El avispero sirio desborda a Jordania
Laura F. Palomo
“¡Yankees, no vengáis!”, rezaban las pancartas que, el último viernes de abril, enarbolaban los manifestantes frente a la mezquita Al Husseini, en el centro de Ammán. Aquella vez, sin embargo, los que protestaban no eran los sempiternos Hermanos Musulmanes, sino grupos juveniles y organizaciones de izquierdas.
A aquellos, aparentemente, la llegada de dos centenares de soldados estadounidenses a suelo jordano y la apertura del espacio aéreo a los drones israelíes (medidas abiertamente relacionadas con el deterioro de la situación en la vecina siria), tampoco les había hecho mucha gracia. Pero ese viernes son los jóvenes los que dominan la calle, queman banderas estadounidenses y entonan cánticos antiimperialistas.
A pesar de que Jordania sea el segundo aliado más importante que los EE.UU. mantienen en Oriente Medio –y el cuarto receptor mundial de ayuda militar estadounidense-, gran parte de la población jordana no se siente satisfecha con la buena relación que la monarquía hachemí mantiene con Washington.
“Jordania está ligada a Estados Unidos, específicamente en términos económicos, donde la asistencia financiera condiciona su posición política”, asegura el activista Mehdi Saafin, uno de los líderes de la Unión Democrática de Jóvenes Jordanos, encarcelado por el régimen en varias ocasiones. La última, este mismo invierno, juzgado por subversión ante un tribunal militar.
El bombardeo israelí de territorio sirio la semana pasada no ha hecho sino complicar las cosas. El que más del 60% de los jordanos sean palestinos o de origen palestino tiene un peso cuando deben posicionarse ante una acción como la de la semana pasada, en la que Israel volvió a atacar suelo sirio, tomando parte activa en la dinámica del conflicto y aumentando el riesgo de una expansión regional.
«¿Cuánto tiempo podrá Jordania mantenerse neutral?», se pregunta un analista de Ammán
El pasado 5 de mayo, la aviación israelí bombardeó una presunta instalación militar –científica, según la agencia oficial siria SANA- en Jamraya, en el extrarradio de Damasco. Menos de 48 horas antes, cazas israelíes habían atacado otro objetivo en el aeropuerto de la capital siria.
Israel asegura que estos bombardeos no están relacionados con la guerra que libran el régimen y la oposición armada, sino que son un asunto de “seguridad nacional”: según la versión israelí, pretendían impedir que misiles iraníes llegaran a manos de la milicia libanesa Hizbulá, cuyo líder, Hassan Nasralá, admitió recientemente que sus miembros combaten en el interior de Siria del lado del presidente Bashar Asad.
Condena al ataque israelí
En Jordania, 82 de los 150 miembros del parlamento jordano pidieron una condena a este ataque, que consideran una injerencia en la soberanía nacional siria, pero el monarca todavía no se ha pronunciado. Sí lo han hecho Egipto y la Liga Árabe, que han pedido a la ONU que impida estas ofensivas.
“Jordania no quiere ser parte del juego, del conflicto, pero tiene relaciones estratégicas con Estados Unidos y aliados cercanos implicados, como Arabia Saudí”, argumenta Hasan Momani, director del Centro Regional de Prevención de Conflictos de Ammán. “La racionalidad geopolítica está dictando la posición de Jordania. No puede escapar, no podrá quedarse quieta”, asegura.
Momani se refiere a algunos de los malabarismos que ha practicado Jordania durante estos dos años, como arrestar a combatientes sirios en la frontera al tiempo que cientos de ellos se colaban para luchar en Siria.
“Jordania es parte de la cooperación [contra el régimen sirio], sí, pero no creo que esté enviando directamente combatientes. Sin embargo, está bajo presión de Arabia Saudí y de Qatar, que están financiando a los rebeldes, y la mayoría cruzan por aquí. Jordania defendió en un principio que quería una transición segura, para mantener a Siria en una pieza, porque además la mayoría de los jordanos están en contra de la intervención, incluso de los ataques israelíes. Pero, ¿cuánto tiempo puede aguantar así?”, se pregunta Momani.
La prensa internacional especula estos días sobre la alianza que Israel estaría ultimando con Turquía, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Jordania para contener a Irán y su participación en el conflicto sirio. Jordania ha jugado desde la era del rey Hussein (el padre del actual monarca) la carta de la neutralidad ante los conflictos de la zona, motivo por el que durante estos dos últimos años Abdulá se ha opuesto a armar a los rebeldes. Pero el deterioro de la economía y el impacto del conflicto sirio en la frontera parecen estar forzando al país a cambiar su actitud.
Los combates se intensifican en la cercana Dara, y con ellos, la llegada de refugiados. El monarca insiste en que Jordania no puede manejar un flujo diario de 2.000 huidos y muestra en sus apariciones públicas su preocupación ante la posible creación de un estado islámico yihadista junto a la frontera, como resultado del poder que los grupos extremistas están ganando dentro de la oposición armada contra el régimen sirio.
Jordania entierra en la localidad norteña de Ramtha a quienes no superan las heridas de los combates y mueren en los hospitales. Del medio millón de refugiados que acoge el país, apenas 150.000 residen en los campos. Los demás tienen la necesidad de buscar trabajo, y se han convertido en una mano de obra que compite con la población jordana, que ya de por sí se enfrenta a un alto nivel de desempleo, más del 30% entre los jóvenes.
Muchos manifestantes se echaron atrás cuando las protestas se dirigieron contra el propio monarca
“Jordania está siendo forzada a repensar su papel y su estrategia. En mi opinión, ya es parde el conflicto. Recibe a miles de refugiados, económicamente nos está afectando negativamente y los riesgos en seguridad están aumentando. Está en una situación crítica y hará lo que sea necesario por proteger sus intereses nacionales”, justifica Momani.
Miedo al contagio sirio
En el interior de Jordania, la probabilidad de escuchar árabe con acento sirio, de conocer a familias jordanas que se han reagrupado con sus parientes sirios, es muy alta. Los relatos de los vecinos sirios calaron tanto en la población que el miedo a que ocurriera algo parecido en el país ha contenido la expansión de la Primavera Árabe en Jordania.
En 2012 se vivió un repunte de las protestas, tanto en el número de participantes como en la radicalización del mensaje, pero la mayoría de los jordanos ha mostrado cautela. Cuando el pasado mes de noviembre, tras la subida de los precios de la gas, en las manifestaciones de la capital por primera vez se pidió explícitamente la caída del régimen, muchos se echaron atrás.
La petición, que en Jordania conlleva pena de cárcel, precedió a una ola de detenciones de activistas y a una semana de altercados y enfrentamiento tanto en la capital como en varias regiones del país con las fuerzas de seguridad.
En las manifestaciones sonaban mensajes de solidaridad hacia sus vecinos sirios y otros países de la Primavera Árabe, pero la alternación de la vida de los jordanos, acostumbrados a la tranquilidad y desafectos con los revuelos que provocan tensiones, superó la exaltación inicial que confluía en la calle con peticiones de reformas políticas y de democratización.
“¿Tienes miedo a que pase algo como en Siria?”, preguntábamos a los jordanos de a pie en los mercados. “Nunca se sabe. Mejor tranquilos”, respondían quienes no tenían una implicación política. Saafin, que la tiene, no se olvida de las reformas: “Las fuerzas estadounidenses tienen como objetivo formar a luchadores sirios y crear una zona de contención en el sur de Siria. Pero tienen otra función más peligrosa: manejar una transición de autoridad en Jordania, especialmente en la Corte Real”, en caso necesario, opina Saafin.
Cuando Barack Obama visitó el país en su gira por Oriente Medio del pasado mes de marzo fue recibido con protestas y sin demasiado entusiasmo, ni siquiera cuando anunció la entrega de 150 millones de euros a Jordania para paliar la presión de los refugiados y ayudar en las reformas políticas. Fue precisamente en esta visita cuando el rey Abdulá y el presidente estadounidense acordaron la medida de abrir el espacio aéreo a la aviación israelí, aunque no transcendió hasta un mes más tarde.
Los acontecimientos de estas últimas semanas coinciden además con un viaje del monarca jordano a Washington, en el que, según sugiere la prensa estadounidense, se ha determinado el papel de Jordania ante la crisis siria. Aunque según Obama, una entrada de tropas en Siria es una “opción remota”, el reino hachemí parece ser el campo de operaciones en el que se practican los diferentes escenarios que, según fuentes oficiales jordanas y estadounidenses, contemplan el uso de armas químicas en el país o la expansión del conflicto. A principios de abril, el diario Washington Post publicó que Estados Unidos planea entrenar en el país a 3.000 combatientes de la oposición antes de finales de junio.
EE.UU. pretende entrenar a tres mil rebeldes sirios en Jordania antes de finales de junio
El príncipe Zaid Bin Raad, representante de Jordania en Naciones Unidas, ha tratado de llamar la atención del Consejo de Seguridad sobre la situación en su país, que está afectando a los servicios, a la estabilidad política y a las reservas de agua. En Jordania el agua es un bien escaso, que solo se distribuye una vez por semana y que los jordanos deben almacenar en tanques para utilizar hasta la siguiente distribución semanal. Además, la población también padece una constante subida en la cesta de la compra y en los precios de productos, que antes llegaban a buen precio desde Siria y ahora tienen que ser importados desde Turquía.
En un contexto normal, este incremento de la insatisfacción podría alentar nuevas protestas, pero Momani cree que “la gente está ahora más preocupada por el tema de la seguridad en Siria”. Incluso para el Gobierno jordano, las protestas en la calle han dejado de ser una prioridad, en un momento, en el que “todo el mundo está esperando la confrontación”.
“La guerra en Siria convierte a Jordania en el país más importante de la región política y geográficamente de cara a este conflicto”, analiza Momani, antes de reconocer que la efervescencia política, social y bélica que se vive en la zona impide hacer cualquier tipo de predicciones: “Lo que ocurra, no dependerá solamente de nosotros”.
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