Victorias y derrotas del canje de Shalit
Carmen Rengel
Jerusalén| Octubre 2011
Gilad Shalit será libre hoy, si todo va según el plan previsto. Tras cinco años en algún oscuro agujero de Gaza, a manos de las milicias armadas de la Franja, coordinadas por Hamás, regresará a su casa de Mitzpe Hila, en Galilea, ese pueblito con menos de 700 habitantes en el que su vida transcurrió en paz, entre experimentos de ciencia y tardes eternas viendo la NBA, hasta que se enroló en el Ejército israelí, sirvió en la franja y fue capturado como prisionero de guerra.
Un hombre libre a cambio de mil; mil presos palestinos que, antes de final de año, regresarán a sus casas en Gaza y Cisjordania o, al menos, abandonarán la cárcel, ya que 200 de ellos, forzosamente, deberán afrontar el exilio junto con la libertad. Ese es el gran acuerdo firmado por el Gobierno de Israel y Hamás en la noche del martes pasado, con la mediación imprescindible de Egipto, Alemania y Turquía.
Sin embargo, la noticia que tanto ha alegrado, por una vez, a las dos partes del conflicto se ensombrece con las dudas de lo que está por venir: cómo estará Gilad, quién podrá abandonar definitivamente la prisión, quién sale beneficiado del canje, quién debilitado, qué riesgos para la seguridad de Israel entraña, qué consecuencias para el radicalismo palestino, qué futuro tienen los presos amnistiados en la vida limitada que les queda por delante, cómo actuarán los palestinos que quedan entre rejas ante la frustración de no ser los elegidos…
Las dudas atormentan Israel: ¿es justo cambiar a un soldado por más de mil ‘terroristas’?
El acuerdo en sí ya generaba preguntas. ¿Por qué se firma ahora, si en julio de 2010 el primer ministro de Israel, Binyamin Netanyahu, ya lo planteó? Entonces había detalles diferentes: Hamás quería incluir en la lista a algunos de sus miembros apresados más sanguinarios, mientras Tel Aviv optaba por un trueque con presidiarios con delitos secundarios, menores. El partido integrista, al frente del Gobierno de Gaza desde 2006, no cedía ante un Ejecutivo al que, dice públicamente, “aspira a destruir”. Netanyahu, fuerte entonces, arropado por sus socios de gabinete, ya había quedado como la parte flexible que tiende la mano.
Ahora las tornas han cambiado: la presión de los interlocutores ha sido intensa; Hamás necesitaba ganar peso ante el creciente protagonismo del presidente de la ANP, Mahmud Abbas, con su proyecto de reconocimiento del estado palestino en la ONU, justo cuando aún Hamás y Fatah están negociando los términos del futuro gobierno de unidad; Netanyahu estaba en horas bajas por esa misma presión de la ANP ante la comunidad internacional y muy cuestionado internamente, con la mayor protesta social conocida por este estado, la de los “indignados” del 14J, y su Ejército ya había dejado claro que una intervención militar como Lluvia de verano, la que se lanzó en 2006 sobre Gaza para buscar al joven, que dejó 500 muertos y ni una pista, no era asumible en este instante. Todo eso, unido a la frágil salud de Gilad Shalit (algo mejor en lo físico, muy inestable en lo mental), han precipitado los acontecimientos.
Las secuelas mentales del cautiverio son las que más preocupan al Gobierno de Netanyahu
Gilad volverá a Israel y, de seguido, Netanyahu aprobará la liberación de 450 hombres y 27 mujeres palestinos que hoy cumplen condena en 22 cárceles del país. Esa primera fase estará completada a principios de noviembre. Antes de fin de año estarán libres los 550 restantes. Casi 300 estaban condenados a cadena perpetua.
Secuelas del cautiverio
La primera duda se despejará en El Cairo cuando Hamás entregue al sargento. Los primeros reportes dicen que psíquicamente se encuentra débil, después de 1.935 días de encierro, en los que la guerra psicológica ha jugado un papel importante. Hamás ha reconocido, jactándose, que le han mentido, manipulando los intentos del Gobierno y su familia de dar con él, que lo han humillado en las principales fiestas judías, que lo han ridiculizado incluso en los medios de comunicación locales…
Físicamente, se teme que arrastre una potente anemia, a lo que era ya de por sí propenso, a tenor de lo que se ve en el vídeo que, como muestra de vida, dieron sus captores en 2009. Sus problemas de visión también son importantes y podrían haberse agravado. “Ojos marrones, bien abiertos, las imágenes persiguen, no dan descanso, pasan los años y, sin darnos cuenta, de un joven anónimo pasaste a ser un hombre…”, dice la letra de una canción compuesta por varios artistas de Israel en apoyo de la causa de Shalit.
Esa es otra duda: cómo habrá encajado el golpe de la prisión este chico endeble y tímido que entró en Gaza con 19 años, en plena “fase de madurez”, como llama su padre, Noam, a los tres años de servicio militar obligatorio, ese del que Gilad se pudo librar paseando el uniforme en una oficina y que asumió como su destino. Quería ser tanquista como su hermano Yoel, su ejemplo vital. Cómo asumirá la luz y el aire, la vida en familia, la juventud robada, la universidad en el aire, el nuevo mundo de Twitter (donde es trending topic) o Facebook (donde sus defensores se cuentan por cientos de miles).
Tanto Hamás como Israel se están erigiendo en los vencedores de esta pugna y, realmente, ambos lo son en cierta forma. El partido islamista ha forzado a Netanyahu a pactar, él que decía que nunca hablaría con terroristas. Ha tenido que ceder en nombres y, de hecho, eso ha escocido en parte de su militancia pero hoy aparece a ojos del pueblo palestino como el brazo fuerte que ha presionado a Israel durante 5 años y que entrega a Shalit por voluntad propia y logrando mil liberaciones a cambio, mil felicidades en mil casas que recibirán en breve a sus familiares. Jaled Mashal, uno de los portavoces de Hamás, hablaba por ello de “victoria histórica”, que elevará notablemente su popularidad.
Hamás sale reforzado: ha logrado la felicidad en mil casas de presos palestinos
Nadie habla de las cesiones. Es momento de ensalzar lo logrado. Con las negociaciones abiertas para formar un gobierno de unidad palestino, su posición toma fuerza ahora. Es verdad que pierden la fuerza de al menos 200 presos de su partido, que no podrán regresar a Gaza sino a Cisjordania, obligados por Israel, para no reforzar las redes de Hamás en la franja, pero saben que, al menos, tienen su absoluta fidelidad garantizada.
Netanyahu, por su parte, ha visto avalada su postura por 26 de sus 29 ministros. Le costó horas de negociación, pero el gabinete le dio un aval mayoritario. Se pensó en liberar a presos judíos condenados por matar a árabes como contrapeso, o en imponer la pena de muerte por delitos de terrorismo para amedrentar de ahora en adelante a los criminales, pero todo quedó en nada.
El primer ministro, que veía próximo un adelanto electoral, presionado como estaba en la calle por la subida de los precios, la falta de vivienda o las carencias educativas, ganó 20 puntos de popularidad con su discurso ante la ONU sobre el estado palestino y se espera que ahora gane otros tantos. Del 32% de aceptación de hace un mes y medio podría pasar a un 70% de aceptación, sin necesidad del apoyo de algunas de sus muletas de Gobierno (Israel Beitenu, Shas, fundamentalmente).
Miedo a los presos
Lo que puede debilitar a Netanyahu es que los liberados vuelvan a la violencia. La población de Israel apoya el canje de Shalit, pero parte de ella reconoce el miedo de que presos “con las manos manchadas de sangre” vuelvan a las andadas. El Shin Bet, el servicio de inteligencia interior del país, ha prometido vigilar de cerca a esos liberados que, además, tendrán movimientos limitados; por ejemplo, los que vayan a Cisjordania no podrán moverse de allí en 10 años, según el diario Jerusalem Post.
“El acuerdo ha sido muy muy duro, pero era el mejor posible”, reconocen los servicios secretos de Israel
“El acuerdo ha sido muy muy duro, pero era el mejor posible”, reconoce Yoram Cohen, el jefe de este servicio secreto. Cuando se libere el primer grupo de presos palestinos, Israel abrirá un periodo de alegaciones de dos días para quien no esté de acuerdo con la medida. Varias asociaciones de víctimas del terrorismo han dicho ya que recurrirán ante el Tribunal Supremo por la puesta en libertad de hombres condenados por matar a al menos 1.200 israelíes. La batalla de la opinión pública, por ahora, parece no obstante ganada por Netanyahu.
En la Autoridad Nacional Palestina (ANP) temen que la vuelta de algunos cabecillas de la lucha armada encienda a la población y contagie el ánimo belicoso, cuando están por venir tiempos duros, como el proceso de votación en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas o el aniversario, el 15 de noviembre, de la declaración de independencia palestina en Argel (1988), que este año se espera especialmente movida.
También ellos, han anunciado, cooperarán con Israel para “reintegrar” a los ex reclusos en la sociedad, sin necesidad de que vuelvan a las armas. Por ahora, no está en la lista uno de los líderes del brazo armado de Fatah, Marwan Barghouti, uno de los cabecillas de las dos Intifadas, héroe para el pueblo que llena las pintadas del muro de Cisjordania.
Hay temor a que, cuando aparezca la lista con los beneficiados por el intercambio, las cárceles de Israel sean escenario de motines o protestas masivas de aquellos que esperaban ver su nombre negro sobre blanco, y que deberán seguir cumpliendo condena. Nadie reprochará que en esa lista entren mujeres y menores de edad, pero entre los hombres adultos hay más roces, peleas entre organizaciones y partidos, intereses creados, lazos de influencia y afecto, condiciones de Israel…
El Gobierno de Netanyahu ha reforzado la vigilancia en estos edificios para evitar incidentes, un incremento en el servicio que se suma al desplegado ya hace una semana para controlar a los casi 3.000 presos palestinos (aproximadamente la mitad de la población reclusa palestina en Israel) que llevan 15 días en huelga de hambre para protestar por los malos tratos y la violación de derechos básicos (alimentación, visitas, representación legal) que sufren.
Y en las bases y puestos de control que Israel tiene en la frontera con Gaza, también la vigilancia es mayor desde hace días. Sibilinamente, apenas confirmada, pero real. Saben que Hamás ha llamado a las milicias de Gaza a secuestrar más soldados, a hacerse con “nuevos Shalits”, para seguir presionando a Israel y lograr sus reivindicaciones. No van a parar, tras ver que, tras cinco años de pelea sostenida, han obtenido un triunfo. La fórmula funciona. El mayor riesgo está en el Sinaí.