Enric González
«El primer año, los corresponsales deberíamos pagar, no cobrar»
Carmen Rengel
Jerusalén | Noviembre 2010
Enric González (Barcelona, 1959) es un maestro de periodistas, aunque rechace la etiqueta como una idea enloquecida. Humilde, no se esconde tras el humo (un cigarro cada hora) ni la corrección política. Habla como escribe, franco, vehemente, y se niega a repartir doctrina y a dar las cosas por sentadas. Como si tuviera los 16 años con los que se enroló en el oficio.
Le gusta la carpintería del periodismo, la de conocer, trabajar y observar mucho antes de afirmar. Luego lo vierte al papel con uno de los estilos más reconocidos por los lectores de El País y los de sus Historias de Nueva York, Londres y Roma (RBA Editores), donde ha ejercido como corresponsal además de en Washington y París.
Premio Francisco Cerecedo y Cirilo Rodríguez, luce el aura de la conciencia incómoda: la culpa es de una columna que nunca salió, por valiente. Lee enfebrecido y aprende de sus maestros: Kapuscinski, Gallego-Díaz, Martí Gómez, Julio Camba… Y se desvive con su pasión total, el fútbol. Del Espanyol, del Inter, del Chelsea, del Hapoel Tel Aviv, donde árabes y judíos comparten goles en paz.
«Roma es de las pocas ciudades mediterráneas de Europa. Tendría dificultades para decir alguna otra»
Ni lo que han visto sus ojos en Ruanda o la Guerra del Golfo ni la presión de la maquinaria periodística cambian su manera de vivir y de escribir. Incansable, despierto, lúcido. Ahora su nuevo reto es contar las historias de Israel y Palestina.
Su experiencia le ha llevado por ciudades de medio mundo pero sólo Roma le parece un hogar para quedarse. Ni Nueva York, ni Londres, ni París…
Uno siempre quiere más a la última, pero aparte de ese cariño reciente, Roma es maravillosa, tan vieja y con tanta ilusión por la vida… El romano disfruta la vida, y esa mezcla de cinismo y energía me gusta mucho. No me importaría quedarme allí. Roma es, además, de las pocas ciudades mediterráneas de Europa. Tendría dificultades para decir alguna otra.
¿Ni siquiera su Barcelona natal?
No, absolutamente no. Desde luego Valencia es más mediterránea. Barcelona siempre se ha creído medio francesa. En Italia hay varias ciudades que responden al patrón, sí es un país mediterráneo, seguramente el único de Europa, porque Grecia es balcánico. A veces uno tiene la sensación de que es como si hubieran arrancado un trozo de Líbano y lo hubieran puesto colgando del continente. Por todo: por la relación con el poder, la facilidad para manejarse con invasores, la mezcla de gentes, idiomas y experiencias, el campanilismo, esa cosa provinciana de estar peleado con el vecino siempre. Es muy medio-oriental.
Ahora ha cambiado de ribera y se ha trasladado a Jerusalén. ¿Encuentra semejanzas entre los vecinos del mismo mar o son sólo compañeros de orilla?
«Italia es como si hubieran arrancado un trozo de Líbano y lo hubieran puesto colgando del continente»
Esto es Mediterráneo, sí, pero es la parte atormentada del mar. Esta colisión entre el escepticismo mediterráneo y el fanatismo del desierto provoca una situación especial. Italia ha podido permitirse el lujo de ser lo que durante unos años fue Líbano en los 50 y 60 [del siglo pasado]: vivir de una forma despreocupada su propia rareza. Ahora ya no es el caso. En ese carácter sí encuentro similitudes, pero aquí el mar choca con ciertos tanzim, con estas cosas desérticas y monoteístas, tan raras… Todo es muy distinto.
En Historias de Roma trata de desintegrar los grandes tópicos que arrastran los italianos, y también esa supuesta correlación en sus gentes y costumbres con España. ¿Tan distintos somos?
España, por alguna razón, tiene una idea totalmente equivocada de sí misma. Se ve como un país parcialmente mediterráneo, bastante frívolo, y no es ni una cosa ni la otra. Es muy tremendista, nos tomamos muy en serio a nosotros mismos, todo es un tragedión antiguo. Esa es la tradición castellana que yo identifico con Turquía, con la gente que viene con los otomanos, de las estepas, esa tradición gótica que pervive en Castilla de meseta, solana, frío, donde todo es terrible. No. Italia y España son dos países que no se parecen en nada. Otra cosa es que se conocen desde hace muchos años y han optado por vincularse en la parte superficial, por ejemplo, la comida. La esencia no tiene nada que ver. El fútbol es un ejemplo. Todo es distinto: la filosofía, las aficiones, las retransmisiones… Los italianos no se parecen por su historia a nadie y los españoles tampoco. Esa denominación anglosajona de España como Europa Menor es un poco peyorativa pero bastante ajustada. España no es exactamente Europa, es el lado menos positivista y más trágico de Europa.
Entre sus reflexiones destaca la atención que presta a la desintegración de la izquierda italiana, “la más disfuncional de Europa”. ¿Tiene futuro o la presencia de Silvio Berlusconi seguirá dejándola fuera de juego?
Parece que a Berlusconi no le queda mucho, pero aquí se unen dos cuestiones que van más allá del primer ministro. Una: la izquierda en todo el mundo está en crisis grave desde los 60. El liderazgo ideológico pasó a la derecha. En la práctica eso ha tardado un par de décadas en reflejarse, pero la izquierda dejó de pensar entonces, y políticamente es muy endeble en todas partes. El segundo apartado es que la izquierda en otros lugares, entre ellos España, ha sobrevivido decantándose por las costumbres: la economía, las cosas realmente estructurales, no se tocan, pero se muestra una sensibilidad especial hacia las minorías, los derechos civiles, la mujer, los homosexuales… Y esto en Italia es dificilísimo, porque está el Vaticano.
Eso lo altera todo…
«España muestra sensibilidad hacia los homosexuales; en Italia es dificilísimo, porque está el Vaticano»
Claro. Esa tendencia no funciona por una tradición y por una realidad: en medio de Italia está la jefatura del catolicismo mundial y por tanto allí de matrimonio homosexual ni hablar y la mamma italiana sigue siendo la mamma italiana, con el modelo de sociedad y valores que conlleva. Italia sigue siendo un país muy tradicionalista y socialmente católico, no religiosamente pero sí culturalmente y socialmente. El eurocomunismo, que era la alternativa natural a la democracia cristiana pero nunca lo fue porque no podía ganar las elecciones, desapareció, quedó en nada. La izquierda italiana no existe. ¿Sabría usted decir quién es el jefe de la oposición en Italia? ¡Yo tampoco¡ Es [Pier Luigi] Bersani, pero no pinta nada. Cuando se vaya Berlusconi va a seguir siendo alguien de la derecha quien lleve las riendas de Italia. Tenemos para rato.
¿Es por falta de una alternativa firme o por un conservadurismo real de los italianos?
Culturalmente Italia es un país católico pero hay mucha gente que votaría a la izquierda por distintas razones, y uno de los problemas es ese: las distintas razones. Ha habido un Gobierno de izquierdas reciente, el de [Romano] Prodi, ese bienio espantoso. El problema es que el grueso de los electores de izquierdas sigue siendo de la izquierda que todavía es revolucionaria de alguna manera, y eso encaja mal con el Gobierno. Cuando se ha intentado unir la izquierda reformista con la —entre comillas— revolucionaria ha ocurrido que el Gobierno no puede gobernar, se unen dos sensibilidades completamente distintas. Los une una etiqueta. Unos quieren gestionar mejor el sistema y otros todavía están pensando en sustituir al capitalismo, pero lo sustituyes por qué otro modelo… El comunismo tiene dificultades estructurales insoslayables, no ha funcionado, y ese es otro de los problemas, que al menos la mitad de la izquierda italiana es muy levantisca, contestataria, alternativa, y la otra es la reformista, del tipo español o británico, y no funciona. La gente después del bienio de Prodi quedó muy escamada.
«La izquierda italiana no existe. ¿Sabría usted quién es el jefe de la oposición en Italia? ¡Yo tampoco!»
Habla del poder del Vaticano, pero ni siquiera allí pueden presumir ya del esplendor pasado. ¿Hasta qué punto le hace esa decadencia un favor a Roma?
El Vaticano está en transición, lo que ocurre es que las cosas allí cambian muy lentamente. Dentro de años o décadas veremos hacia dónde camina una reforma que claramente debe traer una apertura mayor. La situación actual es ridícula pero es que se parece todavía a la de hace años, a la época de Pablo VI o Juan XXIII. Roma necesita mucho más para cambiar, más que las pequeñas alteraciones vaticanas. Tiene la gracia de parecerse a sí misma y no es culpa de la Iglesia Católica.La Iglesia es la continuación del Imperio Romano, así que Roma tiene todavía la concepción de ser caput mundi y los romanos se comportan como tales. Es una de sus gracias. No, Roma no cambiará.
En sus artículos narra el debate sobre el patrimonio histórico romano, sobre la necesidad de privatizarlo y la amenaza de ruina. ¿Caerá Roma a este paso?
No, los que lo pasan mal son los romanos, pero Roma vive básicamente de ser sede del Gobierno y de tener los restos históricos que tiene. Eso tiene que quedarse, pero es que todo es resto histórico. El Circo Máximo no está excavado, por ejemplo. Notas la estructura debajo de la tierra pero no lo sacan a la luz porque luego hay que mantenerlo y es un coñazo. Cito de memoria una encuesta que hizo Il Messaggero sobre qué querían que hicieran los romanos con el Coliseo, ¡y querían tirarlo y hacer un aparcamiento! Es lo que quieres cuando estás en Roma, vas en coche y tienes que llegar al trabajo por fuerza. Los ciudadanos piden eso. Lógicamente no lo van a tirar porque viven del turismo, pero es cierto que tienen una relación con la Historia muy relajada. Son romanos, que es el título de honor que creen llevar, pero les puede el peso de esa historia. En realidad la tratan con bastante desprecio; en París cualquier vestigio histórico está cuidadísimo y en Roma no. Vas de madrugada por el centro y está la gente meando en las ruinas tranquilamente… Ya lloverá y se limpiará. Así es Roma.
¿Usted se contagió de ese cansancio o aún admiraba la ciudad como un turista?
Yo era un privilegiado que vivía en el centro histórico y eso te cambia la perspectiva, no eres un tipo de la periferia que tiene que ir al laberinto del centro. Uno al final funciona como ellos. En teoría un romano no aprecia demasiado lo que tiene pero en realidad sí lo hace, es algo que está ahí y al final es la razón de que exista, así que no le das importancia pero que no te lo toquen. Además, el italiano no tiene en general concepto de la propiedad pública, por eso roban lo que pueden: se dice que la mitad de las piedras que hay en los foros imperiales son falsas, que la gente se las ha ido llevando a casa y dejando otras que han encontrado por ahí. Así que por un lado arruinas lo que está en la calle y por otro lo valoras tanto que quieres llevártelo. Esa contradicción está en la esencia del romano. Y a mí me ha fascinado.
Aunque Roma ha sido su casa, ¿qué otros rincones de Italia le han atrapado?
Para vivir me quedo sólo con Roma. Desde luego no viviría en Milán. Turín tiene su gracia, Nápoles es un problemón… En Italia lo que están muy bien son las ciudades medianas, pequeñas. Se puede vivir en Viterbo, o en la Toscana, en Florencia o en cualquier ciudad de Umbria, que es donde me escapaba.
«El corresponsal de El País en Estados Unidos es como el corresponsal del cuarto diario de Tasmania»
Tras tantos traslados, y sobre todo tras su experiencia en Estados Unidos, ¿encajó pronto en Italia?
Italia tenía algo muy diferente a Estados Unidos, de donde venía. El corresponsal de El País en Estados Unidos es como el corresponsal del cuarto diario más importante de Tasmania. O sea, nadie. No te hacen ni caso. En cambio en Italia se valora mucho la prensa extranera porque se valora muy poco la propia, así que eres alguien enseguida. De pronto viene un emisario de Berlusconi y se interesa por ti, empiezan a buscarte personas de peso. Me encontré pronto con amigos importantes en la sociedad italiana y eso te da acceso al salotto, al grupo, a la reunión. Si no estás ahí no eres nadie y si estás, todo se habla libremente y te relacionas con los jefes de todo. Fue bastante fácil. A eso se suma que el idioma no es difícil y no es nada complicado integrarse: en la calle, con la gente, en las tertulias de fútbol…
Ese hundimiento de la prensa italiana se ha reflejado, por ejemplo, en la ley mordaza. ¿Acabará con Berlusconi? ¿Podrán levantar cabeza los medios?
Todo esto durará lo que dure Berlusconi, sí, está siendo una época atípica. La prensa italiana en algunos aspectos tiene la tradición de no forzar los límites, por lo mismo de que es una sociedad que respeta mucho las formas, muy educada en el sentido de la cortesía social y la relación, y siempre mantendrá alguna peculiaridad, pero es una buena prensa que pasa por los mismos problemas que toda la prensa del mundo.Conviene no olvidar que Berlusconi dejará el poder pero todo su imperio de medios seguirá.
La televisión no ha podido conservar ni siquiera la mitad de la seriedad de la prensa en papel, es puro espectáculo allá…
Es otro mundo. Se ha convertido en una mezcla de entretenimiento y propaganda, muy extremada, en un único sentido, porque es propaganda berlusconiana. Y eso sobrevivirá, se acabará el Berlusconi primer ministro y seguirá el Berlusconi empresario y su hijo Pier Silvio… No parece que el imperio tenga mala salud. Seguirá siendo una de las rarezas italianas, una más, de un país peculiar con un sistema de información peculiar.
«Berlusconi tiene los atributos de un buen gánster: es buen amigo de sus amigos y defiende a los suyos»
Oiga, ¿y cómo es Berlusconi en las distancias cortas?
Es un tipo simpatiquísimo. Sin llamarle gánster, que no quiero llamárselo directamente, tiene los atributos de un buen gánster, es buen amigo de sus amigos y defiende a los suyos. Es muy cercano. Cuenta unos chistes malísimos pero lo hace con tanta ilusión que acabas riendo, es esa cosa absurda de estar con el primer ministro, el hombre más rico del país, y ver que es esencialmente un payaso seductor. Su juego funciona. Ha sabido encontrar la manera de conectar directamente con el ciudadano italiano, con lo más íntimo y profundo de una capa importante de Italia, un país en el que una parte de la sociedad sigue añorando a Mussolini. Es un hecho. Hay un conservadurismo muy arraigado y todos los resabios, todo lo que en principio no debería aceptarse, como el machismo, él las maneja muy bien. Comiendo con él te ríes porque se levanta, va a por el cocinero, toca el piano, canta, grita, vuelve… Es un rato entretenido. Eso a la gente le gusta.
Su nuevo destino en Israel es bien distinto. ¿Cuáles son sus primeras sensaciones en esta tierra?
Esto no se debería decir, lo sé, pero durante el primer año de trabajo los corresponsales deberíamos pagar, no cobrar, porque no tenemos ni puta idea. Durante ese tiempo no es que no se deba dar doctrina, es que no hay que opinar. El problema es que tienes que trabajar y simular que sabes. Yo de aquí todavía no sé. Llegué sin haber estado nunca aquí, fue una cita a ciegas, acepté esto habiendo leído pero sólo tenía eso, un conocimiento teórico.
¿Se ha llevado alguna sorpresa en su primera toma de contacto?
Siempre te sorprende la polarización de opiniones, o estás a favor o en contra, no hay término medio, pero me ha fascinado que es una sociedad, en los dos lados, muy sofisticada. De Israel lo suponía, es sofisticada incluso en sus aspectos más negativos, es compleja, interesante. Lo que no esperaba es que la parte de los Territorios Ocupados, lo que esperemos que algún día sea Palestina, fuera también social, política y culturalmente lo más interesante del mundo árabe con diferencia. En Alicante [en una conferencia sobre medios de comunicación organizada por Casa Sefarad] dije que posiblemente esto era debido al choque y a la convivencia forzosa, al odio, cosas muy desagradables, pero que eso a los palestinos les había mejorado. Los palestinos se cabrearon y los israelíes se cabrearon. Pero sigo pensando que algo de eso hay.
¿Y cómo los habría mejorado?
Los palestinos, a fuerza de hostias, no han podido ser una sociedad mansa como la saudí, un caso extremo, o la siria, una sociedad rica donde no se opina porque se tiene miedo, o la iraquí, no digamos… Los palestinos pueden hablar de política y de lo que les dé la gana, llevan 40 años haciéndolo, saben muchísimo, les encanta y tienen un mensaje elaborado. Sospecho que todos los palestinos han salido alguna vez por una televisión internacional porque es que no hay tantos y llevamos tantos años con la cámara, persiguiéndoles, que tienen tablas. Eso es uno de los aspectos interesantes de estar aquí, que casi todo el mundo es capaz de decir algo de forma articulada e interesante.
¿Le abruma la vertiente religiosa, eso que llaman el ‘síndrome de Jerusalén’ y que acaba por asfixiar?
Siempre he sido aficionado a las religiones, he leído bastante y estudié en una universidad católica en Roma. Me interesan pero soy completamente refractario a la emoción religiosa. Soy ateo, no me imagino cómo se puede ser no ateo. A ratos me interesa la expresión de la religión. La religión judía es muy formalista, es ritual. El islam quizá tiene más emoción, como contacto con lo trascendente, pero aquí está impregnada de política y no se ve tanto. Fatiga un poco ese aspecto. Uno acaba deprimiéndose por esta omnipresencia religiosa que está en la base de todo. Al final, cuando los judíos plantean al protectorado británico y a la ONU la necesidad de un estado judío, el argumento contingente es los pogromos y la shoa pero su derecho de propiedad es bíblico. Han seguido juntos porque han sabido respetar un conjunto de tradiciones religiosas, y dicen que este es su sitio porque lo dice la Biblia. El argumento no es tan distinto al que usan los colonos de Cisjordania. Al final siempre acabas topando con la religión o con la tradición religiosa.
«Uno acaba deprimiéndose por esta omnipresencia religiosa que está en la base de todo»
Pero algunos de los principales pilares de la causa judía y la palestina, como Theodor Herzl o Yasser Arafat, nunca se apoyaron en la religión. ¿Cuándo se perdió esa pelea política a favor de la religiosa?
Creo que la laicidad de unos y otros tiene algo no de mítico, pero sí de efímero. Tanto el sionismo socializante como la formación de la OLP, ese movimiento laico de liberación, fueron casualidades históricas, circunstancias. La OLP es una reacción juvenil basada en el sesentayochismo contra las familias tradicionales de aquí que estaban vendiendo tierra a los judíos y el inicio más o menos socialista de Israel también es la casualidad de que los que fundan Israel son judíos europeos más o menos integrados en la cultura europea, no son los rabinos, pero luego la cosa se va decantando y vuelve a lo que era. Ellos han sobrevivido por no juntarse con los demás y por respetar, si no el shabbat, al menos el Yom Kippur, las fiestas esenciales, por saber que el centro social es la sinagoga… todo eso es religioso. Los palestinos también siguen pensando en la umma, la unidad musulmana, todo conceptos religiosos. Así que la religión está, ha estado y seguirá estando presente.
¿Tendrá aún más peso en el futuro, con la radicalización que se está viviendo en Israel: juramento de lealtad al estado judío, limitaciones laborales y sociales para árabes, expulsión de hijos de inmigrantes, el crecimiento demográfico y político de los haredís…?
Los israelíes en gran parte se mantienen unidos por la presión exterior, por la sensación de que están rodeados de enemigos, en guerra. El día en que se llegue a algún tipo de paz la sociedad israelí tendrá que preguntarse qué quiere ser de mayor. La tendencia es a la religiosidad, por razones demográficas y por razones relacionadas con el propio proceso de paz. Estos fenómenos racistas lo normal es que vayan a más cuanto más avance el proceso, si se llega a avanzar.
¿Llegaremos a tener dos Estados, al menos?
La solución de dos Estados es la peor solución justo por debajo de la guerra permanente, es una solución mala a una situación aún peor. La solución buena era un único estado con los mismos derechos para todo el mundo, un estado no confesional, pero como eso parece que no puede ser, la creación de los estados va a empujar a que los colonos vengan aquí pero también va a haber una gran presión aquí para que los palestinos se vayan para allá o se queden como residentes, no como ciudadanos, con pasaporte palestino. La cuestión de la convivencia va a ir a peor, a la no convivencia, a la separación completa. No será nada bonito de ver.
«La cuestión de la convivencia va a ir a peor, a la separación completa. No será nada bonito de ver»
¿Cómo cree que avanzarán las negociaciones?
Tengo grandes dudas. Hay cosas que por la fuerza de la realidad hay que dar por perdidas. Los refugiados no van a volver, va a regresar una cantidad simbólica que ha asumido todo el mundo, incluso alguna gente de Hamás. Simplemente no se puede, porque Hamás nota lo distinto que es vivir en Gaza o en Siria. Los dirigentes de Gaza están tocando la realidad y los del exilio lo ven todo más bonito. Los refugiados son un problema con muy mala solución. Y lo otro es complicado, Jerusalén sobre todo.Las fronteras no deberían ser difíciles, está bastante aceptado el camino de la ONU. Si hablas con un poco de relajación con un jefe militar israelí te reconocerá que eso del “territorio estratégico” ya no sirve, ya no va a haber grandes batallas de tanques que necesitan tanto armamento, esas grandes batallas han pasado a la Historia. Israel puede ser muy estrechito y defenderse perfectamente. A eso se debería poder llegar, lo que no sé es si se llegará, porque hay muchos intereses creados y, además, hay serios problemas de representatividad, tanto en Israel como en el seno de las autoridades palestinas.
¿Tiene esperanza en que se supere la división palestina entre Hamás y Fatah? ¿Es suficiente el liderazgo de Mahmud Abbas?
Es que Abbas ya no tiene tanto peso…Entramos en la fantapolítica, pero muy probablemente si llegáramos a ver un acuerdo medianamente razonable Hamás perdería algunos de sus argumentos. No el esencial, que es la recuperación de todo para el Islam, pero creo que no debe su éxito a la religión. Si eso llega a ocurrir, tendrá que evolucionar. La pregunta es si Palestina podrá sobrevivir indefinidamente sin mantener algún tipo de relación muy especial con Jordania, por ejemplo, donde la mayoría de población es palestina. No dudo que económicamente es viable si se les deja exportar por algún sitio, es una sociedad bastante bien formada en comparación con otras árabes. Podría avanzar, pero la cuestión es que se den los pasos correctos.
«En una lista mundial, la bomba iraní no sería uno de los cinco grandes problemas ni siquiera en esta región»
Luego está la pelea de Israel con otros vecinos. ¿La amenaza de Irán le parece algo creíble?
Es pura especulación. Se hace un poco difícil justificar que Irán no pueda tener una bomba atómica e Israel sí. “No, mire, es que estos son más occidentales…” Hay que entrar en los matices, no hay argumento de fondo. Lo importante es ver cuánto tiempo puede durar el régimen de los ayatolás. Ahora están en un momento de cierre de filas y eso significa que hay crisis, los regímenes cierran filas cuando se sienten amenazados. Lo que pasó en las últimas elecciones es sintomático. La iraní es una sociedad muy madura y acostumbrada a discutir las cosas. Si hubiera que hacer una lista de los grandes problemas del mundo creo que la bomba iraní podría llamarse “problema”, sí, pero no sería uno de los cinco grandes problemas ni siquiera en esta región.
Hablemos de periodismo. Dice Mayor Zaragoza que “hemos pasado del silencio de los silenciados al silencio de los silenciosos”. ¿Lo ve aplicable también al oficio?
La prensa europea refleja la sociedad europea, que es atípica, la más subvencionada del mundo, con una protección social muy alta, dirigida por tecnócratas no electos. En Bruselas no hay debates, ahora parece que Moisés hubiera bajado con las tablas y nos dice que hay que reducir gastos y esas cosas. En Estados Unidos sí hay debates sobre si hay que reducir drásticamente el gasto o hay que fomentar el crecimiento. Aquí no; aquí, lo que manden los señoritos, a los que no conocemos ninguno. Es una sociedad peculiar y la prensa europea es un reflejo, de ahí su afonía. Vuelvo a Estados Unidos: allí toda la prensa está en crisis pero es puramente económica y comercial, no de contenido. El debate está muy vivo. En Europa no. Si todo el debate europeo se reduce a las bodas gays… En fin, eso es importante en su género, pero es algo limitado.
Ante la doble crisis de modelo, económica y de modelo, ¿cómo sobrevivirán los medios? ¿Cómo será su resurgir?
Tengo mis dudas sobre el futuro de la prensa generalista. El telediario exhaustivo que trata de tocar todos los temas y, sobre todo, el periódico que intenta reflejar la actualidad del día antes —no la realidad ni la verdad— de una forma general, desde la política al deporte… Creo que el soporte del futuro es forzosamente digital, por razones obvias: más barato, más rápido, más eficiente, y los soportes que están apareciendo son cada vez mejores, el libro también va a entrar en eso. Soporte digital, bien, pero la cuestión es para qué sirve la prensa. Tiene un futuro clarísimo la especializada, la que rinde servicio al lector, hable de economía o de coches. La prensa de nicho, la que la gente necesita para trabajar o para organizar su ocio, esa va a sobrevivir. Existirá la información espectáculo, la barata, de vocación gratuita, poca calidad y máximo entretenimiento. El refrito, la indiferencia ante la veracidad de las cosas. El problema es que los medios especializados son más rentables cuanto más selecto es su lector, en el sentido cultural y económico. Si hablamos de economía, el lector interesado en eso es más o menos angloparlante, puede leer prensa anglosajona y es difícil competir porque llevan mucha ventaja, de siglos casi, mientras que la española desde principios de los 80 ha tenido una deriva autodestructiva muy notable. Estamos en las últimas.
«La prensa de nicho, la que la gente necesita para trabajar o para organizar su ocio, esa va a sobrevivir»
En las últimas… ¿Comparte entonces la sentencia de Manuel Leguineche de que el periodismo está muerto?
No. Evidentemente no. La cuestión es: ¿cuántos clientes hacen falta para que un profesional pueda llamarse periodista y no detective privado? Si trabajas para un solo cliente eres un detective privado, pero si trabajas para diez, ya empiezas a ser periodista. Esos diez clientes existen, los que necesitan tener información solvente y puntual, con lo cual el periodismo no está muerto. Esto es una crisis no profesional, que afecta a lo profesional, sino industrial, de rentabilidad. El que necesita información, la tiene. Y nuestro oficio es proporcionarla, no dejaremos de estar ahí.
Hay presión empresarial y política, autocensura, precariedad laboral. Sin embargo, usted siempre ha defendido que, desde una columna o una crónica de fútbol, se pueden “ganar espacio y abrir las costuras”, romper ese encorsetamiento. ¿Cómo se hace?
Puntualmente alguno se puede estrellar, incluso pueden estrellarse todos los que lo intenten ahora, pero también creo y espero que el futuro sea eso o algo parecido. Hay que aspirar a un lector cada vez más inteligente y crítico, dado que el otro ya tiene una información gratuita que lo entretiene. Además, algo que ha faltado tradicionalmente en la prensa española es la autocrítica, ha habido un exceso de soberbia y de arrogancia casi intolerable. Cuando intentas romper costuras y ponerte en cuestión a ti mismo, que al final eres sólo el intermediario, no puedes estar seguro, cuando intentas reflejar los matices no sólo de la información sino del proceso que has seguido para ver esa información, le estás dando más pistas al cliente sobre la fiabilidad de lo que le estás dando. Por tanto no hay que ser arrogante, no hay que intentar empaquetar de manera convencional el mensaje que transmites. Quizá lo digo porque eso es lo que me gusta leer a mí, pero hablándolo con otros periodistas, insisto, creo que es el futuro, que debería ser eso. Aunque nadie sabe cuándo llegará el futuro.
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