Carlos Zanón
«Los pisos turísticos destrozan un barrio: un barrio son viejos y niños»
Alejandro Luque
Barcelona | Febrero 2019
Aunque empezó como poeta, una larga trayectoria como autor de novela negrocriminal (No llames a casa, Yo fui Johnny Thunders, Marley estaba muerto, Taxi) avalan a Carlos Zanón para acometer su atrevimiento definitivo: resucitar a Pepe Carvalho, el inmortal personaje de Manuel Vázquez Montalbán, en Problemas de identidad, su última obra, que ha visto la luz en Planeta.
Barcelonés de 1966, licenciado en Derecho pero ya definitivamente dedicado a la literatura, actualmente Zanón ejerce como director del festival BCNegra. Pero fue en Sevilla, en la Fundación Tres Culturas, donde accedió a conversar con MSur sobre el proyecto carvalhiano –que, afirma, no sabe si tendrá continuidad o no– y el estado del género en España y el Mediterráneo.
Una de las coincidencias que se han señalado entre Vázquez Montalbán y usted es que ambos proceden de familias trabajadoras. ¿La novela negra no es un género para pijos?
Yo creo que, en general, para dedicarte a escribir tienes que estar en guerra y querer salir de algún sitio. Es como los boxeadores clásicos. No es que vivir en una clase media o baja te haga escritor, sino que tienes que buscar una manera de salir del barrio, de la clase. Tú esperas ser algo, no uno más, no tener el mismo trabajo que tenía tu padre. Y si tienes talento para escribir, tiras por ahí. Esa rebeldía, si vives en un entorno muy cómodo, si no tienes motivos para estar tan enfadado, tan furioso, tan rabioso, es más complicado. Que sea novela negra, es un accidente: no creo que sea más combativa o subversiva que cualquier otro género.
Con Carvalho siempre tuve la impresión de que no interesaba tanto resolver casos, como brindar la propia visión del tardofranquismo. Lo social, lo político, ¿ha pasado ahora a un segundo plano? ¿Van los rumbos por otro lado?
«En la novela negra el culpable es siempre el sistema, hay una denuncia implícita de la desigualdad»
En el caso de Vázquez Montalbán, que es claramente la generación de mis padres, es crecer en una ciudad que ha perdido una guerra. Los perdedores tienden a querer ganar la guerra desde la narración, desde una justicia poética. Yo creo que en la novela negra el culpable es siempre el sistema, hay una denuncia implícita que implica que es la desigualdad la que hace que la violencia sea en un momento determinado el único lenguaje. Evidentemente, no vivimos una dictadura, pero lo que pasó con la crisis económica, lo que está pasando con la inmigración, es absolutamente despiadado. Incluso cuando las cosas van bien, la estructura de las sociedades, cómo tratamos a los viejos, cómo nos tratamos a nosotros mismos, siendo nuestros propios capataces, machacándonos, aceptando cualquier condición, es caldo de cultivo para la novela social y política.
Cuando leí la noticia de que retomaría la figura de Carvalho, lo primero que pensé fue cómo ha cambiado el barrio chino de Barcelona, lleno ahora de pisos turísticos y de tiendas de souvenirs. Pero, ¿quién ha cambiado más, el barrio o el lector?
Sobre todo al principio, Carvalho tenía un lector más politizado. Hay un momento en que Planeta se decide a darle su premio a escritores rojos, como Semprún, Marsé o el propio Vázquez Montalbán. Carvalho tenía una voluntad claramente mayoritaria, pero el lector buscaba sobre todo un producto de calidad. Ahora es distinto: quizá también se busque calidad, si puede ser, pero sobre todo entretenimiento. Las ciudades también cambian, pero me resisto a la nostalgia fácil de que ayer era mejor todo. El pasado solo te parece mejor porque tú eras más joven.
En concreto, el Raval tampoco era precisamente el paraíso en la tierra…
No, claro, probablemente hubiera mucha delincuencia lumpen, pero ahora hay un caso de unas partes cercanas al puerto, que son envases sin un contenido. Los pisos turísticos destrozan un barrio, en el sentido de que un barrio son viejos y niños: si quitas eso, y solo es gente que durante unas horas vive allí, y tienes un taller que alquila bicicletas y otro que hace falafels, eso no es un barrio. Un barrio son escuelas, tiendas, gente que hace horarios diurnos… En ese sentido, el antiguo Raval era algo más humano que lo que vemos hoy en algunas partes.
Lo que quizás no ha cambiado es el gusto por la comida, aunque los chef estrella han desplazado a las antiguas casas de comida que tanto le gustaban a Vázquez Montalbán. ¿Eso también informa de esta situación?
«Muchos de los autores que leemos hoy serán clásicos mañana, solo necesitamos un poco de perspectiva»
Creo que los ideales democráticos de la igualdad, la fraternidad, etc, tienen un efecto invasivo. Estamos de acuerdo en que es fantástico que los precios permitan que todo el mundo pueda viajar, pero eso implica que el turista desplaza al viajero. Y el hecho de que tanta gente valore comer bien, lo que hace es que los sitios que antes daban de comer bien, simplemente porque era su trabajo, porque eran artesanos, se dan un marchamo de artistas y todo se distorsiona. Es el capitalismo, la oferta y la demanda. Y si hay gente que paga por algo, el mercado ve hasta qué cantidad puede llegar y lo regula.
No es la primera vez que se recupera una figura literaria, de hecho es ya casi un subgénero. ¿Cree que en este tiempo nos cuesta más crear figuras clásicas, que todo es más líquido, menos llamado a permanecer?
Evidentemente, para crear un personaje que trascienda a ti mismo, primero no tienes que intentarlo. Esas cosas pasan. En el caso de Larsson, él no era consciente de estar creando a Lisbeth Salander, de hecho ella aparece como un personaje secundario en sus novelas. Y sobre todo, para saber si has hecho un personaje que trascienda, nos falta tiempo, perspectiva. Muchos de los autores que leemos hoy serán clásicos mañana, solo que necesitamos un poco de eso, de perspectiva.
¿El pasado no nos queda lejos?
En el caso actual no es que haya nostalgia, es algo más profundo: las redes han permitido que pasado y presente convivan en el mismo tiempo. Si quieres, hoy mismo llegas a tu casa y te ves un concierto de James Brown que dio en el Apolo en el año 62, y ese concierto compite con David Bustamante o con quien sea. El pasado es actual, ¿por qué no tenerlo todo al mismo tiempo? ¿Por qué resignarnos a la muerte, por qué resignarnos a que las cosas se acaben, si podemos tenerlas siempre a nuestro alcance?
De hecho, creo que uno de los aciertos de su novela es haberse traído a Carvalho al presente, y no hacer un Cuéntame con escenarios de cartón piedra. Más arriesgado, pero más efectivo…
Sí, y luego había otra decisión premeditada, que la novela se proyectara hacia el futuro: Carvalho no va nunca a los mismos sitios a los que iba: ni bebe en las mismas coctelerías, ni come en los mismos restaurantes… Es otro mapa.
Algo que nunca entendí bien de Carvalho, o quizá me producía cierto disgusto, era la costumbre aquella de quemar los libros. ¿Usted lo entiende?
Por un lado, hay un concepto de crítica literaria cervantina. Cuando empecé a escribir la novela, una de las cosas que pensé fue precisamente: “Oh, qué bien, voy a quemar libros”. Pero luego es muy desagradable. Incluso quemar libros que no te gusten, o que sean negativos, panfletos… Me costó mucho quemar libros, por eso quemo los que me gustan. Uno de mis favoritos, Mi historia secreta de Paul Theroux, lo quemo.
Pero ¿por qué?
«Vázquez Montalbán tenía una mirada muy lúcida, como una llave maestra que abría todas las puertas»
¿Por qué lo hacía él? Decía que porque le habían decepcionado, no le habían servido para vivir. Yo puedo entender eso. El problema es que cuando te sumerges mucho en el mundo de los libros, te distorsiona la vida. Por un lado, quieres que la vida tenga los mismos mecanismos narrativos que la ficción. Que la gente se quede o se vaya de tu lado por motivos que cierren bien, que los diálogos sean adecuados. Pero la vida es mucho más caótica. Y luego vives muy dentro de la cabeza. Darte cuenta de que han ayudado poco al hombre de acción, explica en parte que Carvalho haga eso.
¿Ha pensado –supongo que sí– cómo habría vivido Vázquez Montalbán el procés?
Hombre, es un misterio, pero lo que sí he añorado, y creo que mucha gente, es su mirada. Él tenía una mirada muy lúcida, sabía desentrañar muy bien lo que pasaba. Tenía como una llave maestra que abría todas las puertas. Nos habría ayudado mucho a ver. En eso era muy poeta, levantaba el velo y mostraba lo que había. Ojalá estuviera por aquí.
Y habría estado encantado con el resurgir de la copla…
Y con Rosalía, seguro, también [risas]
Como responsable de BCNegra, ahora que casi se puede atravesar la Península Ibérica saltando de festival en festival de novela negrocriminal, ¿hay demasiados? ¿Hay una burbuja de festivales?
«Ahora somos demasiado complacientes con el delincuente, el narcotraficante, el matón, el hijo de puta»
Creo que no. Evidentemente hay muchos, pero no creo que sobren. Han sustituido a lo que antes eran los concursos de poesía, que había mil. Pero es parte de la industria cultural y de la actividad de los sitios. No molestan: uno, por ir a un festival, no va a dejar de ir a otro. Mejor un festival literario que un festival de armas, o algo así.
Este año BCNegra estuvo dedicada a los puertos. ¿En el Mediterráneo se mata mejor que en el interior?
Cada sociedad mata de determinada manera. Que alguien entre en un colegio con un rifle y abra fuego, es algo que no entendemos: no es nuestra manera de matar. Cada país desarrolla una manera de delincuente, de delito, y el Mediterráneo tiene las suyas. Por otro lado, el género funciona en parte porque vivimos en sociedades muy pacíficas. Por suerte, no vivimos eso en la calle.
Algunos viejos cultivadores del género se quejaban de que cierta deriva del género, en la que todo se estaba volviendo muy políticamente correcto, guardias civiles de buen rollo, polis abstemios, buenos muy buenos… ¿se ha ablandado la novela negra?
Yo creo que no, lo que pasa es que los policías no son como los de antes. Carvalho es detective privado porque no puede ser policía, nadie se creería en el año 70 y pico que la policía es buena. Si reflejas ahora que la policía es buena, es porque tu vecino es poli y es buena persona. Si tuviera que hacer una crítica, yo diría que ahora somos demasiado complacientes con el delincuente, con el narcotraficante, con el matón, con el hijo de puta.
Eso se ha disparado con las series. Desde Scorsese, no se veía tanta complacencia…
Es ridículo que seamos anticapitalistas y valoremos tanto al capo de la mafia, que es el capitalismo hortera y extremo. Alguien que se dedica a tener putas y a matar por cocaína, ahora es un héroe. Es puro capitalismo, eso sí me molesta. Al matón que no aguantabas en el cole, ahora cuando escribes, lo vanaglorias. Y eso no tiene nada que ver con ser políticamente correcto, tiene que ver con ser idiota.
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© Alejandro Luque | Especial para M’Sur
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