Opinión

Las políticas de Israel fortalecen a Hamás

Amira Hass
Amira Hass
· 11 minutos
Opinion mgf

Octubre 2025

Las promesas de un boom inmobiliario en Gaza —desde los planes del ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, a las propuestas del ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, de construir residencias de lujo para policías y los proyectos de la líder de los colonos, Daniella Weiss, de reconstruir los asentamientos (con asistencia divina)— han resultado todas ser unas burbujas de aire caliente.

Sería tentador decir que el acuerdo de alto el fuego, que ahora está entrando en vigor en la Franja de Gaza ha supuesto un duro golpe para el movimiento de los colonos y a quienes lo apoyan en Estados Unidos. También es tentador la imagen de castillos de arena colapsando bajo el peso de la resiliencia inimaginable y la firmeza de los habitantes de Gaza y el rechazo, duro pero basado en un cálculo político, de permitir una huida masiva de gazatíes a su territorio.

Los responsables de la política exterior de Egipto —sin que importe quién dirija el país— llevan sospechando mucho tiempo la intención de Israel de «arrojarles» Gaza y sus problemas. Desde el inicio de la guerra se tomaron en serio los planes israelíes de expulsar la población gazatí para asentar a judíos en el territorio, tal y como anunciaban abiertamente altos cargos israelíes, quienes parecen haber olvidado cómo fallaron unos esfuerzos similares de sus predecesores del partido Mapai-Laborista de expulsar de nuevo a los refugiados de 1948 de Gaza.

Lo que incita al odio es la realidad diaria de la opresión sistemática que impone Israel, y su arbitrariedad

Pero el alto el fuego no se puede considerar simplemente una derrota satisfactoria para el bando de los colonos. La lógica política tras estos estallidos de aire caliente y esos castillos de arena ha dado forma a la política de Israel desde la firma de los Acuerdos de Oslo y sigue dándole forma. Esta lógica ha impedido establecer un Estado que cumpliría con el derecho de los palestinos a la autodeterminación, aunque fuese en el 22 % restante del territorio entre Mediterráneo y río Jordán.

El sabotaje israelí de la soberanía palestina refleja su impulso de apoderarse de tanto territorio como sea posible con tan pocos palestinos como sea posible. En la práctica, esto significa expulsarlos, bien hacia el área A de Cisjordania, bien al exilio, ya sea mediante bombardeos de las Fuerzas Aéreas o los palos y barras de hierro de los «jóvenes de las colinas», la fuerza de choque del movimiento colono, ya sea a través de demoliciones de casas y desalojos forzosos llevados a cabo a punta de pistola por la Administración civil de Cisjordania o las Fuerzas Armadas, y en encarcelamiento y juicio a quienes intentan protegerse y proteger a su comunidad… El resultado es el mismo.

Cuando este es el guion político, los esfuerzos internacionales de «reformar» los libros de colegio palestinos están destinados al fracaso. Lo que incita al odio es la realidad diaria de la opresión sistemática que impone Israel, y su arbitrariedad respaldada por su armamento superior.

Una de las herramientas más eficaces para sabotear un Estado palestino es aislar a los palestinos entre ellos

Una de las herramientas más eficaces para sabotear un Estado palestino ha sido y sigue siendo la «separación». Esta herramienta, presentada en términos de seguridad que el público israelí repite encantado —incluso cuando los motivos políticos e inmobiliarios son evidentes— adopta numerosas formas: aislar Gaza de Cisjordania (desde 1991), separando Cisjordania de Jerusalén Este, segregando unas ciudades palestinas de otras en Cisjordania, cortando la comunicación entre las aldeas y las carreteras que las rodean, aislando a los palestinos entre ellos y desconectándolos de su tierra.

Los documentos oficiales del gobierno militar de las décadas de 1950 y 1960, hechos públicos muchos años más tarde, confirman lo que los palestinos (y la izquierda no sionista) había comprendido desde hace mucho: la justificación para restringir de forma severa el movimiento de personas en aras de una supuesta «seguridad» surgía en gran parte de intereses inmobiliarios de judíos. La visión de una población y un territorio palestinos fragmentados a ambos lados de la Línea Verde —la divisoria entre Israel y Cisjordania— siempre ha reflejado el plan de un «Gran Israel» para los judíos. Ambas visiones siguen activas aún hoy, en paralelo con las vagas cláusulas del plan de Trump para el alto el fuego y un «nuevo Oriente Próximo».

El movimiento derechista de los colonos compensa su parcial derrota en Gaza —parcial, porque las Fuerzas Armadas cumplieron con el objetivo compartido de infligir la máxima destrucción y muerte en el enclave— incrementando la intensidad de sus ataques y robos de tierra en Cisjordania. Esto se manifiesta sobre todo al impedir todos los días el acceso de los campesinos a sus tierras, una táctica con resultados inmediatos y dolorosos. Junto a la Administración civil de Cisjordania, el Ejército y la policía, los colonos aceleran este proceso mediante la violencia física, la obstrucción burocrática y una arrogancia insaciable. Como ahora estamos en la época de la recogida de la aceituna, los batallones del Señor escogen ahora como blanco la cosecha y los cosechadores.

Hacia el mediodía del sábado, 11 de octubre, fecha en el que se escribe este artículo, hubo noticias sobre acoso y ataques de directos de colonos y soldados —a veces juntos, a veces por separado— contra recogedores de aceitunas en los pueblos de Jawarish, Aqraba, Beita y Madama al sur de Nablús, en Burqa al este de Ramalá y en Deir Istiya en la región de Salfit. El día antes, informes similares llegaron desde Yarza, al este de Tubas, desde Immatin, Kafr Thulth y Far’ata en el área de Qalqilya, de Jawarish, Qablan, Aqraba, Hawara, Yanun y Beita en la zona de Nablús y desde al-Mughayyir y Mazra’a al-Sharqiya al este de Ramalá. Todos estos informes vienen de un solo grupo de Whatsapp de observadores en el norte de Cisjordania.

Separar la población de Gaza de la de Cisjordania, y aislar Gaza del resto del mundo sirve al fin de fortalecer Hamás

El acoso va desde intrusiones, provocaciones, cortes de carretera y amenazas armadas hasta ataques físicos, robo de aceitunas e incendio de vehículos propiedad de aceituneros y periodistas. Y lo que los colonos hacen de forma esporádica, la política oficial lo lleva a la práctica de forma sistemática: negar el derecho de los palestinos a moverse libremente entre Gaza y Cisjordania y dentro de la propia Cisjordania. La negación del derecho de elegir dónde vivir o trabajar lleva mucho tiempo siendo devastador para la sociedad palestina, su economía y sus estructuras políticas, y especialmente para el futuro de sus jóvenes.

Separar la población de la Franja de Gaza de la que habita Cisjordania, y el aislamiento de Gaza del resto del mundo sirve al fin de fortalecer Hamás, primero como organización política y militar y más tarde como poder administrativo, al igual que servían para ello los maletines con dinero que llegaban desde Qatar y que Benjamin Netanyahu hizo trasladar a Gaza.

En la década de 1990, Hamás aseguraba que Israel no tenía intenciones reales de hacer la paz y que los Acuerdos de Oslo no llevarían a la independencia. Las restricciones de movimiento en Gaza impuesto por Israel y la continua expansión de asentamientos de colonos tanto en Gaza como en Cisjordania hacían que el argumento convenciera a muchos palestinos, especialmente en Gaza. Los atentados suicidas de Hamás se consideraban tanto una reacción como una puesta a prueba: ¿premiaría Israel a quienes se oponían a Oslo y criticaban a la Autoridad Palestina? Y efectivamente, Israel los premiaba: incumpliendo sus compromisos. Las restricciones al movimiento y el robo burocrático de la tierra debilitaban a Fatah y la Autoridad Palestina, que habían apoyado el proceso diplomático, pero a inicios de la década de 2000 se inclinaban hacia la resistencia armada.

La resistencia armada, asociada principalmente a Hamás, mantiene su prestigio entre los jóvenes de Cisjordania

Con astucia, Hamás evitó aclarar que fragmentar la población palestina siempre había sido el objetivo de Israel y presentó la retirada israelí de Gaza en 2005 y el desmantelamiento de los asentamientos de colonos en la Franja como prueba de su propio éxito: demostraba que la lucha armada funcionaba. Cada remesa de graduados universitarios —que nunca habían salido de la Franja, vallada por todas partes, nunca habían conocido otra forma de vida, ni podían encontrar trabajo— resultaba más vulnerable ante la opresiva visión del mundo de Hamás, su propaganda y su justificación para unirse a su brazo armado (con unos ingresos que eran el sustento para familias empobrecidas). Hamás aprendió a canalizar la energía y creatividad atascadas en Gaza hacia su maquinaria política y militar.

La Autoridad Palestina, Fatah y su aparato de seguridad estaban impotentes ante la creciente oleada de despojamientos de tierras en Cisjordania y la devastación económica directa e indirecta que conllevaba esta expropiación y separación, una situación que empeoraba con las órdenes, emitidas por sucesivos ministros de Finanzas israelíes, de retener los ingresos de aduana palestinos.

Para el público palestino en Cisjordania, esa impotencia es inseparable de la corrupción de las elites civiles y militares de la Autoridad Palestina, a las que se los considera indiferentes y egoístas, solo preocupadas por su propio bolsillo. No sorprende, pues, que la resistencia armada, asociada principalmente a Hamás, mantenga su prestigio entre los jóvenes de Cisjordania. Para ellos, la resistencia armada al menos causa sufrimiento y humillación al agresor israelí.

Todo hace prever que Israel seguirá bloqueando la libertad de movimiento de los palestinos entre Cisjordania, Israel y Gaza y que seguirá restringiendo la entrada en la Franja de palestinos desde el extranjero, así cómo de activistas internacionales. Como resultado, quienes más necesitarían saberlo no podrán enterarse de qué piensan realmente los habitantes de Gaza respecto a la resistencia armada. En otras palabras, cuánta gente allí en realidad odia a Hamás.

Lo correcto es permitir a los palestinos de Cisjordania y de Israel participar en el proceso de reconstrucción de Gaza

Frente a las políticas israelíes de asfixia, matanzas, destrucción y expropiación en Cisjordania, la mayoría de los palestinos que no viven en la Franja de Gaza, al igual que muchos de sus simpatizantes internacionales, continuarán viendo a Hamás como el auténtico representante de la aspiración de libertad y resistencia a la opresión.

La experiencia demuestra que una vez que empiece el trabajo de recoger munición de artillería sin explotar y de reconstruir Gaza, quedará claro que el proceso es mucho más complicado y caro de lo que se esperaba al principio. Además de la reconstrucción física, cada uno de los millones de vecinos de Gaza necesitará terapia física y psicológica y rehabilitación material… en unas dimensiones y con una duración sin precedentes, difíciles de imaginar.

La actitud correcta, justa y lógica es permitir a los palestinos de Cisjordania y a los que viven en Israel participar plenamente en este proceso, en colaboración con los profesionales de la Franja que han sobrevivido: ingenieros de estructuras, arquitectos, albañiles, cirujanos, oftalmólogos, campesinos, informáticos, profesores, psicólogos, trabajadores sociales y expertos en energía renovable… También sería lógico desarrollar programas en Cisjordania para atender a los decenas de miles de niños de Gaza que han quedado huérfanos o han quedado heridos hasta el punto de quedar discapacitados para siempre.

En resumen, antes de que el mundo se embarque en ofrecer licitaciones internacionales para reconstruir Gaza, elabore especificaciones técnicas o difunda declaraciones vacuas sobre la soberanía y la desaparición de Hamás, primero debe usar las herramientas políticas a su disposición para garantizar que Israel ponga fin a su política destructiva de separación entre Gaza, Cisjordania y el resto de la tierra.

Si no sucede esto, Hamás —incluso si depone las armas dentro de Gaza— o alguna versión futura de la organización seguirá siendo el referente político al que acudirá la población palestina.

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© Amira Hass | Octubre 2025 | Publicado en Internazionale Nº 1637 · 24 Oct 2025 | Traducción de la versión inglesa de Haaretz (17 Oct 2025) : Ilya U. Topper