Etgar Keret
«En Palestina tienen a Hamás, y en Israel tenemos nuestra propia versión»
Ilya U. Topper
Estambul | Septiembre 2014
Al teléfono una voz amable, solícita, de buen humor para entrevistas. El humor es uno de los grandes rasgos de la obra de Etgar Keret (Ramat Gan, 1967), uno de los escritores más populares de Israel, también guionista de televisión. Su obra abarca sobre todo el relato corto, a veces muy corto, de gran éxito no sólo entre los jóvenes; también tiene libros infantiles. En el mercado español ya se hallan títulos como Pizzería Kamikaze, La chica sobre la nevera o Papá escapó con el circo, entre otros.
Ahora, Keret visita España con motivo de la edición, en Siruela, de una de sus últimas obras: Los siete años de abundancia. Una colección de relatos, o quizás más bien crónicas familiares, que aplican a la propia vida esa mirada entre tierna, surrealista y de humor negro. Una familia que desde luego da para crear situaciones absurdas. El propio Keret la resume así en una frase: “Mi padre era de derechas, mi hermana es una piadosa ultraortodoxa, mi hermano es un antisionista radical”.
A usted se le considera como el escritor que inició un nuevo estilo más sencillo en la literatura hebrea, más directo y más popular.
«Escribir en el lenguaje de la Biblia es algo bastante petrificador»
No diría que soy el más popular: los libros de Amos Oz son al menos tan populares como los míos, si no más. Lo que sí es verdad es que yo elegí escribir tal y como se habla coloquialmente. La tradición hebrea se basa en escribir en un registro muy alto, similar al lenguaje de la Biblia; en el momento en el que se pasa del lenguaje hablado al escrito hay como una actitud de respeto. Yo elegí desde mi primer relato escribir en un tono coloquial, utilizando la jerga israelí.
A eso me refería: coloquial. ¿Es sólo el lenguaje o también el escenario, familiar como en ‘Siete años…’ ?
Sí, también escogí tratar temas mucho más personales que lo habitual. Ahora hay más escritores que emplean este estilo, aunque la mayoría sí escribe mucho más en la línea de David Grossman y Amos Oz, y no como yo.
¿Es un cambio generacional? ¿Tendrá que ver con que el hebreo es una lengua bastante joven en lo que a literatura moderna se refiere?
Creo que todo escritor, cuando se sienta a escribir, mira las estanterias a su lado, y escoge el libro más importante que se haya escrito en su idioma. Si eres español, miras a Cervantes, si italiano, a Dante, si inglés, a Shakespeare… y si eres judio, miras la Biblia. Y con todo el respeto debido a Cervantes, la Biblia se impone al Don Quijote. Es algo bastante petrificador si escribes en el lenguaje de la Biblia. A menudo te hace orientarte automáticamente hacia la emoción dramática, y no hacia el humor.
«Para la generación de Amos Oz, el hebreo era como un traje nuevo. A mí me llegó ya desgastado, cómodo»
¿Eso afecta también a los temas escogidos?
Sí: creo que es por eso que la tradición literaria israelí siempre se ha ido hacia las novelas épicas, en un registro muy alto de emoción fuerte, y los libros son impresionante; tengo a Amos Oz por uno de los mejores escritores vivos del mundo. Pero al mismo tiempo, la literatura es un lugar para la diversidad. Y al criarme en Israel, yo intenté buscar voces diferentes y representar también éstas en literatura hebrea.
El hebreo ya es la lengua materna de su generación de usted, la de los sesenta; en todo caso es la de usted, pero seguramente no la de sus padres. ¿Qué significa esto para un escritor?
Totalmente cierto. Los escritores en la generación que me precede eran hijos de inmigrantes, eran la primera generación que hablaba este idioma, y elegir el hebreo era casi una decisión ideológica, mientras que en la mía, se hablaba hebreo por defecto. Era el único idioma que conocía; hablaba hebreo con mis padres, con mis profesores, lo hablaba cuando me iba a comprar un helado, y por eso me sentí muy a gusto con esta lengua.
¿Qué cambia respecto a escritores anteriores?
Quizás se pueda decir que para los escritores de la generación de Amos Oz, el hebreo era este traje nuevo que alguien les regaló. Y cuando te regalan algo nuevo, recién comprado de la tienda, tienes un exquisito cuidado de no mancharlo, no sudarlo. Y cuando a mí me regalaron mi traje, ya estaba un poco desgastado, suficiente como para sentirme a gusto con él y revolcarme en el barro con él.
Como escritor satírico, imagino que usted tiene cierto compromiso de retratar la sociedad.
No me considero un escritor con un deber. Escribo relatos tal vez para escapar del peso de la vida. Si alguien me dice que tengo que hacer esto o lo otro, digo que soy escritor, no soy médico ni político.
Pero sabe que cuando hace escribe o hace un sketch para televisión, la gente reflexionará, que habrá una reacción a este texto, a veces a esta provocación.
Cuando escribo columnas políticas, sí, ahí sé que estoy lanzando una polémica. Pero cuando escribo ficción, no tengo ninguna sensación de responsabilidad, porque pienso que un libro siempre es una mezcla entre el escritor y el lector. El universo se crea mitad en el libro y mitad en la mente del lector. Dos lectores diferentes pueden tener dos experiencias distintas con el libro. Yo ofrezco mi parte del diálogo, pero el resultado no forma parte de mi ámbito de responsabilidad.
Minuto de silencio
Pese a su ya larga trayectoria literaria, lo primero que se encuentra uno al teclear el nombre de Etgar Keret en internet son polémicas sobre la política israelí y el conflicto palestino. La última, ni siquiera la causó él, sino su mujer, la actriz y directora de cine Shira Geffen, en julio, al pedir en el Festival de Cine de Jerusalén un minuto de silencio por los cuatro niños muertos en una playa de Gaza bajo los disparos del ejército israelí. La ministra de Cultura, Limor Livnat, la calificó de “desgracia para el Estado de Israel”. Fue aún el apelativo menos agresivo que le dirigieron en los días siguientes.
Cuando a usted le entrevistan, siempre le preguntan por la política de Israel y no por sus libros, como si fuera un portavoz político. ¿Le preocupa?
Lo entiendo perfectamente. Vengo de una región que al mundo le interesa, y si la gente quiere saber algo de esto, me parece bien. Podemos hablar de literatura, pero la conversación se puede ir hacia cualquier parte.
¿Cuál es para usted el aspecto más preocupante de la sociedad israelí?
«En la última guerra, quien se identificaba con el sufrimiento de la población de Gaza se vio atacado y amenazado»
Lo que más me ha impactado durante la última guerra [Gaza, 2014] era un intento por parte de los radicales, los marginales de la derecha, de restringir la libertad de expresión. Porque Israel, que ha estado en muchos conflictos y guerras, para mí siempre era un ejemplo de que la libertad de expresión era un valor. Puedo pensar que eres estúpido, que te equivocas, pero lucharé y sacrificaré todo sólo para que seas capaz de expresar tu opinión sin miedo.
¿Y esto ya no se respeta?
En la última guerra se envidenció un clima en el que la gente que expresaba ideas liberales o que se identificaba con el sufrimiento de la población de Gaza se vio atacada y amenazada. Eso es algo muy nvoedoso en en el discurso de Israel, muy poco típico del pueblo israelí. Estas voces amenazantes no representan a la mayoría de la sociedad israelí. Pero es muy frustrante ver que las autoridades no hicieron nada para ponerles coto. Un líder responsable habría dado un paso al frente para decir: esto tiene que acabarse. Cuando hay comentarios racistas en Alemania, Angela Merkel se posiciona. Cuando ocurre en Francia, pues François Hollande dirá que cualquiera que te insulte, insulta la bandera de Francia. Pero cuando sucede en Israel, Benjamin Netanyahu está demasiado ocupado hablando de Irán y el ISIL como para siquiera ocuparse del asunto. Tenemos un gobierno muy de derechas que, en mi opinión, tiene una actitud antidemocrática.
«Todos esos personajes santos de la Biblia discutían con todo el mundo, incluso con Dios»
Estábamos acostumbrados a ver voces críticas en los diarios israelíes. Pero estas tribunas ¿aún reflejan la sociedad?
Desafiar una opinión no sólo forma parte de la tradición israelí, sino también de la tradición judía. Es casi un legado bíblico. Todos esos personajes santos de la Biblia discutían con todo el mundo, incluso con Dios. No importa si fuera Abraham, Jonás, Job, Moisés… Es algo muy judío no estar de acuerdo, no someterse a otro. La sociedad lo apreciaba, pero ahora, los que hablan con un tono liberal y pacífico, se ven amenazados, reciben correos de insultos, sufren sanciones o boicots.
Para usted ¿es una traición contra los fundamentos sobre los que se edificó la nación de Israel?
Sí, lo es. Yo vengo de una familia muy diversa. Mi padre era de derechas, mi hermana es una piadosa ultraortodoxa, mi hermano es un antisionista radical… pero cualquiera de ellos sacrificaría su vida para la libertad de expresión. Y si observas la tradición de los dirigentes de derechas, como Menachem Begin o los demás, ves que ellos se daban cuenta de que al margen de las ideas políticas, debilitar el espíritu liberal de Israel era peligroso para el país como tal. Pero tipos como Evet [Avigdor] Liberman, que viene del modelo Putin, como Naftali Bennett, que es religioso, con ideas mesiánicas, parecen más cercanos a la teocracia que a la democracia. Y gente como Netanyahu parece tener miedo a enfrentarse a estos temas, para no perder posibles votantes; son patatas calientes a las que prefieren no tocar.
Si la derecha le ha robado a gente como usted un país con libertades, y muchos ciudadanos de Israel sienten que los ultraortodoxos les han robado un país que se fundó como laico ¿qué queda de la nación?
Para ser sinceros, quizás porque yo conozco bien a la sociedad ultraortodoxa a través de mi hermana… nunca he tenido tanto miedo a esta comunidad. Porque el colectivo ultraortodoxo nunca ha intentado dominar la política israeli. Ellos se consideran un sector social. Quieren más dinero para sus instituciones, mejores condiciones para su gente… lo mismo que pediría un sindicato fuerte. Lo que hace la derecha religiosa, con su naturaleza mesiánica, es distinto: a lo que ellos aspiran es controlar el país. Creo que los ultraortodoxos nunca se han planteado que Israel se convierta en un país ultraortodoxo, pero Naftali Bennett sí quiere que el país refleje las políticas de los colonos.
Parece que lo va consiguiendo.
Naftali Bennett no quiere ser cabeza de un gran partido de colonos: quiere ser el primer ministro. Esto tiene algo muy perverso: los colonos sólo forman el 4 por ciento de la población pero si miras el Parlamento, el quince o veinte por ciento de los escaños está en manos de los colonos. Es como una OPA hostil de una empresa: ocupan posiciones clave, canalizan presupuestos, intimidan a los medios de comunicación… Actúan de manera muy antidemocrática, manipulan la democracia para llevarla más y más hacia la teocracia.
«Los ultraortodoxos no son buenos para Israel, pero no son una amenaza. Los partidos de derechas sí son una amenaza»
Y obviamente no busca la paz con los palestinos, porque no les encaja con sus planes.
Claro que no. No puedes ser candidato del partido de Naftali Bennett si no eres judío. Esto refleja la hipótesis de que la identidad judía es mejor que las demás. Eso es racista. Los partidos ultraortodoxos, en cambio, no quieren estar en una posición en la que tengan que tomar decisiones sobre la población laica de Israel. Sólo quieren decidir sobre su propia vida y conseguir todo el dinero que puedan para sus propios propósitos. En este sentido no son buenos para Israel, pero no son una amenaza. Los partidos de derechas son una amenaza.
Cuando los ultraortodoxos determinan que en un autobús público de Jerusalén, las mujeres deben sentarse separados de los hombres ¿no es llevar un poco lejos la noción de lo que consideran “su sector”?
Ahí hay confrontaciones a nivel nacional y cívico, y desde luego, la mayoría laica de la sociedad debe luchar para proteger sus valores. Pero hay una gran diferencia entre un grupo de gente que no quiere que las mujeres se sientan con ellos en un bus y otro grupo que quiere impedir a todo un país que negocie un acuerdo, simplemente porque ellos piensan que la tierra es sagrada. El precio que hay pagar en estos dos casos es totalmente diferente. Yo estaría feliz de vivir en un país donde el mayor problema fuera que no permitimos a las mujeres sentarse en un autobús dentro de un barrio ultraortodoxo.
«Nos dicen que es mejor que mueran mil soldados antes que ceder un pequeño trozo de tierra, porque pertenece a Dios»
Algo preocupante sí me parece…
Es un problema, sí, un problema a nivel interno. Pero ahora tenemos a gente a los que sus rabinos les dicen que es mejor que mueran mil soldados antes que ceder un pequeño trozo de tierra, porque esta tierra pertenece a Dios. Esa combinación entre el fanatismo religioso y el nacionalismo es horrorosa. En Palestina tienen a Hamás, y nosotros tenemos a nuestra propia versión de nacionalistas religiosos que quieren hacerse con el poder en el país.
Netanyahu no habla de Hamás y de resolver el conflicto, sino de Irán. ¿Es Irán realmente una amenaza?
Sí, desde luego Irán es una amenaza. Desde un punto de vista muy estrecho, los palestinos no son una amenaza existencial para nosotros, simplemente por el hecho de que nosotros somos más fuertes. Irán, con capacidades nucleares, y teniendo una ideología que pide destruir Israel, sí lo es. Pero incluso si el conflicto palestino no es una amenaza existencial, no deja de ser un enorme problema que nos afecta. No sólo moralmente, porque controlamos a un pueblo y le impedimos tener su propio país y sus libertades, sino que se ha convertido en una especie de ritual repetitivo: cada dos o tres años, nos metemos en estas operaciones sin fin, en las que mueren soldados israelíes, se hace daño a palestinos civiles, se hace daño a civiles israelíes, gastamos miles de millones de euros para financiarlo, el dinero que se le quita a Educación, del sistema de Salud, y que luego digan, eso es como funciona, ni siquiera voy a tomar un riesgo desde mi posición de poder para intentar cambiar algo… eso no es un liderazgo de verdad.
¿Qué falla en la visión política?
Israel, ahora mismo, tiene una estrategia totalmente pasiva. Si los palestinos no hacen nada, nosotros no hacemos nada tampoco. Si los palestinos atacan, contraatacamos. Nosotros somos mucho más fuertes que los palestinos. Y aunque no creo que seamos los únicos que tengamos la culpa de la situación, sí somos los únicos que podemos salir de este marasmo. Al ser el poder más fuerte, debemos ser el poder responsable, el actor de cambio. Pero ¿quién está determinando los sucesos de Oriente Medio? Sólo Hamás. Ellos deciden cuándo hay guerra, ellos deciden cuándo hay un alto el fuego. Israel es totalmente pasiva. La única iniciativa que tomamos es la de lanzar represalias tras los ataques de Hamás. Esto no es la manera en la que un país mejora su destino y lleva a su pueblo hacia un futuro mejor.
Tal vez porque el status quo es muy confortable para el Gobierno.
No. Si sales a la calle y hablas con gente, exceptuando los colonos, nadie está contento con el status quo. Nadie es feliz sabiendo que dentro de dos años su hijo o su primo o su tío irá a Gaza y puede que le maten. Nadie es feliz corriendo bajo las sirenas para buscar refugio, en cualquier ciudad de Israel. Nadie está contento con que por esta guerra, el presupuesto para Salud o servicios sociales sufre drásticos recortes. No es una situación que le guste a nadie, ni puede gustar a nadie, excepto a la extrema derecha.
«Tenemos una maquinaria política muy antigua ya, dedicada a infundir desesperación al público israeli»
Y sin embargo, siguen votando a la derecha clásica. Hacer una campaña a favor de la paz no es precisamente algo popular.
Cierto. Tenemos varios problemas. Uno es una crisis de liderazgo en la izquierda. No hay figuras carismáticas y responsables que puedan convencer al público de que tienen el poder de inducir un cambio. Por otra parte tenemos una maquinaria política muy antigua ya, dedicada a infundir desesperación al público israeli. De hacerles pensar que estamos bajo una amenaza existencial y que una decisión equivocada terminará en un genocidio contra los judíos.
¿Nadie puede contrarrestar esa visión?
Hay que reconocer que nuestros socios, los palestinos, no son las personas más fáciles para hacer la paz. Yo preferiría hacer la paz con los andaluces, en lugar de hacerlo con Hamás ¿vale? Pero esto es lo que hay. Y en esta realidad que vivimos hay que tomar riesgos, desde una posición de poder. Se pueden tomar riesgos y se puede fallar. Nos arriesgamos tantas veces con soluciones militares que no funcionan, ya podemos alguna vez tomar el mismo riesgo con una solución diplomática, y si falla, somos suficientemente fuertes como para sobrevivir a eso. Y el problema es que ni siquiera lo intentamos.
«Esa capacidad de meter miedo: el ISIL le corta la cabeza a dos personas y el mundo entero corre a parapetarse»
El 2011 hubo una gran protesta social en la Plaza Rabin contra los recortes, la falta de vivienda… pero nada de una campaña por la paz. ¿Hay miedo a tocar ese tema?
Hay miedo a tocarlo porque en Israel existe una sensación de que el público está intimidado. Es fácil intimidar al público cuando es tan fácil encontrar citas de Hamás en las que se habla de la yihad y de matar a todos los judíos. Esa capacidad de meterle miedo a algo a un país entero es algo que ahora mismo aplica el ISIL. Mire: el ISIL le corta la cabeza a dos personas y el mundo entero corre a parapetarse. ¿Qué es el poder del ISIL comparado con el del mundo occidental? El ejército español por si sólo ya es más fuerte que el ISIL, que no tiene ni un solo avión. Pero al cortarle la cabeza a un periodista, todo un país se siente intimidado.
¿Una cultura de miedo generalizada?
Con el 11-S, que fue una acción terrible, se podía ver cómo todo el mundo occidental se paralizó. Hubo personas en Sidney o Londres que vendían sus pisos en los rascacielos porque pensaban que al día siguiente, un avión se iba a estrellar contra sus casas. El miedo es algo muy contagioso y muy, muy petrificador. En Israel hay motivos para tener miedo. Pero deberían considerarse en su justa medida. Sin embargo, los líderes nos empujan hacia una posición histérica, existencialista. Y muchas veces lo consiguen.
El humor es un buen antídoto contra el miedo ¿no?
El humor es el arma de los débiles. Los fuertes nunca necesitaron el humor. La razón por la que existe el humor judío es que a menudo, en la diáspora, los judíos no tenían el poder de cambiar su destino. Cuando no puedes cambiar algo, pero quieres mantener tu dignidad, lo mejor es hacer un chiste. Por eso tenemos tantos chistes sobre la muerte. La muerte no necesita hacer chistes sobre los seres humanos: simplemente viene a matarnos. Pero para nosotros, hacer un chiste sobre la muerte quiere decir: no tenemos el poder de cambiarlo, pero estamos protestando.
¿Tras la diáspora, se mantiene en Israel?
La realidad de Medio Oriente es muy a menudo frustrante, y uno tiene la sensación de golpearse con la cabeza contra una pared. Lo único que puedes hacer es utilizar tu sentido de humor para declarar que eres un ser humano y que no estás contento con la situación a tu alrededor.
«El humor va mano a mano con el miedo existencial del ser humano»
Usted, como escritor israelí, cuando utiliza el humor, ¿quién es el poderoso contra el que lo emplea como arma?
Puedo emplearlo contra mucha gente diferente. Puede ser contra mi gobierno, pero creo que todos somos débiles, porque es la condición humana: lo único que todos los seres humanos de la Tierra compartimos es que todos vamos a morir. Nuestra mortalidad, nuestra fragilidad está siempre ahí, el hecho de que este milagro de vivir puede acabar en cualquier segundo, si nuestro corazón se para, si desarrollamos un cáncer. Y también está siempre la necesidad de salir y poner estas cosas en clave de humor. El humor va mano a mano con el miedo existencial del ser humano.
Uri Avnery dijo una vez que el problema de Israel era esa mentalidad del judío débil, perseguido, pero ahora dirigendo un Estado que tiene uno de los ejércitos más fuertes del mundo.
Es cuestión de cómo se mire. Israel tiene un ejército poderoso, si bien lejos de ser el más poderoso de Occidente, pero es un país de diez millones de habitantes, lo que incluye dos millones de árabes israelíes y un millón de ultraortodoxos, y está rodeado por tal vez mil millones de ciudadanos árabes que no quieren que existamos. Yo diría más bien que Israel es uno de los lugares del mundo más peligrosos para vivir. Es mucho más seguro vivir en España, donde no hay peligro que te lance Hizbulá un misil, o Al Qaeda desde la frontera siria, o que los Hermanos Musulmanes tomen el poder en Egipto y te ataquen, o que te ataque Irán con una bomba atómica… Veo muy ingenuo decir que Israel es un país fuerte que sólo sufre de algún tipo de paranoia existencial injustificada.
«En el conflicto palestino, nosotros somos el bando más fuerte. Y como tal, los únicos que pueden cambiar algo»
Israel es un lugar mucho más seguro para vivir que Cisjordania, imagino.
Sí, eso seguro. Si nos comparas con Palestina, estamos en un lugar mucho más seguro y más estable. Los palestinos forman parte de nuestra responsabilidad. De todos los peligros potenciales que acechan a Israel, el único que no es una amenaza existencial es el pueblo palestino. Y además, es el único que forma parte de la responsabilidad nuestra. No podemos hacer nada contra el hecho de que Irán nos odie y quiera que dejemos de existir. Pero sí podemos hacer mucho para otorgar a los palestinos las cosas más básicas: su libertad, su capacidad de construir su propia nación. Esto es nuestro deber.
Desde fuera, a muchos, Israel no nos parece tan amenazado.
Seria un error pensar: “Estos son una pandilla de locos con el ejército más fuerte del mundo”. No se corresponde con los hechos, a mi juicio. Eso sí, en el conflicto palestino, nosotros somos el bando más fuerte. Y como tales, somos los únicos que pueden cambiar algo. Pero teniendo un gobierno que no toma decisiones, este conflicto no se resolverá.
No le he hecho aún la pregunta típica: sobre el minuto de silencio para Gaza y las reacciones.
Oh [risas], pero si me puede dispensar de esta pregunta, realmente se lo agradecería enormemente.