Reportaje

El Frente Nacional en todas las pancartas

Diana Mandia
Diana Mandia
· 10 minutos
Mitin de la lista de izquierda de Marsella con un cartel del candidato socialista, Patrick Mennucci (Mar 2014) |  © Diana Mandiá
Mitin de la lista de izquierda de Marsella con un cartel del candidato socialista, Patrick Mennucci (Mar 2014) | © Diana Mandiá

“Por lo que se ha dicho esta semana, uno acaba con la impresión de que Francia se ha vuelto fascista”. Magali espera el inicio del mitin encabezado por Patrick Mennucci, candidato socialista a la alcaldía de Marsella, con una bandera del Front de Gauche (FDG), la coalición de comunistas e izquierdistas liderada por Jean-Luc Mélenchon, reposando en el hombro. “El Frente Nacional se ha convertido en un espectáculo, porque hay que asustar a la gente. Es jugar con fuego, porque no sabemos qué puede pasar”, advierte esta funcionaria marsellesa, votante del FDG en la primera vuelta de las municipales francesas.

Por si acaso, los suyos han fundido sus listas con las del Parti Socialiste (PS) para la nueva cita electoral de este domingo. Pretenden así frenar al FN, segundo en votos, solo por detrás de la conservadora Unión por un Movimiento Popular (UMP), vencedora en el conjunto de la ciudad en la primera vuelta con un 37,64%. Terceros en el podio se duelen los socialistas, a quienes votantes y no votantes – la abstención fue histórica, de un 38% de media en el país- enviaron hace una semana un mensaje de hartazgo. Otro de los objetivos de la unión, aunque de éxito más que dudoso, es sacar de la alcaldía marsellesa al veterano Jean Claude Gaudin, el candidato de la UMP.

«El Frente Nacional se ha convertido en un espectáculo, porque hay que asustar a la gente», dice una funcionaria

Así que en lo alto de la Canebière, lo más parecido que la segunda ciudad de Francia tiene a los Campos Elíseos parisinos –pero en su versión empobrecida y popular- se ha reunido con este fin la izquierda en el atardecer del jueves: comunistas, ecologistas y socialistas camaradas del presidente de la República, François Hollande. Algunos hacen cola ante improvisados cocineros de salchichas a la brasa y otros ondean banderas mientras un militante proclama, megáfono en mano desde el escenario: “¡No somos racistas, no somos negros, blancos o árabes, somos marselleses!”

«Muerte del bipartidismo»

El de Marsella es solo un ejemplo pero sirve para ilustrar hasta qué punto la formación ultraderechista de Le Pen ha monopolizado el análisis de esta semana de transición. Así fue desde que los primeros resultados fiables de la soirée electoral confirmaron el apoyo recabado en ciudades como Avignon o Perpignan, donde la lista más votada fue la del FN, o la elección en primera vuelta de un alcalde frentista en Hénin-Beaumont (Pas de Calais, 26.000 habitantes).

Marine Le Pen salió rauda a anunciar en televisión la muerte del “bipartidismo francés” y la izquierda socialista llamó a sus filas a poner en marcha el “Frente Republicano”. O, lo que es lo mismo, la retirada de la segunda vuelta cuando no hay posibilidades de victoria para que el partido “republicano” con aspiraciones realistas pueda hacerle frente al FN en solitario. En la práctica, la estrategia se aplica de manera muy irregular: la derecha de la UMP y algunos díscolos del PS han renunciado a ella, lo que supone tratar con la formación de Marine Le Pen como un rival más.

La idea de que el Frente Nacional no es ‘un partido más’ amplifica sus resultados, que en realidad son del 4,5 % de los votos

Es precisamente la idea de que el Frente Nacional no es uno más la que amplifica los resultados del partido, que no ha podido presentar listas más que en 585 comunas de las 36.000 posibles y que a escala nacional no ha superado el 4,5% del total de votos. Raramente otras siglas acapararían tantos titulares con esos porcentajes.

“No entendemos a todos los partidos de la misma forma”, argumenta Joel Gombin, politólogo que ha estudiado la implantación del Frente Nacional en el sur de Francia, donde la extrema derecha dirigió varios municipios a mediados de los años 90. Fue justo antes de la escisión liderada por los esposos Bruno y Catherine Mégret, una pareja de alcaldes de aquel “laboratorio” que acabó con varios mandatarios encausados por la justicia y huyendo hacia otras siglas, entre ellas la UMP. De aquella crisis, que duraría más de diez años, salió también la Ligue du Sud, un endemismo provenzal, victorioso en Orange el pasado domingo. “El Frente Nacional sigue siendo visto como algo excepcional, patológico, incomprensible”, defiende Jombin.

Solo en el caso de Héni-Beaumont ha salido elegido un alcalde frentista en primera vuelta, mucho menos de lo conseguido, por ejemplo, por la oposición de izquierda- es decir, PS en el poder, a un lado- en sus variadas combinaciones y alianzas. El Front de Gauche ha hecho campaña contra la política de austeridad y no parece haberle ido mal, sobre todo en comparación con la izquierda gubernamental. EL PCF mantiene sus buenos resultados para la segunda vuelta en el norte, en la banlieue parisina de Seine- Saint-Denis y en sus bastiones del sur, como Martigues, Arlès o Aubagne. Mélenchon ha denunciado en múltiples ocasiones “un lepenismo mediático” que amplia de manera perversa la presencia del Frente Nacional en el debate público.

Pero si en algo es experto el partido más temido en Francia es en hacer que los árboles no dejen ver el bosque. Desde 2010, la hija del fundador y actual presidenta, Marine Le Pen, ha conseguido colar, en los medios de comunicación y por lo que se ve también en los votantes más desorientados, un idea de marca de “extrema derecha” de nuevo look, más amable y medida. Otra cosa es que esto signifique un verdadero arraigo local, a la vista de las dificultades con las que el partido completa sus listas y del amateurismo de la mayoría de sus candidatos.

La derechización de Sarkozy y su tono xenófobo y racista también ayudan a normalizar el discurso de Le Pen

La derechización de Sarkozy, su tono xenófobo y racista –el hostigamiento contra los romas tiene nacimiento oficial en su discurso de Grenoble, en 2010- y la popularidad de Manuel Valls, el ministro de Interior de Hollande, igualmente presto a las soflamas estigmatizadoras , también ayudan a normalizar el discurso de Le Pen. Los dos últimos gobiernos de la República han contribuido a su manera a convertir la seguridad y la inmigración en asuntos de estado mientras el paro sigue subiendo y François Hollande empaqueta un regalo a las empresas de 30.000 millones de euros en cotizaciones sociales.

La política de Hollande parece haber desencantado a muchos de los suyos. Aquel candidato que prometía el cambio es ahora un presidente al que los periodistas preguntan si es socialdemócrata. Anne Sophie, una joven profesora militante del PS, lleva un chaleco con el emblema del partido, pero ni Mennucci, el aspirante a alcalde por el que votará el domingo, ni Hollande, parecen tenerla muy contenta. “Creo que el PS ha decepcionado a su propio electorado y pienso que para recuperarlo tendría que ir más a la izquierda”, dice la chica.

La política de Hollande ha desencantado a muchos de los suyos; los periodistas le preguntan si es socialdemócrata

“El gran ganador de esta noche es el FN”, soltó en un directo una periodista de France 3 durante el recuento de la noche electoral, ante el gesto airado de otros compañeros que seguían su crónica en la sala de prensa del Ayuntamiento de Marsella. Allí se sabían muy cerca del que en sentido estricto había ganado el primer round: Jean Claude Gaudin.

Es decir, la UMP. Aunque Marsella, París y Lyon votan mediante un sistema distinto al resto del país-los distritos se agrupan en sectores, y al frente de cada uno de estos hay un alcalde- tanto los datos parciales como obviamente los agregados dan por vencedora a la formación conservadora. La derecha, que parte con un 46,5% de los votos en la primera vuelta frente a un 37,7% de la izquierda, ha avanzado en todo el país pese a los embrollos judiciales que ponen en duda la  financiación de la UMP en la campaña presidencial de 2007 y que dejan a Nicolas Sarkozy muy tocado para un hipotético regreso que él sigue negando.

Pero frente al descrédito del PS, todo eso parece haber quedado en un segundo plano. A François Hollande la oposición lo apura para que aclare de una vez el nombre del nuevo primer ministro porque la crisis de gobierno se da por hecha. La política local tiene tantas variantes como ayuntamientos y no siempre va acorde con los despachos de París, pero esta vez los ciudadanos que han votado parecen haberlo hecho con la cabeza en los disgustos que les llegan del Elíseo.

“La UMP en Marsella nunca ha acabado con las diferencias entre el sur y el norte de la ciudad”, se queja Mauro, un italiano empleado en el sector turístico. Vota por primera vez en Marsella y le choca la alianza que el alcalde y candidato Gaudin ha firmado en uno de los sectores en liza con el influente Jean Noël Guérini, exsocialista, considerado un traidor por el PS. Ambos políticos explican el pacto aludiendo, ellos también, a la necesidad de cortar el paso al Frente Nacional. Pero la realidad es que se juegan la alcaldía del sector, que de otra forma podría caer en manos del PS.

Los resultados del domingo deberían aclarar hasta qué punto la abstención ha alimentado la fanfarronería de la extrema derecha

Este domingo los resultados deberían aclarar hasta qué punto la abstención, especialmente la de una izquierda hastiada de la política gubernamental, ha alimentado la fanfarronería de la extrema derecha. Esa que permite a Jean Marie Le Pen, fundador del Frente Nacional, – de visita esta semana en Marsella para apoyar al jubiloso Stéphane Ravier, primero en votos en el sector 7, en el deprimido norte de la ciudad, anunciar que su hija Marine Le Pen “será presidenta de la República sobre un espacio completamente devastado”.

En el pequeño local del FN en la ciudad sureña, presidido por la foto de su creador, se exponen también carteles de otras campañas que sin embargo no han pasado de moda en el discurso lepenista: “La Francia de los olvidados vota por Marine Le Pen”, reza uno. En una ciudad que ha construido su identidad como puerto de llegada y tránsito, el viejo Le Pen parece muy preocupado por lo que pueda ocurrir en 2050, porque según la “evolución demográfica”, defiende, los desesperados de los países pobres vendrán en avalancha a la Europa rica, véase Francia.

Eso sí, la extrema derecha ya ha conseguido algo: estar no solo en boca de todos sino también en los lemas y carteles de sus adversarios. La propaganda electoral ha cambiado en una semana: al “Un nuevo rumbo para los marselleses” de los carteles de Mennucci se ha añadido un “Todos unidos contra el FN”.

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