La guerra robada
Uri Avnery
Tel Aviv | Enero 2012
¿Es que la maldad de Hamás no tiene límite? Parece que no.
Esta semana hicieron algo totalmente imperdonable.
Robaron una guerra.
Desde hace varias semanas, nuestro jefe del Estado Mayor seminuevo, Benny Gantz, va anunciando en toda ocasión que se presente que una nueva guerra contra la Franja de Gaza será inevitable. Varios comandantes de las tropas estacionadas alrededor de la Franja han repetido esta sombría profecía, al igual que sus cantineras, es decir, los comentaristas militares.
Ahí viene el líder de Hamás, Meshal, y declara que ha puesto fin a toda acción violenta
Uno de ellos nos consoló. Es verdad, Hamás puede ahora disparar sus cohetes hasta Tel Aviv, pero eso no será tan terrible, porque será una guerra breve. Unos tres o cuatro días, nada más. Como dijo uno de los generales, será mucho más “duro y doloroso” (para los árabes) que Plomo Fundido I, así que no durará tres semanas como aquella operación. Todos nos quedaremos en nuestros búnkeres ―los que tengamos búnkeres, en todo caso― por unos pocos días, y ya está.
¿Por qué la guerra es inevitable? Por el terrorismo, tonto. Hamás es una organización terrorista ¿no?
Pero ahí viene el líder supremo de Hamás, Jalid Meshal, y declara que Hamás ha puesto fin a toda acción violenta. A partir de ahora se concentrará en manifestaciones masivas no violentas, en el espíritu de la Primavera Árabe.
Si Hamás renuncia al terrorismo, no hay pretexto para atacar Gaza.
Pero ¿se necesita un pretexto? Nuestro ejército no permitirá que le estropee los planes un tipo como Meshal. Cuando el ejército quiere una guerra, tendrá su guerra. Eso se demostró en 1982 cuando Ariel Sharon atacó Líbano, pese a que la frontera libanesa había estado completamente tranquila durante 11 meses. (Tras la guerra nació el mito de que el ataque fue precedido por tiroteos diarios. Hoy casi todos los israelíes “recuerdan” esos tiroteos… un ejemplo sorprendente del poder de la sugestión).
¿Por qué quiere una guerra el jefe del Estado Mayor?
Un cínico podría decir que todo nuevo jefe del Estado Mayor necesita una guerra que pueda considerar propia. Pero no somos cínicos ¿verdad?
Cada pocos días, desde la Franja de Gaza lanzan un cohete solitario a Israel. Casi siempre impacta en cualquier campo vacío. Desde hace meses, nadie ha sido herido.
La secuencia habitual es la siguiente: nuestra Fuerza Aérea lleva a cabo una “liquidación dirigida” de militantes palestinos en la Franja. El ejército asegura en todos los casos que estos “terroristas” en concreto tenían intención de atacar Israel. ¿Cómo conoce el ejército sus intenciones? Bueno, nuestro ejército es un maestro a la hora de leer los pensamientos.
Después de morir esas personas, sus organizaciones consideran que su deber es vengar la sangre lanzando un cohete o un misil, o incluso dos o tres. Eso, nuestro ejército “no puede tolerarlo”, y así, la cosa continúa.
Tras cada episodio de este tipo, se vuelve a hablar de la guerra. Como dicen los políticos estadounidensens en sus discursos ante las conferencias de AIPAC: “Ningún país puede tolerar que sus ciudadanos estén expuestos a cohetes”.
Pero desde luego, las razones para Plomo Fundido II son más serias. La comunidad internacional está aceptando a Hamás. Su primer ministro, Ismail Haniye, está viajando ahora alrededor del mundo árabe y musulmán, después de estar encerrado en Gaza durante cuatro años, en una especie de arresto franjario. Ahora puede cruzar a Egipto porque los Hermanos Musulmanes, la organización madre de Hamás, se ha convertido en un elemento importante en ese país.
Hamás está a punto de integrarse en la OLP. Hay que hacer algo. Atacar Gaza, por ejemplo
Peor aún: Hamás está a punto de integrarse en la OLP para participar en el gobierno palestino. Ya es hora de hacer algo al respecto. Atacar Gaza, por ejemplo. Forzar a Hamás de convertirse de nuevo en extremistas.
Como si no bastara con robar nuestra guerra, Meshal está llevando a cabo una serie de acciones aún más siniestras.
Al unirse a la OLP, Hamás acepta los compromisos de los Acuerdos de Oslo y todos los demás tratados oficiales entre Israel y la OLP. Meshal ha anunciado que Hamás acepta un Estado palestino en las fronteras de 1967. Ha hecho saber que Hamás no se presentará este año a las elecciones presidenciales palestinas, de manera que el candidato de Fatah, sea quien sea, será elegido prácticamente sin oposición y podrá negociar con Israel.
Todo eso colocaría el actual gobierno de Israel en una posición difícil.
Meshal tiene cierta experiencia en crearle problemas a Israel. En 1997, el (primer) gobierno de Netanyahu decidió librarse de él en Ammán. Envió a un equipo de agentes del Mossad para asesinarle en la calle, rociando su oído con un veneno indetectable. Pero en lugar de hacer lo correcto y morir tranquilamente de una causa misteriosa, como Yasir Arafat, permitió que su guardaespaldas persiguiera a los atacantes y los capturara.
El rey Husein, un amigo y aliado de Israel de larga trayectoria, daba saltos de rabia. Le presentó a Netanyahu dos opciones: o se les juzgaría a los agentes en Jordania y posiblemente se les ahorcaría, o el Mossad mandaría de inmediato el antídoto secreto para salvar la vida de Meshal. Netanyahu capituló y aquí tenemos a Meshal, vivo y coleando.
En 1997, Netanyahu envió a agentes del Mossad para envenenar a Meshal en Ammán
Otro resultado curioso de ese fracaso: el rey exigió que el fundador y líder de Hamás, el jeque paralítico Ahmed Yasín, encarcelado en Israel, fuera puesto en libertad. Netanyahu cedió, Yasín fue liberado y, siete años más tarde, asesinado por Israel. Cuando, poco después, su sucesor, Abdelaziz Rantisi, fue asesinado también, Meshal tenía vía libre para convertirse en jefe de Hamás.
Y en lugar de mostrarnos su gratitud, nos hace afrontar ahora un duro desafío: acción no violenta, negociaciones indirectas de paz, la solución de los dos Estados.
Una cuestión: ¿por qué nuestro jefe del Estado Mayor ansía una pequeña guerra en Gaza, cuando podría tener toda la guerra que quiere en Irán? No sólo una operación pequeña sino una gran guerra, una guerra grande de verdad.
Bueno, es que sabe que no puede.
Hace poco yo hice algo que un comentarista experimentado no hace jamás. Prometí que no habría un ataque militar de Israel contra Irán (ni tampoco uno estadounidense).
Un periodista o político experimentado nunca hace una predicción de este tipo sin dejarse una portezuela abierta. Introduce un poco llamativo “a no ser que”. Si la predicción fracasa, señala esta portezuela.
Yo tengo cierta experiencia ―unos 60 años o por ahí― pero no he dejado ninguna puertezuela abierta. He dicho No habrá guerra, y ahora el general Gantz dice lo mismo, con las mismas palabras. Nada de Teherán, sólo la pequeña Gaza, pobrecita.
¿Por qué? Por una sola palabra: Ormuz.
No el antiguo dios persa de Ormuzd, sino la estrecha vía marítima que constituye la entrada y salida del Golfo Pérsico, y a través de la cual fluye el 20% del petróleo del mundo (y el 35% del que se transporta por mar).
Hice algo que un buen periodista no hace jamás: prometí que no habría ataque a Irán
Yo sostengo que ningún líder en su sano juicio (o incluso en un juicio ligeramente perturbado) se arriesgaría a que se cerrara este Estrecho, porque las consecuencias económicas serían catastróficas, incluso apocalípticas.
Parece que los líderes de Irán no estaban seguros que todos los dirigentes del mundo hayan leído mi columna, de manera, sólo por si acaso, la repitieron por su cuenta. Esta semana llevaron a cabo llamativas maniobras militares alrededor del Estrecho de Ormuz, junto a una amenaza inequívoca de cerrarla.
Estados Unidos respondió con contraamenazas vanagloriosas. La flota invencible de Estados Unidos estaba dispuesta a abrir el Estrecho por la fuerza, si fuera necesario.
¿Y cómo, por favor? Al más poderoso portaaviones, así valga miles de millones, lo puede hundir una batería de baratos misiles tierra-mar, o bien unos pequeños barcos portamisiles.
Supongamos que Irán empiece a llevar sus amenazas a la realidad. Estados Unidos trae todo el poderío de su flota y su fuerza aérea. Hunde los barcos iraníes, bombardea instalaciones de misiles y del ejército. Pero los misiles iraníes seguirán disparándose e impedirán el pasaje por el Estrecho.
¿Luego qué? No habrá alternativa a una invasión terrestre. El ejército estadounidense tendrá que desembarcar en la costa y ocupar todo el territorio desde el que se puedan lanzar misiles contra la vía marítima. Esto sería una operación de gran envergadura. Hay que prepararse para una feroz resistencia iraní, a juzgar por la experiencia de los ocho años de la guerra Iraq-Irán. También sufrirán daños los pozos de petróleo en la vecina Arabia Saudí y otros Estados del Golfo.
Una guerra contra Irán tendría más dimensiones que la de Iraq o Afganistán
Una guerra así tendría dimensiones mucho mayores que la invasión estadounidense de Iraq o de Afganistán, quizás incluso que la de Vietnam.
¿Es Estados Unidos, en la bancarrota, capaz de hacerlo? ¿Económicamente, políticamente y bajo el aspecto moral?
Cerrar el Estrecho es el arma definitiva. No creo que los iraníes la emplearán contra la imposición de sanciones, aunque sean muy severas, tal y como han amenazado con hacer. Sólo un ataque militar justificaría esta acción.
Si Israel ataca por su cuenta ―“la idea más estúpida que jamás haya escuchado”, según dijo el jefe anterior del Mossad― no habrá diferencia. Irán lo considerará una acción estadounidense y cerrará el Estrecho. Por eso, el gobierno de Obama se impuso y le entregó en mano a Netanyahu y Ehud Barak una orden inequívoca de abstenerse de toda acción militar.
En eso andamos ahora. No habrá guerra en Irán. Sólo la perspectiva de una guerra en Gaza.
Y ahí viene Meshal, el malo, e intenta estropearnos esa también.