Gitanos

por Pablo Juliá

El testigo

Parecen de otro mundo. Son otro mundo. El blanco y negro ayuda para fingir distancia, otra época, otro país quizás. Pero es España. Y no es otra época: son fotos tomadas entre 1979 y 1990. Es decir, en los años 80. Esos años ochenta que han conformado la España en la que vivimos, su música, su cine, sus barrios, sus playas, nuestra sociedad, al fin y al cabo. Pero ellos no encajan. Son otro mundo. Son gitanos.

Ahí los vemos: capaces tanto de ponerse camisa, chaleco, chaqueta, pantalón planchado y corbata para salir a la calle como dejar que los críos correteen desnudos. Viven bajo un puente —realmente viven bajo un puente, no es una forma de hablar— pero ríen ante la cámara con una felicidad a la que no estamos acostumbrados. Nosotros hemos visto fotos de familias de refugiados bajo un puente, pero esto es otra cosa. Otro mundo. No nos importan las normas, parecen decir. Nos reímos de lo que pensáis. Somos gitanos.

Desconcierta. Porque sería de desalmados negar que en esa España de los ochenta que se quería tan próspera, se les ha dejado de lado a los gitanos como si aquello no fuera con nosotros. Los hemos dejado de lado. Se llama marginación. Deberemos asumirlo. Pero las fotos de Pablo Juliá no son una denuncia: son un testimonio. Muestran, no incriminan. Ponerse a pensar qué hay detrás de esas sonrisas, esas risas, esa felicidad —¿lo es?— ya es tarea nuestra. Desconcertarse no es malo para pensar.

Pablo Juliá (Cádiz, 1949) es un excepcional testigo de medio siglo largo de la historia de España, y en particular de la de Andalucía. Desde las páginas del diario El País, al que durante más de 20 años imprimió su carácter gráfico, hasta el Centro Andaluz de Fotografía, que dirigió en años recientes. La breve fotogalería de Gitanos, seleccionada por el autor para MSur, es un excelente ejemplo de su mirada capaz de ver sin decirnos, de entrada, lo que tenemos que pensar.

[Ilya U. Topper]