Entre Moscú y la ambición europea
Irene Savio
Baku | Septiembre 2013
Una leyenda caucásica, que encarna a la perfección el común temor en estas tierras, habla de un viento que llegará un día y acabará con todo, árboles, ríos, nombres, incluso las montañas. Con este fatalismo como base de fondo, Azerbaiyán da una de cal y otra de arena a la hora de proceder hacia sus deseos y aspiraciones de ganar terreno en el tablero internacional, tambaleándose entre su ex patrón histórico, Rusia, y sus más recientes socios de la Unión Europea.
Bakú refleja los contrastes del Azerbaiyán de hoy: vehículos de herrumbrosa carrocería –entre ellos los míticos Lada 1000 rusos–, taxis londinenses fabricados en China y ultramodernos automóviles de marcas asiáticas, estadounidenses y europeas pululan por una carretera en cuyos costados se alzan gigantescas urbanizaciones que se levantan en pocos meses y que replican en clave moderna el aspecto de cierta arquitectura renacentista europea combinada al estilo futurista de lo nuevo en Asia. Un escenario que parece obviar las denuncias de las ONG por las carencias en ámbito de derechos humanos que pesan sobre el país caucásico.
Azerbaiyán es el país petrolero más antiguo del mundo
Con faraónicos planes como tarjeta de presentación y una economía que se ha ralentizado pero sigue vigorosa (3,8% de PIB en 2012), Azerbaiyán alberga cada vez más eventos, como el Festival de Eurovision en 2012 y el Mundial de Motonaútica este año, y ha multiplicado sus actividades de cabildeo en ambientes internacionales. Incluso las camisetas del tercer club de fútbol español, el Atlético de Madrid, lucen el logotipo del Estado caucásico: Azerbaijan, Land of Fire.
«El país está afrontando nuevos desafíos y estos eventos pueden atraer a mucha gente», afirma el subsecretario del ministerio de Deportes de Azerbaiyán, Ibrahim Nehdalli. «Para nosotros, establecer relaciones bilaterales con un creciente número de países es una prioridad», añade por su cuenta el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Elman Abdullayev.
Azerbaiyán es el país petrolero más antiguo del mundo, un recurso que explota desde 1847 y que sigue siendo su principal fuente de riqueza, aunque también podría acabarse, razón por la que la república ve necesario diversificar su modelo económico e implicar en ello a nuevos inversores.
El gaseaducto Nabucco fastidiaba a Rusia, que sigue teniendo influencia en el país
Pero la llamativa apertura hacia Europa no puede ocultar la enorme dependencia de Rusia, el enorme vecino con el que limita al norte este pequeño país exsoviético de 9,2 millones de habitantes. Su enorme riqueza de gas le permite cortejar mercados ávidos de energía como el europeo, pero no puede sustraerse a su historia. Si en algo coinciden los azeríes es que, si bien Rusia ha perdido desde la disolución de la Unión Soviética en 1991 el territorio de las repúblicas caucásicas, esto no significa que haya renunciado a su influencia sobre Azerbaiyán, que antaño hospedaba uno de los puertos más importantes de la URSS, Bakú.
El gas irá a Europa, pero ¿por qué vía? Desde hace años, Azerbaiyán vacilaba entre dos proyectos: el Nabucco y el gasoducto Transadriático (TAP). Finalmente optó en junio pasado por el segundo –que pasará por Grecia, Albania e Italia–, en detrimento del primero que había sido apoyado al principio por la UE, pero que fastidiaba, y mucho, a Rusia, porque pasaba por Bulgaria, Rumanía y Hungría, países que ahora reciben gas desde Rusia.
Aunque como admitía semanas antes en sus oficinas de Baku Murat Heydarov, el consejero jefe de la Compañía Estatal de Petróleo de Azerbaiyán (SOCAR), –que junto a las empresas BP, Statoil, Fluxys, Total, E.ON y AXPO integra el consorcio Shah Deniz II– ambos proyectos cumplían «con los requisitos requeridos».
«Lo que en Azerbaiyán tenemos claro es que hay que ser muy cautelosos, para que no nos pase como a Georgia [que mantuvo un conflicto militar con Rusia en 2008]», explica una fuente cercana al Gobierno del presidente Ilham Aliyev.
«La demanda mundial de energía se multiplicará en las próximas décadas. Por ello, nuestros proyectos son complementarios (al suministro global de energía por parte de los productores tradicionales) y no le quitaremos clientes a nadie», se esforzaba en repetir, en cambio, Murat, citando informes como los de la Administración de Información de Energía de EE UU (EIA).
La política azerí persigue sus intereses y el equilibrio entre Rusia, Europa y EEUU
De ahí que, según numerosos expertos, la elección del TAP por parte de los azeríes es un ejemplo de cómo la política azerí hace un mayúsculo esfuerzo para perseguir sus intereses, buscando equilibrios entre Rusia, Europa, EE UU e incluso países emergentes como Brasil –al cual recientemente Baku compró, a través de la empresa brasileña Embraer, seis aviones militares–. De hecho, Rusia, que es el mayor exportador de gas y petróleo hacia la UE, no habría visto con buenos ojos un proyecto como Nabucco, un gasoducto sobre el que no habría tenido control y que gracias a su gran envergadura iba a aliviar la dependencia de Rusia que sufren algunos países centroeuropeos como Austria. Además, habría tenido un recorrido similar al proyecto South Stream, que es promovido por Gazprom.
No debe, por tanto, sorprender que el presidente ruso, Vladímir Putin, quien no iba al país desde 2006, la visitara Bakú el pasado 13 de agosto. «Tenemos interés en que esta región sea una región de paz, estabilidad y cooperación», afirmó Putin. Pero durante su estancia se habló también de energía. Y de paso, en presencia de los presidentes de ambos países, SOCAR y la petrolera rusa Rosneft firmaron un tratado de cooperación de suministro de crudo, que incluye compartir infraestructuras. Afirmaron que la colaboración militar –hoy valorada en 4.000 millones de dólares (unos 3.000 millones de euros)– se mantendrá y crecerá.
Por otra parte, Azerbaiyán acaba de comprar la compañía pública de gas helena DESFA… después de que se retirara la rusa Gazprom. Mantener la buena vecindad con Rusia no está reñido, en su estrategia, con invertir en Europa. Todo esto siempre que no llegue el niet (no) de Moscú y haya aval internacional.
Desde luego, por el momento, dinero no parece faltar. Desde el aterrizaje en el aeropuerto Heydar Alíyev, el paisaje se ve teñido por la tozudez de incansables taladros, así como decenas de brazos y piernas que se mueven con la velocidad de las gacelas para acabar la nueva terminal de este aeródromo que, como la estructura principal, es un altivo edificio de espejos de dos pisos que está alzándose en forma de nave espacial.
Los palacios con marcas de lujo reemplazan a los edificios de estilo soviético
Así las edificaciones bajas y los edificios de estilo soviético, que solían antes caracterizar el corazón de esta urbe, ahora están siendo remplazadas, desde que empezara el boom inmobiliario hace casi diez años, por un sinfín de palacios que albergan marcas de lujo –Italia es el primer socio comercial, seguido de Rusia–, y por rascacielos como las tres Torres Llameantes, situadas frente al Cementerio de los Mártires. Visibles desde cualquier punto de la ciudad, su construcción, dirigida por el arquitecto británico Barry Hughes, costó casi 300 millones de euros. Además, de noche, estos torreones son iluminados con unas 10.000 lámparas LED que reproducen los colores de un petrofuego que surge de las entrañas de Azerbaiyán.
Otro es el caso del proyecto Isla Khazar: un archipiélago de 77 islas artificiales flotantes, enlazadas como una especie de gigantesca telaraña que, según el empresario que la está construyendo, Ibrahim Ibrahimov, se extenderá por 3.000 hectáreas sobre el mar Caspio y se inspira en The Palm de Dubai. «Una vez acabado en 2030, su coste estimado total sumará 100.000 millones de dólares, de los cuales 1.000 millones ya los he gastado para construir las primeras seis islas, con capital ruso, estadounidense y turco», explicó Ibrahimov. ¿Será el «país del fuego» capaz de alimentar la llama del crecimiento durante décadas?
[Primero publicado en esglobal]