Bernardino León
«Europa no se puede permitir desatender las primaveras árabes»
Alejandro Luque
Su aspecto es tan joven que casi invita a tutearle. En la conversación, en cambio, revela al político cerebral, frío sin dejar de resultar amable, que no deja una sola palabra a la improvisación.
Fue apodado ‘el Chico de Oro’ del gabinete del presidente Rodríguez Zapatero, su nombre llegó a estar en algunas quinielas como sucesor del líder socialista, pero tras su paso por la Secretaría de Estado de Asuntos Exteriores, y posteriormente por la Secretaría General de la Presidencia del Gobierno, Bernardino León (Málaga, 1964) saltó a Europa, donde ha hecho valer su experiencia como diplomático en Liberia, Argelia y Grecia para impulsar la política comunitaria hacia el Mediterráneo Sur. Ahora ocupa el cargo específico de enviado especial de la Unión Europea para los países de la ribera sur del Mediterráneo.
Como coordinador de la Fundación Tres Culturas en los primeros años de la pasada década, León jugó un papel decisivo en la creación de la Fundación que lleva el nombre de su amigo Edward Said y del director de orquesta Daniel Barenboim. Hoy, este dedicado lector de poesía y amante de la música de Bach figura como un importante activo de la izquierda española.
¿Europa, en los próximos años, va a estar demasiado ocupada arreglando sus propios problemas, como para seguir ayudando a las transiciones del mundo árabe?
Europa tiene dos grandes desafíos: uno, resolver la crisis de la deuda, y el otro, el de las llamadas primaveras árabes. Y no puede permitirse el lujo de desatender ninguno de los dos. Las primaveras son una oportunidad que se ha abierto de democratización en una zona compleja. No hay una garantía de éxito. Es más, si no hay una implicación muy fuerte de Europa y de la comunidad internacional, no van a salir adelante, al menos algún que otro caso.
El caso de Siria, ¿es el paradigma de la impotencia de Europa? Hoy mismo [jueves 12 de abril] se había declarado una tregua, y al rato ambos bandos se acusaban de vulnerarla…
Cada uno de los países tiene su propia especificidad, todos son diferentes y tienen su propia Historia, aunque haya también rasgos comunes. Siria es un caso muy particular, es un mosaico de minorías muy complejo. La Unión Europea no está ahorrando esfuerzos para buscar una solución, lo que pasa es que ha dado prioridad a una solución regional, a la búsqueda de soluciones desde la Liga Árabe, lo cual tiene todo el sentido, y desde la ONU. La UE apoya al máximo, pero uno de los riesgos que corremos en esta situación es la de parecer que vamos dando lecciones. Por eso es mucho mejor que el impulso de la democracia árabe tenga un protagonismo árabe.
¿La opción de la intervención militar sería una solución posible, o lo estropearía todo aún más?
No, yo creo que una invasión occidental nunca sería una buena idea. Es mejor que sean las propias potencias árabes quienes lo orienten, y así está tratando de hacerse.
El caso de Libia sí supuso una intervención. ¿Estaba más justificado?
Sí, y hay razones para ello. Había una clara división geográfica en el contencioso libio, había una ciudad sitiada que estaba a punto de ser invadida por las fuerzas de Gadafi, por tanto era más fácil esa intervención. Y, aún así, quiero recordar que se optó por no intervenir con fuerzas sobre el terreno, sino con un apoyo aéreo a esa revolución del Consejo Nacional de Transición.
Recuerdo unas declaraciones suyas en las que mostraba su confianza por la buena marcha del proceso democratizador en Libia, pero el resultado, a día de hoy, es una fuerte división interna, problemas de todo tipo… ¿Puede derivar eso en una democracia?
La transición en Libia no es de una dictadura a una democracia, sino de un no-estado a un estado. No se trata de reforzar instituciones o llenarlas de contenido, como está ocurriendo en otros países, sino de crearlas. El régimen de Gadafi destruyó todas las instituciones del país. Por eso, es un caso más complejo, no podemos medir su éxito en semanas o en meses. El actual gobierno está nombrado desde el pasado mes de diciembre. Es muy poco tiempo para juzgarlo. Tengamos paciencia, yo creo que en algunos aspectos las cosas están yendo, por el momento, razonablemente bien. En otros, las dificultades son mayores, sigue habiendo un fuerte control de las milicias, se han producido violaciones de los derechos humanos, se han producido enfrentamientos, violencia y muertes que lamentamos, pero hay un gobierno que está tomando posiciones, se está recomponiendo la administración, la producción de petróleo se está recuperando, los servicios básicos van volviendo a los ciudadanos, los bancos y los servicios financieros también… Se está tratando de volver a la normalidad y de llenarla de contenido. Antes de la guerra era una normalidad bastante artificial.
El ciudadano de a pie vio a todos los líderes occidentales siendo huéspedes de Gadafi, antes de que pasara a ser el malo número uno. ¿Cómo explicamos esa contradicción?
Comprendo perfectamente las críticas y la dificultad de entender eso.Lo que ocurrió con Gadafi es que fue un régimen muy criticado, le impusieron sanciones por apoyar el terrorismo en distintas facetas, y en un momento determinado decidió tomar medidas en distintos aspectos, sobre todo respecto a arsenales químicos y otras cuestiones que le estaba pidiendo la comunidad internacional, y ésta reaccionó, sin que esa reacción pueda llevarse más allá de un simple reconocimiento de que se estaban dando ciertos pasos. De ahí a dar por bueno el régimen de Gadafi, hay una distancia enorme. Creo que nunca se llegó a ese punto. Ni siquiera los líderes internacionales que tuvieron una relación más estrecha con el régimen, no España desde luego, no dudaron a la hora de adoptar medidas de apoyo militar a la lucha.
Marruecos. Las medidas que se han tomado, para unos profundas, para otros cosméticas, ¿son satisfactorias para las democracias europeas?
Creo que el gobierno marroquí también lleva poco en el poder. Hay que dar tiempo al tiempo y ver qué rumbo va a adoptar, si se trata de una coalición, y cómo funcionan los partidos de esa coalición que no son islamistas… Yo no creo que se trate de una islamización, se han tomado medidas que están siendo polémicas, vamos a ver cómo reacciona el gobierno ante esas críticas.
Me refería más bien a los cambios que introdujo el rey, para evitar el contagio de la Primavera Árabe.
No, las reformas creo que son más profundas de lo que algunas críticas podrían sugerir. Creo que son serias, hay una verdadera transferencia de poder. Y también me parece importante subrayar que Marruecos no es un caso comparable al de Túnez o al de Egipto. No hay una transición, sino una reforma política, puesto que los partidos políticos ya existían en Marruecos, tienen un sistema de elecciones. Lo que se han tomado son unas medidas importantes para que haya una mayor descentralización del poder.
Pasemos a Argelia. Allí la revolución ha quedado pospuesta sine die, ¿por qué?
Argelia es un caso muy especial. Un país que ha vivido una guerra de la independencia muy dura, muy difícil, estableció el régimen dirigido por el FLN, intentó una transición a partir del año 88 que no funcionó, y que desembocó en una guerra civil, se habla de 150.000 muertos, hubo una terrible violencia por ambas partes… Por tanto, yo creo que la memoria de ese enfrentamiento tan reciente explica que allí se esté actuando de otra manera. Eso no quiere decir que el país esté estancado: se han tomado medidas de carácter político, como el levantamiento del estado de emergencia, se han convocado elecciones, se ha invitado a la comunidad internacional a verificar la limpieza a través de un monitoreo… Hay movimiento.
Hay quien afirma que el éxito del gobierno se basa en la represión de cualquier protesta.
Es verdad que ha habido movimiento también en la calle, manifestaciones que han sido reprimidas en algunos casos con dureza. Pero vamos a ver. Como decía Victor Hugo, nada puede detener una idea a la que le ha llegado su hora. Es lo que hemos visto en Egipto, Túnez, Libia. Es lo que estamos viendo en Siria, donde la gente sigue peleando y saliendo a la calle a pedir libertad. Y vamos a ver qué sucede con el resto de países de la región, porque no creo que ninguno pueda quedar completamente al margen de esta dinámica de cambio.
Otro país que, como Argelia, usted conoce muy bien, es la desconocida Mauritania. ¿Es tan distinto y distante como para que la corriente revolucionaria no llegara hasta allí?
Mauritania tuvo unas elecciones, luego un proceso posterior de golpe de Estado, una presión fuerte de la Unión Africana para que retomase la vía democrática. Es un país con grandes dificultades económicas, también con una presión de Al Qaeda, y a pesar de esos desafíos sigue tratando de avanzar en el camino democrático. Se precisa una implicación internacional muy fuerte, y creo que esos procesos que Mauritania inició cuando aún no había empezado la Primavera Árabe deberían ahora verse reflejados y deberían permitir una profundización en una democracia que todavía es muy joven, y poco profunda.
Cuando en Europa se habla de Turquía, ¿se refieren a él ya como socio de pleno derecho, o todavía como aspirante?
Hay visiones diferentes. En España se le ha visto siempre como un país que debería, al cabo de un proceso de acercamiento y homogenización, acabar integrándose en la Unión Europea, hay socios europeos que no lo ven de ningún modo, otros que tienen sus dudas… De lo que no tengo ninguna duda es de que una Europa a la que se incorporase Turquía tendría una capacidad mucho mayor de intervenir en estas dinámicas de cambio y de contribuir a consolidarlos. Sería un actor más capaz, con mayor potencia internacional.
Y no solo por la pujanza económica turca, sino por su papel de eje…
Absolutamente.
A usted, que es amante de la poesía, ¿qué le ha parecido el poema de Günter Grass?
Israel y el proceso de paz de Oriente Próximo no entran en mi mandato, por tanto me permitirá que sea prudente. No he seguido en toda su profundidad el debate sobre el poema, sé que en el fondo lo que sí hay es una preocupación por todo el contexto de una escalada creciente en cuanto a Irán, y sí creo que para todos estos procesos, para esta región en un momento de cambio histórica, sería muy mala noticia que se produjera un conflicto en la zona. La opción militar, hay que insistir en ello, no es una buena opción para resolver el problema nuclear iraní.
Hay quien apuesta que no es más que una bravata de patio de colegio.
La verdad, solo el tiempo dirá si esas opiniones son correctas o no. Yo espero que lo sean, y que no estemos ante la preparación de un ataque militar, sino ante un intento de disuasión de la amenaza de esa posibilidad.
Una curiosidad: hace unas décadas, si hablaba de marroquíes o egipcios, se buscaban en el mapa en Marruecos o Egipto. ¿Ahora, a la hora de hablar de un país, hay que mirar también a Francia o Alemania? ¿Cuentan con las poblaciones emigrantes?
Bueno, no de manera directa. Nuestro trabajo consiste en tomar medidas que puedan servir para apoyar, acompañar y contribuir a consolidar estas transiciones. Ahora, hay colectivos importantes en Europa, y nos interesa mucho saber si se están implicando en estos procesos, qué están votando… Al haber tenido un contacto más directo en países con una cierta tradición democrática, pueden contribuir de manera positiva al desarrollo de la democracia en sus propios países.
¿Qué le gustaría lograr antes de que concluya su mandato?
Hay una parte de mi mandato que digamos no está en nuestras manos, y es que estas transiciones tengan éxito. Me gustaría verlo. Pero una cosa sí está en mi mano, y es que Europa haga todo lo posible para contribuir al éxito. Ésa es mi mayor ambición.
Supongo que eso sólo se puede lograr coordinando lo político y lo económico.
Absolutamente, y Europa, en un momento difícil, tiene que ser capaz de pasar de la geoestrategia a la geopolítica.
El gran capital, ¿está por la labor?
El gran capital suele moverse en función de las oportunidades. No creo que vaya a realizar una inversión por razones políticas, esto es evidente, ni tampoco creo que deje de hacerlo por ellas. Los inversores saben bien que estos países tienen a medio plazo unas perspectivas de crecimiento muy interesantes, nosotros estamos alentando mucho que se produzcan o adelanten inversiones, porque el riesgo o la inestabilidad es a corto plazo, esos tres o cuatro años donde hay miedo de invertir. Si esas inversiones se adelantaran, contribuirían a lo que es hoy el mayor desafío en esas regiones, que es la creación de empleo. Las revoluciones en los países árabes son por la dignidad, y ésta no sólo tienen una componente política, sino también económica: si no hay trabajo, una cierta expectativa de prosperidad, no va a haber dignidad. El turismo, otros de sus motores económicos, también sería muy deseable que volviera. Todas las semanas compruebo que se está recuperando la seguridad, y tras las revoluciones es aún más interesante visitarlos.
Ese discurso va a chocar con la clásica superstición: “Cuanto mejor les vaya a ellos, peor nos irá a nosotros…”
No, creo que España y Europa tiene una oferta turística diferente, y empresarialmente somos complementarios. Solo le voy a recordar algo: cuando se hablaba de la adhesión de España a la UE, había personas en el sur de Francia que pensaban que iba a ser malo para ellos. Más tarde, cuando España se convierte en un mercado más amplio y un país cuya renta se elevó, aquellos a los que les fue mejor fueron los de las regiones fronterizas. Si estos mercados crecen, se expanden, se estabilizan, se crean dinámicas positivas en los países del sur del Mediterráneo, a España le va a ir muy bien. Le será más fácil salir de la crisis si a sus vecinos les va bien.
¿Tranquilizamos pues, por ejemplo, a algecireños y ceutíes que creen que el proyecto de macropuerto de Tánger va a ser su ruina?
No es cierto: Algeciras, desde que está ese puerto en funcionamiento, le ha crecido el tráfico. Si se crea ahí una zona importante, si ese puerto se hace más activo, esas mercancías van a tener que seguir siendo transportadas por mar hacia Europa, y lo más probable es que se haga a través de Algeciras. Hay que saber ver las oportunidades donde se están produciendo, y saber vivir con ellas, no tenerles miedo y aprovecharlas, como los luchadores de judo aprovechan la fuerza del contrario.