Opinión

Gazatrumpistán

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 12 minutos
Opinion mgf

Estambul | Septiembre 2025

Inviable. No hay ni para empezar. Esto es la traducción de la expresión inglesa «non-starter», y es la definición más breve del plan de paz para Gaza que Trump presentó el lunes ante la prensa.

¿En qué consiste el plan? Lo único que Trump realmente dejó claro es que el nuevo presidente de Gaza será él. Un caballero llamado Donald Jota Trump, subrayó en un discurso que se hacía todavía un poco más eterno que esos «dos o tres mil años» que ya dura el conflicto, según dijo, seguramente creyéndoselo, entre el Estado de Israel y los árabes. El resto son vaguedades, conjeturas y filtraciones. Yo me atengo a la que sacó el diario Times of Israel, con 21 puntos, bastante más breves que el discurso de ese caballero. Y visto que gran parte de los Gobiernos del mundo han aplaudido la iniciativa y han pedido a Hamás aceptarla, colijo que es más o menos lo que ellos también tienen en la mesa.

Lo que propone el plan, o su filtración, es algo extremamente similar al texto elaborado por Tony Blair, el ex primer ministro británico, junto a Jared Kushner, yerno de Trump y amigo desde la infancia de Netanyahu, socio de bancos e inmobiliarias israelíes y coordinador de donaciones a los asentamientos de colonos ultrasionistas de Cisjordania. Aún así, los 21 puntos del plan, si realmente se implementaron, podrían funcionar. Esencialmente porque ahora mismo podría funcionar cualquier plan que interrumpa la masacre diaria de palestinos en Gaza y ponga fin al declarado objetivo de Israel de… Disculpen, no recuerdo ahora mismo cuál era el declarado objetivo de Israel en Gaza. El de los ministros más bocazas de Netanyahu sí: destruirlo todo y erradicar la población de Gaza en su totalidad.

Todo plan que ofrezca a los palestinos un futuro distinto a la destrucción total ya es digno de contemplarse

Todo plan que ofrezca a los palestinos un futuro distinto a esto ya es digno de contemplarse. El de Trump prevé que, una vez aceptado el acuerdo por ambos bandos, Israel pone fin a sus operaciones e inicia una retirada gradual. La liberación de los rehenes, vivos y muertos, en manos de Hamás, tendría lugar en 48 horas —máximo 72 horas dijo Trump ante la prensa—, a lo que seguiría la liberación de cientos de presos palestinos en cárceles israelíes y más de mil presos gazatíes recién detenidos. Llegaría a la Franja un mínimo de 600 camiones diarios de ayuda humanitaria y empezaría la reconstrucción.

¿Qué ocurre con Hamás? Sus miembros podrían elegir entre exiliarse a terceros países, en seguridad, o quedarse, disfrutando de una amnistía, si prometen aceptar una coexistencia pacífica. Eso sí, Hamás no podrá tener ningún papel en la Administración futura de Gaza. Esta estará en manos de tecnócratas palestinos bajo la supervisión de un cuerpo internacional, establecido por Estados Unidos tras consultas con países europeos y árabes.

Es ese cuerpo el que presidirá Trump, con Tony Blair como mano derecho, según insinuó. De todas formas no importa quién figura sino qué pretenden hacer. Y queda bastante claro: negocios.

Varios puntos de los 21 —no los estoy contando por orden, porque no tienen: casi diríase que Trump realmente ha escrito el borrador personalmente— destacan la necesidad de expertos en construir «ciudades modernas de Oriente Próximo», de fomentar empleo e inversión y establecer zonas francas con aranceles reducidos y toda la pesca.

¿He dicho pesca? De la pesca, antaño uno de los fundamentales recursos de Gaza, no habla. Ni de un puerto marítimo. Ni de un aeropuerto. Ni del fin del bloqueo naval israelí. Pero quizás podamos dar por hecho que todo eso esté incluido. Quizás Trump no sepa que Gaza lleva décadas yugulada por un bloqueo marítimo y aéreo. Pero demos por hecho que la Autoridad de Promoción de Inversiones que sale en el plan de Blair, definida como «una autoridad con impulso comercial, dirigida por profesionales del negocio y encargada de generar proyectos con beneficios financieros de verdad», se ocupará de todo eso.

Es un modelo como el vigente hasta hoy en Bosnia, que sigue bajo un mandato internacional, sin independencia real

Haz el negocio y no la guerra no es un mal lema: muere menos gente. Lo fundamental aquí es que los gazatíes podrán quedarse en su tierra: «Nadie será forzado a irse de Gaza, y quienes se vayan podrán retornar; es más, se incentivará a la gente a quedarse en la Franja para labrarse un futuro mejor», dice el punto 12. Esto está bien. El plan de Blair incluso prevé establecer comisiones para garantizar los derechos de propiedad de los gazatíes que salgan del territorio temporalmente. Esto está todavía mejor, y es un dato necesario, visto que en 1948, Israel aplicó una política, vigente hasta hoy, de confiscar la propiedad de todo palestino que saliera al extranjero, así fuese para días.

Bien, los gazatíes podrán quedarse. Se acabó el genocidio —otros lo llaman limpieza étnica— mediante expulsión. Empieza una fase de transición, en la que la seguridad la garantizará una «fuerza de estabilización internacional temporal», según acordará Estados Unidos con «sus socios árabes y otros». Esto retoma la propuesta circulada por París hace semanas, que mencionaba tropas de Egipto, Jordania, Arabia Saudí, Emiratos y Qatar. Aquel texto proponía que la fuerza estuviera bajo mandato de Naciones Unidas, algo que no aparece en los textos de Trump ni Blair. Probablemente prefieran subordinarla al jefe del cuerpo supervisor, o sea este caballero.

A nadie se le escapa que esto es un modelo como el vigente hasta hoy en Bosnia, que sigue bajo un mandato internacional, sin independencia real. En Gaza estaríamos tentados de ponerle el feo nombre de colonialismo. Pero tampoco se le escapa a nadie que ese modelo de mandato es preferible a un genocidio y que en la Sarajevo de hoy se vive bastante mejor que en aquella que vimos en la televisión en los años noventa, con francotiradores disparando a niños. Probablemente la presidencia de Trump sea lo peor que le ha pasado a Estados Unidos en varias generaciones, pero siempre será mejor que todo lo que les ha pasado a los palestinos bajo la ocupación israelí, con francotiradores disparando a niños.

Dios. ¿Trump cree que esto es un conflicto entre religiones? ¿No le han hablado de las iglesias en Gaza?

¿Se acabó la ocupación israelí, entonces? «Israel no ocupará ni anexionará Gaza, y las Fuerzas Armadas israelíes entregarán el territorio de forma gradual, conforme las fuerzas de seguridad de reemplaza establezcan su control y estabilidad en la Franja», dice el punto 16.

Ahora volvemos a esto. Un avance rápido hasta el final (es un decir) de la lista. Israel se compromete a no volver a bombardear Qatar. Menos mal (este detalle falta en la versión difundida por AP, que solo tiene 20 puntos). Se establecerá un programa de «desradicalización» de la población que incluso, incluirá un «diálogo interreligioso». Dios. ¿Al final Trump creerá que esto es un conflicto entre religiones? Sus asesores evangelistas nunca le han hablado de las iglesias en Gaza? En fin.

Punto definitivo: Una vez que la reconstrucción de Gaza haya avanzado y la Autoridad Palestina haya adoptado reformas internas —condición para que pueda asumir un rol en Gaza—, «pueden darse las condiciones para un camino creíble hacia un Estado palestino, que se reconoce como aspiración del pueblo palestino».

Esto no lo ha escrito Trump. Esto lo ha escrito alguien de la oficina de Comunicación israelí experto en prometer, desde hace tres décadas, un «horizonte creíble» a los palestinos, que se entregará, el horizonte, una vez que los palestinos hayan cumplido con todo lo que les exige Israel. Lo malo es que está en la naturaleza de los horizontes desvanecerse conforme uno se acerca. En otras palabras, ese punto 20 está pensado para que Netanyahu no tenga que retirar su lema que lleva proclamando una y otra vez desde hace años: «Nunca habrá un Estado palestino». De hecho, inmediatemente después de la rueda de prensa, él mismo volvió a subrayarlo en su red social: nunca.

¿Es tan fundamental el detalle del Estado? Seamos prácticos: si realmente se establece esa colonia de Gazatrumpistán, con puerto marítimo, zona franca, aeropuerto y comercio internacional, y si los tecnócratas pueden emitir pasaportes palestinos, aceptados por todos aquellos Estados que sí han reconocido Palestina, los gazatíes podrían viajar a casi todo el mundo, salvo Estados Unidos, Israel, Nauru, Micronesia y un puñadito de países más; el visado Schengen se les daría, vaticino, como se les daba a los kosovares. En otras palabras, pese a la negativa de Israel de reconocer el Estado, y pese al respaldo que en esta postura recibe de Washington, en la práctica no está tan alejado.

Entonces ¿por qué es inviable?

El plan tiene dos fallos. Uno es profundo, pero secundario: no habla en absoluto de Cisjordania. Relega el papel de la Autoridad Palestina a un lejano futuro, «cuando se haya reformado», sin establecer qué reformas necesita, y no dice absolutamente nada sobre un compromiso de Israel de no anexionarlo mientras tanto, colonizarlo por completo, expulsar a sus habitantes o, bajo pretexto de combatir células de Hamás en Cisjordania, lanzar allí exactamente el mismo tipo de bombardeos que lleva aplicando desde hace dos décadas a Gaza.

Pensar que el conflicto de Palestina se termina porque Hamás deje las armas es echarse arena en los ojos

Pensar que el conflicto de Palestina se termina porque Hamás deje las armas es echarse arena en los ojos: la represión cotidiana que sufre la población de Cisjordania es tremenda, quizás peor —porque la ejercen en parte los colonos, una fuerza paramilitar sin control— que la que hubo en Gaza estos años, solo que la Autoridad Palestina no ha respondido con cohetes Qassam.

Pero frente a la masacre de Gaza que hay que frenar con urgencia, esto es secundario. No invalida el plan. Lo que lo hace inviable es el otro aspecto, una menudencia, pero inmediata. Se llama Benjamin Netanyahu.

Netanyahu, en un discurso no menos pomposo, pero mucho más breve que el de Trump, empezó diciendo «Apoyo tu plan», para luego dedicarse a negarlo, destruirlo y echar por tierra todos los aspectos que lo hacían aceptable. Para empezar, nada de retirada militar: Israel mantendría la responsabilidades de seguridad en Gaza, aclaró Netanyahu desde el primero momente, y siempre estaría presente en el «perímetro de seguridad» en el interior de Gaza, que no especificó, pero trazará, obviamente, como quiere. La retirada gradual sería «según la desmilitarización y desarme de las zonas».

En otras palabras: Hamás libera todos los rehenes, entrega las armas, desaparece, y en algún momento futuro, Israel ya verá lo que hace con sus tanques. Nada de una fuerza militar internacional. Eso es exactamente lo que Netanyahu ha pedido desde el primer día de la guerra: la rendición incondicional de Hamás sin que se pueda establecer un Estado palestino en Gaza, ni ningún otro futuro específico, salvo la ocupación militar pura y simple para la eternidad. Y en la rueda de prensa subrayó de nuevo que la Autoridad Palestina no podría tener un papel en Gaza… hasta después de unas reformas que detalló extensamente para concluir que no se iban a realizar nunca. Y para que quedase claro, casi golpea el púlpito con el puño cuando dice «Este trabajo hay que acabarlo. Por la vía fácil o por la difícil. Preferimos la fácil, pero si Hamás no acepta, lo haremos a nuestra manera. Pero estos objetivos hay que conseguirlos».

No hace falta discutir sobre lo creíble de la promesa de retirada, cuando Netanyahu dice que no habrá retirada

En otras palabras: Netanyahu le dijo a Trump a la cara que su plan es papel mojado.

Antes de escuchar las palabras de Netanyahu en el vídeo de la rueda de prensa, yo escribí varios párrafos sobre lo difícil que sería convencer a Hamás de que entregue las rehenes antes de una retirada israelí y la llegada de la fuerza internacional, cuando en enero y febrero pasado, Netanyahu, con todo el descaro, recibió 33 rehenes para luego simplemente continuar la guerra con mayor violencia. Pero los he vuelto a borrar: no hace falta discutir sobre lo creíble que es una promesa de retirada, cuando Netanyahu acaba de decir ante las cámaras que no habrá retirada.

Supongo que los países europeos que han aplaudido el plan en público pidiendo que Hamás lo acepte solo han visto los papeles entregados por Trump y acabaron la televisión de puro aburrimiento antes de llegar a la intervención de Netanyahu. Como me pasó a mí.

Si Trump quiere que Hamás acepte el plan, debe convencer a los países árabes que hacen de mediadores de que convenzan a Hamás que Netanyahu no manda y que aquí se hará lo que diga este caballero. ¿Alguien se lo creerá después de lo de Qatar? ¿Usted se lo cree?

A los magnates del ladrillo les atribuyo cierto poder de convicción, pero después de este show ante las cámaras lo veo difícil. Es cierto que a Hamás no le viene nada bien ahora quedar como el bando que rechaza el pacto. Pero ¿cómo aceptar un acuerdo si Netanyahu te dice a la cara que no lo va a cumplir?

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© Ilya U. Topper | Primero publicado en El Confidencial · 30 Sep 2025