Entrevista

Erri de Luca

«La derecha es un peso muerto en la espalda de Europa»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 15 minutos
erri de luca
Erri de Luca (2016) | © Elena Blanco


Menorca | Abril 2019

Mientras desayuna tranquilamente, los ojos claros de Erri de Luca (Nápoles, 1950) quedan un momento fijos e inmóviles en cualquier punto, como si el escritor se abandonara a algún pensamiento. Pero en seguida recuperan esa fijeza característica, a veces lancinante: la mirada de alguien que ha visto mucho, y quiere seguir viendo. ´

Hace una mañana espléndida en Menorca, hasta donde el autor de títulos tan hermosos como El día antes de la felicidad, El peso de la mariposa o Los peces no cierran los ojos se ha desplazado para participar en las Trobades Camus. Montañista veterano, hombre de acción en medio de la agitación política de los Años de Plomo en su país, escritor prolífico y comprometido, accedió a conversar con MSur sobre algunos aspectos de la actualidad italiana del momento que todavía hoy se mantienen vigentes, como el ascenso de la extrema derecha europea, el papel de la cultura o los valores europeos en peligro, sin olvidar episodios como la acusación de instigación al sabotaje de las obras de la línea férrea Turín-Lion, que dio pie a su manifiesto La palabra contraria, y de la que finalmente fue absuelto. Su última novela, Imposible, vio recientemente la luz en español en el sello Seix Barral.

En España se vive con cierta aprensión la llegada de la extrema derecha a las instituciones. Ustedes, que ya vivieron eso con Salvini, ¿saben ya qué cambia cuando gobiernan los ultraderechistas?

Italia tuvo y tiene una derecha. Antes estaba representada por Forza Italia y ahora esos votos se han desplazado hacia la Lega. También tuvimos gobiernos de derecha. Existe una derecha en este continente, en nuestro país, en el vuestro, en Francia. Pero no es una derecha que pueda hacer que Europa retroceda. Es una derecha que está como un lastre, un peso muerto en la espalda de Europa, ralentizándola, pero sigue en marcha. No va a hacer que se vuelva a los nacionalismos y a las fronteras internas.

Antes de Salvini, ¿había una población fascista en Italia que esperaba su momento, y ahora se siente por fin representada?

«Salvini se aprovecha de los humores políticos. De los malhumores políticos»

Salvini se aprovecha de los humores políticos. De los malhumores políticos. Pero los malhumores no coinciden con el fascismo totalitario que nosotros hemos conocido y para el que, por esta razón, tenemos anticuerpos. Existen nostálgicos del fascismo, ya los había antes y los hay ahora. Forman parte de nuestra historia.

Usted también ha conocido también el fascismo de los empresarios, incluyendo la capacidad de llevar a juicio a un escritor para intentar neutralizar sus protestas. ¿Tiene algo que ver con el fascismo político?

Las obras de la línea ferroviaria Turín-Lion representan un caso más bien clínico que político. Gobiernos y ministros llevan más de treinta años diciendo que esas obras eran necesarias y de ellas aún no hay ni un centímetro de vía férrea. Es un caso cómico. Las obras ni siquiera arrancarán, gracias precisamente al hecho de que ese valle consiguió obstaculizarlas. En cuanto a mí, se trató de un caso experimental: se sirvieron de un artículo del Código penal fascista, que se había quedado en la legislación italiana y que nunca antes se había utilizado en contra de las opiniones de un escritor, para averiguar si podían triunfar en ese plano, y así socavar o suspender el artículo 21. Y no lo lograron.

¿Hubo en aquella demanda algo de aviso a la gente, algo así como: si llevaron a juicio a Erri de Luca, podrían hacerlo con cualquiera?

Quien es medroso y le tiene miedo a sus propias convicciones, así se queda. En mi caso, pueden haber logrado llevarme a juicio, pero al final les desmintieron y acabaron perdiendo.

En esta situación de agitación política, ¿dónde están los intelectuales italianos? ¿Ya no tienen el poder y la influencia que tenían antes, en los tiempos de Pasolini o de Lotta Continua?

«Antes sentíamos atracción por lo que pasaba en la calle. Hoy en la calle no pasa absolutamente nada»

Pasolini era único. Sin embargo, en esa época de efervescencia revolucionaria, obrera y estudiantil, la cultura seguía. Se detenían a unos compañeros o intelectuales y se escribían apelaciones. Lotta Continua era un diario que necesitaba a un director inscrito en el colegio de periodistas, así que muchos intelectuales se prestaban para cubrir el rol de directores de Lotta Continua, sin escribir ni una línea en el periódico, simplemente para dar la posibilidad de que saliera. Les llegaban también denuncias por cosas que se escribían en él y que quizás ellos ni compartían. Resistía ese movimiento que implicaba la participación de los intelectuales. Lotta Continua sobrevivía con autofinanciación, gracias a las obras que regalaban los pintores. Si no las hubieran vendido enseguida, esos pintores hoy estarían en todas las galerías nacionales: de Bois a Matta a Kounellis. Este era el contexto. El cine rodaba películas sobre los obreros. Había naturalmente comedias, pero existía esto también. Hoy no.

¿Nada de esto existe ya?

No, ya no.

¿Puede deberse en parte a que todo, la literatura y el cine, se ha convertido en negocio?

No. Antes sentíamos atracción por lo que pasaba en la calle. Hoy en la calle no pasa absolutamente nada, por eso nadie tiene ese espíritu de intervención. Yo soy intervencionista.

¿La gente ya no siente, ya no escucha? ¿Solo presta atención a los futbolistas y a las estrellas de la tele?

No, escucha más a los buenos intelectuales. Los intelectuales en general están a lo suyo, ya antes del ’68 estaban a lo suyo. O estaban adscritos al PCI, al partido comunista. Pasolini era un caso único porque fue expulsado del partido, además expulsado por homosexual y no por disidente.

Se habla de la derecha como “los conservadores”, pero lo cierto es que no suelen conservar ni el patrimonio, ni el medio ambiente…

«En Italia la izquierda no tiene representación; lo vemos en la abstención en las elecciones»

Con conservadores nos referimos a los que quieren conservar los privilegios de las clases pudientes: conservadores de privilegios y de condiciones.

Pero la defensa de la naturaleza, ¿no ha acabado siendo una posición progresista?

No, hay movimientos de legítima defensa en contra de las más descaradas agresiones al suelo, al aire, al agua. Existen momentos y movimientos, aquí y allá, de defensa de nuestra propia identidad física, además de la del territorio, pero no hay una estrategia ecológica.

Hemos hablado mucho de la derecha, pero ¿dónde está hoy la izquierda?

En Italia la izquierda no tiene representación. Y esto lo vemos en la abstención en las elecciones. Parte de esa izquierda se ha imaginado ser representada por el Movimento 5 Stelle y este ha comprometido totalmente esta posibilidad. Las próximas elecciones verán una abstención masiva, una abstención de izquierda.

¿Y cómo hemos llegado a esto?

Hay una crisis de partidos. Todavía no ha aparecido una formación política y, concretamente, una personalidad con capacidad de reunir.

¿Es cuestión de encontrar a un líder?

Bueno, eso también cuenta. Por su parte, el Movimento 5 Stelle nació así: en torno a un organizador.

¿Son pocos los que creen que Grillo siga siendo un hombre de izquierda?

No sé si Grillo es un hombre de izquierda. Seguramente al principio fue apoyado por Dario Fo, que era el hombre más de izquierdas que había en Italia. Esto significa que en ese momento su propaganda política era de izquierda. Luego, lo cambiaron todo, cambiaron todas sus políticas, aliándose con este “fachita”…

¿Y el viejo PCI?

El viejo PCI hace tiempo que se murió.

En España de la izquierda sigue hablando de clase obrera, pero, ¿existe todavía?

«La clase obrera podía llamarse así porque tenía un valor numérico, sólido, pesado; ya no es así»

La clase obrera podía llamarse así porque tenía un valor numérico, sólido, pesado. Era una gran parte de la fuerza laboral de nuestro país (la clase obrera, los campesinos, los jornaleros). Ahora ya no es así. Antes, yo trabajaba en una fábrica con un mono azul que, en pocos días, estaba lleno de grasa. Hoy se trabaja con unas batas blancas, alrededor de unas máquinas que lo hacen todo.

¿Entonces hoy la clase obrera son los migrantes, los que se manchan las manos?

La clase obrera hoy son los que siguen haciendo un trabajo manual, mal pagado, en negro. Son los jornaleros los que forman parte de la clase obrera.

Después de la crisis, pensábamos que quizás la violencia social podía volver, pero no fue así. ¿Por qué?

Porque se trata de una crisis que no va más abajo del nivel de subsistencia. No es una de esas crisis griegas, en esas sí que la deuda fue por debajo del nivel de subsistencia.

Vimos en las calles griegas numerosas protestas muy violentas que no consiguieron cambiar nada. ¿Ha dejado la calle de ser el lugar donde hacerse oír?

A Grecia la trataron un poco como provincia y no como a una nación. Y Grecia es un país pequeño. En Francia, las manifestaciones de las protestas de los sábados al final se apagaron, pero algo lograron. No pasaron desapercibidas. Obtuvieron resultados.

Esa idea de violencia social como medio para cambiar las cosas, ¿es antigua?

La violencia social es una necesidad. Uno no va a que le rompan la cabeza porque se ha fastidiado: es una necesidad. Finalmente, se encuentran muchas condiciones de muchas personas que se unen porque no pueden hacer otra cosa. ¿Quién tiene ganas de pelearse? ¿Por qué un jubilado debería lanzarse a la calle?

Porque se ha hartado de todo, ¿no? Pero, cuando llega este momento de decir “basta”, ¿cree que resultan útiles las movilizaciones duras?

Cuando no hay otra manera, sí. La vía se encuentra en el camino.

¿Y al final el pueblo gana?

Si esa tensión es insoportable, el choque es frontal y no se puede hacer nada. Si esa tensión puede ablandarse con pequeñas concesiones, la violencia amainará.

¿Cómo vivió la revolución árabe? Según algunos, esta revolución ni siquiera ha empezado, solo vimos una primera parte…

«Europa es de los jóvenes. Su voto debería valer dos o tres veces más que el mío»

Creo que existe una juventud que quiso desprenderse de las jerarquías y “geriarquías” de los viejos tiranos. Y por el hecho de haber sido impulsada por jóvenes, se trató de una acción de progreso. Lograron que se instalaran otros que son menos malos que los anteriores. Y así se procede. Ahora Argelia representa una situación verdaderamente interesante, porque ha conseguido, sin un baño de sangre, librarse de ese vejestorio que llevaba en el poder veinte años. Cuando la juventud se mueve, sea cual sea la dirección, siempre es bueno. Es un empuje hacia el progreso. Y en ese caso, no tenía nada que ver con extremismos religiosos o reinterpretaciones coránicas. Fue un empujón por parte de los jóvenes a la renovación: renovación de las fibras de su propia nación y de su grupo dirigente.

La idea de Europa parece en peligro, ¿hay que luchar por ella?

Sí; no solo tenemos que luchar nosotros, sino que tenemos que darles siempre más voz y responsabilidad a los que nacieron en esta Europa, a esos jóvenes que tienen diecinueve o veinte años. Podríamos incluir a los que tenían uno o dos años cuando empezó. Europa les corresponde a ellos, es suya. No volverán a las fronteras internas, a las aduanas, a las moneditas locales. No volverán atrás, pero hace falta que tengan derecho a su propia voz, no como en Inglaterra. En Inglaterra, los viejos votaron para perjudicar el futuro de los jóvenes, un futuro del que no formarán parte. Eso lo tenemos que subrayar, que esta Europa es de los jóvenes. Su voto debería valer dos o tres veces más que el mío. Incluso cuatro. Hace falta una Europa en la cual esta juventud hable y su voz se escuche y decida.

En cambio, la juventud parece cada vez más cansada, más indiferente hacia la política, justo cuando, opinan muchos, sería más necesario que esté activa.

No es fundamental que esté activa, lo que es necesario es que sepan que Europa es suya y no nuestra, y que cabe el riesgo de que la pierdan, como la perdió Gran Bretaña. Yo espero que el ejemplo de Gran Bretaña sirva de mejor propaganda para Europa. No solo eso, sino también hay que destacar la calidad de ese voto: el voto de los viejos que ha aplastado el de los jóvenes.

Una última curiosidad. ¿Ha vuelto a los Balcanes, a Belgrado, después de la guerra?

No, ya no he vuelto.

¿Por una decisión consciente?

No lo sé. Estaba en Belgrado porque la bombardeaban, la verdad. A veces sí, he vuelto a Sarajevo después de los años de la guerra. Vi que esa ciudad no necesitaba recordar, sino olvidar. Existe un tiempo fisiológico a través del cual hay que dejar de hablar de esas historias.

El hijo de Susan Sontag, David Rieff, escribió un libro sobre esta necesidad de olvidar de muchos países, no solo en los Balcanes. ¿Usted cree en el olvido como bálsamo?

«España ya hizo duelo, ya ha conseguido pasar a la historia y no a los tribunales»

Sí, es fisiológico. Después de las grandes tragedias, las fibras de una comunidad se movilizan para reconstruir, pero no quieren mirar atrás. En una comedia de teatro de Eduardo de Filippo titulada ¡Nápoles millonaria!, el protagonista regresa de la guerra y le permiten contar la historia de su cautiverio; cuando va a contarla una segunda vez, ya no le dejan. Hay necesidad de dejar las cosas en el silencio, que la tierra lo cubra todo y que crezcan los árboles de primera y de segunda generación encima de las fosas comunes, antes de volver a hablar de ello.

¿Cree que también es necesario hacer justicia a través de una narración colectiva, o esta es una labor de las generaciones sucesivas?

La narración colectiva no pertenece a los individuos, sino a la generación. Vuestra generación española ha empezado a escribir historia, también de forma literaria. Pero no son los testigos directos, sino sus hijos, sus nietos, los que construyeron literatura, los que construyeron esa forma en la que se puede contar esa historia, transformándola también en materia de canto, que es la manera de superar lutos y laceraciones. Hizo falta el paso de las generaciones.

En España sigue el debate sobre la memoria histórica y los desaparecidos sin sepultura. Hay algunos que creen que esta es una manera de revivir el enfrentamiento. ¿Qué opina usted?

No. La España democrática posfranquista es una España que ha superado esa etapa, tanto que el golpe del coronel Tejero no llevó a nada, chocó con la nueva España. Creo que España ya hizo duelo, ya ha conseguido pasar a la historia y no a los tribunales. Ya no hay personas que imputar. Eso cambia en América Latina.

¿Qué sucede allí?

Allí sí que hay. Existen nombres de criminales que tienen que ser recordados por su infamia, que es lo único que se puede hacer frente a esas personas, que ya son viejas. Sería entregar sus nombres a la infamia, como hacían los romanos: la damnatio memoriae. Ellos cancelaban la memoria de un individuo: un acto de cancelación de la existencia misma. Eso deberíamos hacer, una especie de damnatio memmoriae, pero grabando esos nombres en la infamia, en la columna infame. Para que un hijo, un nieto pueda decidir cambiar nombre con tal de no llevar ese. Porque al fin y al cabo lo que dejamos no son nuestros huesos, sino simplemente nuestro nombre. Dejamos un nombre. Si este nombre está condenado a la infamia, esta es de las peores condenas por las que pueda pasar una persona, y que pese sobre sus sucesores.
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