La trampa
Alberto Arricruz
Hace unos meses, las paredes de París —y después de otras ciudades— amanecieron con pegatinas denunciando los feminicidios, en frases compuestas por carteles de letras, nombrando a mujeres asesinadas.
Por fin brota en este país algo parecido al levantamiento social de España que consiguió en 2004 la ley integral contra la violencia de género. Porque en Francia, con una tasa de feminicidios netamente superior que la de España, esta ley se ha seguido negando.
Marguerite Stern, exmilitante del grupo Femen, consiguió unir a centenares de activistas para montar ese movimiento de los “collages”. Pero acabó expulsada del grupo, mientras en las paredes aparecían lemas en una “novolengua” opaca: “Las TERF a la hoguera”, “Queremos sisters, no cis-TERF”…
Marguerite Stern se expresó en enero en Twitter y recibió acoso y amenazas de muerte por “transfobia”. “Tres temas dividen a las feministas”, dice: “Prostitución, religiones, transactivismo. (…) No tengo problemas al declarar que la prostitución es violencia contra las mujeres (…), tampoco al decir que todas las religiones dañan de forma igual la dignidad de las mujeres. Pero en cuanto me expreso sobre el transactivismo me linchan. (…) Sus luchas copan cada vez más sitio en el movimiento feminista, cuando son ultraminoritarios”.
La Fiscalía abre causa contra Mila, aunque el delito de blasfemia no existe en Francia desde 1789
Dice también: “La escritura inclusiva sirve hoy para invisibilizar a las mujeres. Ya no se habla de hombres y mujeres, sino de “personas con vulva”. (…) Veo a hombres que quieren ser mujeres ponerse de repente maquillaje, llevar faldas y tacones altos. Para mi es un insulto a las mujeres considerar que las herramientas inventadas por el patriarcado son las que nos hacen mujeres. Somos mujeres porqué tenemos vulva. Es un hecho biológico.”
Y remata: “Desde siempre los hombres han intentado silenciar las mujeres acallando sus revueltas. Hoy lo hacen desde dentro, infiltrando nuestras luchas y ocupando el escenario.” Así de claro.
Seguimos en Francia. Mila, de dieciséis años, declarándose lesbiana, acosada en una red de ligar por machotes proclamándose musulmanes, estalla contra sus acosadores y manda a tomar por culo a su dios y a su profeta. El “colectivo musulmán”, ofendido, difunde su vídeo, la chica recibe un torrente de amenazas de muerte, publican sus datos personales, debe dejar el instituto y vive ahora con protección policial.
¿Reacciones políticas? La ministra de Justicia, Nicole Belloubet, denuncia… ¡a la joven! porque “insultar una religión” sería, dice, un grave delito. La Fiscalía abre un procedimiento contra… Mila. Para archivarlo rápidamente: el delito de blasfemia no existe en Francia desde… 1789.
Brigitte Macron, esposa del presidente, la exlíder socialista Ségolène Royal, “intelectuales” de izquierda y autoproclamadas “referentes feministas” se expanden en los medios diciendo que no se puede hablar con malos modos de la religión musulmana. El programa de tele Quotidien (equivalente a El intermedio, ‘progre’ pero pijo-listo) invita a Mila y, sin chistes y con pintas de gravedad, le propone pedir excusas publicas… pero la chavala resulta ser valiente y no se raja.
La izquierda se reinventa frente a la derecha con la defensa “cultural” de colectivos discriminados
Jean-Luc Mélenchon y su partido izquierdista France insoumise quedan callados durante tres semanas. Al final condenan el acoso a la chica y defienden la libertad de expresión, pero silencian la dimensión islamista: decirlo sería propio de la extrema derecha. Cinco años después de la masacre en la redacción de Charlie Hebdo, la intimidación fascista islamista ha ganado terreno en Francia…
España. La asociación “MCIslamofobia”, montada por un “progresista” del partido Barcelona en Comú, denuncia en Twitter… a Willy Toledo: “Va en contra de la convivencia y de la dignidad de las personas que creen”. Cuando se les opone que la libertad de expresión es “para que digas lo que te dé la gana”, MCIslamofobia contesta: “Díselo a #Mila”…
España. Nuevo gobierno, con Podemos. Esperanzador. No comparto las criticas e insatisfacciones como por ejemplo la de mi amiga Mimunt Hamido, quien cada día en Twitter pregunta a Sánchez e Iglesias por el Concordato. En la agenda del Gobierno faltan cosas importantes del programa de Unidas Podemos —lo de recuperar el rescate bancario también, por ejemplo— pero eso resulta de la relación de fuerzas electorales.
En 2018, el columnista Daniel Bernabé publicó “La trampa de la diversidad” desencadenando un importante debate en la izquierda. Bernabé critica que, abandonando a la clase obrera como actor y sujeto político, la izquierda se reinventara frente a la derecha con la defensa “cultural” de colectivos discriminados.
Los gobernantes socialistas Jospin, Zapatero y Hollande intentaron así “tapar” su adhesión a las políticas económicas antipopulares desencadenando la batalla de la “diversidad”. Lo pagaron con sonoras derrotas electorales.
Hoy parecería que Podemos ha dado con la buena formula: un gobierno que reconecte —aunque sea por la mínima— con la defensa de las clases populares y, al mismo tiempo, lidere la batalla cultural con la ministra Irene Montero al frente. Con una “directora general de diversidad sexual y LGTBI” y otra “directora general de Igualdad de Trato y Diversidad Étnico-Racial” (exdiputada “racializada” de Podemos).
Entrevistada por eldiario.es, Beatriz Gimeno, nueva directora del Instituto de la Mujer, activista de Podemos, dice del “colectivo trans”: “Estamos hablando del 0,1% de la población, de un colectivo con unas necesidades de reconocimiento de derechos materiales y simbólicos brutal.” De la ley que llevó al Parlamento con el grupo Unidas Podemos dice ahora que se trata de “un proyecto presentado en bruto por los colectivos, sujeto a todo el trámite de debate parlamentario y a cambios”. “Hay dudas legitimas. Por ejemplo, podemos poner “mujeres y progenitores gestantes”, las dos cosas, y no solo progenitores”, añade.
Lemas del 8M: “Diversidades sexo/genéricas, travestis, etnicidades/ antirracismo, indigenidades…
Pero ¿qué coño es un “progenitor (masculino) gestante”? Y ¿para qué tal ley? Gimeno desenfunda el argumento definitivo: “No entiendo el objetivo de ponerlo en el centro del debate ahora, cuando estamos en un momento en el que la extrema derecha del mundo realmente sí es un peligro”.
¿Quién pone el “debate”? Una “coordinadora feminista 8M” difunde los lemas del 8M 2020: “Diversidades sexo/genéricas, travestis, etnicidades/ antirracismo, indigenidades, movilidad reducida, capacidades diversas, bodypositive, etc., toda la periferia de las luchas sociales”. La previsión de Ilya U. Topper en M’Sur se verifica: ya no quedan mujeres.
El pasado 8 de febrero, la “cadena feminista” de la “comisión 8M de Madrid” acabó con la lectura (por parte de un hombre) de un manifiesto proclamando que la revolución feminista “será puteril”.
Irene Montero, ministra de Igualdad, se declara personalmente “abolicionista” de la prostitución. Pero matiza que como ministra debe tener “prudencia y mesura”. “En el movimiento feminista este es un debate de largo recorrido”.
Entonces: ¿bastaría con que un “colectivo” se cuele en cualquier plataforma o coordinadora “progresista” para que se le agregara a la “diversidad”? ¿Incluso con ideas retrógradas?
Pues sí. Aquí tenemos al colectivo de “gente racializada” y a la corriente más abiertamente patriarcal y machista de la religión musulmana declarándose —en Europa— oprimida por quien se oponga al velo y a la sumisión de las mujeres al pin parental “de serie”, que tan bien describe Mimunt Hamido en el blog NoNosTaparán.
Todo lo que vamos a denunciar de Vox —mentiras machacadas hasta que la gente se lo crea, pin parental, machismo ofensivo, apología de dictaduras, violencia para amedrentar toda opinión contraria… —lo exige el “colectivo musulmán” para poblaciones que pretende controlar. Entonces son derechos “culturales” para salir a la calle en nombre del antirracismo. Lo hizo Podemos Ceuta en el ‘Hiyab Day’, alabado por Pablo Echenique. Lo hizo Mélenchon en Francia, asociándose en noviembre a una manifestación de islamistas e “indigenistas racializados”.
Declaración del presidente senegalés Macky Sal: La prohibición de la homosexualidad es cuestión de especificidad cultural y “no tiene nada que ver con la homofobia” …
De la “trampa de la diversidad” hablan algunos referentes de la izquierda.
Qué significa borrar las mujeres para hablar de “gente con vulva”, de “progenitores gestantes”?
Vicenç Navarro, fino conocedor de Estados Unidos y dirigente de Podemos en Catalunya, escribe en el diario Publico.es (en julio de 2019): “La mayoría de la clase trabajadora de raza blanca (que es la mayoría de la clase trabajadora en EE UU) vota a Trump y, muy probablemente, continuará votándolo en el futuro.” “La estrategia de la izquierda estadounidense (…) fue enfatizar las políticas antidiscriminatorias (…) encaminadas a la integración de las mujeres y minorías (…) en políticas públicas de afirmación identitaria (…) fundamentadas en el género y la raza.”
Tuit de Joe Biden en enero: “La igualdad transgénero es el problema de derechos civiles de nuestros tiempos” … Muérete otra vez, Martin Luther King.
Otro referente, llenando conferencias en muchos países: Pepe Mújica, antiguo presidente uruguayo. Dijo en diciembre: “Es bastante inútil el feminismo, porque creo que el machismo es un hecho y que la agenda de derechos de la equiparación es inobjetable. Pero la estridencia también termina jodiendo a la causa de la mujer, porque crea una antípoda quejosa. Excita lo reaccionario de la propia sociedad, que está ahí.” Y también: “Me resisto a que el feminismo pueda sustituir a la lucha de clases. Porque las clases sociales las veo también dentro del movimiento feminista”.
Le ha caído la del pulpo: su voz, hasta ahora casi santa como si del Papa se tratara, ha perdido todo crédito en la militancia de la “diversidad”.
Intentemos, sin tener que estar del todo de acuerdo, escuchar tales voces. ¿Cómo los pueblos reciben, entienden, esa agenda de la “diversidad”?
Porque el pueblo existe más allá del mundillo militante urbano y culturalmente pequeñoburgués. Y antes de tildarlo de facha y atrasado, veamos: ¿Como se percibe la “batalla cultural” allá donde la referencia normal de vida es casarse, tener hijos, construir familia…?
¿Qué significa borrar las mujeres para hablar de “gente con vulva”, de “progenitores gestantes”? ¿Y eso de escribir “elles” en vez de “ellos” o “las y les”… esa escritura “inclusiva” que excluye quien ya escribe y lee con dificultad?
¿Cómo la España “vaciada”, azotada por la desertificación de su tierra, entiende la denuncia de “privilegios blancos” por un colectivo “racializado”? ¿Qué consecuencias tiene la normalización “progresista” de los términos de etnia y raza, hasta nombrar cargos públicos con tales apelaciones? Mirad en qué gobiernos europeos se utilizaba parecida terminología oficial en el siglo XX… ¿Todo normal?
¿Cómo perciben unos pueblos azotados por espantosos atentados islamistas la defensa “antirracista” del islamismo, ese movimiento político-religioso reaccionario y retrógrada que destruye espectacularmente las sociedades orientales?
Entonces: ¿se salvaría la izquierda de la “trampa de la diversidad” al revertir las políticas económicas antipopulares? No.
Islamismo e “indigenismo” son de filiación fascista; el delirio ‘queer’ es un caballo de Troya machista
Porque separar la sociedad entre “tolerancia” de izquierdas y arcaísmo de derechas ahonda divisiones donde se necesita consenso. La liberalización del aborto en Francia ha sido obra de un gobierno de derechas; la ley española contra la violencia de genero fue votada por todas las fuerzas políticas. Instalar el feminismo en la oposición izquierda/derecha lo debilita gravemente.
Porque todas las reivindicaciones agrupadas en defensa de la “diversidad” no son de izquierdas. Islamismo e “indigenismo” son de filiación fascista, opuestas a la laicidad y la Ilustración. El delirio ‘queer’ es un caballo de Troya del machismo. La prostitución es salvajemente patriarcal e impresentable.
Porque considerar, como la señora Gimeno, que cambiar el idioma por ley, queriendo imponer una novolengua políticamente correcta, “no quita derechos”, es hacerse el tonto. Es decirle a las clases populares que se les toma por tontas.
Porque transformar en enloquecida sopa de “diversidad” el 8M fundado por Clara Zetkin y Rosa Luxemburg es ridiculizar la batalla feminista hasta matarla.
Y mirad lo bien que le puede salir la jugada al PSOE: quedándose con el beneficio político de las medidas económicas impulsadas por Podemos, mientras Podemos se quema solo en la hoguera de la diversidad… Para dejarnos con el PSOE de toda la vida.
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© Alberto Arricruz | Enero 2020 · Especial para M’Sur
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