Inocencio Arias
«La ONU es un conglomerado de cambalaches, un mercado persa»
Alejandro Luque
Pocos diplomáticos españoles han alcanzado una mínima cota de popularidad, menos aún pueden presumir de haber trabajado para los cinco primeros presidentes de la democracia, y sólo uno es identificado por su pajarita y su nombre familiar, Chencho. Nacido en Albox, Almería, en 1940, Inocencio Arias pasó las últimas cuatro décadas desempeñando su oficio en destinos como Bolivia, Argelia, Portugal o Estados Unidos hasta su reciente jubilación.
Indulgente con Aznar y severo con Rodríguez Zapatero, Arias acaba de publicar Los presidentes y la democracia (Plaza & Janés), por el que desfilan algunos de los protagonistas de la política mundial contemporánea.
Ha escrito usted 400 páginas de recuerdos de los presidentes del Gobierno españoles. ¿Podría haber escrito otras 400 con cosas que no se pueden contar?
Podría contar otras 100… Gente que haya estado más cerca de algún presidente, podría contar 1.000. Yo he estado a una distancia cercana de cuatro, y tengo recuerdos, notas, recortes de prensa y no tengo mala memoria, de momento.
Pidió disculpas por la resolución de la ONU que vinculaba a ETA con el 11-M. ¿Lo hará algún día el PP?
Hombre, yo fui autorizado por el PP a disculparme. Fui autorizado a decir que el Gobierno se había precipitado, que había actuado de buena fe en las primeras horas de la mañana del día 12, cuando la pista islámica era aún muy fuerte. Y yo dije que, como nos habíamos columpiado, tendríamos que disculparnos de alguna forma. Y el Gobierno me autorizó. De alguna manera, reconoció su error.
El conflicto de Gibraltar vuelve a estar de actualidad. ¿Sigue siendo, como se le llamaba en el franquismo, el Asunto Exterior?
Ahora no lo es, lo que ocurre es que las circunstancias y la voluntad del presidente de Gibraltar lo han puesto en primera plana, pero no es algo buscado por el Gobierno, ni por el de Zapatero ni por Rajoy. Este señor ha abrogado tácitamente un acuerdo de pesca entre su predecesor y los alcaldes de la zona. ¿Por qué? No lo sé. Pero no es una columna de humo para que no se hable de la crisis, Rajoy estaría más contento si no hubiera conflicto.
El Sahara es otro de esos temas que vuelven una y otra vez, sin que parezca hallarse solución…
Sí, y la ONU llega gastados en él como 800 millones de dólares. La solución, desde luego, no la veo cercana. En España ha habido una línea constante sobre el tema, excepto con Zapatero, que marcó una inflexión acercando la postura española a las tesis marroquíes. Esto es una novedad obvia, habría que preguntarle por qué lo hizo…
En su libro insinúa que pudo deberse a un deseo de resaltar el contraste con Aznar, que tan mal se llevó con Rabat.
Sin duda, los políticos siempre quieren marcar diferencias con el anterior, y Zapatero aún más. Su actitud ante Irak, por ejemplo, no sólo se debió a su pacifismo, sino también a hacer lo contrario de alguien que estaba siendo demonizado. Su afirmación, totalmente peregrina y falsa, de que retiraba las tropas de Irak no solo porque lo había prometido –razón válida– sino porque estaban en situación ilegal: falso. Quería denigrar el legado de Aznar.
También habla de Irak como el gran estigma de Aznar. ¿Cree que no fue para tanto?
No fue para tanto. La prueba está en que, aunque su apoyo a Bush fue discutible o censurable, le echan en cara cosas que no tienen fundamento, o que son mentira. Que se critique que apoyó demasiado a Bush, es algo que forma parte de la política y de las tomas de postura justas y válidas; pero desde decir que Aznar sabía que no había armas de destrucción masiva, pues tenía que estar convencido de que había, porque todo el mundo lo estaba… Hasta decir que la orden de invasión se había dado cuando el jefe de los inspectores de la ONU había dicho que no había armas, cuando éste siempre había permanecido en una línea prudente… O hasta decir que la ONU condenó la guerra, porque la ONU no se pronunció.
Usted dice que todo el mundo creía que había armas. Lo que sucede es que para un gobierno, en un asunto de tal envergadura, no deberían pesar tanto las creencias como las certezas, y éstas nunca existieron.
Bueno, estamos en el terreno de las suposiciones, pero la convicción generalizada de los líderes del mundo es que las armas existían, por las razones siguientes: las había tenido, las había usado contra los kurdos, y no demostraba de manera fehaciente que no las tenía ahora.
No había seguridad plena.
Pruebas irrefutables no había. Pero si está obligado por la ONU, por catorce resoluciones, a demostrar que no las tenía, y marea la perdiz, ¿qué puede uno pensar? Todo apuntaba a eso.
¿Ve algún paralelismo con la situación actual de Irán?
La convicción con Irán es que está buscando la bomba nuclear, pero no se sabe que la haya tenido, estamos en un estadio diferente.
Israel está amagando con atacar, ¿puede darse ese escenario?
Ahora Estados Unidos está conteniendo a Israel, además Obama quiere solucionar esto a través de las sanciones, y no por una intervención, por razones humanitarias o egoístas. No le interesa un incidente mayor antes de las elecciones, que serán dentro de cuatro meses y medio. Si dentro de ocho o diez meses Israel alcanza la convicción clara y rotunda de que Irán está a punto de tener la bomba atómica, no descarto que ataque.
El conflicto de Israel y Palestina, ¿es uno de los grandes fracasos de su profesión?
Sí, son 65 años, nada menos. Se trata del fracaso más llamativo de la ONU, que habiendo dicho que deberían surgir dos estados allí que vivieran en paz, sólo ha surgido uno y no viven en paz.
Habiendo conocido a Arafat, a Peres, a tantos protagonistas de las negociaciones, ¿ha sentido alguna vez “ésta es la buena”?
Yo he estado siempre en un lugar secundario, pero Peres me impresionó más que Arafat. Era una persona muy inteligente y muy coherente, lo que ocurre es que no siempre tuvo los votos de los israelíes. En Madrid pensamos que se podía romper el hielo. Sabíamos que sería un proceso largo, pero esperábamos, nosotros, Estados Unidos y Gorbachov, que habría una ruptura con el pasado. Se veía la luz al final del túnel.
¿Cuál ha sido, en su opinión, el obstáculo insalvable?
El obstáculo principal es que hay grupos árabes, Hizbulá, etcétera etcétera, que no querían admitir la existencia del Estado de Israel. Esos grupos violentos dan suficiente justificación al gobierno israelí para que no ceda en lo esencial. ‘Quieren mi destrucción, no puedo ceder’. Es una coartada seria.
Y de paso, seguir ocupando territorios a tutiplén… ¿Qué pasaría sin esa coartada?
Sería mucho más fácil a Estados Unidos presionarle.
Con la Primavera árabe, hemos visto que tiranos que eran amigos de Occidente pasaban a ser los villanos. ¿Cómo se le explica al ciudadano de a pie ese giro?
Los sujetos que han sido derrocados no nos creaban problemas, acogían inversiones nuestras y, sobre todo, no sólo no protegían a fundamentalistas que querían golpearnos, sino que los perseguían. Por eso éramos amigos de ellos. Esas personas no permitían que la gente se expresara con libertad. Ahora hay una ola de libertad, de querer manifestarse, y lo aconsejable es apoyarlo sin saber por dónde va a salir la espuma. Pero Occidente sería demasiado hipócrita si tratara de reprimir esa ola, o ayudara a los dictadores a reprimirla.
Parece bastante hipócrita también anteponer nuestros intereses a la defensa de los Derechos Humanos, ¿no?
Desde luego que están por delante, pero al mismo tiempo, claro, había que impedir que grupos fundamentalistas se apoderasen de esos países, o fueran albergados allí.
Y si para eso había que…
Había que cerrar los ojos. Aparte que las dictaduras de esa zona tampoco eran las más sanguinarias del planeta. No eran la de Camboya de los años 80.
Admitamos que el ránking de dictaduras sanguinarias tiene el listón alto.
En la política hay una dosis de cinismo y realpolitik. ¿Quién ataca frontalmente la situación de los Derechos Humanos en China?
De eso iba a preguntarle. En el Consejo de los Derechos Humanos están China, Arabia Saudí, Congo, Rusia, Qatar… ¿los zorros cuidan del gallinero?
Es una paradoja que haya países con escaso respeto por los derechos humanos. La ONU es un conglomerado de cambalaches, es un mercado persa. Si tú das alubias, yo doy patatas o cierro los ojos cuando le das un bofetón a tu mujer. A menos que la azotes brutalmente, miro para otro lado.
En Siria ya se ha dado ese azote brutal. ¿Cuándo se va a dar por muerto el plan Annan?
Dudo que la ONU pueda hacer nada. Aunque haya deseo de un cumplimiento al menos parcial del plan, Rusia y China no quieren ni siquiera unas sanciones severas. Por otro lado, intervenir militarmente en Siria sería muy complicado, por las condiciones demográficas y por el apoyo social que tiene Al-Assad entre su pueblo.¿Cómo fue su trabajo con Butros Butros-Ghali, el egipcio que fue secretario general de Naciones Unidas, qué recuerdo tiene de él?
Muy vago. Un hombre muy inteligente, con una cabeza fina, un buen políglota. Pero trabajé más con Kofi Annan, un hombre con gran encanto personal, buen diplomático, activista de la paz, que trabajó por el derecho de injerencia de la comunidad internacional ante las violaciones de Derechos Humanos. Luego su mandato, que fue fértil, se vio empañado por escándalos económicos de gente cercana a él.
Annan dio la sorpresa, cuando muchos creían que sería otro lacayo al servicio de los Estados Unidos. ¿Ha vuelto a entregarse la ONU tras su mandato?
Ahora mismo el Secretario General tiene un papel bastante más desdibujado. Tendrá en cuenta a Estados Unidos, pero siendo asiático estoy seguro de que tiene muy en cuenta lo que piensa China, que ha surgido como potencia importante en los últimos 15 años.
Volviendo a su libro, el presidente peor parado es con diferencia Zapatero. ¿Su desencuentro con él culminó con su salida de la ONU para ser destinado a Los Angeles?
Lo mío es una anécdota. Me percaté que era una persona bastante floja, y en su actuación ha demostrado ser el menos preparado, el que menos se divertía en las reuniones internacionales, y el más iluso, el más voluntarista.
Recuerdo de Argelia
Arias, que fue diplomático en Argelia de 1971 a 1975, e incluso tuvo una hija allí, recuerda que el suyo era “un puesto incómodo en aquella época, con poco contacto con la población local, pero era un país seguro, tranquilo. Tengo buen recuerdo, la cercanía, el clima, el papel muy, muy destacado que jugó entre los No Alineados… Era un régimen socialista, tercermundista, y los diplomáticos y la burguesía argelina desconfiaban mucho de los europeos, pero me resultó interesante y lo pasé bien. Luego vino la cosa islámica, y se convirtió en un país inseguro y mucho más incómodo. Nunca intuí que pudiera ocurrir. Llevaba varios años de independencia, y nadie podía ver venir la llegada de la violencia”.