Opinión

El campo antes era un jardín

manutrillo
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“El campo antes era un jardín, porque todo el mundo lo cuidaba. Ahora el que lo cuida, lo cuida de libro y de presupuesto. Si hay presupuesto se cuida, si no que le den por culo, si se quema pues que se queme, que hay monte, pues que haya…y antiguamente era la vida de la gente”.

Con esta declaración de Germán Rodríguez, maestro corchero del Parque Natural de los Alcornocales, empezaba Quivir, un documental que dirigí hace ya 3 años. En aquellas palabras se nucleaba todo lo que había aprendido desde que terminé mi carrera como biólogo. Mi visión urbanita y conservacionista, guía de aves en mano y prismáticos en ristre, chocó años antes cuando conocí en Venezuela a los llaneros y en Cádiz a los corcheros.

Recuerdo perfectamente la conmoción que me causaron las palabras de mi profesor de Ecología Aplicada en quinto de carrera: “En la ciudad, la gente cuando se manifiesta puede llegar a quemar contenedores e incluso autobuses; en los pueblos meten fuego al campo.”

¡Stop! No estoy culpando a nadie, por ahora. Déjenme llegar hasta el final. Esto no es un tuit.

Veo desplegado el teatro político que siempre se cierne sobre Doñana, aprovechando el humo como cortina

Cuando sucedió el incendio de Doñana y tras los acontecimientos de Portugal, pensé y comparto, aún sabiendo la burrada que voy a decir: Bueno, siendo Doñana, todo el mundo se enterará por fin del problemón que tenemos encima.

Las condiciones orográficas y la masa forestal de la zona no eran las idóneas para causar una desgracia como la de Portugal.

Triste mi sorpresa e ilusa mi esperanza, cuando veo desplegado todo el teatro político que siempre se cierne sobre Doñana y aprovechando el propio humo como cortina, fueron desplegando sus mejores actuaciones. No estoy hablando de blancos y negros, de verdes o rojos… “Que si no ha llegado a entrar en Doñana”, “que ha muerto un lince”, “recalificación”, “gaseoducto”, “el UME”, “la BRICA”… todos, absolutamente todos, han perdido la oportunidad para dar a conocer un problema que desgraciadamente, y créanme que espero equivocarme, este verano será imposible de ocultar.

Pero vayamos al principio, a nuestro origen, a nuestra cultura mediterránea… aprovechemos que el humo se lo ha llevado el viento y aún pisamos las cenizas.

El fuego no puede con Doñana…

Nuestro ecosistema mediterráneo es producto de la modelación de la sociedad desde hace miles de años, es un ecosistema único en el Planeta, pues su equilibrio depende directamente de la acción del ser humano. Este bosque esta adaptado al fuego, tanto es así que muchas de la especies lo utilizan para su expansión. Estas especies son llamadas pirófitas y son muchas y variadas las estrategias de cada una. Si nos vamos al extremo, pensemos en plantas que acumulan materia muerta, altamente combustible, para provocar incendios y sus semillas son las primeras en germinar tras el mismo. Una colonización y homogenización del paisaje imparable. Pongamos como ejemplo los inmensos jarales de la campiña onubense.

 El bosque mediterráneo sin personas en el campo lo único que hace es degradarse poco a poco

Esta adaptación al fuego y la capacidad de rebrote y recuperación del bosque mediterráneo, la hemos visto utilizada de manera intencionadamente manipuladora estos últimos días. ¿Por qué?

Porque el bosque mediterráneo sin personas en el campo, lo único que hace es degradarse poco a poco. Un paisaje de jaras, volvamos al ejemplo, es la versión más pobre y degradada de nuestro bosque mediterráneo. Ha sido la acción del ser humano, junto al clima, la que fue creando esa adaptación, pero también la que fue manteniendo a raya esa capacidad colonizadora y homogenizadora, creando un ecosistema de mosaico de una riqueza inigualable: las dehesas.

Firma por la reforestación…

Cuando entré en Biología, allá por el 95, veníamos de décadas en las que la gestión del monte era competencia de los ingenieros forestales. Nosotros veíamos horrorizados sus actuaciones y poco a poco el termino biodiversidad se impuso en el discurso político y las administraciones se llenaron de biólogos que empezaron a captar fondos europeos en pro de la conservación. Legado de aquella época del ICONA es un lobby de la madera que aún hoy día tiene mucho poder en nuestro país.

Eucaliptos y pinos plantados hasta en los sitios más insospechados, especies altamente combustibles que homogenizan nuestro paisaje y no dan beneficio más que al que los planta o tala. El pino, al menos tras un incendio, no rebrotará como el eucalipto. Así que, rápidamente, y de la manera más bien intencionada aparecen grupos pidiendo la reforestación de la zona y yo pienso ¿no estarán hablando de replantación? Para mi, reforestar es regenerar la zona con alcornoques, encinas, madroños, lentiscos, acebuches…

Efectivos aéreos

Cuando salí de Biología, el campo era ya nuestro y todas las reservas naturales que habíamos creado las íbamos a reactivar con el ecoturismo. Lázaro, arriero del Parque Natural Los Alcornocales: “El único disgusto que yo tengo es que nosotros nos hemos criado en el campo y nos han cerrado las puertas”.

Habíamos echado literalmente a la gente del campo, o más bien, a los pocos que no se habían ido a la ciudad. Leyes conservacionistas habían criminalizado el pastoreo o cualquier aprovechamiento forestal en pro del equilibrio del ecosistema, como si el bosque mediterráneo fuese una selva virgen.

Nuestros campos se quedaron vacíos. Nacía un nuevo lobby, el conservacionista. El problema, como adelantábamos al principio: el ecosistema mediterráneo sin la mano del ser humano tiende a su inmolación, homogenización y empobrecimiento. La solución: Ayudas europeas para rozar el monte, es decir para limpiarlo. Y por supuesto, una inversión en la extinción de incendios desorbitada donde la prevención se queda siempre corta y accesoria a la primera.

Nacía un nuevo lobby… ¿cómo llamarlo? Lobby apagafuegos. Y como decía Germán en Quivir: “Ahora tenemos los retenes, pero ¿qué hacen? Ir allí pero nah, porque apagarlo no pueden”. Aquella frase era rápidamente tergiversada por los técnicos y demás componentes de la administración a los que mostraba el documental, quienes poniéndose a la defensiva me hablaban del valor, el sacrificio y el coraje de los retenes. ¿Qué coño nos pasa en este país? ¿Es que hasta lo obvio es políticamente incorrecto decirlo? Un fuego, un gran fuego, no lo para nada ni nadie. ¿Estoy quitándole aquí un ápice de gratitud al trabajo, esfuerzo y dedicación de esas personas?

German me contaba que este año no habían trabajado en el rozo en invierno

Recordareis las declaraciones de todos los que salían en televisión, radio, redes sociales… lo primero es decir cuantos efectivos aéreos estaban actuando. Todo estaba controlado, los avances tecnológicos pueden con la bestia. Eso…y que el viento amainó.

Esta primavera vi a German; me contaba que este año no habían trabajado en el rozo en invierno, le volví a preguntar porque no daba crédito: “Que no, Manu, que este año no ha rozao nadie por allí, que no hay dinero”. El dinero europeo ha dejado de llegar. Las ayudas al rozo, a la limpieza del monte, a quitar esa materia muerta y/o excesiva que produce nuestro ecosistema no se había realizado…

¿Sabéis la sensación que debe tener un piloto de hidroavión cuando descarga sobre un gran fuego? Debe ser como si te pusieras a mear en una catarata. ¿Sabéis lo que ve un campero cuando ve un helicóptero con la bolsa de agua? Millones de peonadas perdidas que podrían haber evitado ese incendio en invierno, rozando el monte.

Bueno, se preguntarán: ¿Y que pasa con las fincas privadas? Aquellas que han estado recogiendo ayudas millonarias para limpiar sus montes. Concentraciones de propiedad, grandes latifundios con dueños absentistas que el único aprovechamiento ha sido la caza.

Culpables son los que han hecho esas enormes plantaciones de pino y eucalipto

Aboguemos por la lógica urbana: Si su vecino en vez de bajar la basura la sube, si la casa rezuma un olor fétido… es probable que sufra el síndrome de Diógenes. ¿Qué se suele hacer? Se le denuncia para que los servicios sociales actuén, ya que, aparte del sufrimiento de esa persona, hay un riesgo real de provocar un incendio. Pues bien, en el campo pasa exactamente igual, con la diferencia de que el propietario ni sufre ni se le denuncia. Y ahora, ya vamos cerrando así que si, ahora si ya estoy señalando a culpables.

Culpables son los que han hecho esas enormes plantaciones de pino y eucalipto, a los que me gustaría se les pidieran responsabilidades económicas y no fuese el contribuyente el que pagara los desastrosos incendios que se nos avecinan.

Culpables son los conservacionistas que echaron a los cabreros, pastores, ganaderos, curruqueros, ceperos, taladores… de nuestros montes, dejándolos abandonados.

Culpables son los que firman contratos millonarios en la venta de aviones, helicópteros y demás dispositivos de extinción de incendio, quienes a veces son los mismos que meten palos en las ruedas de soluciones más lógicas y sostenibles.

Culpables son los que han recortado en educación y no le han dado al -supuesto- inconsciente que provocó el fuego la posibilidad de mesurar lo que ha hecho.

Y sobre todo, culpable es todo aquel que no afronta con valentía su puesto y no es capaz de decirle a todos esos lobbies: Hasta aquí llegamos. Espero que su cobardía no se cobre muchas muertes.

Llámenme histérico o alarmista, yo tan sólo espero lo vean como un gesto de sinceridad e inseguridad. El pasado viernes llevé a mis dos hijos por primera vez a un campamento de verano, lo de Portugal estaba reciente y no tenía tan claro el tema y así se lo trasmití a mi mujer. Era en Constantina, en la Sierra Norte de Sevilla y hasta allí los llevamos bien temprano. El camino fue un verdadero espectáculo: muritos de piedra llenos de zarza, boñigas secas en los caminos, el olor de las higueras, alamedas y choperas junto a los ríos, madroños en la umbría, dehesas con cochinos, pastos ensilados para las bestias, alcornoques recién descorchados y cabras por los caminos… Un ecosistema mediterráneo. Me volví feliz y orgulloso de la tierra a la que pertenezco.

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© manutrillo | Especial para M’Sur

 

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