Reinos de Taifas
Alberto Arricruz
Las elecciones generales, con el tripartito PP-Ciudadanos-Vox a la vuelta de la esquina, arrojan su luz sobre el golpe dado por Errejón a Podemos, pocas semanas antes.
Errejón ha esperado que Iglesias esté de baja por paternidad. Se repite esa escena de Julio Cesar, cosido a puñaladas, que ve a su hijo adoptivo, Bruto, entre sus asesinos, y dice: “¿Tú también, hijo mío?”. De ser andaluz, habría añadido: “¡Me cago en tu madre!”
Pues yo me propongo cagarme en algunas figuras que, en cinco años, han alcanzado responsabilidades subidas a la ola de Podemos, que empezó con la cara de Pablo Iglesias en una papeleta de votar. Errejón, Carmena, Colau, Teresa Rodríguez… También los valencianos de Compromis y los gallegos de Marea.
Yo no tengo cargos, me mueve la falta de humildad de creer tener algo que decir. Hago aquí un pequeño Monedero, merced a la hospitalidad de M’Sur.
Crisis las hay siempre en todas las formaciones políticas, y violentas: PP, PSOE… y a ver qué esconde el autoritarismo absoluto que funciona en Ciudadanos, formación amada por los medios como ejemplar y moderna… Las crisis internas de esos partidos no ponen en peligro el sistema. Las crisis internas en Podemos son un regalo para los poderosos. Por eso sus cargos deberían ser más disciplinados y leales a la hora de declarar en medios. Respetando estatutos, orientaciones y resultados de votos directos.
Hemos votado por lo del chalé, pero ¿por lo de Errejón no?
En alguna reunión del círculo, en 2015 o 2016, me salió casi por descuido la palabra “disciplina”, y tuve la impresión de que era el nombre de aquel malo que no se debe nombrar en Harry Potter. El 15-M, el asambleísmo y el rechazo a la organización piramidal han barrido con una corriente de aire fresco esas casas de telarañas que son las fuerzas “de izquierdas”. Pero cuando te propones conquistar el gobierno frente a poderes enormes, la falta de disciplina y la competición de egos son “pa cagarse en la mar salá”.
Bueno, el mal ejemplo lo dio Iglesias. Empezó a enzarzarse con Errejón a base de tuits en 2016, dando a leer a millares de personas una conversación privada acalorada y mal parada. Me quedé más que sorprendido. Y el día que Errejón suelta su ataque, esa declaración desde la baja paterna en… Facebook. ¡La leche! Anunciando una decisión que se debía haber tomado en órganos internos y luego haberse sometido a voto de los inscritos… Hemos votado por lo del chalé, pero ¿por lo de Errejón no? Es que yo votaba la propuesta de Iglesias seguro; ahora solo puedo comentarla en redes.
No me cago en Pablo Iglesias. Ha echado toda la carne en el asador para España, lo ha arriesgado todo y ha pasado por una cortina de fuego, como dice Enric Juliana. Le han seguido miles de muchachas y chavales estupendos, haciéndolo lo mejor que pueden, con aciertos y fallos, aprendiendo y dejándose la piel. Gracias, gracias.
Pero, Pablo: demasiado genio (titulo de un diario sobre Zidane después del cabezazo). Demasiado corazón. Podemos, demasiado de amigos y amores. No sé hasta qué punto vale ser estrella de rock política. Los revolucionarios franceses eran jóvenes y valientes, como supernovas murieron rápido. Hoy – ojalá eso no cambie…– , la muerte política solo es simbólica. Pero menudo desperdicio.
En 2015, una vaca en una foto con Pablo Iglesias tenía muchas posibilidades de salir de concejal o diputado. Más tarde, con la notoriedad y el estatuto social, unas cuantas se creen elegidas por talento propio, y acaban pensando que su afán en seguir en el cargo es el Interés Superior del Pueblo.
Para eso se necesita un partido de soldaditos que vayan a difundir la nueva fe. Algo con aspecto nuevo y fresco, como Ciudadanos. No como Podemos.
Luchar contra el “manspreading” en el metro como punto álgido del feminismo ¿tiene recorrido?
La política francesa Marie-France Garraud, rompiendo con Jacques Chirac en los años 80, definió los partidos como “sindicatos de electos”: aparatos para unas élites que se cooptan en los espacios cerrados de la semejanza social y cultural, consumiendo militantes que actúan de seguidores para mantenerlos, con algunos que pueden entrar en la élite.
La entropía hacia la mediocridad de todos los “sindicatos de electos”, el partido histórico de la derecha francesa, el partido socialista o el partido comunista francés (que he conocido bastante bien), los ha llevado a prácticamente desaparecer.
Con Errejón y Carmena presenciamos, como descubriendo el pasado más remoto del Universo observando galaxias lejanas, la etapa de nacimiento de tal tipo de aparato, a escala local. La entropía no se percibe al inicio, pero es inexorable. Proponer a los madrileños más magdalenas, luchar con Rita Maestre contra el “manspreading” en el metro como punto álgido del feminismo, aplaudir la operación Chamartín y querer seducir a “los que faltan” … veremos si eso tiene mucho recorrido.
Errejón tenía organizada su campaña de apoyo en redes para el día de su anuncio: una ola de tuits entusiasmados de sus seguidores, cantando la valentía, el Pensador, la “altura de miras”, que Podemos ya no tiene tirón, blablablá. Como te atrevas a criticar, espérate un aluvión de ira de sus soldados troleando, reclamando que se prohíba hablar a Monedero, pronto a Iglesias también, a todo el que no reconozca el genio del joven Gran líder.
En la moción de censura que tumbó Rajoy quedó visible el protagonismo de Iglesias. Cuando Sánchez pactó con Podemos presupuestos que, de aprobarse, hubiesen revertido años de recortes, Podemos llegó a su nivel álgido de influencia estatal.
Errejón y Carmena empiezan la campaña para las generales con una asamblea de Más Madrid… preparando las elecciones locales de mayo. Del “asalto a los cielos” de 2014-2015 han pasado a tirar Podemos a la basura, dejar al PSOE la contienda para gobernar España y dedicarse a Madrid.
Las criticas terminales a Iglesias y Podemos, al “centro autoritario” etc., fueron expresadas por Teresa Rodríguez, para justificar su independencia de hechos con Podemos creando “Adelante Andalucía”.
¿Así va la “fuerza del cambio” en Andalucía? ¿A ofenderse como los independentistas catalanes?
Durante la campaña electoral andaluza, Jorge Verstrynge intentó defender –con poco acierto, en una tertulia de tele donde te cortan la palabra cada dos segundos– a una persona (castellana) del PP que criticaba (mal) el nivel de la escuela o la universidad andaluza. Entonces Susana Díaz –especialista en ofenderse cuando se critica Andalucía y Felipe González– puso el grito en el cielo. Teresa Rodríguez lo puso hasta la orbita del Sputnik: “Verstrynge, gente de derechas que desprecia al pueblo andaluz. No son bienvenidos a nuestra tierra”. “Y, además, quejoso de que ya no le riamos las gracias supremacistas a los señoritos del norte. Necio.”
¿Así va la “fuerza del cambio” en Andalucía? ¿A ofenderse como los independentistas catalanes o los de Vox? ¿A prohibir entrar en “nuestra tierra”? Supremacistas son los del Ku Klux Klan. ¿Qué pretende Rodríguez? “Viva Andalucía libre”. ¿Libre de qué?
La gente de izquierdas en Andalucía no ha sabido qué votar: eso no es Podemos. Es un reinvento del partido andalucista de Rojas Marcos, y en su nivel se queda.
Después de su derrota electoral, Teresa Rodríguez va que chuta: tiene montado su partido. Comparte con Errejón el proyecto de liderar una fuerza regional parecida a “Catalunya en Comu” de Ada Colau, “Compromis” de Mónica Oltra o Marea gallega de Villares.
Pero mientras esas fuerzas regionales gallegas, valencianas y catalanas encuentran su terreno en sentimientos nacionales históricos de esas tierras, en Andalucía hay una realidad que esa izquierda no entiende: España existe. Y fíjate: los andaluces se sienten españoles.
Antes del descalabro andaluz, las elecciones catalanas fueron un desastre para Podemos. Empezaron por culpar a Rajoy de todo, silenciando toda critica a Puigdemont y a la movida independentista (donde hay supremacistas). Siguieron con el “referéndum pactado” (lo que se ha entendido como proindependentista), y al final surgió ese lema que parece de un surrealista o de Andy Warhol: “Ni DUI ni 155”…
Pablo Iglesias ha ido perdiendo su discurso inicial, de cuando rompía el viejo escenario
Culpa de Ada Colau. Ha sido su “estrategia”: proximidad al bando independentista, intentando no pegarse demasiado. Ha impuesto a Podemos callar lo qué le permitió ganar las generales en Catalunya: el proyecto nacional español. Ya en la campaña de las elecciones de diciembre de 2015, el dirigente de En Comu Domenech se quedaba sorprendido de que la gente, en Catalunya, solo le hablara de Pablo Iglesias. Eso Colau no lo quiere. Hoy prohíbe a una figura importante de su equipo municipal aparecer como de Podemos. Solo debe existir su partido catalán en torno a su persona.
Pablo Iglesias ha aceptado eso. Unos días después de las elecciones catalanas, comentó en su programa “Fort Apache” (no como Podemos): España es plurinacional, y se ha visto que Catalunya también es plurinacional. Pero no se ha atrevido ir más lejos.
Con esas alianzas de “confluencias”, y con el surgimiento de un aparato político con miles de cargos después del ciclo electoral 2015/2016, Pablo Iglesias ha ido perdiendo su discurso inicial, de cuando hablaba con absoluta libertad y rompía el viejo escenario. Tiene que negociar su discurso con el aparato y con las nacientes baronías regionales.
Lo que se tira por la borda es el proyecto nacional. Con Podemos, la izquierda “radical” se dirigió por fin a España y a los españoles, por eso ha subido. Ahora, diluida e inaudible para conformarse con las corrientes regionalistas, está en riesgo de desaparecer.
Eso no es un problema para los lideres de los nuevos tinglados regionales: busquen aliarse con Ciudadanos como Errejón y Carmena, vayan de muleta del PSOE a cambio de cargos como Compromis, o se atrincheren en “pocos pero buenos” como los trotskistas sin Trotsky de Andalucía o los nacionalistas gallegos… dejan España a otros. Les bastará con ser reyes de sus reinos de taifas.
Colau, Errejón, Rodríguez y los demás lideres de tinglados regionales consideran que, después de que Podemos les haya permitido alcanzar cuotas de poder que nunca podían imaginar, es hora de tirar por la borda Podemos e Iglesias. Además, con el chantaje a la división pretenden que Podemos se ponga a su servicio.
Con Podemos se ha recorrido un camino inimaginable hace cinco años en cualquier otro país
El bloguero Esteban Hernández escribe en El Confidencial del 17 de enero que “es un buen momento para firmar el acta de defunción del 15-M y de los Vistalegres, de recomponerse y pensar en el futuro.” ¿Cree que va a surgir una fuerza progresista nueva? ¡Ya ha surgido! En 2014, con Pablo Iglesias: se llama Podemos.
No es la fuerza ideal en la política ideal; cada uno la puede imaginar más acorde con sus sueños. Pero la realidad es esa, no es un sueño, con Podemos se ha recorrido un camino inimaginable hace cinco años en cualquier otro país. Y con todo lo frágil e imperfecto, eso es lo que hay. Me cago en los reyes de Taifas que se empeñan en destruirlo.
Los cargos de Podemos entienden que deben dirigirse al pueblo español, construir la unidad popular a través de la praxis política y de la intervención en la cultura. Pero se quedan en afirmar que la identidad española es la sanidad publica, la huelga de taxistas y de las kellys, la lucha contra los desahucios…
Irene Montero: “Es urgente que la bandera sean los hospitales y que sean las escuelas”; Rafa Mayoral: “Ya está bien de manosear la patria. La patria es la gente trabajadora”; cuenta twitter de Podemos: “Para nosotros la patria son personas. Ser patriota no es otra cosa que defender los intereses de la gente, las pensiones, los servicios públicos, los salarios dignos, luchar contra la violencia machista y blindar los derechos sociales. Este es nuestro patriotismo” …
Tener mucha razón y el mejor programa no basta para que la gente te vote, es obvio. En Podemos saben que en política se manejan afectos, así se inició su marcha. Parece que hoy eso se está olvidando.
¿Porqué gente tan preparada, en ciencias políticas, sociología, Historia, etc. se olvida de lo que sabe de la estructura de la identidad y de los procesos culturales de construcción nacional?
Recuerdo ese discurso sobre como hablar a los catalanes atraídos por el independentismo: queremos que Catalunya se quede proponiendo un proyecto de Estado que les pueda seducir. Pero: ¿quién se plantea seducir a los españoles? Hay que ver lo mal que les cae, a los activistas de izquierda radical, expresiones de orgullo español, mientras aplauden las expresiones del orgullo catalán, o vasco, gallego, asturiano o andaluz…
La izquierda radical, sea española o europea, no quiere a España: la llaman “Estado español”
La izquierda radical, sea española o europea, no quiere a España: la llaman “Estado español”. Pueden defender el patriotismo italiano, la integridad de Estados acosados por EEUU, no saber qué pensar del volcán de los nacionalismos en los Estados de Europa central, denunciar la destrucción del Estado yugoeslavo… Pero si España saltara en pedazos, la mayoría de los activistas de izquierda radical probablemente se alegraria (al inicio). España para ellos es ontológicamente de derechas y colonialista. Puigdemont es percibido como progresista por los activistas de izquierda radical en Europa, mientras sus amigos independentistas flamencos que lo acogen son considerados –con razón– como bastante fachas.
Pablo Iglesias ha empezado a reivindicar una nueva República, que no sería la restauración nostálgica de la segunda, que recogería lo bueno de España y daría un nuevo encaje a las nacionalidades. Me parece bien, pero no se oye mucho, y no se lleva hasta la defensa de una idea española en términos simbólicos y culturales.
Creo, personalmente, que eso tiene que ver con el desastre ideológico de las fuerzas progresistas después del hundimiento del movimiento comunista. Con años de campamentos altermundialistas que han dado hegemonía a la ideología de extrema izquierda en todo el mundo activista occidental, mundo masivamente pequeñoburgués.
Hoy, la confusión es total y aterradora.
Colau se hace una foto con una dirigente velada marroquí del PJD, dando a ese partido medios y facilidades en Barcelona. No se le ocurriría hacerse una foto con Vox, con Albert Rivera ni Pablo Casado. Pero aupando al Vox marroquí se cree maravillosamente antirracista.
Colau y Carmena, un año después de los atentados islamistas de Barcelona, se comprometen en luchar para “la diversidad”; lo mismo dice Teresa Rodríguez frente al nuevo gobierno andaluz. Quieren que, a pesar de los atentados, los españoles acepten como normal y buena la implantación de la versión más integrista y facha del islam en la vida cotidiana de la gente de origen inmigrante. Si no, los españoles son racistas. Y que se olviden los atentados islamistas, para que se pueda hablar de otra cosa.
Dominan discursos importados a partir de la revolución iraní y del antioccidentalismo
Pero no se pueden olvidar: Madrid en el 11-M 2004, Nueva York y Londres, Bruselas, ciudades alemanas, París, Niza, Barcelona, Estrasburgo, Marsella y más… La ola terrorista islamista marca profundamente los pueblos, y los islamistas siempre reinciden para que no se les olvide. Todos los pueblos ven la correlación entre los crimenes islamistas, la transformación de las relaciones sociales en barrios populares por la difusión del wahabismo como forma obligatoria de vivir, la ola fascista islamista que destroza los países musulmanes y hace fracasar las primaveras árabes… Y con la profundización de la crisis y de las desigualdades, coincidiendo con la desagregación de los ámbitos nacionales y la baja calidad democrática, y la inmigración… Así se enreda la “inseguridad cultural” que azota los pueblos occidentales (concepto del politólogo socialista francés Laurent Bouvet).
Pero en el mundo activista de izquierda, sea “radical” o moderada, la ceguera es total. Dominan discursos importados en ámbitos progresistas a partir de la revolución iraní y del antioccidentalismo, criticando la Ilustración, la democracia y los derechos humanos como instrumentos de opresión, denunciando la laicidad de Estado como racista y colonialista por esencia, identificando –y eso es un desastre– el islamismo más rancio y patriarcal como algo que hay que defender como libertad y por antirracismo, mientras haya que cargar con la Iglesia católica.
Una dirigente de Podemos Madrid presentaba a la diputada americana Ocasio-Cortez como “racializada”: le parece muy progre identificar a la gente por su raza… Se invita y se traduce a la islamista fascista y antisemita francesa Houria Bouteldja, esa que dice que la raza mala es la blanca, creyéndose que es progre… Se denuncian los “privilegios” del hombre blanco, su supremacismo (ese que denuncia Rodríguez hablando de… los madrileños), etc.
¿Cuál es el mensaje que reciben los pueblos (incluída la gran mayoría de los inmigrantes) con esos discursos? Que no los queremos, no queremos lo occidental. Y, además, no queremos España. Y como no se puede quitar al pueblo que no nos gusta para elegir otro (lo decía Bertolt Brecht al gobierno estaliniano de Alemania del Este), siguiendo ese camino pues sencillamente nos disponemos a desaparecer. Rápidamente. Y no se salvarán los caciques de los reinos de taifas, ni tampoco el PSOE.
Lenin decía que la ideología de extrema izquierda es la enfermedad infantil del socialismo: veremos si no es su enfermedad senil terminal.
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© Alberto Arricruz | Enero 2019 · Especial para M’Sur
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