Al decir no (o: Setas venenosas)
Uri Avnery
Antes de la victoria del feminismo, había una canción popular israelí en la que un chico le pregunta a una chica: «Al decir no, ¿a qué te refieres?»
Esta pregunta ya ha sido contestada. Ahora me siento más y más tentado de preguntar: «Al decir sionismo, ¿a qué te refieres?»
Ésa es también mi respuesta cuando se me pregunta si soy un sionista.
Al decir sionista, ¿a qué te refieres?
Últimamente, las asociaciones de defensa del sionismo han estado apareciendo como setas tras la lluvia. Setas venenosas.
Todas las versiones del americano judío multimillonario ─muchos de ellos reyes de casino, magnates de burdeles, blanqueadores de dinero y evasores de impuestos─ están financiando grupos israelíes ‘patrióticos’ en Israel, para librar la guerra santa por el ‘sionismo’.
El asalto se lleva a cabo en todos los frentes. Las organizaciones judías tienen como objetivo limpiar de postsionistas las universidades. Amenazan con inducir a los otros benefactores a retirar sus donaciones, aterrorizan a los presidentes y a los rectores y asustan a los profesores y a los estudiantes.
Los apoderados judíos de EEUU financian grupos israelíes ‘patrióticos’ para la guerra santa por el ‘sionismo’
A los estadounidenses les podría recordar a la siniestra época del senador Joseph McCarthy, que arruinó las vidas de miles de intelectuales y artistas, empujando a muchos de ellos al exilio o al suicidio. A los europeos les podría recordar a los días en que los profesores «arios» informaban sobre sus colegas traidores y los estudiantes con camisas pardas tiraban a sus compañeros judíos por las ventanas.
Éste es sólo un sector de la amplia ofensiva. Un grupo ha anunciado con orgullo que está enseñando a cientos de sionistas profesionales a limpiar Wikipedia, la enciclopedia online, de elementos postsionistas y colocar otros sionistas en su lugar.
El término ‘postsionismo’ protagoniza la propaganda de cada una de las decenas -y puede que cientos- de asociaciones financiadas por multimillonarios de Las Vegas y personajes similares por todo Estados Unidos para restaurar la gloria sionista de antaño.
¿Por qué este término de entre todos los demás? Se refieren a los izquierdistas, pero los que atacan a los ‘izquierdistas’ son susceptibles de recibir la denominación de ‘derechistas’. Sin embargo, los miembros de la extrema derecha quieren que se les vea como pertenecientes al centro patriótico. No es ni correcto ni inteligente hablar en contra de los profesores ‘liberales’ o ‘progresistas’. ‘Postsionista’ es el equivalente israelí de los ‘rojos’ del senador McCarthy o los ‘judíos’ de sus predecesores en Alemania.
Pero ¿qué es ‘postsionismo’? ¿Por qué no simplemente ‘antisionismo’?
Hasta donde yo sé, yo fui el primero en utilizar este término. Eso fue en 1976. Estaba testificando en un caso de difamación que mis amigos y yo habíamos presentado contra una publicación que había acusado de ‘antisionista’ al ‘Consejo israelí por la paz entre Israel y Palestina’ que acabábamos de fundar. Al tratar de explicar mi punto de vista ante la juez, dije que el sionismo era un movimiento histórico, con luces y sombras, que había cumplido con su papel al establecerse el Estado de Israel. A partir de entonces, el patriotismo israelí lo ha sustituido. ‘Postsionismo’ significa que con la fundación del Estado, comenzó una nueva etapa histórica. Un ‘postsionista’ puede admirar los logros del sionismo o criticarlos. No es, por definición, un antisionista.
El término ‘postsionista’ ha adquirido muchos matices de significado dependiendo de quién lo utilice
La juez aceptó mis argumentos y falló a nuestro favor. Nos concedió una generosa indemnización. Ahora yo soy el único israelí vivo que tiene una confirmación judicial de que no es un antisionista; en la misma medida en la que sólo una persona dada de alta en un hospital psiquiátrico tiene una confirmación oficial de que está cuerdo.
Desde entonces, el término ‘postsionista’ ha adquirido un gran reconocimiento entre los círculos académicos. También ha adquirido muchos matices de significado, dependiendo de quién lo utilice.
Pero en boca de nuestro nuevo mini McCarthy, se ha convertido en una denuncia simple: Un postsionista es un traidor, un amante de los árabes, un lacayo del enemigo, un agente de la siniestra conspiración mundial para destruir el Estado judío.
Shlomo Avineri, un respetado profesor de filosofía, ha publicado recientemente un artículo en el que argumenta fervientemente que Israel es un Estado judío y debe seguir siéndolo. El artículo ha despertado ya un acalorado debate.
He recibido algunas protestas de personas que pensaron erroneamente que fui yo quien escribió el artículo. Eso sucede de vez en cuando. Hace años, en el respetado semanal británico The Economist, apareció impreso mi nombre en lugar del suyo, y la semana siguiente publicaron ‘una disculpa a los dos’.
Pero la diferencia es considerable. Avineri es un eminente profesor, alumno de Hegel, experto en la historia sionista, ex director general del Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel, y devoto sionista. Yo, como es bien sabido, no soy profesor, ni siquiera he terminado la escuela primaria, nunca fui portavoz del gobierno y mi actitud respecto al sionismo es muy delicada.
En su artículo, Avineri argumentó vehementemente que Israel es un Estado judío, “igual que Polonia es un Estado polaco y Grecia es un Estado griego». Fue en respuesta a un ciudadano palestino de Israel, Salman Masalha, que había afirmado que no puede haber un ‘Estado judío’, del mismo modo ─dice─ que no puede haber un ‘Estado musulmán’ ni un ‘Estado católico’.
¿Cómo vas a comparar?, exclamó Avineri. Al fin y al cabo, ¡los judíos son un pueblo! Israel pertenece al pueblo judío, cuya religión es el judaísmo.
Lógico, ¿no?
De ninguna manera. La analogía no encaja.
Si Polonia pertenece a los polacos y Grecia a los griegos, Israel pertenece a los israelíes. Pero el gobierno israelí no reconoce la existencia de una nación israelí. (Los tribunales no han decidido aún sobre la petición de algunos de nosotros para que se nos reconozca como pertenecientes a la nación israelí.)
Si Avineri hubiera exigido que se reconozca que Israel pertenece a los israelíes como Polonia pertenece a los polacos, le habría aplaudido. Pero él dice que Israel pertenece a los judíos. Esto plantea inmediatamente algunas preguntas básicas.
Por ejemplo: ¿Qué judíos? ¿Los que son ciudadanos israelíes? Claramente, eso no es lo que quiere decir. Él se refiere al ‘pueblo judío’ disperso por todo el mundo, un pueblo cuyos miembros pertenecen a las naciones americana, francesa, argentina y, sí, también a las naciones polaca y griega.
¿Cómo se convierte uno en estadounidense? Adquiriendo la ciudadanía estadounidense. ¿Cómo se convierte uno en francés? Convirtiéndose en ciudadano de la república francesa. ¿Cómo se convierte uno en judío?
Según Avineri, el Estado no pertenece a los millones de no judíos que votan y viven en Israel
Ay, ahí está el problema. Según la legislación del Estado de Israel, un judío es alguien cuya madre es judía, o que se ha convertido a la religión judía y no ha adoptado ninguna otra religión. Ergo: la definición es puramente religiosa, como la de un musulmán o un católico. Nada que ver con la de un polaco o un griego. (En la religión judía, es sólo la madre, no el padre, la que cuenta en este sentido. Tal vez porque no se puede estar lo bastante seguro de quién es el padre.)
En Israel hay cientos de miles de personas que han inmigrado de la antigua Unión Soviética con sus parientes judíos, pero no son judíos según la definición religiosa. Se consideran israelíes en todos los aspectos, hablan hebreo, pagan impuestos, sirven en el ejército. Pero no se les reconoce la pertenencia al pueblo judío al que, según Avineri, pertenece el Estado. Igual que el millón y medio de ciudadanos israelíes que son árabes palestinos. El Estado no les pertenece, aunque gozan ─al menos formalmente─ de todos los derechos civiles.
En pocas palabras: el Estado pertenece, según Avineri, a millones de personas que no viven en Israel y que pertenecen a otras naciones, pero no pertenece a millones de personas que viven aquí y votan a la Knesset.
¿Quién ha decidido que éste es un Estado judío? Avineri y muchos otros afirman que el carácter del Estado se decidió en la resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas del 29 de noviembre 1947, que dividió el país en un ‘Estado judío’ y un ‘Estado árabe’.
Mentira.
Naciones Unidas no se decidió por un Estado que perteneciera a todos los judíos del mundo, no más de lo que lo hizo por un Estado que perteneciera a todos los árabes del mundo. La comisión de Naciones Unidas que investigaba el conflicto entre los judíos y los árabes en el país que por entonces se llamaba Palestina decidió (con mucha sensatez) que la única solución posible era asignar a cada una de las dos comunidades nacionales un Estado propio. Nada más.
Al decir sionismo, ¿te refieres a la visión humanista de Herzl o al fascismo judío de Lieberman?
Resumiendo: las palabras ‘judío’ y ‘árabe’ de la resolución de Naciones Unidas no tienen nada que ver con el carácter de los dos Estados, sino que sólo definen a las dos comunidades del país que iban a establecer sus Estados. No tienen ningún otro significado.
Pero un profesor que llegara a esta conclusión sería perseguido por ser un ‘postsionista’ al que debe expulsarse de su universidad. Según nuestros pequeños McCarthys, incluso el debate está absolutamente prohibido. Prohibido pensar.
Prohibido escribir. Estrictamente prohibido hablar. En todas las universidades habría supervisores sionistas para recibir informes de las conferencias de los profesores, comprobar sus publicaciones, informar de lo que dicen los estudiantes que informan sobre otros estudiantes y salvaguardar la pureza ideológica. Igual que los ‘politruks’ ─comisarios políticos─ de la Unión Soviética. Al igual que los cuadros de la ‘revolución cultural’ de China, cuando se envió a miles de profesores y otros intelectuales a los campos de trabajo o a aldeas remotas.
Pero los resultados de su trabajo pueden ser muy diferentes de lo que esperan. En lugar de hacer del término ‘postsionismo’ un sinónimo de traición, podrían convertir el término ‘sionismo’ en un sinónimo de fascismo, alegrándole el día a todos aquéllos en todo el mundo que predican un boicot al ‘Estado judío’. Cuando las universidades israelíes se limpien de pensadores inconformistas, será realmente fácil boicotearlas.
Al decir sionismo, ¿te refieres a la visión humanista de Theodor Herzl o al fascismo judío de Avigdor Lieberman?