Reportaje

Vuelta a las armas

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 15 minutos
Soldados turcos ante un blindado (Suruç, Oct 2014) | ©  Ilya U. Topper / M'Sur
Soldados turcos ante un blindado (Suruç, Oct 2014) | © Ilya U. Topper / M’Sur

Estambul | Agosto 2015

“No lo entiendo”. “No tiene lógica”. “No me lo explico”. En un punto están de acuerdo escritores, periodistas y analistas turcos cuando se les pregunta por el renovado conflicto entre Ankara y el PKK: ¿por qué la guerrilla ha vuelto a tomar las armas, tras dos años de proceso de paz?

La muerte ha vuelto a arrasar, cuando ya parecía desterrada: 20 víctimas entre soldados y policías, más un transeúnte, un obrero ferroviario y un copiloto de autobús en ataques del PKK, desde que guerrilla y Gobierno rompieron el alto el fuego el 24 de julio pasado. Al menos una decena de civiles, simpatizantes de la guerrilla o militantes muertos bajo el fuego de las fuerzas de seguridad, a lo que se añade otra decena de guerrilleros alcanzados en los bombardeos aéreos de los montes Kandil, en el norte de Iraq, donde la organización tiene sus cuarteles centrales. Tiroteos, minas en la carretera, ametrallamientos de comisarías en el sureste del país a diario. La guerra ha vuelto.

“El actor principal en asuntos de guerra y paz en Turquía es Erdogan, de facto aún líder del AKP”

Para la izquierda es obvio, al menos, cuál es la causa principal de que el Gobierno haya dado orden de despegue a los cazabombarderos. Lo dice la escritora Necmiye Alpay: “El actor principal en asuntos de guerra y paz en Turquía es el presidente, Recep Tayyip Erdogan, que sigue siendo de facto el líder del AKP”. Este partido islamista ganó las elecciones del 7 de junio pasados pero por primera vez desde 2002 no consiguió revalidar la mayoría absoluta y debe ahora buscar una difícil coalición para gobernar.

Difícil porque inicialmente nadie quiso pactar. Incluso su aliado natural, el derechista MHP, se ha declarado rotundamente en contra de un acuerdo. Pero difícil también porque gobernar en coalición significa ceder ministerios a otro partido, y entonces será inevitable que salgan a la luz los tejemanejes con empresas privadas que no sólo han afianzado el poder del partido sino también enriquecido a muchos altos cargos. Al menos, esa es la convicción generalizada en Turquía, nunca demostrada porque cada vez que un aparente caso de corrupción saltó a la luz pública, el fiscal competente y los policías al cargo de de la investigación han sido destituidos.

Los últimos sondeos sugieren que unas nuevas elecciones apenas cambiarían el reparto de escaños

“Parece que Erdogan no pudo asumir el resultado de las elecciones e intenta ahora jugar la carta nacionalista: quiere recuperar la imagen pública en el sector de votantes de derechas. Esto es uno de los pretextos para la guerra”, cree Necmiye Alpay, miembro del Parlamento por la Paz, una asociación de intelectuales que llevan años trabajando por una resolución del conflicto kurdo.

El plan parece éste, concuerdan muchos analistas: dar portazo a las negociaciones con el partido socialdemócrata, el CHP, que ahora sí está muy a favor de un pacto, y buscar un gobierno en minoría con el respaldo externo del MHP para llevar el país a nuevas elecciones dentro de unos meses. Pero tiene dos riesgos: por una parte, el líder del partido derechista, Devlet Bahçeli, ha prometido no dar este apoyo, si bien nadie se fía demasiado de su palabra. Pero si el MHP no se abstiene no hay gobierno, y entonces, lo que prevé la ley es repetir elecciones con un Ejecutivo de transición formado por todos los grupos parlamentarios. Algo que daría al traste con el hábito del AKP de usar recursos estatales, como la TV pública, para difundir sus mensajes electorales.

Por otra parte, no está nada claro que unas nuevas elecciones – podrían caer en octubre, como pronto – le devuelvan al AKP la mayoría absoluta. Los últimos sondeos, realizados ya en plena fase de guerra con el PKK, indican una subida de apenas un punto, y una bajada de dos para el HDP que se quedaría en todo caso por encima del umbral electoral del 10 %.

¿Suficiente como para otorgarle al AKP los 18 diputados que le faltan? Improbable. “No creo que el resultado sea muy distinto. Porque la mayoría de la gente le echará la culpa al AKP de no haber formado coalición”, cree Mensur Akgün, catedrático de la Universidad Istanbul Kültür, para quien una coalición con el CHP es imprescindible para estabilizar Turquía. “No creo que Erdogan tenga éxito con esta estrategia. Quizás incremente los votos del AKP ligeramente, pero no mucho”, dice también Necmiye Alpay. “Si todo fuera normal, el HDP no perdería votos. Pero hay tantas provocaciones contra los kurdos y contra el HDP… Desde hoy hasta que haya elecciones, puede haber más, quizás con ayuda del Estado Islámico. No sé qué podrá pasar”, matiza.

De todas formas, “un gobierno en minoría del AKP no sería sostenible. El MHP les daría un tiempo determinado y en todo caso sería un Ejecutivo rehén de un partido nacionalista”, cree Akgün. Esta fórmula “ni siquiera protegería al AKP contra las investigaciones de corrupción, porque se presentarían muchas mociones en el Parlamento”, agrega, que el MHP no podría bloquear si no quiere perder credibilidad. Por otra parte, “en caso de una coalición con el CHP, este partido debería posponer sus intenciones de investigar la corrupción”, concluye.

En febrero faltaba sólo una semana para que el PKK proclamara el abandono de las armas,  aseguran

Así las cosas, no sería sorprendente que este lunes, cuando se entrevisten Ahmet Davutoglu, primer ministro en funciones y jefe del AKP, y Kemal Kiliçdaroglu, dirigente del CHP, se anuncie el pacto. Pero ¿estará de acuerdo Erdogan? Su papel como superpresidente y autoridad indiscutible del gobierno – un poder que no le da la Constitución, pero que ha sido aceptado por el AKP, que sigue estando bajo su férula pese a que, como presidente, tuvo que darse de baja en la formación que creó en 2001 – se vería seriamente limitado en un Ejecutivo de coalición.

¿Es por esto que el proceso de paz ha saltado por los aires tras dos años, cuando faltaba “exactamente una semana” para que se proclamase el desarme definitivo del PKK, como aseguró Selahattin Demirtas, líder del partido izquierdista prokurdo HDP? Mensur Akgün no cree que la guerra contra el PKK se haya hecho por razones electorales, “aunque quizás algunas personas en el AKP sí la aprovechen para esto”, pero tampoco es capaz de dar otras razones.

Y es que la paz parecía a la vuelta de la esquina en esta primavera, treinta años y 30.000 muertos después de que ‘Apo’, es decir Abdullah Öcalan, lanzara la lucha armada para crear un Estado kurdo independiente en el sureste de Turquía. Ya no quedaban cuestiones fundamentales por resolver. El PKK había renunciado al sueño de la independencia, la única condición que ningún dirigente turco podría haber firmado jamás.

Los acuerdos de Dolmabahçe entre Ankara y PKK establecen una ‘patria común’ para kurdos y turcos

Durante meses, Demirtas y otros diputados del HDP hicieron de mensajeros entre el Gobierno, la cúpula del PKK refugiada en el norte de Iraq y el propio Öcalan, encarcelado desde 1999 en la isla de Imrali cerca de Estambul. Fruto de esta negociación nacieron los Acuerdos de Dolmabahçe, llamados así por el palacio otomano a orillas del Bósforo donde se firmaron en febrero pasado. Y son estos mismos acuerdos los que ahora reivindica el PKK en sus comunicados emitidos desde Kandil para volver a la mesa de negociaciones y quitar el dedo del gatillo.

¿Qué dicen estos acuerdos? Esencialmente, nada. Sus diez puntos hablan en términos vagos de la democratización de Turquía, siendo el más interesante quizás el noveno, que pide una “nueva definición de la república democrática, de la patria común y de la nación”. Al menos deja claro que no se trata ya de alcanzar la independencia, con la que soñó el PKK cuando lanzó la lucha en los años ochenta, y ni siquiera una región autónoma, que por otra parte sería muy poco realista.

Ya en 2013, representantes del BDP – partido hoy mutado en el HDP – explicaron que delimitar en el mapa una región autónoma no es realista: sólo se trata de conseguir una mayor descentralización, que dé más poder a alcaldes e instituciones localmente elegidas, clarificaron.

De hecho, si bien existen algunas provincias en el sureste casi exclusivamente habitadas por kurdos, otras muchas son mixtas. La mayor ciudad kurda del mundo es Estambul y según algunas estimaciones, la ciudad del Bósforo, Ankara, Izmir y algunas otras urbes del oeste del país albergan un tercio de toda la población kurda.

El documento de Dolmabahçe no menciona siquiera las condiciones que la izquierda kurda siempre ha considerado esenciales: la introducción del kurdo como idioma de enseñanza primaria para todos los alumnos que lo deseen, la liberación de unos 4.000 presos sentenciados a largas penas de cárcel por sus vínculos con el PKK, y la transformación de la cadena perpetua de Öcalan en arresto domiciliario.

Erdogan, aparentemente, esperaba que el HDP le apoyara en su pretensión de ser un superpresidente

Ninguno de estos puntos se antoja imposible de cumplir, visto que el Gobierno del AKP ya introdujo en 2012 el kurdo como materia optativa en los colegios, un paso revolucionario tras 89 años de negarse la existencia de este idioma. ¿Qué costaría dar un paso más? Una reforma judicial o una amnistía que liberara a presos “sin sangre en las manos” no suscitaría mayor oposición e incluso el simbolismo de una hipotética liberación de Öcalan, que no tendría porque darse de inmediato, agitaría apenas el sector de la ultraderecha, desde las últimas elecciones equilibrado con el sector prokurdo: tanto MHP como HDP disponen de 80 diputados en el Parlamento.

¿Por qué no se hizo, pues? El propio Erdogan pareció dar la respuesta en una entrevista a finales de julio: porque esperaba que, a cambio, el HDP le apoyara en su pretensión de convertirse en presidente omnipotente de Turquía. Preguntado por el motivo de la ruptura de proceso, Erdogan defendió la “sinceridad” de su gobierno al iniciar las negociaciones pero se quejó del efecto electoral. «Cuando nos presentamos a las elecciones locales del 30 de marzo (de 2014) vimos una cosa: se aprovecharon del proceso de paz. Entonces yo encabezaba el partido como primer ministro, pero lamentablemente, no encontré reciprocidad», denunció Erdogan, aparentemente en referencia al discurso antigubernamental del HDP. «En las elecciones generales (del 7 de junio 2015), sufrimos pérdidas con esto. Esto es un hecho obvio. No se puede continuar un proceso de paz que atente contra la hermandad y unidad de la nación», remachó.

Probablemente, Erdogan tenía en mente el eslogan con el que Selahattin Demirtas, estrella de la izquierda ya no kurda sino de toda Turquía, ganó las elecciones de junio: “No te haremos presidente”. Negaba así la existencia de un pacto que resolvería la cuestión kurda a cambio de una reforma constitucional que convirtiera Turquía en una república presidencialista. O un sultanato, en la expresión de los enemigos de Erdogan.

“El proceso de paz se rompió cuando Demirtas se dirigió contra Erdogan para superar el umbral electoral”

Al menos así lo dejó entrever el 29 de julio el viceprimer ministro, Yalçin Akdogan, al declarar que “el proceso de paz se rompió cuando Demirtas se dirigió contra Erdogan y lo convirtió en enemigo para poder superar el umbral electoral”.

Pero si bien las motivaciones de Erdogan parecen inteligibles, persiste la otra pregunta: ¿Por qué el PKK ha entrado al juego?

No era inevitable. El 11 de abril, dos meses antes de las elecciones, una unidad de la gendarmería intervino contra activistas del PKK que repartían propaganda en la provincia de Agri, en el extremo este. Se desencadenó un tiroteo. Tres gendarmes fueron heridos de forma leve y uno grave, pero murieron cinco simpatizantes del PKK. Algunos de ellos, civiles que intentaron interponerse en el fuego para poner fin a los disparos. No hubo consecuencias ni revanchas. Hubo banderas turcas ondeando en los mítines de Selahattin Demirtas. Las elecciones se desarrollaron de forma pacífica. El HDP ganó un 13 por ciento, muy por encima de los sondeos. La izquierda turca celebraba la victoria.

La misma izquierda turca que por primera vez en toda su vida votó por el “brazo político del PKK”, como la ultraderecha aún denomina al HDP, puso una cara de total incredulidad cuando el 22 de julio, un escueto comunicado de la agencia kurda Firat, habitual portavoz del PKK, informaba que la guerrilla reivindicaba el asesinato de dos policías turcos, muertos a tiros mientras dormían en el piso que compartían en Ceylanpinar, municipio fronterizo con Siria.

No sólo la izquierda: incluso Bülent Arinç, portavoz del Ejecutivo, aseguró que se seguía investigando la autoría, sin dar demasadia credibilidad al comunicado. Una alta funcionaria turca lo resumió así: “No sabemos si lo hizo el PKK. Pero lo reivindicó, que viene a ser lo mismo”. Era también extraña la mención de los “equipos de fedayin (kamikaze) de Apo”, término mencionado escasísimas veces con anterioridad.

El PKK primero reivindió el asesinato de dos policías, luego se retractó a medias

“No era una acción decidida por nuestra cúpula. Ni siquiera era una acción de una de nuestras unidades oficiales», se retractó a medias días más tarde Murat Karayilan, jefe militar de la guerrilla, en una entrevista difundida por Firat. Pero no lo condenó. Ni este asesinato, ni el disparo a bocajarro a un militar que iba por la calle hablando por teléfono, ni los ametrallamientos de gendarmes que iban a casa tras terminar su turno. Tampoco explicó por qué, si no era una acción decidida por la cúpula, se pudo reivindicar a través de Firat en nombre de ésta.

“Lo que dice el PKK no me lo tomo en serio. Primero reivindicaron oficialmente el asesinato de los dos policías en Ceylanpinar, lo declararon “revancha” por la masacre de Suruç, luego lo desmintieron… y tantas cosas más. No tiene lógica lo que hacen. Y eso en un momento en el que estaban luchando contra ISIL en Siria e Iraq, adquiriendo buena fama internacional. No tiene lógica. No puedo explicarlo”, zanja Orhan Kemal Cengiz, uno de los analistas más prestigiosos de Turquía.

“El PKK ha declarado que eran elementos indiscplinados. Pero es cierto que no lo han rechazado tampoco. Quizás algunos crean que deben demostrar su fuerza. No lo aprobamos, como organización a favor de la paz. Ningún demócrata puede aprobarlo”, insiste Necmiye Alpay.

«Quizás toda esta violencia ahora sea una manera de reforzar una posición negociadora»

“Nadie sabe cuál es la razón verdadera para el asesinato de los dos policías en Ceylanpinar. Quizás toda esta violencia ahora sea una manera de reforzar una posición negociadora; eso espero. Quizás alguna gente en la cúpula del PKK esté soñando con establecer un control territorial, como los kurdos en Siria”, aventura Mensur Akgün.

El analista no cree que la vuelta a la guerra sea definitiva. Demirtas “está hablando en Bruselas con el KCK, el ala político del PKK, y aunque no condenen directamente la violencia del PKK, sí la critican. Ankara también actúa con moderación: sólo bombardea los centros de decisión del PKK enn Kandil, pero no ha hecho operaciones de gran escala por ejemplo en Diyarbakir, porque no quiere agravar aún más la distancia con la gente de la región”, analiza. Señales de que una vuelta a la mesa puede estar muy cerca.

Pero será una negociación, nuevamente, entre PKK y Erdogan. El perdedor en este juego es Selahattin Demirtas. “El HDP ganó un 13% de votos en las elecciones, lo cual era un éxito tremendo, y de repente, el PKK está llevando a cabo un ataque sistemático contra los éxitos del HDP, contra todo lo que significa su victoria parlamentaria”, resume Orhan Kemal Cengiz. “Si algunos personajes dentro del PKK pensaran: Vamos a permitir que Recep Tayyip Erdogan sea el presidente que quiere ser, que pueda realizar sus sueños de poder… entonces actuarían exactamente como actúa el PKK ahora”.

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