Una persona llamada Nadie
Uri Avnery
De pronto, me he dado cuenta de que ha aparecido una nueva estrella en el firmamento político de Israel. Hasta ayer, ni siquiera era consciente de su existencia.
Un respetado sondeo político de opinión pública hacía esta ‘nixonesca’ pregunta: ¿A qué político le compraría usted un coche de segunda mano? El resultado fue sorprendente. Ningún político llegó a superar siquiera la marca del 10%, excepto uno, en quien confiaría una mayoría del 34% de potenciales votantes; un tal Nadie.
Esta no fue la única pregunta en la que los votantes se decantaron por el candidato misterioso. Cuando se les preguntó con qué candidato preferirían salir una noche, sólo el 5% prefirió a Shelly Yachimovich, e incluso el pico de oro de Benjamín Netanyahu sólo atrajo al 20%, mientras que Nadie se puso fácilmente a la cabeza con un 27%.
¿En quién confía más usted? De nuevo, ganó Nadie con un 22%, seguido por Netanyahu con un 18%. ¿Quién se preocupa más por usted y por sus problemas? El 33% votó a Nadie, seguido de lejos por Shelly con un 17% y Netanyahu con sólo un 9%.
Nunca he conocido a ese tal Nadie. Ni siquiera sé si es hombre o mujer, o si es alguien joven o viejo, pero, viendo el éxito que tendría, ¿por qué no ha organizado un nuevo partido?
Ya es demasiado tarde para unirse a la competición, y es indudable que Netanyahu será el gran ganador. Se convertirá en el próximo primer ministro, puesto que no tiene un competidor real.
En muchos idiomas, incluido el hebreo, se habla del “juego político”. Pero, hasta donde yo sé, nadie ha ideado aún una versión real del juego, ni siquiera para niños.
Yo me he tomado la molestia de hacerlo. Espero que ayude a algunos de mis lectores a pasar el rato durante una tarde aburrida mientras no haya ningún programa de “realidad” televisiva.
El juego se parece mucho al Lego. Cada pieza representa a uno de los partidos. El objetivo es montar un gobierno de coalición.
Dado que la Knéset tiene 120 miembros, se necesitan 61 para establecer un gobierno. Se puede estar más seguro con 65 por lo menos, ya que unos cuantos miembros andan siempre de juerga por el extranjero y hay que llamarles a toda prisa para las votaciones críticas. A los israelíes les gusta viajar por el mundo, especialmente si es otro (en este caso, la Knéset) quien lo paga.
Para crear una coalición, hay que seguir los siguientes principios:
Primero, tu propio partido tiene que ser lo bastante fuerte como para imponerse a cualquier posible oposición dentro del propio Gobierno.
Segundo, la coalición tiene que estar equilibrada, para que siempre quedes exactamente en medio de cualquier cuestión.
La coalición tiene que estar equilibrada, para que siempre quedes exactamente en medio
Tercero, tiene que incluir suficientes miembros para que ningún partido sea lo bastante grande como para chantajearte, amenazándote con abandonar el gobierno el día antes de una votación crucial.
Algunos desafortunados candidatos anteriores a primer ministro han llegado a encontrar esta tarea tan difícil como para pedirle al presidente del Estado una ampliación del período que les asigna la ley.
En realidad, esta es la decisión más importante que vas a tener que tomar hasta las próximas elecciones, por encima de decisiones bélicas y cosas así. Si esto te sale mal, tu gobierno estará abocado al fracaso.
Los sondeos muestran que esta vez va a ser una tarea relativamente fácil. De tus habilidades dependerá que el resultado sea bueno.
Lo primero de todo son las piezas que vas a elegir.
Se prevé que tu propia lista, la del Likud-Beitenu, que organizaste con Avigdor Lieberman, gane entre 35 y 40 escaños. Todos los demás partidos tendrán menos. No hay ningún partido con entre 20 y 35 escaños.
El Partido Laborista de Shelly ronda entre 15 y 20 escaños, compitiendo con cuatro partidos de entre 9 y 15. Éstos son El Movimiento de Tzipi Livni (sí, ese es su nombre real, El Movimiento); el Hay Un Futuro de Ya’ir Lapid (contradiciendo a aquellos que pensaban que el mundo se iba a acabar la semana pasada); el oriental ortodoxo Shas y El Hogar Judío de Naftali Bennett.
¿Naftalí quién? Bennett es la gran sorpresa de estas elecciones. Aparecido de la nada, es un exitoso empresario de las altas tecnologías con una pequeña kipá, que se las ha arreglado para absorber al moribundo Partido Nacional-Religioso. Ha conseguido echar a todos sus venerables líderes y convertirse en el único jefe. En unas pocas semanas ha duplicado las previsiones en los sondeos, flanqueando a Netanyahu por la derecha y aireando opiniones consideradas por algunos como totalmente fascistas.
¿De dónde saca Bennett a sus simpatizantes? Del Likud, claro. Bennett fue en su momento el jefe de personal de Netanyahu, pero cometió el error fatal de llevarle la contraria a Sarah‘le, la esposa del gran jefe (o, como dicen algunos, la verdadera jefa). Ahora se está produciendo un enfrentamiento enconado; Bennett acusa a Netanyahu de apoyar la solución de los dos Estados (algo a lo que nadie en Israel ni en el resto del mundo da crédito), y Netanyahu ataca a Bennett por declarar que él, como soldado y comandante de la reserva, desacataría la orden de “echar a un judío de su hogar”. El “hogar” en cuestión sería, obviamente, un asentamiento en territorio palestino.
Ya que el Likud mismo se ha vuelto más extremo desde las recientes elecciones primarias, y que desde que se le sumaron las cohortes de Lieberman se ha vuelto aún más de derechas, la inminente confrontación con Bennett será una lucha fascinante entre la Extrema Derecha y la Aún Más Extrema Derecha. También está la Todavía Más Extrema Derecha: Los discípulos del fallecido y poco llorado rabino Meir Kahane quienes, sin embargo, probablemente no llegarán a pasar el listón mínimo del dos por ciento.
Volviendo a las listas de los partidos: Aparte del Likud y los cinco partidos “de mediano tamaño”, hay seis partidos pequeños. El más importante de ellos es, de lejos, el bloque ortodoxo asquenazí, La Judería de la Torá. También está Meretz, el único partido judío que admite ser de izquierdas. Los tres partidos árabes son del mismo tamaño (incluyendo a los comunistas, que son mayormente árabes pero que también cuentan con un candidato judío). Y también está el pobre Kadima, el partido saliente más grande de la Knéset, que lucha por superar la maldición del dos por ciento. Sic transit gloria mundi.
Será una lucha fascinante entre la Extrema Derecha y la Aún Más Extrema Derecha
Así que a trabajar. Y recuerda; el objetivo es conseguir 61 miembros como mínimo.
La coalición más natural sería una alianza de la derecha. El Likud-Beitenu, el Hogar Judío, el Shas y los ortodoxos sumarían probablemente unos 67 escaños. Podrían llegar a aplicar la estrategia de expandir los asentamientos rápidamente para evitar la creación de un Estado palestino, manteniendo la eterna ocupación y pasando de la opinión del resto del mundo
Lo malo es que esta combinación te arrebataría cualquier posibilidad de hacer creer que apoyas la solución de los dos Estados y que deseas la paz. Te quedarías desnudo ante el mundo. El estatus internacional de Israel se hundiría, con posibles consecuencias nefastas.
Además, te expondrías permanentemente al chantaje del bloque Shas-Ortodoxo, que exigiría sumas enormes para sus guetos en forma de mayores subsidios infantiles (con entre 8 y 10 niños por familia), exenciones laborales y del servicio militar, y mucho más. Tampoco estarías en el centro exacto de tu gobierno, sino más bien a la izquierda.
Para evitar esto, quizá deberías añadir algo más de especia centrista a la mezcla. Como mínimo, tendrás a tres líderes de partidos haciendo cola en tu puerta al día siguiente de las elecciones; Shelly, Tzipi y Ya’ir.
Organizar el programa del siguiente Gobierno no debería ser un problema. Ninguno de los tres ha dicho nada que pudiera molestarte. En realidad, no han dicho casi nada sobre nada, así que elige al que prefieras.
Así comienza el verdadero juego. ¿Qué partidos incluir y cuáles dejar fuera?
¿Y por qué no quedártelos todos? Eso implicaría una Unión Nacional (que siempre es popular), en la que sólo se quedarían fuera Meretz y “los árabes”. Una coalición de 100 miembros.
Ah, pero ahí está el problema. Dos problemas en realidad.
Primero, en una coalición así, tú serías la minoría. Podría ocurrir que no fueras capaz de convertir en leyes cada uno de tus caprichos y salirte con la tuya.
Segundo, ¿cómo distribuirías los ministerios? Al fin y al cabo, esa sería la principal (si no la única) exigencia de todos esos líderes, aparte de tus propios compañeros de partido.
Habría como mínimo tres candidatos para Defensa, cuatro para Economía y dos para Asuntos Exteriores (a no ser que los tribunales manden a Lieberman a la cárcel).
Y así comienza el verdadero juego. ¿Qué partidos incluir y cuáles dejar fuera? ¿Te quedas con Shelly y dejas fuera a Bennett? Quizá sería mejor incluir a Ya’ir y dejar fuera al Shas (¡y a ver si aprenden!). ¿O quedarte con Tzipi, como coartada para esos molestos norteamericanos y europeos? Así evitarías la “deslegitimización” de Israel, dejando fuera a Shelly, quien dice amar a los colonos.
Como se puede ver, las posibilidades son casi infinitas. Te quedan 25 días.
Que disfrutes el juego, y ¡mucha suerte!