Un respeto decente
Uri Avnery
Si el Parlamento británico hubiera aprobado una resolución a favor de la ocupación israelí de Cisjordania, la reacción de nuestros medios de comunicación hubiera sido así:
‘‘En un clima de gran entusiasmo, el Parlamento británico ha aprobado con una amplia mayoría (274 votos a favor; sólo 12 en contra) una moción pro-Israel… más de la mitad de los asientos estaban ocupados, que es más de lo habitual… los que se oponen a Israel estaban escondidos y no se han atrevido a votar en contra…’’.
Por desgracia, el Parlamento británico ha votado esta semana una resolución pro-Palestina, y nuestros medios de comunicación han reaccionado, de forma casi unánime, así:
La sala estaba medio vacía… no había entusiasmo…una ceremonia sin sentido…sólo votaron la resolución 274 miembros, lo cual no la hace vinculante… muchos miembros se abstuvieron por completo.
Y sin embargo, todos nuestros medios de comunicación informaron con detalle sobre el evento; se publicaron muchos artículos en los periódicos. Todo un logro tratándose de un suceso baladí, trivial, intrascendente, insignificante, nimio e insustancial como éste.
363 ciudadanos judíos israelíes pidieron al Parlamento británico aprobar la resolución que exige reconocer el Estado de Palestina
Un día antes, 363 ciudadanos judíos israelíes pidieron al Parlamento británico aprobar la resolución por la que se exige al gobierno del Reino Unido que reconozca el Estado de Palestina. Entre los signatarios se encontraban un premio Nobel, varias personas galardonados con la orden civil más importante de Israel, dos antiguos ministros de gabinete y cuatro antiguos miembros de la Knesset (yo incluido), diversos diplomáticos y un general.
La maquinaria oficial de propaganda no entró en acción. Sabiendo que la resolución se aprobaría de todas formas, intentó restar importancia al asunto lo máximo posible. No era posible contactar con el embajador israelí en Londres.
¿Fue un evento insignificante? En términos estrictamente procedimentales lo fue. En términos más amplios, estuvo bastante lejos de serlo. Para la cúpula israelí, es una indicador de muy malas noticias.
Pocos días antes, una noticia parecida llegaba desde Suecia. El primer ministro, recientemente elegido y de izquierdas, anunciaba que su gobierno estaba planteándose el reconocimiento del Estado de Palestina en un futuro próximo.
A Suecia, igual que a Inglaterra, siempre se la ha considerado un país proisraelí, que votaba con lealtad en contra de las resoluciones ‘‘anti-Israel’’ de Naciones Unidas. Si países occidentales tan importantes están replanteándose su actitud hacia las políticas de Israel, ¿qué significa esto?
Sisi pinchó el globo de Netanyahu: que los países árabes pro-Estados Unidos se declararían aliados de Israel
Otro golpe inesperado vino del sur. El dictador egipcio, Muhammad Abd-al-Fatah al-Sisi, frustró la idea de la cúpula israelí de que los Estados árabes ‘‘moderados’’ se unirían a las filas de nuestros aliados contra los palestinos. En un discurso agudo, advirtió a su nueva alma gemela, Binyamin Netanyahu, de que los Estados árabes no cooperarían con Israel sin que antes nosotros hubiéramos hecho las paces con un Estado palestino.
De esta forma al-Sisi pinchó el recién inflado globo que Netanyahu había lanzado al aire: que los países árabes pro-Estados Unidos, como Egipto, Arabia Saudí, Jordania, Emiratos Árabes, Kuwait y Qatar, se convertirían en aliados declarados de Israel.
En Sudamérica, la opinión pública ya ha dado un giro notable en contra de Israel. El reconocimiento de Palestina está ganando terreno en círculos oficiales también. Incluso en Estados Unidos, el apoyo incondicional al gobierno israelí parece estar flaqueando.
¿Qué demonios está ocurriendo?
Lo que está ocurriendo es que se está produciendo un cambio profundo, quizás tectónico, en la actitud pública hacia Israel.
Desde hace ya años, Israel ha aparecido en los medios de comunicación del mundo principalmente como un país que ocupa las tierras palestinas. Las fotografías de israelíes publicadas en la prensa casi siempre muestran soldados totalmente equipados y armados hasta los dientes enfrentándose a palestinos que protestan, con frecuencia niños. Pocas de estas imágenes han tenido un impacto dramático inmediato, pero el efecto progresivo, acumulativo, no se debería haber subestimado.
Un servicio diplomático realmente alerta hubiera avisado a su gobierno hace tiempo. Pero nuestro servicio de Relaciones Exteriores está profundamente desmoralizado. Encabezado por Avigdor Lieberman, un abusón brutal y poderoso, al que muchos de sus colegas en el mundo consideran un semifascista, el cuerpo diplomático está aterrorizado. Prefieren permanecer callados.
Este proceso, que aún continúa, alcanzó un nivel más alto con la reciente guerra de Gaza. En esencia no era diferente de las dos guerras de Gaza que la precedieron no hace tanto tiempo, pero por alguna razón incomprensible ha tenido un impacto mucho más fuerte.
Durante un mes y medio, día tras día, se bombardeaba a gente de todo el mundo con imágenes de seres humanos asesinados, niños mutilados, madres llorando, edificios de apartamentos destrozados, hospitales y colegios dañados, masas de refugiados sin hogar. Gracias a la ‘‘Cúpula de hierro’’, no se pudieron ver edificios israelíes destruidos, ni apenas civiles israelíes muertos.
A una persona decente corriente, ya sea en Estocolmo, en Seattle o Singapur, no se la puede exponer a semejante oleada constante de imágenes horribles sin que esto la afecte, primero de manera inconsciente, después de manera consciente. La imagen mental del ‘‘israelí’’ cambia lentamente, casi de forma imperceptible. La imagen del pionero valiente haciendo frente a los salvajes que le rodean muta en la de un amenazante abusón que aterroriza a una población indefensa.
¿Por qué los israelíes no se dan cuenta de esto? Porque ‘‘siempre tenemos la razón’’.
El peligro principal de la propaganda es que su primera víctima es el propagandista: se la termina creyendo
Ya se ha dicho muchas veces con anterioridad: el peligro principal de la propaganda, cualquier propaganda, es que su primera víctima es el propio propagandista. Le convence a él, más que a su audiencia. Si distorsionas un hecho y lo repites cien veces, al final te lo terminarás creyendo.
Tomemos la afirmación de que nos vimos forzados a bombardear instalaciones de Naciones Unidas en la Franja de Gaza porque Hamás las estaba usando para lanzar misiles contra nuestras ciudades y pueblos. Guarderías, colegios, hospitales y mezquitas fueron blancos de nuestra artillería, de nuestros aviones, drones y buques de guerra. El 99% de los israelíes creen que esto era necesario. Se quedaron estupefactos cuando el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, que ha visitado Gaza esta semana, declaró que esto era totalmente inadmisible.
¿No sabe el secretario general que el nuestro es el ‘‘ejército más moral’’ del mundo?
Otra afirmación es que Hamás utilizaba estos edificios para esconder sus armas. Una persona de mi edad nos recordó esta semana en el diario Haaretz que nosotros hicimos exactamente lo mismo en nuestra lucha contra el gobierno británico de Palestina y los atacantes árabes: nuestras armas se escondían en guarderías, colegios, hospitales y sinagogas. Ahora hay en muchos lugares orgullosas placas conmemorativas que nos lo recuerdan.
A ojos del israelí medio, la abundante matanza y destrucción durante la guerra de Gaza estaba completamente justificada
A ojos del israelí medio, la abundante matanza y destrucción durante la reciente campaña estaba completamente justificada. Es bastante incapaz de comprender la indignación mundial. A falta de otra razón, la atribuye al antisemitismo.
Después de una de las guerras de Líbano (no recuerdo cuál) recibí un mensaje poco habitual: un general del Ejército me invitaba a dar a su cuerpo de oficiales una conferencia sobre el impacto de la guerra en los medios de comunicación del mundo. (Probablemente los quería impresionar con su actitud cultivada).
Les dije a los oficiales que el campo de batalla moderno había cambiado, que las guerras modernas se llevan a cabo bajo los focos de la prensa mundial, que los soldados de hoy en día tienen que tener esto en cuenta a la hora de planificar y combatir. Escucharon con respeto e hicieron preguntas relevantes, pero me preguntaba si realmente estaban asimilando la lección.
Ser soldado es una profesión como otra cualquiera. Cualquier persona profesional, sea abogado (o abogada), barrendero (o barrendera), adopta una serie de actitudes apropiadas para su profesión.
Un general piensa en términos reales: cuántas tropas para el trabajo, cuántos cañones. ¿Qué es necesario para romper la resistencia del enemigo? ¿Cómo reducir su propio número de bajas?
No piensa en las fotografías del New York Times.
En la campaña de Gaza no se destruyeron casas o se mataron niños arbitrariamente. Todo tenía una razón militar. Se tenía que matar a gente para reducir el riesgo en la vida de nuestros soldados. (Mejor cien palestinos muertos que un soldado israelí). Se tenía que aterrorizar a la gente para que se volviera en contra de Hamás. Se tenían que destruir barrios para que nuestras tropas pudieran avanzar, y también para dar una lección que la población recordará durante años, y de esa forma posponer la próxima guerra.
Todo esto tiene sentido en términos militares para un general. Él está luchando en una guerra, por el amor de Dios, y no se le puede molestar con consideraciones no militares. Como por ejemplo el impacto en la opinión pública mundial. Y de todas formas, después del Holocausto…
Lo que piensa el general es lo que piensa Israel.
El Ejército es el único elemento unificador en la sociedad israelí: reúne a mujeres y hombres, laicos y creyentes…
Israel no es una dictadura militar. Puede que el general al-Sisi sea el mejor amigo de Netanyahu, pero Netanyahu no es un general. A Israel le gusta hacer negocios, en especial negocios de armamento, con dictadores militares de todo el mundo, pero en el propio Israel los militares obedecen al gobierno civil electo.
Cierto, pero…
Pero el Estado de Israel nació en medio de una guerra tenaz, cuyo resultado no estaba garantizado de ninguna manera en ese momento. El Ejército era entonces, y lo es ahora, el centro de la vida nacional israelí. Se puede decir que el Ejército es el único elemento unificador verdadero en la sociedad israelí. Es el lugar donde se reúne y se adoctrina en los mismos valores a mujeres y hombres, asquenazíes y orientales, laicos y creyentes (excepto los ultraortodoxos), ricos y pobres, israelíes desde hace varias generaciones y nuevos inmigrantes.
La mayoría de los judíos israelíes son antiguos soldados. La mayoría de los oficiales, que dejan el ejército a los cuarenta y pico, están esparcidos por las élites académicas, políticas, económicas y administrativas. El resultado es que la mentalidad militar es la que domina en Israel.
La resolución del Parlamento británico puede no ser vinculante, pero expresa la opinión pública
Siendo esto así, los israelíes son bastante incapaces de comprender el giro en la opinión pública mundial. ¿Qué quieren de nosotros estos suecos, británicos y japoneses? ¿Creen que disfrutamos matando a niños, destruyendo casas? (Como una vez declaró Golda Meir de forma memorable: ‘‘¡Podemos perdonar a los árabes por matar a nuestros niños, pero nosotros nunca los perdonaremos por obligarnos a matar a sus niños!’’)
Los fundadores de Israel eran bastantes conscientes de la opinión pública mundial. Cierto, David Ben-Gurion declaró una vez: ‘‘No es importante lo que los goyim digan, ¡lo importante es lo que los judíos hacen’’. Pero en la vida real Ben-Gurion era muy consciente de la necesidad de convencer a la opinión mundial. También lo era su adversario, el líder sionista de derechas Vladimir Jabotinsky, el que una vez le dijo a Menachem Begin que si dejaba de creer en la consciencia del mundo, debería ‘‘tirarse al Vistula’’.
La opinión pública mundial es importante. Más que eso, es vital. La resolución del Parlamento británico puede no ser vinculante, pero expresa la opinión pública, que es lo que tarde o temprano decidirá la actuación del gobierno en cuanto a venta de armas, resoluciones del Consejo de Seguridad, decisiones de la Unión Europea y cosas de ese estilo. Como dijo Thomas Jefferson: ‘‘Si el pueblo lidera, al final los líderes lo seguirán’’.
El mismo Jefferson recomendaba ‘‘un respeto decente a las opiniones de la humanidad’’.
Publicado en Gush Shalom | 18 Octubre 2014 | Traducción del inglés: Víctor Olivares