Opinión

Barrer Marruecos

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 14 minutos
Opinion mgf

Estambul | Octubre 2025

Hartos de todo. Esto es lo primero que pensamos al observar las protestas de jóvenes que arrancaron en Marruecos hace una semana y al quinto día dieron titulares de disturbios, coches volcados, negocios incendiados, una comisaría asaltada y tres muertos. Tres muertos son muchos muertos en Marruecos: no es habitual que la policía dispare a matar. Algo está sucediendo.

¿Un simple estallido de violencia, la erupción volcánica de un descontento social profundo? Sin duda, sí, en lo que se refiere a esos disturbios en varias ciudades, desde Inezgane en el extremo sur a Salé y Oujda. Pero hoy, una semana después de las primeras marchas, tampoco cabe duda de que el fenómeno que se presenta como GenZ212 —Generación Z +212, el código telefónico de Marruecos— va mucho más allá de una deflagración momentáneo.

Digo fenómeno, porque aún no sabemos si es un movimiento, si bien está formándose con una celeridad que está tomando por sorpresa a todos. A un Gobierno que desde hace años cree que la mejor respuesta a una pancarta es una porra policial. A una prensa que los primeros días no supo hacer más que breves notas sobre cargas policiales, sin preguntarse por motivos ni dinámicas. A unos partidos que han bajado a la calle —como le ocurrió a la diputada izquierdista Nabila Mounib—, solo para que los manifestantes les dijeran educadamente gracias, pero con vosotros no.

Son jóvenes: un 70 % de los participantes en las revueltas reprimidas por la policía eran menores de edad

Lo que el primer día parecía una sentada de cuatro chavales desocupados y el quinto una revuelta de adolescentes con ganas de quemar cosas, al séptimo se ha mutado en un actor político que planta cara y acaba de proclamar su primera exigencia rotunda: la dimisión del Gobierno. Así. Para empezar.

Así consta en una carta hecha pública el viernes y dirigida directamente al rey. Es auténtica; surge del canal que usan ellos para comunicarse. No, no es Telegram. Ni Facebook ni Twitter, eso sirve para la comunicación al exterior. Es Discord, una red social de la que yo nunca había oído hablar y que lleva solo 5 años fuera del estricto ámbito de aficionados a los videojuegos. Y en el que los participantes del servidor GenZ acaban de superar los 200.000. Es una multitud, pero se organiza y es democrática: unos 11.000 miembros votaron en lunes pasado qué día hacer la próxima mani. ¿Quiénes son?

Son jóvenes, eso seguro. De hecho, según el balance oficial, un 70 % de los participantes en las revueltas reprimidas por la policía eran menores de edad, y en algunos grupos no había adulto alguno. Pero sería un error reducir el movimiento —o fenómeno— a los atestados policiales. A cualquier concentración política se unirán siempre adolescentes hartos de todo y sin más planteamiento político que el de destruir los símbolos del poder político y económico. Deducir de sus actos las dinámicas del movimiento no es mejor que inferir las reglas del fútbol de las bengalas que unos ultras lanzan ante el estadio. Gran parte de las manifestaciones han transcurrido de forma pacífica y los comunicados de GenZ rechazan explícitamente la violencia. Tras los disturbios del lunes tomaron medidas, limitando las protestas de cinco a ocho de la tarde, desvinculándose de cualquier acto que ocurriese después de esa hora.

No sabemos quiénes son los coordinadores y activistas de GenZ212. Pero sabemos qué no son.

No son islamistas. Sus canales están desprovistos de imaginería religiosa, no se organizan alrededor de mezquitas sino de plazas públicas, no citan el Corán sino la Constitución. Aunque algunas mujeres en sus manifestaciones llevan pañuelo, muchas otras no lo llevan; van en manga corta. Chicos y chicas van mezclados (aunque en Marruecos habría que ser muy islamista, notoriamente islamista, para hacer una mani segregada por sexos).

No son islamistas. No es una revuelta solo masculina. No son de derechas. No son todos unos desposeídos

No es únicamente una rebelión masculina, como se ha comentado ante fotos que mostraban solo adolescentes varones. A las ocasionales cámaras de medios populares marroquíes hablan tanto hombres como mujeres, aunque en los disturbios violentos por supuesto no hay chicas, y en general son minoría en las marchas. Pero no están ausentes, ni en la calle ni de los chats de Discord.

No son de derechas. Los tuiteros de la red de activistas Moorish —un curioso término inglés bajo el que se agrupa desde 2020 una corriente ultranacionalista marroquí, entregada al lema Dios, patria, rey— no ha dudado en colgarle al movimiento GenZ el sambenito de «terrorista» por los episodios de violencia, asegurando que está todo orquestado desde Argelia, el gran enemigo de la patria.

Tampoco es únicamente una revuelta de los desposeídos. Un selfie tomado dentro de un furgón policial muestra a nueve jóvenes, cinco chicos y cuatro chicas, sonrientes y haciendo la señal de la V; ellas van en camiseta y vaqueros, bien peinadas, con gafas de sol. Clase media universitaria, casi niñas bien. Como muchas de las que encabezaron las protestas de Gezi en Estambul en 2013, una rebelión que por efímera que fuera dejó una profunda impronta en la sociedad turca. En Marruecos, este sector tiene un peso demográfico mucho menor, evidentemente.

Tampoco es exactamente una revuelta generacional. Es obvio que solo los muy jóvenes manejan Discord, y dice mucho el hecho de que entre el dáriya (magrebí) que usan como lengua habitual en estos canales, intercalándolo con árabe estándar, sea más fácil encontrarse una palabra inglesa que una francesa. Y no, no dice, como han elucubrado algunos en España, que detrás esté la CIA, sino que son muy jóvenes, educados más en internet que en el colegio. Pero en las manifestaciones hay participantes de todas las edades, no falta alguna señora mayor junto a quien podría ser su nieta.

Hay quien exige destituir el Gobierno, disolver el Parlamento «y reconducir todo al estado de cosas antes de 2011»

No, no es una rebelión de jóvenes contra una generación anterior que no la comprende. Antes al contrario: en Discord circulan pantallazos de las grandes revistas políticas de 2005 y 2006, bajo el titular «De cuando había prensa libre en Marruecos». Una referencia a una prehistoria que para ellos es ignota. Como las fotos de chicas en minifalda, en blanco y negro, que difunden los jóvenes de Teherán. Hay quien exige destituir el Gobierno, disolver el Parlamento «y reconducir todo al estado de cosas antes de 2011».

En las elecciones de 2011 llegó al poder el partido islamista PJD, o mejor dicho, el poder llegó al PJD, porque el 27 % del voto que obtuvo no refleja más que el 8 % de todos los marroquíes en edad de votar. Y lo del poder es un decir: simplemente el rey lo puso de gestor de la cosa pública bajo sus órdenes. Lo del rey es otro decir, porque si bien Hassan II sí que controlaba cada vuelo de mosca en su país, de su hijo no cree ya nadie que esté atento a la tarea de gobernar. Decir «el rey» hoy día no es más que una referencia a un círculo opaco de personas que toman las decisiones, por encima y alejado del Ejecutivo. Lo que en Marruecos se ha llamado siempre el Majzén, el aparato del Estado instaurado hace 400 años. Hubo reyes que lo controlaban, hubo reyes controlados por el aparato.

No es el PJD, en todo caso, el que tiene la culpa del tobogán hacia la represión y la censura que se inició en 2010, con el cierre del mítico Le Journal, ahogado económicamente y acosado judicialmente, y el exilio de Ahmed Benchemsi, director del no menos mítico TelQuel, las dos revistas, fundadas una década antes, que figuran en aquel pantallazo nostálgico que recorre Discord para recordar tiempos de libertad. Ni cambió nada la llegada del poder al partido RNI en 2021. Lo del partido es un decir, porque el RNI es una agrupación de diputados sin ideología ni ganas de aparentar que la tengan, excepto el apego al escaño. El gestor de la cosa es desde entonces Aziz Akhannouch, el tercer hombre más rico de Marruecos (rey aparte) y fácilmente el más odiado por quienes se agolpan en el pasillo desnudo de un hospital público en el que hay que pagar hasta para el esparadrapo.

El sistema de salud pública de Marruecos está en la ruina desde hace décadas, y el de educación no está mucho mejor: los índices de fracaso escolar son apabullantes. Y qué decir de la corrupción, que en Marruecos —eso ya se decía así cuando yo era un crío— no es una lacra del sistema sino que es el sistema. Y para cualquiera es obvio que la solución de los dos primeros problemas pasa por atacar el tercero.

Marruecos siempre ha mirado hacia España en la esperanza de copiar el modelo y convertir al rey en un elemento decorativo

Por eso, GenZ212 no se ha quedado en el lema de Sanidad, Enseñanza, Justicia social: pide hacer tabla rasa. Dimisión del Gobierno. Dos: crear mecanismos para detectar la corrupción y llevar a juicio a cualquiera implicado en sobornos. Tres: disolver todos los partidos que incurran en corrupción. Cuatro: Mecanismos antidiscriminación. Cinco: Libertad de expresión. Seis: Liberación de todos los detenidos en las protestas (salvo responsabilidades individuales en actos de violencia). Siete: Liberación de todos los presos políticos y de manifestaciones pacíficas anteriores. Ocho: Convocatoria de una asamblea popular que juzgue al actual Gobierno según la corrupción que se documente. Y no como acto de venganza, sino como juicio ejemplar para demostrar que Marruecos ha entrado en una nueva era.

La carta que resume estas exigencias, mencionando en cada punto el artículo correspondiente de la Constitución, va dirigida directamente al rey, porque sus autores, subrayan, ya no creen ni en el Gobierno, ni en el Parlamento, ni en los partidos. Yo añadiría que muy probablemente tampoco crean en el rey, pero consideran útil nombrarlo como destinatario simbólico de una proclama dirigida a la nación. Declararse antimonárquico no es rentable en Marruecos: es colocarse fuera de la ley, ofrece un blanco fácil de ataques y es, en última instancia, irrelevante. Porque abundan dictaduras autoritarias y corruptas sin corona, y porque Marruecos siempre ha mirado hacia España en la esperanza de copiar algún día el modelo de pasar de una dictadura a una democracia sin baño de sangre por medio, convirtiendo al rey en un elemento decorativo. Si los españoles pudieron, ¿por qué nosotros no?

Es a la nación a la que se dirige esa proclama de iniciar una nueva era, y esta será la prueba de algodón de si el fenómeno GenZ llega a movimiento: ¿cambiará algo en la calle, cambiará la gente su actitud, mucho antes de que llegue alguna respuesta del Palacio? Porque el sistema de corrupción y dejadez, no lo olvidemos, lo componen los ciudadanos marroquíes. Y no solo los poderosos: también los jóvenes, también los desempleados de familias no tan pobres que se pasan el día en el café soñando con emigrar para hacerse de oro allá en Europa y volver con un coche de alta gama. Porque en este país, creen, nadie puede llegar a nada. No vale ni intentarlo.

Se arremangaron: hay un llamamiento de bajar a la calle para limpiarla y fotos de hombres jóvenes armados con escobas

Es la esperanza de que otro Marruecos es posible la que este movimiento, si llega a tal, debe devolver a la nación, a sí mismo. Otra forma de relación entre hombres y mujeres, fin del acoso sexual, atrás el machismo tan asimilado en generaciones y reforzado por la nueva misión islamista por satélite. Arremangarse en lugar de exigir plazas de funcionariado para poder ingresar en la clase de los corruptos.

Se arremangaron: por Discord corre un llamamiento de bajar a la calle y ponerse a limpiarla. Hay fotos de decenas de hombres jóvenes armados con escobas. Me recuerda lo que leí sobre los egipcios tras la revolución en plaza Tahrir, lo que vi en mi barrio tras la revuelta de la plaza Taksim. Las próximas semanas dirán si esa foto se queda en una anécdota o si realmente, la GenZ212 está dispuesta a coger la escoba y hacer limpieza. Empezando, como dice el proverbio, con barrer ante la propia puerta.

Quizás esto es lo que le faltara al Hirak del Rif, el movimiento lanzado en 2016, que pedía lo mismo: sanidad, enseñanza, dignidad. Pero lo hizo más desde una perspectiva de protesta contra la marginación histórica impuesta por el poder central, amalgamándose pronto con las corrientes que reivindicaban su rifeñidad levantando las banderas rojiblancas de la República de Abdelkrim de 1921-26, que (erróneamente, todo sea dicho) interpretaban como independentista. Sí: aún medio siglo después de abolirse la frontera entre el protectorado francés y el español, la fractura sigue: ni la sociedad rifeña, sumida en un conservadurismo cada vez más religioso —y eso no lo cambió el Hirak—, presta atención al debate de libertades sociales que la antaño combativa prensa en francés irradia desde el eje Casablanca-Rabat, ni desde este eje se ve en el Rif otra cosa que un territorio de campesinos, mafiosos y hachís.

En lo que a libertades sociales y religiosas se refiere, los ciudadanos se han convertido ya en su propia policía

Es posible que la GenZ, fuera del ámbito de la prensa clásica, supere por fin esa división. Al exigir la liberación de «todos los presos de movimientos de protesta», probablemente sí piense en el líder del Hirak, el joven Nasser Zefzafi, condenado a 20 años de cárcel. Y pese a la ausencia de toda referencia a la libertad religiosa en la carta citada, la ausencia de toda referencia a la religión también comporta un mensaje. Quiero pensar que para quienes la redactaron, la libertad de expresión también incluye la de Ibtissame Lachgar, la militante marroquí por los derechos humanos, activista destacada del Movimiento 20-F, la versión marroquí de la Primavera Árabe en 2011, que lleva encarcelada desde agosto, con una condena de dos años y medio de cárcel por llevar —en Inglaterra, no en Marruecos— una camiseta con las palabras Dios es lesbiana. Ponía Dios en árabe. Anatema.

Lachgar les parecerá a la GenZ un vestigio de otra época: de cuando en Marruecos se debatía en la televisión pública sobre legalizar la homosexualidad (2005), se convocaba en Facebook un picnic a la luz del día en pleno ramadán y la prensa —TelQuel, Journal— ridiculizaba en portada la acción policial desencadenada por un bocadillo (2009), o se hacía una besada ante el Parlamento (2013). Desde entonces, Marruecos se ha ido deslizando por una pendiente cada vez más represiva y autoritaria, pero no solo por quienes abusan de la ley: en lo que a libertades sociales y religiosas se refiere, los ciudadanos se han convertido ya en su propia policía.

Esta triste evolución hacia el autoautoritarismo es un resultado de la domesticación de la prensa ocurrida desde 2010. TelQuel aún existe, pero no es ni la sombra de lo que fue. El digital más liberal en aspectos sociales, Le360, es a la vez un estricto perro guardián del Majzén en lo político. No, el cuarto poder de la democracia en Marruecos es un erial. Pero quizás la paradoja sea que la GenZ, criada entre redes sociales, sin conocer ya prácticamente la prensa clásica, tampoco la necesita para ponerse a barrer.

Si es que se pone a barrer.

© Ilya U. Topper | Primero publicado en El Confidencial · 4 Oct 2025