Opinión

Viento de Levante

Nicanor Gómez Villegas
· 9 minutos

Madrid | Dic 2025

La anemología es la disciplina que estudia los vientos. La cartilla de primaría de esa disciplina nos enseña que el Levante es el viento del Mediterráneo occidental que sopla desde el este, desde donde se “levanta” el sol. Este viento es originado por una diferencia de presión entre un anticiclón en las Azores y una borrasca en el Norte de África, con la consecuencia de que el aire circule a gran velocidad y se forme consiguientemente un viento en un punto cercano a las Islas Baleares que alcanza su mayor velocidad en el Estrecho de Gibraltar, después de haber recorrido la zona del litoral andaluz, hasta la costa atlántica de Cádiz.

En español tenemos la expresión «estar de levante» y un olvidable y olvidado ministro de defensa nos cubrió de bochorno con su ardor guerrero declamando en un parte «Al alba y con viento duro de Levante de treinta y cinco nudos» la gloriosa Jornada de la Isla de Perejil. Tanto aparato retórico y de atambores nos hizo pensar a algunos que estábamos de nuevo en la ominosa Jornada de los Gelves. La verdad es que, puestos a elegir, nos quedamos y nos quedaremos siempre con la canción Al Alba de Luis Eduardo Aute, es ocioso decirlo.

Leventeia, pronúnciese levediá, es una palabra griega que da cuenta del buen humor, del ingenio, de la rapidez de la mente, que viaja con alas, del encanto, de la acción, de la generosidad, del amor a vivir peligrosamente, de estar preparado para cualquier cosa. De estar dispuesto a jugarse el honor, la vida y la hacienda a una sola carta. La más genuina representación de esa virtud o de esa manera de vivir de los griegos fue el gran Patrick Leigh Fermor, Paddy para sus íntimos. Grecia les suele sentar muy bien a los británicos. Otra representación inolvidable de esa intensa manera de vivir la vida es Alexis Zorbas, el inmortal personaje de la novela de Nikos Katzantzakis, a quien ya no lo podemos imaginar sin los rasgos de Anthony Quinn.

El Mediterráneo tiene una alfa y una omega, un Bósforo de Oriente y un Bósforo de Poniente; ambos se llaman Boghaz

Laleventeia es la disponibilidad perpetua para levantarse. Contra lo que sea. Se levanta lo que es ligero, lo que es leve, el espíritu que no está lastrado por la materia. Hay que tener en cuenta que levante y leve, levedad, comparten el mismo origen etimológico. El latín levis, “leve”, y levare, “alzar, levantar, levar, elevar” proceden de la misma (hipotética) raíz indoeuropea, *legwh-, “ligero, de poco peso”. Cuesta un poco pensar que es el sol el que se levanta con su poco peso, aunque en realidad bien sabemos que el sol no se levanta, el sol tiene tres tipos de movimiento (la rotación sobre su eje, la traslación galáctica y el movimiento ondulatorio), pero no se “levanta”. Lo que creemos ver desde la tierra es un movimiento diurno, en el que el sol parece “salir” por el este, alcanzar su punto más alto en el cielo al mediodía y “ponerse” (occidente, de occidere, “morir”) por el oeste.

Si el viento de levante sopla desde el este, su dirección es el oeste, la zona del estrecho, como hemos dicho más arriba. Los árabes denominan con la raíz *GhRB a los territorios que están situados al oeste. Con dos derivados de esa raíz designaron a las tierras del Ocaso de Al Andalus (Gharb al-Andalus) y Maghreb a toda la costa norte de África desde Túnez al Atlántico. El Mediterráneo tiene una alfa y una omega (o una omega y una alfa), un Bósforo de Oriente, donde nace el sol, entre Asia y Europa, y un Bósforo de Poniente, donde se pone el Sol, entre Ceuta (o Tánger) y Gibraltar, las dos columnas de Hércules. Ese Bósforo poético del ocaso es conocido también como Boughaz, una palabra árabe de origen turco, boğaz, que significa cuello, cuello de botella, garganta, la parte más estrecha de algo y, por especialización, estrecho marítimo. Los egipcios usan la palabra para bocana, aunque la palabra estándar para los estrechos en árabe es Madiaq. En Tánger existe, por otra parte, un café llamado “Les filles du Detroit”.

Los levendes o leventes eran la chusma armada, irregular, pendenciera y camorrista de la poderosa armada otomana

Al otro lado del Mediterráneo, sin topónimo añadido o adjetivo alguno, se conoce como Boğaz al estrecho por antonomasia para los turcos: el Bósforo. Para los turcos Estambul es —como para los chinos su civilización— el centro de mundo. El Bósforo es el Boğaz y la ciudad era conocida, también por los armenios y los griegos, como “La Ciudad”, sintagma del que derivan el nombre armenio, Bolis, y el turco, Istanbul.

Centrándonos ya en el Bósforo de Oriente o de Levante, el diccionario de la RAE nos informa de que los leventes eran la infantería de marina turca (bueno, en realidad lo que pone es «soldado turco de marina» en barroco sintagma). La etimología que nos proporciona nuestro diccionario es el turco lāwandī, corrupción de levantino, con el significado de gente de armas tomar. La palabra, de origen latino, se incorporó al sabir o lingua franca mediterránea y paso a designar a los levendes o leventes, la chusma armada, irregular, pendenciera y camorrista de la poderosa armada otomana, que encontraría en la más alta ocasión que vieron los cielos en 1571 la horma de su zapato, o más bien de su banco de remos. Levantisco es quien se levanta en armas o quien está siempre a punto de hacerlo.

A Byron también le privaba la leventeia, ese estado de euforia, de pasión, de amor por la insurrección. Alguien ya dijo de él que su vida fue arduamente disputada entre la poesía, el adulterio y la insurrección. Pero sus hazañas levantiscas o levantinas fueron poco más allá de adquirir el outfit completo de un pashá de las Montañas de Albania y reclutar en Misolonghi una pandilla de rufianes que solo servían para el saqueo y no para enfrentarse a los otomanos. Afortunadamente las fiebres de las miasmas de Misolonghi vinieron en su ayuda y le ayudaron a resolver su enorme contradicción entre su amor ilimitado por la Grecia de los antiguos y de los papeles y su incomprensión absoluta de la guerra en la que se había metido de hoz y coz.

Barbarroja con sus leventes derrotó en numerosas ocasiones a los cristianos en la parte occidental del Mediterráneo

En Estambul hay un vecindario llamado Levent en honor de los levendes; muy cerca debieron de estar sus barracones y los tugurios en los que alternaban en el siglo XVI, el gran siglo de la armada otomana. Hoy en día es una zona de rascacielos, la capital financiera de Turquía. Relativamente cerca está una plaza que honra a alguien estrechamente relacionado con los leventes o levendes, Barbaros, que no hace referencia a barbarie alguna. Al lado de esa plaza está el sepulcro (türbe) de quien da nombre a la plaza y al barrio, el gran almirante otomano Barbaros Hayrettin Paşa o Hayreddin Pashá, Hızır Hayrettin Paşa o simplemente Hızır Reis, un antiguo corsario de origen griego (de la isla de Lesbos) que acabó siendo gran almirante de la flota otomana, a quien se conocía en todo el Mediterráneo por el bermejo color de su barba.

Barbarroja con su flota, sus leventes —muchos de ellos cristianos, aunque eso no era insólito en una batalla naval en el Mediterráneo— e incluso sus jenízaros —que también fungían como infantería de marina— derrotó en numerosas ocasiones a los cristianos en la parte occidental del Mediterráneo. E incluso pasó un invierno con ellos en la ciudad de Tolón, cortesía de Francisco I, al que no arredraba hacer lo que fuese para meterle el dedo en el ojo a su rival Carlos I de España y V de Alemania. Pero esa es otra historia.

Philip Mansel, quien, aunque nacido en Londres, se presenta como levantino, escribió un libro magistral sobre la civilización que surgió en los puertos del Mediterráneo Oriental, en Grecia, en Egipto, en Palestina, en Siria, en Anatolia, en Grecia, en el Adriático, desde aquel encuentro tan anfractuoso entre Oriente y Occidente que fueron las Cruzadas. El libro se titula Levant. Splendor and Catastrophe on the Mediterranean. El Mediterráneo tiene varios epítomes o breviarios donde se condensa una mirada sobre este mar de civilizaciones que es el Mediterráneo. El libro de Philip Mansel es uno de ellos. Los de Pedrag Matvejević (Breviario mediterráneo, una “filología del mar”, en palabras de Claudio Magris) y David Abulafia (El gran mar: una historia humana del Mediterráneo) y por supuesto la Biblia mediterránea que es El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II de Fernand Braudel no puedan faltar en una biblioteca “mediterránea”.

Estoy seguro de que al principal animador del proyecto “Levante y los levantinos”, quien vive, como su enigmática amiga Sandra Livorno, en predios no muy lejanos de la tumba del temido Barbarroja y puede ver el vecindario de Levent desde su terraza al Bósforo, le interesarán estas líneas. Seguiremos escribiendo estos pecios como contribución a esa disciplina fascinante que es la filología del Mar Mediterráneo. Que el viento de Levante los impulse muy lejos.
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© Nicanor Gómez Villegas (2025) | Especial para MSur