Opinión

Las religiones no temen al virus

Sanaa El Aji El Hanafi
Sanaa El Aji El Hanafi
· 5 minutos

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Tres escenas… tres imágenes que dan testimonio de la ignorancia que habita en nosotros, bajo diferentes formas de religiosidad. Tres colectivos que representan las religiones abrahámicas: la judía, la cristiana y la musulmana, tres colectivos que desafían, en nombre de la fe, las medidas de aislamiento sanitario impuestas para frenar la propagación de la pandemia del coronavirus: como si la fe protegiera contra el contagio.

De Nueva York a París y a las capitales de Oriente Próximo, el mismo panorama de ignorancia que se envuelve en la religión para poner en peligro la vida de los demás.

Empezó en Nueva York, cuando salió un grupo de judíos ultraortodoxos para llevar a cabo los rituales en el funeral de alguien que había fallecido, pese a las medidas de confinamiento sanitario y pese a todas las advertencias gubernamentales y municipales contra el peligro de propagación del virus en el mundo en general y en Nueva York en particular.

Salieron grupos enteros sin ningún tipo de precauciones (ni mascarilla ni distancia de seguridad) en una especie de estúpida ruleta en la que se apuesta la propia vida y la de los demás.

Según los vídeos que se han difundido, la policía neoyorquina se enfrentó a estos grupos e intentó dispersarlos con cañones de agua, pero ellos seguían decididos a juntarse. ¡Como si Dios, que los quiere y los protege, odiara al resto de la humanidad, castigada con el virus!

¿Qué es lo que lleva a una persona a poner en riesgo la propia vida y la de los demás, en nombre de la fe, en el momento de un desastre mundial?

Lo que hizo el párroco es un delito de incitación, que amenaza la salud y la vida de los demás

En otro ‘crimen’ en nombre de la religión, hace unos días, el sacerdote de una iglesia en el quinto distrito de París celebraba la misa de Pascua. Participaron unas 40 personas de la parroquia, de forma secreta, también en violación de la orden de confinamiento y en abierta oposición a la decisión del Gobierno francés de cerrar los lugares de culto, fuesen iglesias, mezquitas u otros.

El párroco involucrado acabó pagando una multa por valor de 135 euros. Debería haber recibido una sanción mayor, porque esta multa la paga una persona que no respeta las normas del confinamiento sanitario a título personal. Sin embargo, lo que hizo el párroco es un delito de incitación, que amenaza la seguridad, la salud y la vida de los demás. ¡Es una auténtica invitación al homicidio!

Y finalmente, en la otra orilla, las redes sociales difundieron imágenes de personas que efectuaban la oración del viernes en los techos de varios edificios del mismo barrio. Por la forma del minarete al fondo de la imagen se puede deducir que la foto fue tomada en algún país de Oriente Próximo.

Actúan como si creyesen que su devoción fuese garantía para protegerlos contra el virus

Pero aparte ya de la cuestión de cuál fuera el país en el que se tomó la foto, tanto da que sea Egipto, Kuwait o cualquier otro, ¿no representa este asunto un grave peligro tanto para la salud y la vida de quienes rezan como para la salud y la vida de quienes los rodean, sus familias, a las que pueden contagiar con su actitud despreocupada? Como si la oración comunitaria del viernes fuese una obligación ineludible en el islam… y como si no hubiera cantidades de literatura religiosa que habla de la importancia de cuidar la salud de cuerpo, alma y defensas; incluso está establecida claramente la máxima de que la necesidad no entiende de leyes. ¿Cómo se figura una mente religiosa que ejecutar la oración comunitaria del viernes es un asunto de extrema importancia, tan extrema que hay que poner en juego la propia vida y la de los demás frente a una pandemia mundial que se transmite sobre todo por tocarse y rozarse con los demás?

En los tres casos referidos, ninguno de los religiosos judíos, cristianos o musulmanes llevaba guantes ni mascarilla para protegerse y proteger a los demás. Nadie respetaba la distancia de seguridad: todos iban pegados a los otros en las tres ocasiones… como si desafiaran al mundo con su devoción. Y como si creyesen que su devoción y el cumplimiento de los rituales religiosos fuese garantía suficiente para protegerlos contra el virus. Cuando la experiencia acumulada hasta hoy ya ha demostrado que las reuniones masivas, incluidas las de motivación religiosa, fueron una de las grandes causas de la propagación del virus.

La esencia del problema es que la ignorancia es la misma en todas partes, cuando le razón se tapa con una cortina religiosa fundamentalista que rechaza aceptar ninguna información aparte de la prédica religiosa a la que atiende, sea cual sea el nivel de riesgo, y por mucho que los demás discursos tengan una importancia existencial. Es una ignrorancia compartida, ¡y es una ignorancia asesina! Una ignorancia que no solo perjudia la vida en común sino la vida… la supervivencia misma.

 

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© Sanaa El Aji | Primero publicado en Al Hurra · 16 Abril  2020 | Traducción del árabe: Ilya U. Topper

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