Andrés Ibáñez
«Tener fe solo sirve para convertirnos en ciegos»
Alejandro Luque
Sevilla | Febrero 2018
Cuando tenía 13 años, y ni siquiera se le pasaba por la cabeza la idea de ser escritor, Andrés Ibáñez (Madrid, 1961) descubrió los libros de Lobsang Rampa. Luego vino Gurdjieff y El cuarto camino, “una lectura fundamental” para encaminarse hacia la meditación. A esta práctica, que lleva cultivando varias décadas, le ha dedicado Ibáñez su último libro, Construir un alma (Galaxia Gutenberg), una obra muy diferente a sus celebradas novelas La lluvia de los inocentes, Brilla, mar del edén o La duquesa ciervo, o cuentos como El perfume del cardamomo. El autor pasó por Sevilla y conversó con MSur acerca de esta disciplina tan frecuentemente rodeada de lugares comunes e ideas preconcebidas.
¿Usted diría que este es un libro especialmente indicado para los tiempos de crisis que vivimos?
«Nadie se pregunta si la medicina es occidental o china: es humana. Como la meditación»
Yo creo que siempre estamos en crisis, ¿no? Pero quizá, en efecto, este libro responda a una necesidad especialmente en esta época. Sería necesario en cualquiera, pero parece que en esta que vivimos hay una crisis de toda nuestra cultura, hasta el extremo de que algunos niegan que exista la nuestra, o que existan las culturas. La cultura occidental es donde se ha engendrado mayor igualdad, democracia, ciencia, libertades individuales… Y se ha logrado porque evolucionó y se cuestionó a sí misma. Las otras son tradicionales, se basan en valores atemporales. Pero la nuestra ha llegado a un momento en que se ha parado, y si no sigue evolucionando, se pudrirá.
¿Hacia dónde debería evolucionar?
Una manera de evolucionar sin renunciar a lo que se tiene sería empezar a investigar otras zonas de la realidad, y una es el mundo interior. La meditación tiene que integrarse en nuestra cultura, como la ciencia occidental ha entrado en Oriente, y nadie se pregunta si la medicina es occidental o china: es humana. Mucha gente vive en la dicotomía religión/ciencia, pero hay que tener claro que la meditación no es una religión.
En el título de su libro me resulta llamativa la palabra “alma”. Pensando en las tres potencias del alma –memoria, entendimiento, voluntad–, ¿no cree que corren malos tiempos para las tres?
No es una palabra que yo use mucho. Hablo de la persona interior, del cuerpo de energía, de la realidad sutil. Existe en mí un cuerpo sutil, que tiene acceso a bancos o bibliotecas de información sutiles, y es absolutamente real. De las ideas del alma en Aristóteles me siento alejado, es pura teoría. Yo estoy más cerca de la idea de Platón, cuando explica cómo las almas están esperando a reencarnarse y buscando vidas adecuadas en el mundo. Cada noche, cuando dormimos, vamos a esa dimensión. Nuestros vínculos con esa dimensión son escasos, lo tenemos a través de las emociones y del sueño. Incluso a través de la religión.
Ese discurso se parece en parte a toda la ola de mindfulness que hace furor en el mercado actual. ¿En qué se diferencia?
«Las patatas fritas, ¿son comida? Sí. ¿Están ricas? También. Pero hay formas mejores de alimentarse»
Bueno, las patatas fritas, ¿son comida? Sí. ¿Y están ricas? También. Pero estamos de acuerdo en que hay otras formas mejores de alimentarse. Todas esas prácticas que tienen que ver con la relajación están muy bien, todo sirve. Pero en nuestra sociedad todo se mercantiliza, todo se convierte en producto, se asegura que en un fin de semana vas a aprender esto y aquello… La meditación es un poco como la física cuántica, para entenderla hay que practicarla muchos años, y de un modo muy intenso. Si no, no se pueden obtener resultados, o serán impresionistas. Muchos empiezan a meditar, y a los dos o tres meses dicen “La meditación ha cambiado mi vida”. Sienten algo, sin duda, pero no es posible profundizar si trabajas tan poco.
Usted, que ha vivido en una ciudad como Nueva York, ¿cree que las grandes urbes son más desalmadas que los pueblos?
Nunca he creído que Nueva York fuera una ciudad desalmada. Lo podría ser una de Dickens, ¿no?, del XIX, grandes ciudades llenas de gente miserable por la calle. ¿Cómo puede ser deshumanizado un país donde la gente es libre, donde hay una inmensa prosperidad? Un país deshumanizado es un país muy pobre, con una horrible dictadura, donde la gente tuviera que luchar por sobrevivir. Nueva York es una ciudad intensamente humana. Uno vive en un barrio, y allí vas andando a todas partes. La gente allí es muy abierta, al principio me contaban aquello de que si te caes por la calle, la gente no te hace caso. No es cierto.
Tengo entendido que toca jazz al piano. ¿Hay músicas más propicias que otras para alcanzar esa paz interior?
No lo sé. La música puede ser una forma de meditación, y hay muchas culturas que la usan. En África, el ritmo se usa para entrar en trance. O bailar y cantar durante horas, como los derviches giróvagos en Turquía, los indios americanos… La música es probablemente el lenguaje más antiguo que conoce el hombre. El orfismo es una cultura musical, una visión del mundo como música. En el yoga hay una técnica que consiste en cantar mantras en grupo durante media hora, una hora, dos, un día entero, es una forma de meditar.
Hemos hablado antes de pasada de las religiones. ¿Ha cambiado mucho su papel, y su poder, en la tarea de buscarse un alma?
«Las religiones se han convertido en algo reaccionario que nos llena de normas, miedos, prohibiciones»
No quiero ofender a nadie, hubo un momento en que las religiones tuvieron un papel evolutivo, liberador, pero en la mayoría de los casos se han convertido en algo reaccionario, que coarta la libertad, nos llena de normas, de miedos, de prohibiciones, de ritos externos. No creo que sean necesarias. De hecho, a menudo las personas más horribles de la sociedad, como tienen el alma podrida y oscura, y necesitan algo de luz, dicen: Uy, religión. La búsqueda interior no puede hacerse desde la religión. Tiene que ser algo libre y personal. Las creencias son un verdadero problema. Uno no puede investigar con creencias previas. Tener fe o creencias solo sirve para convertirnos en fanáticos, ciegos y sordos.
No recomienda sustituir la meditación por el rezo…
Cada uno tiene que hacer lo que crea que es lo mejor para él. En el rezo, claro está, hay una parte de tradición heredada, de lo que aprendiste de tus abuelos. Son cosas muy diferentes.
A veces hablamos de cultura (“la España de las tres culturas”) cuando en realidad queremos decir religión, ¿no cree?
A veces pasa, que la cultura se mezcla con las nociones de raza, y de religión. Es bueno que en Europa no exista ya el concepto de raza. Pero una cultura es una construcción a través de los siglos, que crea un sistema de valores. En nuestra cultura es importante la religión cristiana, pero también el pensamiento griego, y la Ilustración, la democracia… El cristianismo ha traído la cultura laica, que surge directamente de los escritos de San Pablo. Nuestra cultura se basa en la libertad del individuo. Así, nadie tiene la verdad absoluta, y estamos obligados a ponernos de acuerdo. Eso está conectado con la idea del cristianismo, de ayudar al otro y renunciar a la venganza. Ese es el germen del mensaje de Cristo, que es un maestro como Platón o Gandhi o Whitman.
¿Es usted optimista respecto al destino del mundo?
«Pensamos que el mundo es horrible, pero cada vez hay más sensibilidad hacia el dolor de los demás»
Si miramos el mundo, está cada vez mejor. Nos encanta decir que es horrible, pero cada vez hay menos dictaduras, menos guerras y más sensibilidad hacia el dolor de los demás. Antes, los muertos en un atentado o en una guerra parecían lo normal. Ahora se considera una tragedia internacional, y es bueno que así sea. Pero nos confundimos y pensamos que nunca hemos vivido peor. Claramente entramos en una época de más corazón, de más compasión, y hay más sensibilidad que nunca en aspectos como la violencia contra las mujeres, que antes pasaba desapercibida.
Ha venido usted a Sevilla a hablar de Nabokov. Me preguntaba si la actual ola de neo-puritanismo no podría alterar la lectura que se ha venido haciendo de Lolita.
¿Por qué habría de hacerlo?
Azar Nafisi ya hizo una lectura crítica de esa novela en Leer Lolita en Teherán…
Hay una tentación de juzgar a todo el mundo, y la corrección política llega a todo. La libertad es la cosa más difícil del mundo, pero cuando en nombre de la libertad se empieza a poner todo tipo de normas… se mata la libertad también. Lolita es una de las historias de Nabokov de víctima y verdugo. Es una defensa del débil, del que no tiene voz: representa a los niños, a los pobres, a los derrotados, a los que están sometidos. Todo lo vemos a través de los ojos de su raptor, pero se trata de un libro profundamente humano. Sus dos grandes temas son la crueldad y la dialéctica del verdugo y del esclavo.
Acabando con la meditación, ¿cómo recomendaría empezar a quien esté interesado?
Cada uno empieza a su manera, uno con un libro, otro buscando un sitio de meditadores… Es importante encontrar un grupo, alguien que sepa más que tú. Puedes empezar solo, pero hay un montón de fuerzas que te distraen, y el silencio del grupo te lleva al lugar adecuado. Para llegar a eso hay caminos muy duros, y otros suaves. El de la meditación es suave.
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