Reportaje

Equilibrista entre Rusia y Arabia

Alicia Alamillos
Alicia Alamillos
· 9 minutos
Resort turístico en El Alamein (2014) | © Imane Rachidi
Resort turístico en El Alamein (2014) | © Imane Rachidi

El Cairo | Noviembre 2016

Los primeros años del Gobierno del exmilitar Abdelfatah Sisi fueron bendecidos con el beneplácito de Arabia Saudí, que ha apoyado desde 2013 al Ejecutivo del país del Nilo con numerosas partidas y millonarios acuerdos comerciales. Los “petrodólares” llovían y en las calles –y en los salones del propio Sisi, según demostraron unas grabaciones filtradas– se bromeaba sobre el incesante flujo de dinero. Egipto y Arabia Saudí parecían vivir una luna de miel, y a la pregunta de “¿a cambio de qué Arabia Saudí sigue dando dinero a Egipto?”, los cairotas de a pie insistían en la bondad del reino saudí, el “hermano árabe” que “no dejará caer a Egipto”.

Sin embargo, la otrora plácida relación en los últimos meses se ha enfriado, al tiempo que Egipto ha buscado nuevos apoyos en Rusia sin alejar la mano del flujo saudí. El problema: Siria.

Tras el voto egipcio a favor de Rusia, la petrolera saudí Aramco suspendió el suministro a Egipto

“Egipto puede mantener sus buenas relaciones con ambas mientras no sea demasiado explícito sobre la cuestión siria. Bashar Asad es el quid del asunto”, opina Mustafa Kamal, analista político egipcio. En octubre, Egipto votó a favor de la resolución rusa en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, un movimiento públicamente criticado por Arabia Saudí. El trasfondo es la rivalidad geopolítica entre Riad y Teherán que lleva años dominando la zona: una victoria de Asad en la guerra civil siria, desatada en 2011, crearía una “franja chií” desde Irán, pasando por Bagdad – en manos de aliados de Teherán – hasta Damasco y el poderoso partido-milicia Hizbulá en Líbano.

Poco después, la petrolera saudí Aramco suspendió el suministro a Egipto, pactado por ambas potencias en abril como parte de un acuerdo por valor de más de 22.000 millones de dólares y 700.000 toneladas de petróleo y derivados al mes, para ayudar a Egipto a paliar sus necesidades de combustible. Arabia Saudí no ha dado razones, pero Egipto ha negado que se tratara de una consecuencia a su apoyo a Rusia en la ONU. A principios de noviembre, el ministro de Petróleo egipcio, Tarek El Molla, confirmó a los medios la cancelación del suministro “indefinidamente”, pese a las negociaciones egipcias con Riad.

Cuando el reino saudí anunció su intención, a inicios del año, de enviar tropas a Siria para luchar contra el Daesh, Egipto respondió que Arabia Saudí estaba en su derecho, pero que esto no comprometía a la Alianza Militar Islámica para la Lucha contra el Terrorismo, una coalición difusa de 34 países proclamada en diciembre de 2015 por Riad. Así, Egipto, con un Gobierno de corte militar y antiislamista, una postura en teoría más cercana en principio a Asad qe a la teocracia saudí, se distanció públicamente de la posición de su benefactor.

Hay más fisuras: pese al acuerdo de participación en la Coalición árabe en Yemen junto a Arabia Saudí, Egipto ha esquivado hasta el momento el envío de tropas sobre el terreno en el país donde, 40 años antes, El Cairo y Riad se jugaron la hegemonía apoyando a bandos rivales. La monarquía del Golfo ha insuflado millones a la economía egipcia, y a tenor del tono de los medios de comunicación saudíes, no se están viendo resultados de lo esperado.

Egipto y Rusia han recuperado un nivel de cooperación militar que no se ha visto desde 1972

El acercamiento egipcio a Rusia “puede atribuirse a la falta de habilidad de Egipto para cumplir su rol como garante de la seguridad regional del Golfo contra la creciente hegemonía iraní y su deseo de cultivar otros aliados internacionales con menos exigencias”, señala el analista Maged Mandour del Centro Carnegie para la Paz.

A finales de octubre, Egipto y Rusia organizaron la maniobra ‘Protectores de la Amistad 2016’, unos ejercicios militares conjuntos que recuperan una cooperación militar que no había vuelto a este nivel desde que el presidente Anuar Sadad expulsó a los asesores soviéticos en 1972. “Esto ha exacerbado la disonancia entre las promesas egipcias y sus acciones con respecto a los Estados del Golfo”, añade Mandour.

Paralelamente, Rusia ha movido sus cartas y se ha acercado al Gobierno egipcio tanto militar como económicamente. En 2017 llegarán a Egipto los primeros helicópteros de combate Ka-52 rusos, de un total de 50 acordados, ha informado esta semana la agencia Ria Novosti. Además, en el último año se ha firmado un acuerdo para la construcción de una planta nuclear en Dabaa, en la costa mediterránea del país.

Entre la población egipcia, una cooperación con Rusia se ve con buenos ojos, casi más que las relaciones con Arabia Saudí, admite Kamal. Aunque los egipcios han aceptado de buena gana al aliado del Golfo, el traspaso de las islas Tirán y Sanafir en el Mar Rojo a la monarquía saudí soliviantó los ánimos y generó en las mayores protestas de los últimos dos años bajo el lema “Egipto no está en venta”.

Durante una visita el abril pasado del rey saudí, Salmán bin Abdulaziz, a El Cairo, el Gabinete presidencial de Sisi anunció la cesión de la soberanía de dos pequeñas pero estratégicas islas en el Mar Rojo (ante el Golfo de Aqaba), bajo control egipcio desde hace varias décadas. Según el relato histórico enarbolado por el Gobierno, el control de las islas, originalmente saudíes, fue entregado temporalmente a El Cairo hasta que el Reino pudiera hacerse cargo de ellas.

Mientras tanto, Tirán y Sanafir pasaron en varias ocasiones a control israelí, que finalmente las devolvió a Egipto como parte de su acuerdo de paz. Estas explicaciones no contentaron a los egipcios, un pueblo educado en un espíritu nacionalista, y el caso fue denunciado ante la Justicia, donde continúa apelándose.

«A diferencia de otros aliados, a Rusia no le preocupa la actitud de Egipto hacia los derechos humanos»

“Rusia es un ‘amigo’ valioso especialmente porque, a diferencia de aliados tradicionales como Estados Unidos y Europa, a Rusia no le preocupa la actitud de Egipto hacia los derechos humanos”, señaló Gamal Abdel Soltan, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad del Cairo, a la agencia Reuters. Donde Washington o la Unión Europea eran más reticentes a vender armas que luego serían utilizadas contra manifestantes –aunque según Amnistía Internacional 12 países de la UE, entre ellos España, siguen vendiéndole armas que se utilizaban en la represión de protestas-, Rusia no ha tenido semejantes complejos.

Egipto necesita algo más de Rusia: que vuelvan sus turistas. Tras el atentado de Daesh contra un avión ruso con 224 personas a bordo, Rusia canceló todos sus vuelos al país árabe, muy dependiente de los ingresos del turismo. Pese a que Egipto ha incrementado exponencialmente sus medidas de seguridad en aeropuertos a requerimiento ruso –en el último año, al menos tres delegaciones, una británica y dos rusas, han inspeccionado aeropuertos–, las rutas siguen sin abrirse y las playas de ciudades como Hurgada o Sharm El Sheij, donde en 2015 se tostaban cientos de rusos de ojos claros, permanecen casi vacías.

Las playas egipcias siguen esperando el flujo de turistas rusas, cortado tras atacar Daesh un avión ruso

Pese las últimas desavenencias entre Egipto y Arabia Saudí, el divorcio no se ha firmado. “No creo que lleguemos a esa situación”, apunta Kamal, quien confía en que Arabia Saudí no pondrá a Egipto en la tesitura de pronunciarse –con un envío de tropas, por ejemplo– en cuanto a la cuestión Siria. “Lo importante es que Egipto, para mantener sus relaciones con Arabia Saudí y con Rusia, evite hablar de manera explícita sobre la continuidad de Asad… o que tome una posición claramente a favor de Rusia”, concluye.

Pero no está claro que Sisi vaya a adoptar esta cautelosa postura. En una entrevista realizada con la cadena de TV portuguesa RTP en Lisboa – donde acudió el 20 de noviembre precisamente para promocionar Egipto como destino turístico – descartó enviar tropas de pacificación a Libia o Siria para erradicar grupos como el Daesh: sería mejor apoyar a los ejércitos de estos países, para evitar interferencias extranjeras. ¿Se refiere usted al Ejército nacional de Siria? preguntó el entrevistador. “Sí”, respondió Sísi. Todavía no se conoce la posible reacción de Arabia Saudí.

Islas de regalo

Sisi «está vendiendo el país», opina Mohammed Effat, un joven profesional de unos treinta años. Una frase repetida en las redes sociales egipcias, que comparten bromas al respecto: «¿Por cuántos millones venderán las pirámides?», «Si se quejaron de que Morsi entregó el Sinaí a Palestina (al abrir el paso de Rafah), ¿no está Sisi regalando las islas a Arabia Saudí?» El motivo del enfado son Tirán y Sanafir, dos islotes que Arabia Saudí ya reivindicó formalmente en 2011, cuando se delimitaron las aguas territoriales entre ambos países, pero Cairo entonces se opuso. Sin embargo, en abril, el presidente Abdelfatah Al Sisi anunció que las islas «están dentro de las aguas territoriales saudíes”.

Numerosos juristas creen que este acuerdo podría violar el artículo 151 de la Constitución, que estipula que cualquier cambio de fronteras debe ser decidido por referéndum, voto parlamentario y ratificación presidencial. En las calles, la gente ha levantado la voz contra lo que consideran un ataque a su soberanía «a cambio de dinero».

El monarca saudí, Salman bin Abdulaziz y Sisi anunciaron además la construcción de un puente sobre el Mar Rojo que uniría ambos países, un plan ya esbozado en los años de Mubarak que fue rechazado por el enorme impacto medioambiental que causaría. El acuerdo permite a Egipto utilizar las aguas compartidas para extraer recursos naturales. Algo que la prensa gubernamental considera importante para la maltrecha economía egipcia.

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