La Shica
«La única regla en la música es que no hay reglas»
Alejandro Luque
Tras la excelente acogida de su debut, Trabajito de chinos, la cantante ceutí Elsa Rovayo, más conocida como La Shica, vuelve a enfrentar tradición y subversión con Supercop (Universal), un nuevo disco cuyo título alude al género de la copla y no a las fuerzas de seguridad de ningún estado.
Respecto a su anterior trabajo, La Shica asegura que “ha cambiado todo, es radicalmente otra propuesta. Pero es evidente que sin el primer disco no existiría éste”, comenta. “Todo es una búsqueda, canto más, hay una notable evolución en la música, y sobre todo el concepto es mucho más folklórico; pero de folklore extraterrestre”.
Forjada como artista en Madrid durante casi dos décadas, concretamente en el ámbito del baile —fue solista en el prestigioso ballet de Merche Esmeralda—, Elsa Rovayo se dejó llevar por otras inquietudes y dio forma a este proyecto en el que caben el pop de aromas cosmopolitas, los recitados filo-raperos de la escuela jerezana —Diego Carrasco, Tomasito—, una sevillana corralera de Lebrija o un homenaje al cuplé y a Sara Montiel con una versión del Fumando espero.
“La única regla en música es que no hay reglas”, asevera la cantante, quien entiende su oficio como “un ejercicio de libertad. A mí lo que más ilusión me hace es que a mucha gente le guste lo que hago, pero no me estrecho con ningún corsé, ni dejo de hacer aquello en lo que creo, guste o no”.
Consciente de que el flamenco o la copla son predios sagrados para muchos, La Shica agrega que “respeto muchísimo, y trato de conocer profundamente estas músicas tan gigantes y llenas de matices. Me encanta escuchar cosas rancias, pero no soy nada purista y puedo permitirme tener sentido del humor, o juguetear con otras músicas que me provocan el mismo respeto que un cante por malagueñas, como el funk o las canciones de Björk”.
Buena parte del resultado final de Supercop la tiene el productor Javier Limón, que “siempre está abierto a probarlo todo. Él te da su visión de las cosas, pero te recuerda que el disco es tuyo, tú tienes la última palabra. Transmite libertad y calma, pase lo que pase no hay problema nunca. Es el hombre de las 10.000 soluciones”, asegura.
Tampoco escatima La Shica elogios para sus colaboradores. “La cocina es casera, todo lo hacemos desde dentro. Las letras son una vez más de Luis Domerq, que sabe meterse perfectamente en mi piel. Yo lo vuelvo loco, pero nadie diría que las letras las escribe un hombre”.
Una calculada ambigüedad impera también en la imagen de La Shica; como si quisiera romper con todos los estereotipos de la bailaora flamenca que fue —y, asegura, sigue siendo piel adentro— se rapó al uno, desnudó sus hombros y se enfundó en sus vaqueros. “La mujer española ha cambiado mucho, quedan lejos los tiempos en que íbamos todo el año a caballo con traje de volantes”, afirma. “Eso sí, yo voy a ser bailaora hasta que me muera. Quizá no vuelvan a contratarme en los tablaos, pero es lo que he hecho siempre y seguiré viviendo el baile. Ahora me visto como me siento bien, no necesito demostrar nada más”.
¿Es tan machista el flamenco como se cree? Elsa opina que va por familias: “Hoy hay en el flamenco gente de lo más moderna y de lo más normal, pero te puedes encontrar de todo. No es fácil sacudirse la sensación de que es un mundo donde las reglas son como son, o te ubicas en los códigos establecidos o no”, comenta.
Y ante las reglas, ya se sabe, La Shica opone su natural rebeldía. “Yo intentaba de veras ser muy flamenca, pero siempre fui una paya rara, no acababa de cuadrar del todo en algunos conceptos. Adoro el flamenco, pero al mismo tiempo iba a conciertos de heavy en la sala Canciller. Me gusta Extremoduro y Barricada como la Niña de los Peines”, añade la cantante, quien por cierto acaba de participar en un disco homenaje al legendario grupo de rock duro Leño. “Me hace muchísima ilusión, porque me he criado escuchando eso. Mi hermano mayor era el jefe del equipo de música, y cuando yo quería poner a Enrique y Ana él ponía Corre corre o Que tire la toalla. Y ya ves, ahí estoy”.
Después de tantos años en Madrid, Elsa Rovayo se reconoce como “mitad gato y mitad caballa, me parecería feo negarlo”, pero concede que “vengo de donde vengo, mi infancia la viví en Ceuta y lo que más quiero en el mundo, mi familia, sigue allí. Tengo claro que ése es mi lugar”, dice.
Una ciudad entre dos aguas, como enseñó el maestro Paco de Lucía, que no aparece de un modo explícito en los discos de La Shica, pero que sin duda está en su música abierta a todos los vientos y todas las sales. “El ser mediterráneo está en lo que hago, en determinadas señales y marcas. En la música uno no puede mentir, tal vez no cuente mis intimidades ni con quién he desayunado esta mañana, pero queda de manifiesto quién soy y cómo entiendo el mundo”.