Todas las guerras la guerra
Ilya U. Topper
Mikel Ayestarán
Historias de Gaza
Género: Ensayo
Editorial: Península
Año: 2025
Páginas: 256
Precio: 19,90 €
ISBN: 978-84-1100-356-8
Idioma original: español

Hoy es 7 de octubre y me han dicho de todo en Twitter por poner la fecha y subrayar que no es verdad que la guerra de Gaza empezara hace dos años, el 7 de octubre de 2023, frente a ese coro que proclama, con una desfachatez solo comparable a su unanimidad, que sin el ataque de Hamás de aquel día, nada habría pasado y Gaza viviría en profunda paz. Cuánta ignorancia, me digo, posteando a diestra y siniestra la portada de un libro que ahora cumple 22 años: El perfume de nuestra tierra de Kenizé Mourad (sí, Mourad, a la que ustedes recuerdan por su superventas, fue periodista antes que princesa, digo escritora, y lo sigue siendo después), que describe a la perfección esa guerra de baja intensidad no con sino contra Gaza y Cisjordania que no ha cesado ni un solo día, entre bombardeo y bombardeo. Lo de baja intensidad es un decir, cuando una excavadora te derriba la casa con un familiar dentro.
Claro, luego me topo, prometo que sin querer, con el discurso de Trump en el Pentágono el 30 de septiembre en el que afirmó literalmente, y sin despeinarse, que en su caso no sé si es virtud o biología, que con el alto el fuego propuesto en Gaza ha «resuelto un conflicto de 3.000 años», y me digo que Twitter es un espacio de vida inteligente, en comparación con lo que hay por ahí desde que Trump está entre nosotros, o por encima de nosotros.
Mikel Ayestarán ha cubierto estos dos años de guerra de Gaza como si estuviera en Gaza: desde muy cerca
También va tres mil años atrás Mikel Ayestarán (Beasain, Guipúzcoa, 1975) en su reciente libro Historias de Gaza, hasta los pueblos de mar, Tutmosis III y Alejandro Magno, pero en su caso es para darnos una breve visión histórica de esa franja de tierra que desde los albores de la Historia ha conectado imperios: el egipcio con el que hubiera en el Levante, de Palestina a Anatolia. Su historia se ha escrito con sangre, como en todo el Mediterráneo, o quizás solo la sangre haya dejado huella en la historia, pero bastan tres páginas para traernos al presente, en el que empieza el conflicto de hoy: el mandato británico, la llegada de colonos judíos bajo el paraguas ideológico del sionismo y la Nakba de 1948, la expulsión de cientos de miles de palestinos de sus hogares en Palestina. No, de Gaza no los expulsaron: allí llegaron. La población de esta minúscula franja de 40 por 10 kilómetros se triplicó de un día para otro. Desde entonces representa lo que hoy pensamos cuando decimos Gaza.
Dos guerras —1956 y 1967— y un inicio de colonización —1972— más tarde nos plantamos en la actualidad: es en 2004 cuando Mikel Ayestarán, joven reportero sobradamente ilusionado, pisa Gaza por primera vez. Al año siguiente viene la «desconexión» —el desmantelamiento de las colonias judías en 2005, junto a un asedio cada vez más estricto por tierra, mar y aire—, en 2006 la victoria electoral de Hamás y a partir de ahí, todos los dos o tres años ese tipo de guerras que los políticos israelíes describían, con más cinismo que humanidad, como la necesidad de «cortar el césped»: bombardeos regulares, con decenas, cientos o hasta miles de muertos, en 2006, 2008, 2012, 2014…
Historias de Gaza. La vida entre guerras —así es el título completo— sigue el hilo rojo de estas andanadas, con su creciente intensidad, a medida que también se va solidificando la relación del autor con Gaza, su gente y, sobre todo, con Kayed Hamad, su fixer, es decir su guía, traductor y escudero, su Virgilio, para decirlo con Dante. Por supuesto no los va a contar en este orden: tiene los dedos y la mente entrenados como periodista, y por supuesto el libro arranca con la llamada telefónica que recibe en Estambul a las 6:35 de la mañana del 7 de octubre de 2023. Para algunos de nosotros, la llamada significaba ponerse al ordenador y y estar alerta a reacciones. Para él significaba agarrar la bolsa con el trípode e irse al aeropuerto. Camino de Gaza. De la frontera de Gaza.
La lectura avanza en estos dos niveles: el de la inmediata actualidad y el de trabajos esparcidos sobre una década
Mikel Ayestarán ha cubierto estos dos años de guerra de Gaza como si estuviera en Gaza. No estuvo, claro, nadie pudo entrar, pero gracias a su experiencia y su contacto continuo con Kayed pudo contarla desde muy cerca. Quizás ustedes mismos hayan visto en redes sociales su foto diaria de «Menú de Gaza». Quizás vean ahora la foto diaria de la niña Sara.
Historias de Gaza es un recuento de esta cobertura, o de parte de ella: hasta el alto el fuego de enero de 2025 que tantas y tan fugaces esperanzas despertó. La cobertura sigue, claro: en el momento en el que escribo esta crítica, Mikel Ayestarán está de nuevo en la frontera de Gaza, informando sobre un alto el fuego que tantas esperanzas despierta, quiero pensar que esta vez menos fugaces. Pero intercaladas en este viaje van también las coberturas de todos los anteriores conflictos en los que el reportero estuvo al pie o mejor dicho ante la boca del cañón. Hablando con gazatíes, pero también con israelíes. Con activistas, milicianos, soldados, familias, políticos, presos. Añadiendo trazo a trazo las líneas que conforman el retrato de un conflicto que parece cíclico como un monzón, una guerra siempre nueva, y siempre la misma guerra.
La lectura avanza en estos dos niveles, el de la inmediata actualidad y el de trabajos esparcidos sobre una década, con enorme fluidez, una especie de coro a dos voces. O casi a tres, porque de forma decente, casi como un acompañamiento instrumental al fondo, también asistimos a la evolución de su vida como periodista, a momentos de su vida familiar. Creando cercanía, sin caer nunca en el pecado mortal del exhibicionismo que algunos medios piden hoy a sus reporteros. Mikel Ayestarán pertenece a esa estirpe de periodistas que no solo saben informar, sino que también saben escribir.
Si alguien echa en falta una mirada hacia Cisjordania, donde se desarrolla la parte central del conflicto palestino, no en cifras de muertos pero sí en planteamiento ideológico y político, hay que recordarle que este no es el primer libro de Mikel Ayestarán: ahí está Jerusalén, santa y cautiva (Ed. Península, 2021), escrita tras años de vivir en la tan disputada ciudad; su anterior obra, Oriente Medio, Oriente roto (2017) recoge sus andanzas por Irán, Afganistán, Pakistán, Georgia, Túnez, Egipto, Libia, Yemen, Líbano, Iraq, Siria… y también Palestina, claro.
No le tiembla la mano al trazar el perfil de Hamás: narra su represión de críticas, el descontento de muchos gazatíes…
Lo que sí podemos echar en falta durante los primeros capítulos es un mayor reflejo de lo que es la sociedad de Gaza, no como víctima de ataques y guerras sino en su día a día. Consecuencia del oficio, obviamente: un reportero va para informar sobre el conflicto, busca testimonios sobre el enfrentamiento que ha producido titulares. En la segunda mitad del libro sí empieza a haber escenas de color de esta «vida entre guerras»: clases de kárate, equipos de fútbol de discapacitados, un equipo de natación olímpica, una navidad con los cristianos de Gaza. Pero va creciendo cierta sensación de ausencia: de todos los diálogos que leemos, cerca del cien por cien son con hombres (si bien es Amal, la mujer de Kayed, quien prepara el «Menú de Gaza» y su hija, Dalia, quien hace las fotografías). Hasta que hacia el final del libro llega una entrevista con una empresaria gazatí, Eman Abu Ali. Su negocio, un restaurante únicamente para mujeres, tiene éxito, explica ella, por ser un lugar al que las mujeres pueden ir sin tener que estar «acompañadas siempre de algún familiar hombre». Frase que me deja impactado y dudando de a qué parte de su extenso currículum viajero se refiere el reportero cuando dice, párrafos antes, que la situación de la mujer en Gaza «es mejor que en otros países de la región». ¿Yemen y Afganistán? Hasta que leo al final de la misma página que en Gaza ciudad sí hay mujeres fumando en las cafeterías. Lo que atisbamos a través del negocio de Eman solo refleja la aldea en la que abrió su local, no la sociedad gazatí, colijo. Nos gustaría saberlo.
Esta sensación de cierto desenfoque me surge también en otro aspecto: el papel sociológico de Hamás. A Ayestarán no le tiembla la mano al trazar el perfil de la milicia: analiza su política, relata sus tácticas de reclutamiento, narra su castigo a cualquiera sospechoso de colaboración con el enemigo, su represión de voces críticas entre los periodistas palestinos y describe el descontento de muchos gazatíes de a pie con su gestión de la Franja. Su gestión, pero ¿y su ideología? ¿No es un movimiento islamista, surgido de la corriente de los Hermanos Musulmanes, cuyo principal objetivo siempre fue transformar la propia sociedad? ¿Ha abandonado Hamás este propósito en aras de dedicar toda su energía a la lucha contra el opresor externo? ¿O es que después de 20 años de dominio de Hamás, su modelo de una sociedad islamista se ha impuesto de manera tan extensa que los gazatíes creen hoy día que así es, así ha sido su cultura siempre? Nos gustaría saberlo.
Esto no quita que en cada línea de Historias de Gaza haya más vida inteligente que en una hora de scroll de Twitter y cada página puede servir de eficaz escudo contra el flujo de sandeces emitido por ese canón de antimateria que es el flequillo indespeinado de Trump. Léanlo. Hoy más que nunca, con un alto el fuego frágil y una esperanza, aún mucho más frágil, de que los días venideros no sean simplemente una secuencia más de esta vida entre guerras.
·
© Ilya U. Topper | Oct 2025 | Especial para MSur