Opinión

Dos discursos

Uri Avnery
Uri Avnery
· 12 minutos

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Si yo pudiera elegir entre los dos gladiadores de la retórica, preferiría que Mahmud Abbás representara Israel y Netanyahu el otro bando.

Abbás se quedaba casi inmóvil mientras leía su discurso (en árabe), con calma dignidad. Sin truquitos.

Netanyahu utilizaba todos los trucos que se enseñan en el nivel de principiantes en un curso para hablar en público. Giraba su cabeza regularmente de izquierda a derecha y al revés, extendía los brazos, elevaba y bajaba la voz de forma convincente. En un momento dado exhibió la sorpresa visual adecuada para la ocasión. La última vez era un dibujo infantil de una bomba atómica iraní ficticia, esta vez, una foto de niños palestinos de Gaza que jugaban junto a un lanzador de artillería.

(Netanyahu lleva encima un ‘stock’ de fotografías para mostrar, tales y como decapitaciones del ISIL y similares, más o menos como un viajante de comercio lleva encima su muestrario).

Todo era un poco demasiado hábil, demasiado engolado, demasiado “sincero”. Como el vendedor de muebles que fue en sus tiempos.

Netanyahu lleva un ‘stock’ de fotografías de decapitaciones del ISIL y similares como un viajante de comercio lleva su muestrario

Ambos discursos se pronunciaron ante la Asamblea General de Naciones Unidas. Abbás habló hace dos semanas, Netanyahu esta semana. Llegó tarde, debido a las festividades judías, más o menos como algien que llega a una fiesta cuando los invitados principales ya se han ido todos.

La sala estaba medio vacía y la escasa audiencia la formaban diplomáticos de menor rango a los que se les había enviado allí para hacer acto de presencia en nombre de su gobierno. Obviamente, se aburrían como ostras.

Los aplausos los proporcionaban la delegación israelí, inflada de miembros, en la sala y los dignatarios e indignatarios sionistas arremolinados en la galería, encabezados por el magnate de casinos Sheldon Adelson. (Acabado el discurso, Adelsón se llevó a Netanyahu a un restaurante caro, uno de comida no kosher. La policía evacuaba las calles ante el paso de los dos. Pero Adelson criticó el discurso: le había parecido demasiado moderado).

No es que importe. Las grandes peroratas ante la Asamblea General no se hacen para convencer a los miembros de este organismo. Uno va allí y habla para el público de su país. Lo hizo Netanyahu y también lo hizo Abbás.

El discurso de Abbás era una contradicción entre forma y contenido: un texto muy moderado revestido de un estilo muy extremista.

En la guerra de Gaza murieron más de 2.000 palestinos, la mayoría civiles. Es una brutalidad, una atrocidad, pero no un genocidio

Se dirigía claramente al pueblo palestino, que todavía hierve de rabia tras las matanzas y las destrucciones de la guerra de Gaza. Esto indujo a Abbás a utilizar un lenguaje muy radical, tan radical que destruía su objetivo principal de promover la paz. Utilizó la palabra “genocidio” no una vez sino tres veces. Esto era un regalo par la máquina de propaganda israelí, y la alocución se bautizó de inmediato con el nombre de “discurso del genocidio”.

Durante la guerra de Gaza murieron más de 2.000 palestinos, la mayoría civiles, muchos de ellos niños, casi todos por bombardeos desde tierra, aire y mar. Eso era una brutalidad, incluso una atrocidad, pero no era un genocidio. Un genocidio es un asunto de cientos de miles o de millones, Auschwitz, los armenios, Ruanda, Camboya.

Además, el discurso de Abbás era totalmente unilateral. No mencionaba a Hamás, ni los morteros ni los túneles de ataque. La guerra era únicamente un asunto israelí: ellos empezaron, ellos mataron, ellos genocidaron. Está muy bien para un líder que necesita defenderse contra la acusación de ser demasiado blando. Pero estropeó una buena causa.

El propio discurso, si se le quita el lenguaje radical, era bastante moderado. Tan moderado como pudo llegar a ser. Su punto central era un programa de paz idéntico al que los palestinos han ido proponiendo desde que Yasser Arafat empezó a tener una política de negociar la paz. También idéntico a la Iniciativa Árabe por la Paz.

Abbás se mantuvo firme en su reinvindicación de la Solución Biestatal: Un Estado de Palestina, con Jerusalén Este como capital, “al lado del Estado de Israel”, las fronteras de 1967 y una “solución consensuada para el sufrimiento de los refugiados palestinos” (quiere decir: consensuada con Israel, lo cual quiere decir: esencialmente no regresarán). También mencionó la Iniciativa Árabe por la Paz. Ningún líder palestino podría exigir algo por debajo de este nivel.

También exigió un “marco temporal concreto”, para prevenir el engaño de “negociaciones” sin fin.

Y por eso lo atacó Netanyahu, describiéndolo como la encarnación del Mal, el socio de Hamás, que es equivalente al ISIS, que es el heredero de Adolf Hitler, cuyo última reencarnación es Irán.

Yo conozco a Mahmud Abbás desde hace 32 años. No estaba presente en mi primer encuentro con Yasser Arafat en la Beirut asediada, pero cuando me reuní con Arafat en Túnez, en enero de 1983, ya estuvo allí. Como jefe de la Mesa Israel de los cuarteles centrales de la OLP, estuvo presente en todas mis reuniones con Arafat en Túnez. Desde que la OLP regresó a Palestina, me he encontrado con Abbás varias veces.

Arafat era ostentoso y extrovertido, Abbás es introvertido y reservado, pero sus condiciones políticas son las mismas

Abbás nació en 1935 en Safed, donde también se crió mi mujer (ya fallecida) Rachel. Los dos tenían costumbre de rumiar recuerdos de su infancia allí, intentando averiguar si el padre de Rachel, que era pediatra, alguna vez trató a Abbás.

Había una llamativa diferencia entre las personalidades de Arafat y Abbás. Arafat era ostentoso y extrovertido, Abbás es introvertido y reservado. Arafat tomaba decisiones con la velocidad de un rayo, Abbás reflexiona y es cauteloso. Arafat era cálido en las relaciones humanas, le gustaban los gestos y siempre prefería el toque humano (en el sentido literal). Abbás es retraído e impersonal. Arafat inspiraba amor, Abbás inspira respeto.

Pero en términos políticos prácticamente no se distinguen. Arafat no era tan extremista como parecía, Abbbás no es tan moderado como su aspecto sugiere. Sus condiciones para la paz son idénticas. Son las condiciones mínimas con las que se puede comprometer cualquier líder palestino, o cualquier líder árabe.

Pueden pasar meses negociando los detalles: la ubicación exacta de las fronteras, los intercambios de territorios, el número simbólico de refugiados a los que se les permitirá volver, los acuerdos de seguridad, la liberación de los presos, el agua y todo esto.

Pero las demandas básicas de los palestinos son inamovibles. Las tomas o las dejas.

Netanyahu dice: Las dejo.

Si las dejas ¿qué queda?

La clásica actitud sionista: No existe un pueblo palestino. Dios, exista o no exista, nos ha prometido Su país entero

El status quo, por supuesto. La clásica actitud sionista: No existe un pueblo palestino. No existirá un Estado palestino. Dios, exista o no exista, nos ha prometido Su país entero (incluyendo Jordania).

Pero en el mundo de hoy, no se pueden decir esas cosas abiertamente. Hay que encontrar un truco verbal para hacer un circunloquio.

Al final de la reciente guerra de Gaza, Netanyahu prometió un “nuevo horizonte político”. Los críticos señalaron pronto que un horizonte es algo que se aleja conforme te acercas. Pero qué más da.

Así que ¿qué es ese nuevo horizonte? Netanyahu y sus asesores se estrujaron el cerebro y se les ocurrió la “solución regional”.

La “solución regional” es una nueva moda, que empezó a difundirse hace unos pocos meses. Uno de sus promotores es Dedi Zuker, uno de los fundadores de Peace Now y antiguo diputado del Meretz. Según explicó en el diario Haaretz: El esfuerzo por la paz israelí-palestino ha muerto. Debemos utilizar una nueva estrategia: la “solución regional”. En lugar de negociar con los palestinos, debemos negociar con el mundo árabe entero y firmar la paz con sus líderes.

Buenos días, Dedi. Cuando mis amigos y yo propusimos la solución biestatal a principios de 1949, nos declaramos a favor del establecimiento inmediato de un Estado palestino, a la vez que se crearía una Unión Semita, que incluiría Israel, Palestina y todos los Estados árabes, y quizás hasta Turquía e Irán. Esto lo hemos repetido incansablemente. Cuando el (a la sazón) príncipe heredero saudí propuso la Iniciativa Árabe por la Paz, pedimos que se aceptara de inmediato.

No hay absolutamente ninguna contradicción entre una solución israelí-palestina y una solución israelí-panárabe. Es la misma cosa. La Liga Árabe no hará la paz sin en consentimiento de los dirigentes palestinos, y ningún dirigente palestino hará la paz sin el respaldo de la Liga Árabe. (Esto ya lo destaqué en un artículo en Haaretz el día del discurso de Netanyahu).

Sin embargo, hace poco, esa idea “nueva” surgió en Israel, se formó una asociación y se empezó a gastar dinero para propagarla. Se apuntaron varios izquierdistas con buenas intenciones. Dado que yo no nací ayer, me sorprendía.

Y ahora aparece Netanyahu en la Asamblea General y propone exactamente lo mismo. ¡Aleluya! ¡Ahí está la solución! La “regional”. Ya no hace falta hablar con los malvados palestinos. Podemos negociar con los líderes árabes “moderados”.

De Netanyahu no se pudo esperar que entrase en detalles. ¿En qué condiciones está pensando? ¿Cuál sería la solución para Palestina? A los grandes hombres no se les puede molestar con estas menudencias.

Estados Unidos ha pedido a Israel de forma discreta y cortés que, por favor, se quede fuera de la coalición anti-ISIS

Desde luego, todo el asunto es ridículo. Incluso ahora, cuando varios Estados árabes se han unido a la coalición estadounidense contra el ISIS, ninguno de ellos quiere dejarse ver en compañía de Israel. Estados Unidos ha pedido a Israel de forma discreta y cortés que, por favor, se quede fuera de la coalición.

Netanyahu siempre está presto a explotar las circunstancias que cambian para promover su propia actitud inmodificable.

El último asunto caliente es el ISIS (o Estado Islámico, como ahora prefiere llamarse). El mundo está horrorizado ante sus atrocidades. Todos lo condenan.

De manera que Netanyahu vincula a todos sus enemigos con el ISIS. Abbás, Hamás, Irán… todos son el ISIS.

En las clases de Lógica, uno aprende el caso del inuit (esquimal) que llega a la ciudad y por primera vez en su vida ve vidrio. Se lo mete en la boca y empieza a masticarlo. Su lógica es: El hielo es transparente. El vidrio es transparente. El hielo se puede masticar. Luego, el vidrio también se puede masticar.

La misma lógica funciona con esto: El ISIS es islamista. El ISIS aspira a fundar un califato que abarque todo el planeta. Hamás es islamista. Luego, Hamás también quiere un califato mundial.

Todos quieren dominar el mundo. Al igual que los “Sabios de Sión”.

Netanyahu tiene a su favor el hecho de que la mayoría de la gente no tiene ni idea de las cosas de las que está hablando. Por la misma lógica, Francia pertenece también al ISIS. Es un hecho: En la Revolución Francesa cortaban cabezas. El ISIS corta cabezas. Hace algún tiempo, hasta los británicos le cortaron la cabeza a su rey. Son todos del ISIS.

En la Revolución Francesa cortaban cabezas. El ISIS corta cabezas. Hasta los británicos le cortaron la cabeza a su rey. Son todos del ISIS

En el mundo real, Hamás y el ISIS no se parecen absolutamente en nada, exceptuando que ambos se declaran seguidores del islam. El ISIS descarta todas las fronteras nacionales: quiere un Estado islámico mundial. Hamás, en cambio, es fervientemente nacionalista. Quiere un Estado de Palestina. Ahora incluso habla de fundarlo en las fronteras de 1967.

No puede haber semejanza alguna entre el ISIS e Irán. Están en lados distintos de una divisoria histórica: El ISIS es suní, Irán es chií. El ISIS quiere derrocar a Bashar Asad, y tal vez cortarle la cabeza, de paso, mientras que Irán es el principal valedor de Asad.

Cualquiera que tiene interés en la política mundial sabe todo esto muy bien. Los diplomáticos en los pasillos de Naciones Unidas, desde luego lo saben perfectamente. ¿Por qué, pues, repite Netanyahu estas ideas manipuladas (para utilizar un término suave) en un foro de la ONU?

Porque no se dirigía a los diplomáticos. Hablaba a los votantes más primitivos de Israel, esos que se sienten orgullosos por tener un representante capaz de dirigirse al mundo en un inglés tan fluido.

Y de todas formas, ¿a quién le importa lo que piensan los goyim, los no judíos?

Publicado en Gush Shalom | 4 Octubre 2014 | Traducción del inglés: Ilya U. Topper