Contrabando en la triple frontera
Daniel Iriarte
Estambul | Enero 2012
«Un desafortunado accidente operativo». Así calificó un portavoz del gobierno turco el bombardeo que la noche del 28 de diciembre acabó con la vida de treinta y cinco personas en la región kurda de Sirnak, en la frontera entre Turquía e Irak.
La operación pretendía interrumpir lo que el ejército creyó una incursión de la guerrilla kurda, el PKK. Según la información disponible, un grupo numeroso de gente fue avistada mientras intentaba cruzar la frontera por las cámaras de detección termal de varios aviones no tripulados, que les bombardearon. Pero los hombres no eran guerrilleros, sino contrabandistas de petróleo y cigarrillos.
«Tenemos treinta cadáveres, todos ellos quemados. El estado sabía que esta gente hacía contrabando en la región. Este tipo de incidentes son inaceptables. Les atacaron desde el aire», declaró a la prensa Fehmi Yaman, el alcalde de Uludere, la localidad más cercana al lugar del bombardeo.
El vicepresidente del partido gubernamental AKP, Hüseyin Çelik, indicó su «pesar por el suceso» y ofreció sus condolencias a los familiares de los fallecidos, a la par que anunció una investigación sobre estos hechos.»Si hay un error o negligencia, será encontrado. No se ocultará ninguna información», aseguró Çelik.
«Lo sucedido es claramente una masacre», afirma el político kurdo Selahattin Demirtas
El episodio está ya bajo investigación judicial militar, según anunció el Estado Mayor en un comunicado en su página web, que indicó también la puesta en marcha de una inspección administrativa. «Como resultado de la información recibida de varias fuentes y los análisis técnicos practicados, comprendimos que grupos terroristas, incluyendo a líderes de alto nivel, se han agrupado en la región y están preparándose para llevar a cabo ataques contra nuestros puestos bases militares a lo largo de la frontera. Las tropas concernidas fueron puestas sobre aviso», indica el comunicado.
«Debíamos abrir fuego contra el grupo»
«Considerando que el área donde el grupo fue avista es una región utilizada frecuentemente por terroristas y que había actividad nocturna hacia nuestras fronteras, decidimos que debíamos abrir fuego contra el grupo», se lee.
Dado que los fallecidos eran kurdos, la cuestión ha desatado las críticas entre los nacionalistas de esta etnia. «Es claramente una masacre», afirmó el copresidente del partido prokurdo BDP, Selahattin Demirtas. «Una administración que masacra a su propio pueblo no tiene legitimidad», dijo, repitiendo las palabras que el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogán, dirigió recientemente al presidente sirio Bashar Asad.
«Los muertos eran jóvenes que se ganaban la vida con el contrabando. Entre ellos había gente que estaba estudiando para los exámenes de la universidad, y los soldados del puesto de control lo sabían», aseguró Demirtas. Unas críticas que han sido desestimadas por el gobierno. «Estas declaraciones maliciosas no son ciertas y no deben ser tenidas en cuenta», aseguró Hüseyin Çelik.
Por su parte, la principal formación de oposición, el Partido Republicano (CHP), se mostró dividida. El diputado Gökhan Günaydin dijo que la opinión pública debe entender la necesidad del país de defender sus fronteras, pero indicó la necesidad de actuar con cautela. «Los contrabandistas estaban quebrando la ley, pero no se merecían morir en un bombardeo aéreo», indicó. «¿Cómo pueden los aldeanos, conocidos por haber sido contrabandistas durante años, convertirse de repente en terroristas?», declaró, en un tono mucho más crítico, el diputado Hüseyin Aygün, del mismo partido.
Vivir del contrabando
El incidente desató una serie de protestas en la región de Yüksekova, fronteriza con Irán e Irak, en la que más de la mitad de la población se gana la vida con el contrabando. Muchos comerciantes cerraron sus tiendas en señal de protesta, y en la capital regional la policía arremetió con gases lacrimógenos y cañones de agua contra un grupo de jóvenes, que respondieron con piedras.
En Yüksekova, donde la tasa de desempleo alcanza el 70 por ciento, casi todos se ganan la vida trapicheando a ambos lados de la triple frontera entre Turquía, Irán e Irak, según comprobó M’Sur en un viaje a la región en 2010.
Los incidentes de este tipo no son extraños, aunque rara vez alcanzan este número de muertos. «¿Este té es de contrabando», pregunta el reportero ante los vasitos humeantes. «¡Claro! ¡Aquí todo lo es!», responde el más joven de un grupo de contrabandistas que parecen llamarse todos Yusuf.
«Esta es una zona de guerra, aquí el Estado cree que somos todos del PKK y no nos ayuda, no invierte. No hay una sola fábrica, no hay nada, así que todo lo traemos de Irán. Y es por eso también que mucha gente se mete en esto», explica.
El largo conflicto con la guerrilla kurda del PKK ha arruinado la economía de la región, por lo que a los hombres del pueblo sólo les quedan dos opciones: emigrar a las ciudades del oeste del país, o convertirse en ‘kaçakçilar’, contrabandistas.
Los productos que cruzan la frontera son sobre todo los de primera necesidad: azúcar, arroz, cigarrillos. También, nos dicen, existe el tráfico de personas: inmigrantes asiáticos, sobre todo afganos e iraquíes, que acceden ilegalmente a Turquía con la esperanza de alcanzar la Unión Europea. Los traficantes cada vez arriesgan menos. «Les abandonan en las colinas y les dicen: «allí está Turquía», y no les importa que para llegar hasta aquí tengan que cruzar una zona minada y que haya soldados iraníes y turcos por todas partes. Es cruel, pero así es como ocurre», indica un oficial de policía encargado del acceso a la ciudad.
Pero estos hombres frente a nosotros se dedican, sobre todo, al contrabando de gasolina. Turquía es, tras el Reino Unido, el país europeo en el que este producto es más caro: un 65 % por ciento de ese precio corresponde a los elevados impuestos con los que el gobierno turco tasa el petróleo. Es posible comprar la gasolina tres veces más barata en un Irán al que le sobran los hidrocarburos. «Pasamos en coche a Irán y compramos combustible a 1 lira (medio euro) el litro, y lo vendemos a 2 liras. Cada día vendemos unos veinte o treinta litros de gasolina», explica Yusuf.
«A los traficantes no les importa abandonar a los inmigrantes en campos de minas», asegura un policía
«¿Qué hacemos con 10 liras al día?», se lamentan. Apenas 5 euros. El margen de beneficio es escaso, porque mucha gente evita comprar gasolina de contrabando: existe la creencia generalizada de que daña el motor del vehículo. «Eso es porque algunos la rebajan con agua, pero nosotros no lo hacemos», asegura el otro Yusuf, más viejo.
Gasolina por alcohol
«Muchos ‘kaçakçilar’ redondean el viaje metiendo alcohol en Irán», nos explica el anciano. Una actividad que implica un riesgo mucho mayor que el relativamente tolerado tráfico de gasolina, puesto que las autoridades de la República Islámica no se andan con chiquitas. Con la policía turca, en cambio, el peligro es escaso: «A veces nos paran y nos requisan el material, o nos ponen una multa», cuenta el contrabandista con gesto de resignación.
Pero el ejército turco ya es otro cantar. «Hace unos meses, los soldados sorprendieron en la montaña a un grupo de contrabandistas y les dispararon. Mataron a uno e hirieron a otros dos, pero éstos lograron escapar», relata Bedirhan Alkan, responsable de la oficina local de la organización de derechos humanos IHD. «El ejército ejecuta extraoficialmente a los contrabandistas, y luego se quedan con la mercancía. Pueden hacerlo, dado el ambiente de guerra que hay», asegura Alkan.
En Yüksekova se lee la pobreza en el asfalto quebrado, en las ropas desgastadas de la gente, en la basura sin recoger. Sin embargo, de vez en cuando un coche de lujo atraviesa la calle. Paradójicamente, ésta es también la ciudad con mayor renta per cápita de toda Turquía. Se debe al narcotráfico: el paso de Semdinli, a escasos kilómetros, es uno de los principales puntos de acceso para la heroína que viene de Afganistán, a través de Irán. Pero sólo unos pocos privilegiados participan de ese negocio. Viendo pasar un formidable todoterreno negro, Yusuf el viejo se rasca la cabeza: «Sí, aquí hay gente que tiene dinero», musita, antes de apurar su té de contrabando.
Los espías no tienen la culpa
La nota del Ejército que confirmaba el bombardeo aseguraba que la operación se había puesto en marcha después de recibirse informaciones a través de los servicios secretos según las que el PKK estaba preparando un asalto a los puestos fronterizos en esta zona.
Pero el 5 de enero, el jefe del espionaje turco, Hakan Fidan, lo desmintió rotundamente. Los servicios secretos «no han compartido el 28 de diciembre de 2011 ninguna información respecto al lugar, actitud o trayectoria del grupo de 35 ciudadanos que perdieron la vida», aseguró.
Fidan invitó a la prensa turca a la sede de los servicios secretos, conocidos por las siglas MIT, por primera vez en la historia de esta institución, fundada hace 85 años. Calificó de «producto de la fantasía» las afirmaciones, incluso difundidos por el vicepresidente turco Besir Atalay, según las que el MIT hubiese dado el visto bueno al bombardeo. Ahora, la bomba ha vuelto al tejado del Ejército.