Eduardo Manzano Moreno
«En Al-Andalus hubo una cultura laica»
Alejandro Luque
Sevilla | Marzo 2019
Después de analizar a fondo la época andalusí en Conquistadores, emires y califas. Los Omeyas y la formación de al-Andalus, entre otras obras, Eduardo Manzano Moreno, historiador y profesor de investigación en el Instituto de Historia del CSIC, dedica su último libro a un hallazgo extraordinario: los anales de un funcionario y cronista de la corte de Al Hakam II, donde se recoge de forma pormenorizada la vida en el califato de Córdoba entre 971 y 975.
La corte del Califa (Crítica) supone así una aproximación privilegiada a la figura de Al Hakam, conocido por poseer una de las mayores bibliotecas de su época y por ser el morador de la suntuosa Medina Azahara, y de quienes le rodeaban en aquel momento de esplendor cultural y económico. Manzano, que parece tan cómodo ante la prensa como ante sus alumnos, se muestra interesado sobre todo en desterrar tópicos desde el principio de la entrevista. Afuera, el sol de Sevilla se antoja el mismo que alumbraba a los almohades.
Al Andalus, ¿es un periodo demasiado idealizado, o nos quedamos cortos a la hora de admirarlo?
No es ni una cosa ni la otra. No se puede hacer una idealización poética, como si se tratara de un periodo, digamos, paradisíaco, donde se concentran muchos mitos. Pero tampoco se puede ignorar que es un periodo que, cuanto más lo investigas, más sorprende por su enorme dinamismo social, por su riqueza cultural y por la gran creatividad que se despliega. Podíamos compararlo con la Roma clásica: hay tal explosión de creatividad, de elementos novedosos que se reciclan… Y a los que lo hemos investigado muy bien nos da rabia que haya una especie de barrera cultural, de rechazo a algo que parece que no corresponde a nuestra identidad. Y esa barrera, la gente no siempre está dispuesta a traspasarla.
Volveremos sobre eso, pero lo que parece cierto es que Al Andalus logró conciliar eso que ahora parece tan difícil, como es el desarrollo económico y el esplendor cultural. ¿Cómo lo hicieron?
«Algunos están tratando de secuestrar la identidad europea como algo propio»
Es completamente cierto. En el siglo X, que es la época que trato en el libro, hay una prosperidad económica generalizada. Es una época de expansión agraria y comercial, hay una artesanía muy potente también. El Califato centraliza muchos recursos, a través de un sistema fiscal muy desarrollado, y los redistribuye. En ese sentido, funciona como una especie de motor de crecimiento, un centro de demanda que espolea mucha oferta. Así, los recursos se redistribuyen, y crea un efecto fuente que llega cada vez a más a capas más bajas… Con los impuestos paga al ejército, a los cortesanos, a los poetas, y estos a su vez los gastan en sirvientes, en adquirir caballos, cerámicas… Así alcanza a todas las capas de la sociedad.
De lo que no estaban libres, ni siquiera en aquella época, era del azote de la corrupción, aunque no fuera comparable a lo de nuestros días…
Cuando tienes cinco millones de dinares, como les entraban todos los años, controlar toda la maquinaria que controlaba esos recursos era muy difícil. Y el califa estaba desesperado por lograrlo. Ve que hay oficiales, recaudadores, que si se decreta una bajada de impuestos, no se lo dicen a la gente y se embolsan la diferencia. Y está quien detrae moneda de la fábrica, y se quedan con una parte.
Hace poco oímos a Vox lanzar mensajes xenófobos, pero solo en nombre de la defensa de una identidad cultural europea. ¿Se puede entender dicha identidad sin el elemento árabe?
Es curioso lo que está pasando: algunos están tratando de secuestrar la identidad europea como algo propio, entroncando con una genealogía harto discutible, porque muchas partes de esa identidad no han surgido precisamente gracias a los elementos más reaccionarios de nuestra sociedad. Lo mejor de la identidad cultural europea se caracteriza por su interés, por su conocimiento del otro, y su deseo de explicar al otro, y hacerlo de manera honesta, rigurosa y equilibradas. Por eso estas visiones sectarias lo que niegan en última instancia es esa tradición cultural, y nos quieren llevar a otra muy limitada, muy alicorta.
En eso juega un papel importante la vieja idea de los mundos irreconciliables, Oriente y Occidente, y del español matamoros que rescata al territorio de los malvados invasores. ¿Qué hay de verdad y de mito ahí?
Es un intento de tratar de reforzar una identidad muy específica a través de la Historia, desde un punto de vista excluyente, parcial y sesgado. Creo que si algo puede permitirnos el desarrollo en el siglo XXI es generar identidades críticas. Mirar al pasado con una visión crítica de nosotros mismos, que nos haga replantearnos. El conocimiento del otro es lo que nos permite no quedarnos anclados en una visión del pasado que hoy no tiene sentido, no ayudan a nadie.
Es usted muy crítico con las tesis de Olagüe. Pero, sin comulgar con sus ideas, ¿es todavía sostenible la idea de invasión pura y dura?
«No es una invasión, es una conquista militar por parte del Califato omeya de Damasco»
Olagüe era un fascista, para empezar. Un falangista desocupado que tuvo una ocurrencia, que era una barbaridad. Tratar de mantener esas tesis hoy en día, incluso desde posturas muy antagónicas, es tratar de adaptar a nuestro discurso elementos de la Historia que no nos gustan, como una especie de fake news, aunque sea con calzador. Ya sea para venderte a ti mismo y que te inviten a dar conferencias. Si falseas eso, ¿por qué no vas a negar el holocausto, por ejemplo? ¿Dónde queda el conocimiento?
¿No cree, entonces, en la idea de una islamización progresiva? ¿Fue todo campaña militar por parte de señores de tez morena?
Bueno, es evidente que hubo conquistas, nos guste o no. Y como toda conquista, tuvo sus elementos violentos, también pactos, y puso en marcha procesos que se desarrollaron a lo largo del tiempo. No es una invasión, en eso estoy de acuerdo contigo, es una conquista militar por parte del Califato omeya de Damasco, un imperio muy centralizado. Si se pudiera comparar con algo, sería con la conquista romana, que a veces se impone por la fuerza, a veces con pactos, y que pone en marcha la romanización. Aquí lo mismo. No se puede minusvalorar la conquista, que debió de ser violenta, y nos consta que hay gente que la rechaza, aunque también quien decide colaborar. Una vez dicho eso, es verdad que la idea de nómadas camelleros que vienen aquí, ya nadie la sostiene.
¿Quiénes eran, entonces?
Los contingentes no fueron cientos de miles, serían decenas de miles… Y hay que acabar con la idea de una conquista realizada por unos salvajes, tribus enloquecidas. Todo lo que sabemos es que son conquistas muy bien organizadas, que ponen en marcha rápidamente una organización potente, como se ve en los papiros de primera época que se han encontrado en Egipto. Pero tampoco hay duda de que la conquista divide rápidamente a la sociedad entre conquistadores y conquistados. ¿Qué ocurre? Lo comparo todo con el big bang: hay muchos elementos que se van conjuntando para crear una realidad muy distinta al origen. Claro que de ahí a, como pretenden algunos, que tengan que pedirnos perdón…
Fue Aznar quien dijo eso. ¿Cómo lo califica un experto?
Aznar es el típico exponente del pensamiento conservador español, convencido de que la nación española surge con la Reconquista, y que este país está en lucha con el islam desde el siglo VIII hasta nuestros días. Y mucha otra gente aboga por eso, publicistas, periodistas, profesores universitarios… Un mensaje político que refuerza esa identidad del nosotros contra ellos. Una identidad muy sectaria, como decía antes, que no sirve para planificar bien el futuro.
También hay un andalucismo que sublima esta época en sentido contrario. Y desde el mundo musulmán, se ha llegado incluso a pedir la devolución del territorio. ¿De qué beben esas otras mitologías?
«No nos gusta, pero yo no me puedo inventar que en Medina Azahara no había esclavos ni eunucos»
Es una cosa muy potente. Las identidades conforman el pasado, y no al revés. Lo condicionan. Adaptamos el pasado para que sea un nosotros contra ellos. Frente a eso, tenemos que tratar de buscar el pasado como fuente de conocimiento y elemento crítico que nos haga dudar de nuestras identidades. No nos vendría mal en esta época de exacerbación dudar un poco de nuestras certezas. La Historia es un proceso de cambio continuo. Frente a los que tratan de decir que hay una esencia inmutable en el tiempo, la Historia nunca se detiene. No hay nada estático. Por eso soy contrario a los mitos y a los tópicos, que no te dejan comprender nada. Solo se refuerza en lo que ya piensa. El conocimiento histórico solo tiene razón de ser cuando nos cuestiona. Solo cuando lo entiendes, todo tiene sentido.
Una de las revelaciones de su libro es que se han hallado dinares andalusíes hasta en el condado de Barcelona. ¿Por qué no llegaron más lejos, hasta el norte de Europa, como otras monedas árabes de la época?
Curiosamente no fueron más allá, no les dio tiempo. Al norte de Europa llegan las monedas de los abasíes, que hacen todo un camino a través de Rusia, hasta Escandinavia. Allí se están encontrando cientos de miles de monedas, en Suecia, en Noruega, en Dinamarca… Al Andalus no duró tanto, y esas monedas estaban relacionas seguramente con el tráfico de esclavos.
¿Hablamos, en todo caso, de la primera vía comercial entre el Norte de África y Europa?
Ese es un tema que me interesa mucho. En el siglo VII y VIII, el comercio se interrumpe. Dicen que fue por las conquistas árabes, pero parece que no fue por eso. Y durante bastante tiempo no hay contactos comerciales. Se reanuda en el siglo X, y parece que la primera mercancía que empieza a recomponer esas redes son los esclavos. Es otra cosa que no nos gusta, pero yo no me puedo inventar que en Medina Azahara no había esclavos ni eunucos. Pero a partir de ahí comienzan a intensificarse lo que serían las grandes rutas comerciales medievales, que se enriquecerían con otros productos.
¿Qué lugar real ocupaba la religión en la estructura social de la época?
Eso también es muy interesante, Estamos muy distorsionados por las fuentes que tenemos, escritas por una clase ilustrada, para la cual la religión sería importante. Pero cuando tenemos atisbos, vemos que la religión no lo era todo en esta sociedad, y que hay una cultura laica, mucho más permeable. No siempre lo vemos bien, tenemos la religión muy omnipresente, pero no era sí…
Como la tenemos también hoy con el mundo árabe actual, ¿no?
«Vemos que la religión no lo era todo en esta sociedad, y que hay una cultura laica, mucho más permeable»
Es una manera de definir al otro diciendo: “Claro, estos son unos fanáticos, le gente está rezando desde que se levanta hasta que se acuesta…” Y no es verdad, claro. Tenemos fogonazos, por ejemplo algunas sentencias que condenan el hecho de que los musulmanes vayan a celebrar la Navidad con los cristianos. Si lo condenan, es porque la gente lo hacía, cenaban juntos, se intercambiaban regalos. Pero los ulemas de Córdoba les decían que no se mezclaran. La religión levanta estas barreras, pero vemos también un cierto golferío [risas], donde se ve que la gente se está… frotando [risas].
Estamos acostumbrados a una Historia en masculino. ¿Dónde está la mujer aquí?
En las sociedades medievales, la mujer está excluida del espacio público. Pertenece al privado, donde sí parece que jugó un papel importante, pero no lo podemos ver. En la crónica que yo trabajo en mi libro, prácticamente no hay ninguna mujer. ¿Eso quiere decir que las mujeres no existían? Claro que existían, pero no las vemos, no podemos documentarlo. Cuando salen datos, no suelen ser siempre positivos.
¿En qué sentido?
La mujer del Califa concentra gran parte de la maledicencia. Pero hubo mujeres importantes como fundadoras de mezquitas, instituciones benéficas… Sabemos que manejaban sus propios patrimonios, pero la andalusí es una sociedad patriarcal, donde el mantenimiento del honor está vinculado al mantenimiento de la reclusión de las mujeres,
¿Aunque el erotismo asome en la literatura y el arte?
Claro, el erotismo aparece siempre, aunque en época andalusí el erotismo es con esclavas, curiosamente. Hay una tesis bonita, según la cual las mujeres esclavas, paradójicamente, tenían más libertad en lo que a costumbres se refiere, que las libres.
© Alejandro Luque | Especial para M’Sur
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