La Liga Árabe fracasa en Siria
Daniel Iriarte
La misión de observadores espera instrucciones en Damasco, mientras su jefe afronta acusaciones por violaciones de derechos humanos en su país de origen.
A pesar de haber anunciado su extensión por un mes, la Liga Árabe ha optado por replegar a su misión de observación en Siria, y exigir al Gobierno de Bashar Asad que inicie un proceso de transición en el que pueda participar la oposición.
En esta decisión han pesado ante todo dos elementos: la conciencia, por parte de los observadores, de estar siendo instrumentalizados por el régimen sirio, y el descrédito de la propia misión.
El primero en desmarcarse fue el argelino Anouar Malek, quien el pasado 11 de diciembre apareció en la cadena Al Jazeera para explicar su decisión de dimitir. «La misión es una farsa, y se ha engañado a los observadores. El régimen orquestó la mayoría de las cosas que vimos», aseguró Malek. «Me he retirado porque me encontré sirviendo al régimen. Le estaba dando una oportunidad mayor de continuar matando, y no podía impedirlo».
«Lo que he visto es un desastre humanitario. El régimen no está solamente cometiendo crímenes de guerra, sino una serie de crímenes contra su pueblo», dijo en la entrevista. «Los francotiradores están por todas partes, disparando a los civiles. Algunos de nuestro equipo prefieren mantener buenas relaciones con el régimen y han negado que haya francotiradores». Pero Malek afirmó haberlos visto en lo alto de los edificios. «En uno, había incluso oficiales del ejército delante de la fachada».
«Se está secuestrando a gente. Se tortura a los prisioneros, y no se ha liberado a nadie», añadió, asegurando que aquellos que han sido supuestamente liberados y mostrados en televisión eran en realidad personas que habían sido arrestadas aleatoriamente por la calle. «Los detuvieron durante cuatro o cinco días en condiciones muy duras y luego los liberaron como si hubiesen sido verdaderos presos», explicó.
«El régimen secuestra a gente y tortura a los prisioneros», asegura el observador Anouar Malek
También insistió en que las fuerzas de seguridad «no han retirado los tanques de las calles, solamente los escondieron y los volvieron a desplegar» cuando los observadores se fueron.
La misión de la Liga, iniciada el pasado 26 de diciembre, pretendía observar el cumplimiento del acuerdo alcanzado entre el organismo y el gobierno sirio, por el que el régimen se comprometía a retirar los tanques de las calles, liberar a los detenidos políticos desde el inicio de las protestas, y permitir la entrada de periodistas y observadores extranjeros al país, condiciones que parecen estar lejos de cumplirse. En el país han operado en total 165 monitores de la Liga.
El jefe de la misión, sospechoso de atrocidades
Malek ya había atraído la atención de los medios al haber relatado algunas de estas cosas en su página de Facebook, que contradecían las declaraciones de su superior en la misión, el general sudanés Mohamed Ahmad Mustafa Dabi. «El jefe de la misión quería mantener una posición intermedia para no enfadar a las autoridades o al otro bando», asegura el ex observador. Pero para él mismo, eso ha resultado imposible: «Lo más importante es tener sentimientos de humanidad. He pasado quince días en Homs. He visto escenas de horror, cuerpos quemados… No puedo dejar atrás mi humanidad en este tipo de situación».
Pero las declaraciones de Malek parecen poca cosa comparado con las acusaciones que pesan contra el general Dabi, ante cuya elección como líder de misión ya hubo quien puso el grito en el cielo. Este militar era un viejo conocido de los grupos de defensa de los derechos humanos que trabajan en África: como alto responsable de la inteligencia militar sudanesa, es considerado responsable de muchas de las atrocidades cometidas en el sur de Sudán y en Darfur.
«La decisión de la Liga Árabe de nombrar como jefe de la misión de observación a un general sudanés bajo cuyo mando se cometieron serias violaciones de derechos humanos corre el riesgo de minar los esfuerzos de la Liga y pone en cuestión la credibilidad de la misión», dijo Amnistía Internacional.
Y es que, de ser ciertas las sospechas, el currículum de Dabi es espeluznante: como jefe del directorio de la inteligencia militar, habría ayudado al triunfo del golpe que en 1989 llevó al poder al actual presidente sudanés Omar Bashir, encargándose de arrestar, torturar y eliminar a algunos de sus rivales políticos. Un año después, se le relacionó con los juicios sumarios y la ejecución de 28 oficiales que se habían rebelado contra el nuevo gobierno golpista.
Desde entonces, se le considera un leal a Bashir, que ha ido escalando puestos de en la jerarquía de las fuerzas del orden. Entre 1995 y 1996 fue responsable de la seguridad extranjera dentro del servicio secreto sudanés, hasta que el presidente le nombró subdirector de operaciones militares. En este cargo, supervisó algunas de las peores batallas contra el Ejército de Liberación Popular en el sur del país.
En 1999, fue enviado a Darfur, donde, según líderes rebeldes, Dabi se encargó de organizar a las milicias ‘Yanyawid’, que en los próximos años serían responsables de las matanzas que asolarían la región. Desde entonces, el general aparece relacionado con Darfur, tanto como jefe de seguridad como en calidad de negociador. También lidera la campaña contra la orden de detención internacional de Bashir por crímenes contra la humanidad.
Dabi sirvió como embajador en Qatar entre 1999 y 2004, y la buena relación con este país ha jugado un importante papel en su último nombramiento para la misión en Siria. El secretario general de la Liga Árabe, Nabil Elarabyi, defiende la decisión: «Dabi es un militar capaz con una reputación limpia», asegura.
Pero el propio director del organismo está teniendo enormes problemas para seguir justificando el despliegue de los observadores. Elaraby ha comparecido en la sede de Naciones Unidas en Nueva York para informar a los miembros de la Asamblea General sobre la misión. El próximo día 5, la Liga Árabe decidirá su destino final, pero el reagrupamiento de los observadores a Damasco parece la antesala de una retirada no demasiado honorable.
El Ejército Sirio Libre tiene un pie en Damasco. La aparición de los insurgentes en el extrarradio de la ciudad ha provocado una dura respuesta por parte del ejército en los últimos días, y, aunque el régimen asegura haber reconquistado los suburbios, los rebeldes hablan del inicio de una nueva estrategia de ataques guerrilleros contra las fuerzas de seguridad en la propia capital. Los muertos superan el centenar en todo el país en los últimos días.
Mientras, la diplomacia se acelera. El pasado viernes, Marruecos, a instancias de la Liga Árabe, presentó una propuesta de resolución para ser votada en el Consejo de Seguridad de la ONU, que exige a Bashar Asad que abandone el poder e inicie un proceso de transición política en Siria.
La propuesta, que incluye la imposición de sanciones y un embargo de armamento, cuenta con el apoyo de Francia, Reino Unido, Alemania y otros miembros no permanentes del Consejo, como el propio Marruecos, Togo, Guatemala, Pakistán y Azerbaiyán.
No obstante, Rusia sigue mostrando su disposición a vetar toda resolución adoptada en este sentido. Además, ha propuesto la celebración en Moscú de un diálogo entre el régimen sirio y la oposición, una iniciativa que ha sido aceptada por Damasco. Por ahora no hay respuesta por parte del Consejo Nacional Sirio.