Elif Shafak
«Vivo y escribo de forma nómada»
Ilya U. Topper
Estambul | Julio 2012 | Con Daniel Iriarte
Es un fenómeno literario en Turquía: no sólo sus novelas arrasan en los escaparates de todas las librerías de Estambul; su nombre también encabeza con frecuencia las columnas de opinión de los mayores diarios del país. Pero Elif Shafak (Estrasburgo, 1971) es una escritora poco común: escribe en inglés la mayor parte de sus novelas, que luego son traducidas al turco. Vive en Londres, tras unos años en Arizona, y sus libros no siempre se desarrollan entre Inglaterra y Estambul sino también en Boston o Amsterdam.
El fruto del honor, su octava novela, y la segunda traducida al castellano, describe las relaciones familiares de una familia turco-kurda que reside en Londres. Un drama se desata cuando la vida sexual de la madre no corresponde al concepto del honor que su hijo considera incuestionable. El tema podría dar para una charla fascinante, pero la escritora prefiere considerar sus novelas desde el punto de vista literario y espiritual, sin entrar en detalles de la realidad social turca.
Su novela pone en el centro de la atención un crimen basado en la condena a la sexualidad femenina. ¿Qué nos enseña este conflicto entre conceptos de honor?
«Quiero cuestionar nuestros códigos de honor. Sexualidad. Esquemas de sexos»
Tengo una mente crítica, pero cuando escribo no generalizo; no ofrezco mensajes, no quiero hacer enseñanza. Quiero contar la historia de una familia inmigrante medio turca medio kurda que vive en Londres. Hay cuatro escenarios en el libro: Una aldea kurda ficticia, Estambul, Londres y también algo de Abu Dhabi, porque sigo los senderos de emigración. Muchos emigrantes han tomado estos caminos. También quiero cuestionar nuestros códigos de honor. Sexualidad. Esquemas de sexos.
¿Son los crímenes de honor uno de los principales problemas de Turquía?
Sí, aunque no somos el único país que lo tiene. Lo veo más bien como parte de un problema mayor, que es la violencia doméstica, la violencia contra las mujeres, que es un problema bastante universal. Así que, más que adjudicarle una localización, quiero mostrar cómo funciona, y cómo afecta a las mujeres. Porque las mujeres a veces, sin saberlo, contribuyen a los crímenes de honor, alzando el tono de cara a sus hijos. Lo que me interesa es explorar la relación entre madre e hijo, cómo las madres educan a sus hijos.
Pero es un hecho que entre la la población kurda, los derechos sexuales de las mujeres se respetan aún menos que en el resto de Turquía.
«Mucha gente piensa que los asesinatos de honor son un problema exclusivamente kurdo. Y no es el caso»
Mucha gente piensa que los asesinatos de honor son un problema exclusivamente kurdo. Y no es el caso. Por eso no quería atribuirlos a ninguna etnia, religión o región. No me gusta reproducir estereotipos sobre ninguna cultura o comunidad. Quiero cuestionar los estereotipos. Las relaciones entre sexos son siempre difíciles de cuestionar porque están muy interiorizadas. Turquía es una sociedad patriarcal, dominada por los hombres, sobre todo en la política, pero es más fácil cuestionar temas políticos que temas relacionados con el sexo.
Pero puede tener una opinión sobre el conflicto kurdo, ya que se asoma a las experiencias de esa comunidad…
Creo en la coexistencia. Creo en la democracia, los derechos humanos, los derechos de la mujer, la libertad de expresión y de prensa. Para mí son principios fundamentales que no se pueden posponer ni socavar. Y espero que turcos y kurdos serán capaces de convivir pacíficamente en una democracia madura. Y para que esto ocurra, creo que la identidad cultural kurda debe ser algo de lo que se pueda hablar. Como el derecho de tener su educación en su idioma materno, hablarlo, tener televisión y publicaciones en su idioma.
Hay una televisión pública en kurdo, pero no educación en el idioma materno. ¿Cree que llegará este paso?
Turquía necesita en primer lugar madurar su democracia. No apoyo ningún tipo de violencia. Para mí es importante desarrollar un diálogo pacífico. Cuando se tiene una democracia madura, todo es más fácil, es más pacífico, porque se deja de ver a las minorías como una amenaza sino como parte de la coexistencia. Por eso hace falta una nueva Constitución, completamente democrática, que reconozca a las minorías, tanto las sexuales como las étnicas o culturales.
Usted fue perseguida por el artículo 301, que penaliza los “insultos a la nación turca”. Este artículo continúa vigente aunque se emplee ya poco.
Es un artículo muy problemático. No se está aplicando como en el pasado, cuando se utilizaba contra todos, por “insultar la esencia de la nación turca”, aunque nadie sabe lo que es eso, es muy elusivo. Hoy es más difícil usar ese artículo, porque lo tiene que aprobar el ministro [de Justicia], lo que es un avance, pero no es suficiente.Lo que hay que hacer es abolirlo totalmente. Escribir libros, producir palabras es lo que necesitamos para ser una verdadera democracia.
Tras su novela La Bastarda de Estambul, algunos la han atacado por no ser, según ellos, una “verdadera turca”. ¿Cómo de turca se siente?
Con el debido respeto, no entiende una definición tan estrecha de identidad. ¿Qué significa? La nación no es suficiente para comprender la complejidad del ser humano. Creo que todos tenemos orgullo local, vínculos emocionales, un sentido de pertenencia. Soy turca, soy estambulí, y al mismo tiempo soy una ciudadana del mundo.
«Este brazo es mi identidad turca, mi amor por Estambul, mi conexión con la cultura femenina. El otro es mi parte global»
¿Se da demasiado importancia a la pertenencia local?
Creo que cuanto más tengamos en común, mejor. Si no, se convierte en algo excluyente. Para mí es importante recordar que soy como un compás de dibujo [mueve las manos imitando el objeto, y coloca uno de sus extremos sobre la mesa]. Este brazo es mi identidad turca, mi amor por Estambul, mi conexión con la cultura femenina. El otro brazo de mi existencia dibuja un amplio círculo a través del mundo. Esa es mi parte global.
De hecho, usted nació en Francia, vivió en España, luego en Estados Unidos…
Sí. Nací en Estrasburgo, luego vine a Turquía con mi madre, y cuando yo tenía unos díez años, mi madre se hizo diplomática y el primer país al que la enviaron era España. Así que en los primeros años ochenta, mi madre y yo nos mudamos a España, viví casi cuatro años allí, iba al colegio allí, aprendí español. Era adolescente: tenía diez, once, doce, trece años.
«En los primeros años ochenta, mi madre y yo nos mudamos a España, iba al colegio allí, aprendí español»
Recuerda el barrio de Madrid?
Vivíamos en pleno centro, en dos casas distintas, pero no recuerdo el barrio ahora. Iba al Colegio Británico allí, y empecé a aprender español antes de que aprendiera inglés. Viajábamos mucho, mi madre solía tomar el autobús o el tren, íbamos al norte, al sur, así que vi bastantes regiones distintas. Años más tarde, cuando vivía en Arizona, me ayudaba a renovar mi contacto con la lengua española: allí, todo el mundo habla español y era bonito reconectar con el idioma.
Pero eligió el inglés más tarde para escribir.
Los aprendí casi a la vez pero primero venía el español. Claro, mi primer idioma era el turco. Aún así, considero el inglés mi segunda lengua, porque he estado en contacto muy estrecho con el inglés desde que tengo diez años, de forma casi simultánea, pero diría que el español es mi tercer idioma, aunque desde luego tendría que practicarlo. [Habla algunas frases en español, con fluidez, antes de volver al inglés].
¿Por qué el mercado de libros español no ha descubierto aún su obra, cuando ya están muy difundidas en Francia o Italia?
«Tengo una novela histórica sobre una familia de marranos del siglo XVII, conversos que viven en España»
Cada mercado tiene sus dinámicas propias, y tarda un rato cruzar las fronteras. Pero como cultura, España me parece increíblemente dinámica, y también muy cercana, emocionalmente y culturalmente. Pienso que son personas muy emocionales. A lo largo de todo el Mediterráneo hay muchas características similares que amo y que celebro.
Esta conexión entre España y Turquía forma parte incluso de un libro anterior suyo, sobre una familia sefardí expulsada de España…
Sí, es mi segunda novela, llamada Los espejos de la ciudad, no ha sido traducida aún al español. Es una novela histórica sobre una familia de marranos del siglo XVII, conversos que viven en España y son expulsados. Un hermano va a Venecia, otro a Estambul. En el Mediterráneo del siglo XVII, España juega un papel importante, por eso hay muchos personajes españoles en la novela. Y también mística. Escribo sobre mística de las religiones, también de la cristiana, que tiene mucho en común.
La mística también es un elemento fundamental en su libro Las 40 reglas del amor.
Sí, esta novela contiene un libro dentro de un libro, la historia de Rumi y Shems, pero también es una historia de amor entre un ama de casa judío-americana que vive en Boston y un sufi contemporáneo que vive en Amsterdam. Cuando ella lee el libro de él, descubre el mundo del sufismo.
¿Existe todavía en Turquía una tradición de mística, aparte de los derviches giróvagos, una transmisión de estas ideas espirituales?
Cuando se estableció la República de Turquía en 1923, se abolieron todas las tarikat (cofradías), en 1925. En Turquía es un poco difícil hablar de eso porque si te interesa la espiritualidad piensan que eres religiosa. No creo que sea lo mismo. Una puede estar muy muy lejos de la religión organizada y ser por dentro una persona espiritual. Yo soy laica, creo en el laicismo, pero al mismo tiempo soy una persona espiritual. No tengo nada que ver con la religiosidad.Hay nuevas respuestas: la mística y la religión son cosas diferentes.
Pero ¿sigue habiendo en Turquía una cadena de transmisión de ideas místicas o ésta tradición fue cortada de raíz en los años veinte?
De alguna manera fue cortada de raíz; por otra parte, el individuo humano, en esta época moderna, busca un sentido; la búsqueda, el ‘quest’, es parecida.
«No pienso que Turquía vaya a ir en una dirección de fundamentalismo islámico, pero es una sociedad conservadora»
Parece que lo que más avanza hoy en Turquía es la religión oficial: normas, rezos… ¿Es un fenómeno momentáneo o un regreso de larga duración a algo interrumpido por los kemalistas?
No pienso que Turquía vaya a ir en una dirección de fundamentalismo islámico, por su naturaleza, su historia, el tejido de su sociedad: no es así. Sin embargo, es una sociedad conservadora. Fundamentalismo y conservadurismo son dos cosas muy distintas; el gobierno es conservador y hay mucha gente conservadora en la sociedad. Pero hay una tradición muy arraigada de laicismo. Y la juventud está conectada globalmente.
Ser joven y estar conectado no significa necesariamente ser laico. Erdogan habló de “educar una juventud religiosa”.
Sí, el gobierno es definitivamente conservador. Pero no creo que Turquía se convierta en un país como Irán. Nadie puede dar garantías, pero observo la historia, la población, la sociología, la cultura, y pienso que es una sociedad conservadora pero no islamista. Si me preguntas lo que más me preocupa, no es la religiosidad sino el nacionalismo, el ultranacionalismo.
Hay sectores de la política que combinan este nacionalismo con el islamismo.
«Ocurre hoy en Grecia: cuando hay una crisis, aparecen ideologías extremistas»
Sí, como ocurre en todas partes del mundo: los ultranacionalistas siempre combinan la religiosidad y el nacionalismo. Lo vemos en Europa Oriental, en Rusia, a veces en Alemania. Es una tendencia universal. El ultranacionalismo es algo que debe cuestionarse porque crea grandes divisiones entre la humanidad, y especialmente en Turquía.
¿Y cree que está extendiéndose en Turquía?
Creo que vivimos en tiempos interesantes. En todo el mundo estamos pasando por una crisis financiera, el paro aumenta. Históricamente son factores que desencadenan ideologías extremas. Ocurre hoy en Grecia. Cuando hay una crisis, aparecen ideologías extremistas. Y las ideologías extremistas en un país desencadenan extremismos en otros países. Estamos todos conectados.
En julio hubo una polémica sobre el aborto: tras anunciarse que se iba a prohibir, la sociedad se echó a la calle y parece que ha tenido éxito. ¿Una buena señal?
«La generación de mi madre todavía cuenta historias de mujeres que han muerto mientras intentaban tener un aborto ilegal»
He estado muy preocupado con que pudiera prohibirse. Porque en un país con una cantidad importante de violencia contra las mujeres y patriarcado, si se prohíbe el aborto, las mujeres sin dinero irán a los patios traseros para intentar resolverlo por su cuenta, y muchas, muchas morirán. El aborto se legalizó en Turquía en 1983, hasta las diez semanas de gestación. La generación de mi madre todavía cuenta historias de mujeres que han muerto mientras intentaban tener un aborto ilegal. Una mujer con dinero y recursos se irá al extranjero, volverá y nadie lo sabrá. Estamos en una sociedad muy patriarcal. Ya sea violencia doméstica, abusos sexuales, violaciones… siempre, las estigmatizadas son las mujeres.
Eso sí, en Turquía se observa una participación alta de la mujer en muchos ámbitos, incluso las altas esferas de las empresas.
Las mujeres están muy visibles, se pronuncian mucho. En muchas áreas: medios de comunicación, medicina, ámbito académico, artes… Pero hay un área en la que no se ven muchas mujeres, y es la política.
¿Aunque Turquía es uno de los muy pocos países que ha tenido una mujer primer ministro, Tansu Ciller, en 1993, mucho antes que Alemania?
Sí, pero el porcentaje de mujeres en política en el nivel local, regional y nacional, comparado con el de hombres, es muy muy bajo. Esto debe cambiar. Yo apoyo el que haya cuotas para mujeres en los partidos, porque si no, no cambiará.
Recientemente, se quejó de que una mujer que viene de un país musulmán tiene que escribir sobre ciertas cosas, según editores y lectores. La “caja cultural”, lo definió usted. ¿Se siente presionada?
No por mi editor, que es una persona adorable. Pero hay cierta expectación en literatura de que si eres una mujer del mundo musulmán tienes que escribir sobre mujeres musulmaanas, más concretamente, historias infelices sobre mujeres musulmanas. Pero yo puedo contar una historia infeliz en un libro y en el siguiente una feliz; en uno puedo hablar de una mujer musulmana, y en otra de un hombre cristiano. ¿Por qué no? Encuentro las políticas identitarias muy limitadoras para los escritores de fuera de Europa. Hay presión. Esperan que escribamos libros representativos. El lector dice: “Voy a leer este libro para aprender algo sobre Turquía, sobre China, sobre Nigeria”. Pero eso no es lo que hace la ficción.
Usted empezó a escribir en turco, pero luego se pasó al inglés. Qué significa este cambio para una escritora?
«Tengo mucho respeto a los traductores. No basta con hablar dos o tres idiomas para traducir»
Desde hace diez años escribo en inglés, y mis novelas se traducen al turco por traductores muy profesionales. Luego cojo la traducción y la reescribo. Parece una locura, pero así, tanto la versión inglesa como la turca de mis libros son originales. Y el viaje entre las lenguas es simplemente algo bonito. Cuando una viaja entre idiomas, no es sólo entre gramáticas o vocabularios; una presta también más atención a lo cultural, a las cosas que no se pueden traducir directamente de una lengua a la otra: te planteas ¿por qué es así? ¿por qué no puedo encontrar esta palabra en la otra lengua? Esto ayuda a fijarse más en la cultura en general, me parece una experiencia muy enriquecedora. Aunque es una experiencia difícil.
¿Por qué no escribe directamente el libro de nuevo en turco, sino que lo hace traducir primero?
Por dos razones. Tengo mucho respeto a los traductores. No basta con hablar dos o tres idiomas para traducir. Es un talento distinto, y creo que no lo tengo. Y dos, si lo tradujera yo misma, cambiaría muchas cosas.
Usted no es bilingüe. ¿Cómo fue el proceso de elegir un idioma ajeno para su obra?
Es una libertad material. Otra lengua te ofrece una nueva zona de existencia. Vivo de forma nómada y escribo de forma nómada. Hay millones de personas como yo, que se tienen que expresar en un idioma que no es suyo. Como usted y yo: ninguno de los dos somos ingleses pero nos expresamos en inglés, tenemos que hacerlo. Es la época de migraciones. Es la época en la que la gente sueña en varios idiomas. Yo no sueño únicamente en turco, sino también en inglés.
«En el Imperio Otomano había escritoras judías, armenias, musulmanas, que sabían escribir en al menos tres idiomas»
En Marruecos es habitual que los escritores elijan el francés, un idioma ajeno, para sus obras.
Pero en Turquía es algo muy poco frecuente. A veces la gente piensa que abandono mi idioma materno y me critican por eso. Pero no es verdad. No lo abandono. Es una ampliación. Hace cien años, en este país, en el Imperio Otomano, había mujeres intelectuales, escritoras, judías, armenias, musulmanas, que sabían escribir en al menos tres idiomas. Ser bilingüe, multilingüe, era normal. Sólo más tarde se convirtió en algo raro.
¿Y se expresa distinto en cada idioma?
Cada idioma tiene su laberinto propio, su propia fuerza, su propia cultura. Mi conexión con el turco es mucho más emocional que la tengo con el inglés. Soy una persona muy emocional y tengo que equilibrarme. Mi conexión con el español es más matemática, más de “cerebro”. Si hablo de “tristeza”, me sale más fácil hacerlo en turco. Si hablo de ironía, de sátira, es mucho más fácil en inglés.
¿Cree que escribirá otra novela en turco o es un proceso definitivo de cambio de idioma?
Dependerá de cómo me sienta. No tomo grandes decisiones para el futuro, pero disfruto escribiendo en inglés. Es un idioma que he adquirido, no me crié en inglés, y cuando escribo, mi mente siempre trabaja más rápido que mi lápiz o mi lengua. Porque la mente va por delante y la lengua tiene que alcanzarla. Es un gran desafio, pero justo por eso hay que pensar con más cuidado, estar más atento que cuando uno da las cosas por hecho. Eso me anima a pensar mejor y más profundo.