Javier Espinosa
«Los medios cada vez quieren parecerse más a Twitter»
Alejandro Luque
Sevilla| Julio 2016
Javier Espinosa (Málaga, 1964) es uno de los corresponsales españoles que mejor conocen Oriente Próximo. Desde 1994 escribe para el diario El Mundo: desde los Balcanes a África subsahariana, a México y Perú, y durante años desde Marruecos, antes de pasar a Jerusalén, Líbano y finalmente a la guerra de Siria. Tras una exhaustiva cobertura permaneció secuestrado por el Estado Islámico durante 194 días entre 2013 y 2014.
Con el relato de algunas gestiones de las que realizó su compañera, Mónica G. Prieto (Badajoz, 1974), para lograr su liberación, arranca el volumen Siria, el país de las almas rotas (Debate), una crónica escrita a cuatro manos del proceso que ha sumido en el caos y la violencia al país árabe, y apoyada en una larga experiencia de ambos en conflictos internacionales. Ambos mantuvieron un coloquio con MSur en la presentación que tuvo lugar en la Fundación Tres Culturas de Sevilla.
¿En qué se ha convertido hoy el periodismo? ¿Es una militancia, un sacerdocio, un trabajo como otro cualquiera…?
«Cuando trabajaba en Yugoslavia había imágenes que sí lograban movilizar conciencias y parar conflictos»
Para mí es algo más que un trabajo, porque tiene que llevar acarreados una serie de principios y de ideales. O al menos es lo que yo pensaba cuando estudié para esto y creía que podía cambiar la realidad, ayudar a las víctimas dándoles voz. Con el tiempo te vas desencantando y te das cuenta de que el periodismo, al menos ahora, se ha convertido en parte del sistema. Antes era distinto, cuando trabajaba en Yugoslavia, por ejemplo, había imágenes que sí lograban movilizar conciencias y parar conflictos. Ahora se ha convertido todo en un show, en un espectáculo, y tiene menos efecto. De todos modos, sí creo que hay que seguir defendiendo los principios connaturales a esta profesión, que no es solo un trabajo. Si fuese ganar dinero, nos dedicaríamos a ser marchantes de arte, o políticos. Pero no es eso, el periodista no debe pensar en eso.
Hay compañeros que escriben al dictado por miedo a perder el trabajo u oportunidades de promoción. Quienes se han jugado la vida y la libertad por el periodismo, ¿qué piensan de esta degeneración del oficio?
Eso se ha acelerado mucho, no solo es escribir al dictado del jefe, sino también al dictado de la audiencia. La audiencia demanda algo, pero desde la época de los romanos, cuando echaban los esclavos a los leones. Si eso siguiera hoy, reuniría a más gente que el fútbol, no me cabe la menor duda. Pero evidentemente, tú tienes una responsabilidad social, de educar a la gente o al menos darle las herramientas para que esté informado. Todo el día no puedes darle Belén Esteban, Salsa Rosa o fútbol. Si no, juegas al dictado de la audiencia, que es lo que está pasando. Yo empiezo informándome cada día con la BBC, y están apareciendo cosas que jamás creías que pudieran salir ahí: que si un cerdo volador, que si un platillo volante, que si la señora con el culo más grande…
Y se nos olvida a la gente que escribe con mucho cuidado para no asustar al anunciante, o para mimarlo. ¿Esa actitud también se ha exacerbado?
«Los medios son empresas, no se puede negar, pero se han convertido en el lacayo del sistema»
Claro, los medios son empresas, no se puede negar, pero se han convertido en el lacayo del sistema. Y el sistema son las empresas. Se evita criticar a las empresas, o se intenta minimizar las críticas, se les permite ocupar cada vez más espacio. Pero insisto, quien quiera ganar dinero, que monte un banco.
Si en el periodismo, como dice, no hay dinero, ¿qué cree que empuja a los jóvenes periodistas a marcharse a conflictos armados? ¿Es vanidad, adrenalina, necesidad de reivindicarse…?
Creo que es gente que sigue pensando que el periodismo es una profesión con ideales y principios, a los que les interesan otros lugares y otras culturas, y que quieren dar voz a las víctimas. Eso lo hacen los chavales porque con 25 años crees todavía que puedes cambiar el mundo. Es muy positivo, porque sigue habiendo una gran cantidad de jóvenes que sigue queriendo contar historias.
¿Qué punto ciego existe hoy, dónde está pasando algo muy interesante que los medios no estamos viendo?
Siempre ha habido uno, que es África. El problema de los medios, repito, es que se han convertido en una plataforma del sistema, cuando deberían haber sido una alternativa o un complemento del sistema. Trabajé bastantes años en África, y el interés de las noticias allí se medía por la presencia de periodistas. Si sabemos tanto de Palestina es porque hay cientos de periodistas allí. En África la presencia es mínima. Eso es un círculo vicioso: hay menos periodistas, nos interesa menos la realidad, por eso vienen menos periodistas… Tienen que morir 800.000 tíos para que digamos: “Parece que ha pasado algo en Ruanda”.
¿Quién está contando hoy Siria?
Freelances. El 99 por ciento de los periodistas son freelances, porque los medios han decidido que no mandan a periodistas, ya que la guerra es muy peligrosa. Claro, todas lo son. Son chavales que se arriesgan en condiciones penosas, a los que se paga en condiciones insultantes, el otro día me contaban que eran 35 euros la crónica. Es un insulto a los sirios, al periodismo, a todo… Eso es echar piedras contra tu propio tejado, porque si pagas eso, esa persona tendrá que hacer al menos cinco artículos para ese día, para conseguir pagar al traductor, que cobra 100. Con lo cual la calidad será bastante deficiente, o no será el gran artículo que todo el mundo pide, sino artículos de consumo rápido. Eso es lo que está matando al periodismo, los churros. El periodismo es una actividad intelectual y hay gente dispuesta a pagar por ella, como hay gente dispuesta a pagar por un chuletón. No son muchos, pero los hay. Por lo que no están dispuestos a pagar es por las tapitas que te ponen con la cerveza, eso ya consideran que es gratis. Pero si solo ofreces tapitas…
¿Todos los conflictos tienen un aire de familia?
«Creemos que es periodismo, pero 140 caracteres no nos dejan analizar, y nos están haciendo idiotas»
Son diferentes todos, y al mismo tiempo tienen muchas similitudes, por eso repites muchos reportajes. Los conflictos pasan en sociedades normales: Siria no siempre estuvo en guerra, y de hecho perduran legados de esa normalidad. Por ejemplo: los zoológicos. Yo habré hecho seis reportajes de zoológicos en conflicto: Kabul, Croacia, Gaza… Ese zoológico no lo traslada nadie cuando estalla la guerra, y de pronto se ve en una situación surrealista, que se repite.
¿Cómo valora la cobertura que se ha hecho del éxodo de los refugiados, muy criticada incluso dentro de la profesión?
Sobre todo ha sido efímera, porque sigue habiendo refugiados, siguen llegando. Hay un boom a partir de la foto famosa del niño, pero el gran problema de los medios de comunicación es que se han convertido en flash, se han convertido en Twitter. Creemos que eso es el periodismo, pero 140 caracteres no nos dejan analizar, y nos están haciendo idiotas. Los medios cada vez quieren parecerse más a Twitter. Mandan a sus periodistas a preguntar a sus refugiados, ¿cómo está? ¿Le duele mucho? Y de inmediato pasan a conectar con el fútbol.
Su próximo libro será sobre la situación de Oriente Próximo, y les oí decir que el Líbano es una buena pista para saber qué va a pasar con Siria. ¿Qué nos vaticina ese patrón?
«¿Cuánto duraron las guerras de religión en Europa? Siglos. En el Líbano 15 años, en Iraq llevan 12 o 13…»
No lo sé, no solo es Líbano, es también Iraq, donde la guerra dura desde 2003. Este tipo de guerras sectarias, donde intervienen mucho los intereses de las potencias foráneas, son muy difíciles de solucionar. Tienes que poner de acuerdo a los foráneos y a los externos, y el componente sectario es algo muy difícil de controlar. A mí me gusta remontarme a la Historia: ¿Cuánto duraron las guerras de religión en Europa? Siglos. En el Líbano estuvieron 15 años, en Iraq llevan 12 o 13. Vaticino muchos años más.
¿Y con Asad como vencedor final?
Mira, yo creo que Assad es el peón más fácil de sacrificar en una posible recomposición del país. Evidentemente, alguien tiene que tener la culpa de esto. Y a Rusia o Irán les resultaría muy fácil que el señor Asad muriera envenenado por una mano negra, y poner a un señor tan malo como él, pero que nadie conoce. Nadie sabe quién es su número 2 o 3, pero le puedes echar la culpa al muerto. El futuro de Asad no lo veo nada positivo, pero el régimen no sé si desaparecerá. Está asociado a un sector importante de la sociedad siria, que no puedes eliminar. Puedes intentar exterminarlo, pero espero que no lleguemos a esos límites. Como pasó en el Líbano, donde todos los que pactaron la paz eran asesinos, al final hay que negociar con el enemigo.
Siria: del deseo de libertad al de venganza
Tras la presentación del libro Siria, el país de las almas rotas, Javier Espinosa y Mónica G. Prieto analizan en una charla con M’Sur más a fondo el conflicto de Siria, que conocen de primera mano.
¿Podría haberse evitado el desastre de Siria?
JE. Sí. Los sirios solo querían vivir como nosotros, que hubiera democracia, justicia, derechos humanos… Ni siquiera querían que se derrocara a Bashar Asad, pensaba que estaba engañado por su hermano, Maher, que era “el malo” hasta que se dieron cuenta de que no, que todo era una patraña. El régimen desde el primer momento dice: “Todos los que se están manifestando son de Al Qaeda”. Y nada más lejos, eran civiles, pero empezó la escalada de represión. Los primeros que se oponen a Asad son los soldados, que cuando los mandan reprimir a la población civil, lo que ven enfrente son familias que no llevan ningún arma. Luego empezamos a ver a gente con armamento muy simple: escopetas de caza, sables.
Y nació la rebelión armada. ¿Con esperanzas de éxito?
JE. En julio de 2012, en Alepo, el régimen empieza a utilizar la aviación. Entonces los rebeldes piden una zona de exclusión aérea. Por eso se juegan la vida llevándonos a nosotros al interior del país, costean todo, utilizan un sistema logístico supercomplicado para que no nos capturen los servicios secretos del régimen… Creían que si publicábamos lo que veíamos, habría una reacción de Occidente. Pero no se produjo, y ahí se generó el odio. Cuando matan a tu hermano, ya no quieres democracia, ya quieres venganza.
¿Esta secuencia explicaría que Siria, un país estadísticamente más pacífico que Estados Unidos o cualquier país centroamericano, se viera arrastrado a un baño de sangre?
MGP. Sin la represión no se habría dado el odio, ésa fue la palanca. Hablamos de matanzas impresionantes, de edificios enteros aplanados por la aviación, en Homs, Hama… Luego, Siria no tardó en convertirse en un tablero donde Irán tiene su interés, Iraq también, Hizbulá… Y luego Arabia Saudí, Qatar, Emiratos, Rusia… Todo se va externalizando. Rusia y Estados Unidos hablaban el otro día de firmar ellos la paz. Y los sirios, ¿qué? ¿Alguno tiene la posibilidad de parar sobre el terreno a ningún bando?
¿Y qué estrategia sigue Damasco?
MGP: Nos ha llamado la atención el maquiavélico nivel estratégico de Bashar Asad. Califica a todos como salafistas de Al Qaeda. Puede permitirse un núcleo duro, como en Raqqa, donde el Estado Islámico se impuso durante un año sin que Bashar moviera un dedo, para que la imagen de la insurrección sea la más extremista y radical. Y cada vez que anunciaba una amnistía política, nunca eran activistas, sino excombatientes yihadistas que habían luchado en Iraq, y que después de haberlos amparado, él mismo los había detenido a petición de Estados Unidos.
Los jóvenes contagiados por la Primavera Árabe, y las protestas de índole tribal, a raíz de la tortura de los chicos de Daraa ¿formaban parte del mismo fenómeno?
JE. En la sublevación de Siria hay varios elementos. Uno es la sequía. En Siria hubo una enorme sequía en los años precedentes que provocó la ruina de agricultores y creó un caldo de cultivo de gente sin trabajo que se movió desplazada a Damasco. Luego está el contagio de la Primavera Árabe, y lo de Daraa ya formó parte de la represión. Los sirios aguantan durante meses tiroteos, masacres, y el régimen las incrementa. Entraban en pueblos y mataban a 200, a 300 tíos. Necesitaban crear terroristas, tener en frente a Al Qaeda, y no lo tenían.
¿Hasta qué punto hubo misión wahabí antes de la guerra?
MGP. Los textos wahabíes importados desde Arabia Saudí estaban prohibidos por el régimen, era imposible conseguirlos. Y si al principio era una revolución laica que pedía una mejora, libertades, una ley de partidos, liberación de presos políticos, el fin de la corrupción… ¿por qué empiezan en las mezquitas? Porque el único momento en que los sirios tenían libertad para congregarse era el viernes a la hora del rezo. No fue una revolución religiosa, aunque hay un 70 por ciento de la población siria que es musulmana suní. Tras la represión de Hama en 1982, la persecución de cualquiera que oliera a extremismo, yihadismo o wahabismo era tan brutal que se llevaba a decenas de laicos que no tenían nada que ver. Estaba el malestar de no poder ejercer con libertad la religión, pero no existía tejido social islamista. Me entrevisté con salafistas en Trípoli, en Líbano, y me decían: “En Siria no existen islamistas que puedan conducir las demandas de la población. Nos encantaría, ojalá, pero el régimen se ha cargado las estructuras”.
En el libro aparece un personaje que bebiendo whisky, exclama: “¿Qué cree, que somos de Al Qaeda? No, pero lo seremos si llega el caso”…
JE. Lo triste de Siria, que fue un calco de Iraq, es eso: el odio llama a la venganza, y la venganza llama a cualquiera. Si aparece el diablo para darte armas y dinero, evidentemente te alías con él, ya pensarás luego qué hacer… y luego es tarde. Lo más triste es que se vio venir, ante la indiferencia de Occidente.
JE. Pues intereses de todos los países: hace poco supe que había hasta eslovacos. Cada cual aporta su granito de arena a ese tablero de ajedrez. En el caso del radicalismo suní, una gran influencia la tiene Arabia Saudí y Qatar, que antes no era un jugador y ha entrado. Arabia Saudí sí lleva décadas promoviendo esta ideología extremista. También hay gente de extrema derecha que se está yendo a luchar contra el Daesh porque supone matar musulmanes, y están con los kurdos. Y junto a ellos encuentras a gente comunista, trostskista, marxista-leninista…
¿Qué piensan las víctimas de lo que les ha pasado?
MGP. La sociedad civil siria se siente secuestrada por la violencia de todos los bandos. Querían una revolución sin armas. Incluso cuando estaba el Ejército Rebelde, el germen del actual maremágnum de grupos armados: en las marchas nunca estaban ellos, estaban controlando los accesos a la ciudad, pero nada más. Nunca se veía un arma en las manifestaciones. Se sienten secuestrados por el régimen, contra el que se ha generado un odio que no se puede curar con ningún acuerdo de paz; se sienten secuestrados por los yihadistas. Cuando no encuentran esperanza en nadie, se refugian en la religión. Buscan consuelo en su dios. En segundo lugar, se sienten humillados por la comunidad internacional. Han aprendido que ésta no se mueve sino por intereses económicos.
¿Qué opinión tienen de Europa?
MGP. Una sociedad que era tan culta como nosotros, que vivía de una forma muy decente comparado con los estándares de Oriente Próximo, con niveles de alfabetización muy altos, con un nivel adquisitivo… A todos los abandonamos y ahora los expulsamos al mar. Eso es lo que hace ganar puntos a un movimiento como el Daesh, a cualquier tarado con un grupo armado que ofrece no solo dinero. Cuando se termina en el ciclo de la venganza, te vuelves irracional. Antes combatías por independencia, luego por ideología, ahora por venganza.
¿Cómo habría sido Siria si hubiera triunfado la Primavera Árabe allí?
JE. Creo que eso no interesaba: nos habíamos acostumbrado a tener sátrapas que hacían lo que convenía a nuestros intereses. Cuando decimos que la Primavera Árabe ha fracasado es verdad, pero tenemos un ejemplo que me gustaría que apoyáramos, y es Túnez, donde el partido islamista está jugando con las reglas del juego democrático. ¿Hay inestabilidad? Evidentemente, pero ¿no la hubo en España?
¿Cuál es el papel de Israel en el conflicto de la zona?
JE. Ahí también jugamos el mismo juego, priman los intereses y los derechos humanos nos los pasamos por las orejas. Si el señor de Tel Aviv decide mantener una ocupación durante 50 años, saltándose a la torera todas las resoluciones de las Naciones Unidas, cometiendo crímenes de guerra, lo metemos en el archivo. Pero eso crea rencor y odio. Nosotros vivimos muchos años en Jerusalén y lo vimos.
MGP. Se preguntan, ¿están los árabes preparados para la democracia? Nos gastamos millones de euros en fomentar un proceso democrático en Palestina, que fue impecable. Como ganó Hamas, se aplicaron sanciones. ¿Quién no está preparado para la democracia, el pueblo árabe u Occidente?
Obama estuvo a punto de intervenir en Siria, pero al final no se hizo. ¿Habría sido mejor?
MGP. Creo que ningún bombardeo, ni el de EEUU, ni el de Rusia ni el de Irán, ayuda a Siria para nada. Ninguna aportación bélica al conflicto va a solucionar nada. Lo que sí se podía haber hecho era una zona de exclusión aérea. Pero EEUU no tuvo nunca la intención de parar esto. El problema es que el nivel de monstruosidad que ha alcanzado es tal, que ahora los bombardeos alentarían nuevos Daesh, nuevos movimientos radicales. La situación se les fue de las manos hace mucho tiempo.
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