Reportaje

L’Aquila, el desastre

Darío Menor
Darío Menor
· 5 minutos
Campamento tras el terremoto de L'Aquila (2009) |  © Darío Menor /M'Sur
Campamento tras el terremoto de L’Aquila (2009) | © Darío Menor /M’Sur

Italia recordará el lunes 6 de abril de 2009 como un día negro en su historia reciente. Más de 150 personas murieron, según las primeras cifras, y 1.500 resultaron heridas en el terremoto de 5,8 grados en la escala Richter que, a las 3:32 horas de la madrugada de ayer, sacudió con fuerza todo el centro de Italia. El epicentro de seísmo estuvo localizado en Paganica, una pequeña población situada a 7 kilómetros de L’Aquila, la capital de la región de los Abruzos.

Esta ciudad de casi 100.000 habitantes se llevó la peor parte ya que la mayoría de sus edificios se vio afectada por el seísmo, que derribó completamente muchas de las casas del centro histórico y una residencia de estudiantes, de cuyos restos fueron rescatados con vida seis jóvenes. El seísmo ha dejado sin vivienda a más de 70.000 personas, según las cifras oficiales. A estos datos hay que sumar los centenares de familias que no se atreven a volver a sus casas hasta que terminen de una vez las réplicas.

Esta nueva legión de ‘sin techo’ tuvo que pasar la noche como pudo, ya que la descoordinación fue ayer muy grande y los alojamientos que las autoridades ofrecieron en tiendas de campaña y polideportivos eran insuficientes. Algunos huyeron a casas de amigos y familiares de otras ciudades y la mayoría tuvo que conformarse con intentar dormir en el coche. El tiempo no acompañó, ya que por la tarde comenzó a llover, lo que dificultó los rescates y aumentó el abatimiento de los supervivientes.

El seísmo derribó  muchas de las casas del centro histórico y una residencia de estudiantes

Uno de ellos es el sacerdote colombiano Dionisio Rodríguez, párroco de cinco iglesias de la ciudad. El padre Rodríguez contó que algunos de sus feligreses habían fallecido en el seísmo pero que él y se encontraba bien. Los vecinos de Paganica, la “zona cero” del terremoto, paseaban por su pueblo con aspecto evanescente. Recorrían sus cuatro calles, sembradas de cristales rotos y cascotes, sin ser capaces de asimilar lo que había ocurrido.

Perder «sólo» la casa

Giusy, una mujer espigada y de pelo corto, cuenta que la casa que se acababa de comprar con los ahorros de toda su vida se ha desplomado. Entre lágrimas, reconoce haber tenido suerte ya que a sus vecinos se les vino el techo encima y fueron encontrados ya cadáver cuando los sacaron de los cascotes.

Mientras Giusy relata su tragedia no paran de pasar equipos de rescate por la calle y los helicópteros sobrevuelan la zona. En uno de ellos se encuentra el primer ministro, Silvio Berlusconi, que afronta la mayor tragedia humanitaria de los tres períodos distintos en que ha llevado las riendas de Italia.El jefe de Gobierno declaró el Estado de emergencia y se apresuró a solicitar el Fondo para Catástrofes de la Unión Europea. No quiso ‘Il Cavaliere’ decir cuánto dinero se dedicará a las reparaciones, pero precisó que se estaban ya enviando 5.000 socorristas.

El centro histórico de L’Aquila resultó devastado por el seísmo. La mayoría de las víctimas mortales residía en esta ciudad, que vivió ayer historias particulares terribles. Una de ellas es la de una madre y sus dos hijos pequeños, que fueron encontrados abrazados y muertos en una cama. Vivían en un edificio de cuatro plantas que se derrumbó por completo situado en la calle XX de septiembre, una de las que más ha sufrido el terremoto. Igual de difícil de aceptar es la muerte de cinco niños pequeños, quienes habitaban en una casa de acogida que no aguantó la sacudida.

“La situación es desastrosa, parece el Apocalipsis” dice el alcalde

La misma suerte que esta madre muerta con sus dos hijos pudo correr Morena Bego, un mujer de Paganica. “Mi hijo de 13 años se asustó mucho con el terremoto que hubo alrededor de las 11 de la noche, que resultó luego ser un aviso de lo que vendría después. Nos pidió a su padre y a mí que le dejáramos dormir en nuestra cama, acurrucado entre nosotros. Así estuvimos hasta que llegó el temblor brutal de las 3:32 horas. Fue tan duro que nos despertó e hizo salir de casa corriendo. Desde entonces no nos hemos vuelto a la casa. Nosotros nos libramos pero nuestra vecina no”, explica Morena.

Luego su hijo, con una alegría contagiosa por saberse vivo, muestra las terribles grietas que serpentean por las paredes de la escuela del pueblo. La estampa de Paganica es más o menos similar a la del resto de pueblos de la provincia. Tal vez el más pasional en describir cómo había quedado la zona fue Pierluigi Bondi, alcalde de Villa Sant’Angelo, donde viven 450 personas y el 90% de las casas estaban destruidas: “La situación es desastrosa, parece el Apocalipsis”.

Menos altisonantes pero igual de compungidos estaban los grupos de niños y adolescentes que deambulaban ayer por Paganica sin rumbo fijo. Ya de vacaciones, tenían todo el día para contemplar cómo el seísmo se había ensañado con su pueblo. Nunca olvidarán esta Semana Santa.