o bien contando qué sucede a un ídolo de la música cuando los fuegos artificiales se apagan y la realidad se instala de nuevo en su vida. Inspirada en la experiencia real del cantante Mohammed Assaf, The idol no es una producción redonda, pero sus aciertos y valores, y desde luego la interpretación de Hiba Attalah en el papel de Nour, merecen un gustoso visionado.·
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