Se acabó el derroche de comida
Irene Savio
Roma | Septiembre 2016
Pietro, el propietario de un restaurante en el barrio romano de Monteverde, está más simpático de lo habitual. Asegura que él ya donaba comida sobrante pero que, si ahora hay una ley e incentivos, mejor aún. Mario, un cliente, pide algo nunca visto en Italia: una «family bag» -«doggy bag», en Reino Unido; «gourmet bag», en Francia-, esa bolsa en la que el restaurante empaqueta las sobras para que el cliente pueda comerselas en casa.
Mario es panadero y asegura que, como ahora le permitirán regalar el pan preparado hasta 24 horas antes, así lo hará. Gianni, un farmacéutico, todavía no entiende cómo funciona la donación de medicinas que ya no se pueden vender pero que todavía pueden utilizarse. Así y todo, dice que se enterará.
Un tercio de los alimentos se dañan o se desperdician antes de ser consumidos
La agencia de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) calcula que un tercio de los alimentos se dañan o se desperdician antes de ser consumidos. Una enorme cifra que equivale a un dato aterrador: cerca de 1.300 millones de toneladas de alimentos que cada año terminan en la basura. Esto, en un mundo donde casi 1.000 millones pasan hambre a diario. “Las bananas recolectadas que se caen de un camión, por ejemplo, se consideran pérdida de alimentos”, explica la FAO. Y esos mismos plátanos puede ser arrojados a la basura por un establecimiento, “si tienen manchas marrones”, puntualiza. Asimismo, también pasa que hay malentendidos con el etiquetado, algo que termina por engañar al consumidor. “Acaben ya con esos derroches”, solicitaban desde tiempo ciertas ONG y agencias internacionales.
Por todo esto, Italia ya dicho basta. Y lo ha hecho con la ley 166º del 19 de agosto de 2016, para evitar el derroche de alimentos y otros productos perecederos, la primera de este calado en Europa, que acaba de entrar en vigor y fue aprobada en tiempo récord para un país como la bota itálica. De hecho, bastó poco más de un año de debates parlamentarios y el voto favorable de 181 senadores (2 votaron en contra y 16 se abstuvieron) de todos los partidos políticos, para que el Parlamento le diera su visto bueno en agosto.
«La ley intenta reducir los desperdicios que ocurren a lo largo de toda la cadena alimentaria»
“La novedad de esta ley es que nuestro modelo intenta reducir los desperdicios que ocurren a lo largo de toda la cadena alimentaria, es decir, desde la producción agrícola inicial hasta el consumo final en los hogares”, explica la diputada italiana María Chiara Gadda, quien redactó y promovió la legislación. “De hecho, en Italia, los estudios dicen concluyen que el 57% de las sobras se producen entre el productor, la distribución y la hostelería, mientras que el 43% restante corresponde a los hogares”, agrega la parlamentaria.
De ahí que la ley haya sido estudiada para enfocarse en múltiples aspectos. Entre los que están la reducción del impuesto sobre la basura para los restaurantes y empresas que donen alimentos, así como la educación de niños en las escuelas y de los adultos para que aprendan a leer con conciencia las etiquetas de los productos y que, en particular, distingan entre “consumir antes de…” y “caduca en…”.
De igual modo, se ha aceptado la donación de alimentos con el embalaje estropeado y se han introducido medidas para simplificar la burocracia, eliminando por ejemplo las trabas que ponían ciertas administraciones a la donación del pan en las 24 horas posteriores a su elaboración. Ahora se permitirá que estas donaciones no solo acaben en manos de ONG, sino también de instituciones como perreras, por ejemplo.
Todo ello se suma a la financiación de dos fondos, por un total de 5 millones de euros hasta 2018, destinados a financiar proyectos de investigación que permitan reducir los embalajes y para que el Ministerio de Ambiente promueva el uso de la «family bag», hoy por hoy una rareza en Italia por motivos culturales.
El proyecto fue, en parte, adelantado por una legislación aprobada en febrero pasado en Francia. Pero que se ha concentrado principalmente sobre los grandes productores y distribuidores, castigándoles con multas -en lugar de darles incentivos, como prevé la ley en Italia- si no cumplen con las donaciones de alimentos sobrantes. Además de ello, la legislación italiana también arroja otra novedad: la donación de medicinas no caducadas pero que han sido puestas fuera de la venta. “Aunque, que quede claro, no se donará producto alguno que dañe la salud de las personas, más aún si estos son personas de bajos recursos”, ha puntualizado la diputada Gadda.
“Dar de comer a los pobres los desechos de la industria alimentaria no elimina la miseria»
De ahí que las nuevas reglas hayan sido acogidas, al menos de momento, con bastante aceptación por parte de la ciudadanía. “La verdad es que yo ya lo hacía. Tenía un acuerdo con Caritas, que todas las mañanas pasa a recoger lo que les donamos, pero si ahora también me ayudan a mí con alguna exención fiscal, se lo agradeceré”, explica Pietro, el propietario del restaurante romano.
Coldiretti, una de las principales asociaciones de agricultores de Italia, incluso ha hecho una estimación de cuánto la ley le hará ahorrar a Italia. “Basta ver cuánto nos cuestan estos derroches en Italia, cerca de 12.500 millones de euros y 76 kilos de productos por cada habitante al año”, ha dicho el gremio, subrayando que por primera vez también la agricultura podría donar directamente lo sobrante a los más necesitados.
El problema es que, hasta hoy, el panorama ha sido desolador. De acuerdo con la FAO, en el mundo se desperdicia el 35% de los pescados y productos marinos, el 8% del cual es pescado devuelto al mar muerto o moribundo (al año, 3.000 millones de salmones descartados se vuelven a tirar al Atlántico). Además, se pierde el 45% de frutas y hortalizas y se desperdicia el 20% de carne vacuna, lo que equivale a 75 millones de vacas. Tan solo en América del Norte y Oceanía, en la fase de consumo, se malgastan casi 6 millones de toneladas de raíces y tubérculos. Y, en todos los países industrializados, se arrojan a la basura 763.000 millones de cajas de pasta y el equivalente a 11.000 piscinas olímpicas llenas de aceite de oliva.
Dicho esto, la nueva legislación italiana también tiene a sus críticos. “Dar de comer a los pobres los desechos de la industria alimentaria no elimina las verdaderas causas de la miseria y la malnutrición. En cambio, pone en riesgo la soberanía alimentaria y la salud de los más pobres”, se queja la escritora Linda Maggiori, en su blog en Il Fatto Quotidiano. Y, acto seguido, cita al abate Pierre (1927-2007), conocido como “el ángel de los pobres”, según el cual los más desamparados no necesitan beneficencia, sino justicia.
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